Capítulo 1

Gaia

Una sonrisa nostálgica se arma en mis labios. Regresar a la ciudad que me vió crecer, después de tantos años se siente bien. Aunque no voy a negar que no sé como voy a sentirme cuando —inevitablemente— me encuentre con todas las personas que hace cinco años atrás, dejé aquí. En un pasado que ya no forma parte de mi presente.

Arrastro las dos maletas que había traído conmigo fuera del aeropuerto. No sé cuánto tiempo voy a estar aquí, si solo será por un par de semanas o por más tiempo. Cuando el señor Nathaniel me llamó informándome que podía regresar, no me dijo los motivos. Solo tenía que obedecer a su orden —después de todo— gracias a él tuve mejores estudios de los que podrían haberme dado mis padres. Aún así, no veía el día en el que pudiera pagarle todo y él dejara de echarme en cara que todo lo que he conseguido ser ha sido por su dinero.

Mientras hago señas a taxis, me reclamo por haberme negado estúpidamente al chófer que habían designado para mí. Agradezco cuando al fin, un taxi se detiene frente a mí.

—¿A dónde la llevo señorita? —pregunta el señor amablemente.

Saco de mi cartera una tarjeta con la dirección de mi destino y se la entrego al chófer.

—Llévame a esa dirección, por favor.

Me permito disfrutar de los edificios de la ciudad de Manhattan que van quedando a mi paso. Cuando me mandaron lejos de aquí, no tenía idea que no solo iba a extrañar a las personas que de una forma u otra formaban parte de mí, también iba a extrañar esta ciudad que tenía tantas historias que contar, incluso la mía.

Las calles que llegaban a Central Park captaron mi atención. Voy a disfrutar de esta vista todas las mañanas al despertar. Mi teléfono vibrando en mis manos hace que aparte mi atención de la hermosa vista.

Nathaniel: Del aeropuerto ven directo a Miller Construction, tenemos que hablar de negocios.

Sabía que por algo me había traído de regreso, solo que no esperaba que era para trabajar para él. Después de todo nunca había trabajado en el mundo de las constructoras. Esa no era la rama en la que hacía mi trabajo, aunque podría intentarlo.

—Disculpe que lo moleste, señor —le hablo al taxista que va muy contento cantando una canción que se reproduce en la radio —Necesito cambiar mi destino.

Y jodidamente justo cuando estaba a nada de llegar a mi anterior dirección.

—No se preocupe, señorita. Este es mi trabajo, mientras más larga sea la carrera mejor será mi cobro.

Me rio junto con él y le indico la dirección a la constructora. El tráfico nos permite llegar en menos tiempo del que pensé que nos llevaría y agradezco que no ocupara mucho tiempo. De verdad quería dormir después del largo vuelo que había tenido.

—Gracias por traerme —le digo amablemente al señor que me ayuda a bajar las maletas.

—Esto es mucho, señorita. No puedo aceptarlo —estira su mano en mi dirección devolviendome el billete de cincuenta dólares que le entregué —Es más del doble de lo que debería cobrarle.

Me niego a tomarlo de vuelta.

—Solo acéptalo —le digo colocando mi mano en su hombro —Piensa que hoy a sido su día de suerte.

Él me agradece y tomando mis maletas empiezo a caminar al edificio frente a mí.

—Si desea puedo esperar —sus palabras me hicieron detener mi paso —Digo, no creo que se vaya a quedar en este lugar. Puedo llevarla a dónde quiera cuando salga de aquí.

—Le agradecería mucho...

—Ethan, me llamo Ethan.

—Mucho gusto, Ethan. No sé cuánto tiempo voy a estar aquí y no quisiera que perdiera tiempo de su trabajo solo por esperarme.

Niega.

—No perderé mi tiempo. Ya pensaba terminar con usted mi jornada del día de hoy —me hizo saber —Además, la señorita da buena propina. No me quejo.

Acepto a que me espere, después de todo no tendría que esperar media hora más por un nuevo taxi.

Dejo mis maletas con la recepción del edificio. La constructora de los Miller es un edificio que me sé de memoria. Marqué el último piso en el elevador, las puertas metálicas se abrieron frente a mí y seguí mi camino hasta la oficina de Nathaniel. No había ninguna secretaria cerca por lo que después de dos toques en la puerta y recibir el permiso entro.

—En quince minutos pídele que suba —le dijo él a la que supongo es su secretaria, la joven no tarda en dejarnos solos.

Me indica que tome asiento.

—¿Para qué soy buena?

—Nolan acaba de abrir una agencia de publicidad —informa, escuchar el nombre de su hijo hace que me remueva en mi lugar.

—Felicidades por él —intento disimular lo mejor que puedo lo que provocó en mí la mención de Nolan —¿Para qué soy buena? —vuelvo a preguntar para cambiar de tema —No creo que sea por eso que me haya traído aquí.

—De hecho, sí fue por eso. Vas a trabajar directamente con él.

Retengo el aire en mis pulmones, me pongo de pie lentamente negando internamente el motivo que me ha dado.

—¿Me manda lejos de aquí por él y ahora quiere que trabaje con él?

Asiente.

—Por eso quiero ponerte al tanto desde ahora y no puedes negarte —deja en claro —Solo espero que el tiempo que has estado fuera haya servido de algo y hayan dejado atrás lo que vivieron.

Claro que había quedado atrás. Ya no soy la misma de antes, cambié mucho. Ellos me obligaron a cambiar.

—Espero no tener problemas con eso —tamborea sus dedos en el escritorio —Invertí mucho en ti, es momento de que me devuelvas un poco de esa inversión. En Londres adquiriste muchos conocimientos e hiciste muchos contactos en el medio que ahora espero que puedas usar para ayudar a Nolan. Solo eso, trabajo ¿Entiendes lo que te quiero decir?

Sabía que en algún momento tenía que verlo, pero no que pasaría tanto tiempo junto a él. Eso es algo para lo que no estoy preparada, había pasado por mucho cuando me fui a Londres. Estar lejos de mis padres fue otro golpe que tuve que aguantar, solo verlos a través de la pantalla de un teléfono no era suficiente para mí y ahora tener que estar más tiempo con la persona por la que me obligaron a alejarme de ellos era algo que definitivamente no quería, pero no me quedaba de otra.

El sonido de la puerta abriéndose hizo que no siguiera el hilo de pensamientos al que se dirigía mi mente.

—Padre, tu secretaria me informó que mi Directora de marketing estaba aquí —mi cuerpo se tensó al escuchar su voz, más ronca de lo que recordaba.

—Es ella —dijo Nathaniel apuntandome.

Lentamente me giro para darle la cara, está a unos pasos de mí.

Como si fuera posible sentí como mi corazón se saltó cinco latidos y empezó a latir ferozmente contra mi pecho. Mis piernas empezaron a flaquear, pero me obligo a no ceder al temblor que amenazaba con delatar mi estado. Sus ojos se entrecerraron como si no me reconociera, pero sintiera que lo hacía y en su escaner visual esperaba encontrarme en sus recuerdos.

Yo había cambiado mucho y él también. Sus facciones se veían más masculinas, su pelo castaño se veía un poco más largo de como las recordaba con algunos mechones rebeldes bañando su frente. Sin llegar a estar exagerado, por encima de su traje que le queda a medida podía apreciar la musculatura de su cuerpo.

Unas ganas horribles de llorar se apoderan de mí con todos los recuerdos que empiezan a hacer tornados en mi cabeza.

Cuando seamos grandes serás mi esposa de verdad —me dijo sonriente un Nolan de diez años.

»No solo quiero ser el primer hombre en tu vida, Gaia. También el último, el único —teníamos diecinueve años en ese entonces.

»Ojalá pudiéramos compartir con todos lo que sentimos —eso fue una semana antes de que me enviaran a Londres.

Sacudo mi cabeza en un intento de dejar esos recuerdos donde pertenecen, en el pasado.

Un pasado al que no estoy dispuesta a volver. Su carta fue torturosamente dolorosa como para darme el permiso de volver a sentir algo por él, cuando enterré ese sentimiento hace años.

—¿Estrellita? —cuestiona como si todavía no estuviera seguro que soy yo, usando el mote que me había puesto unos años atrás.

No sé que me dolió más, que me llamara de esa forma o que no me reconociera. Es cierto que físicamente cambié mucho, mi pelo ya no estaban unos centímetros más abajo de mis hombros, ahora llegaban a mi cintura; el gimnacio provocó en mi cuerpo una metamorfosis notable y positiva. Pero aún así seguía siendo yo. Mi rostro no había cambiado mucho, tenía las mismas facciones delicadas aunque un poco más adulta.

—¿Entiendes lo que te quiero decir? —vuelve a preguntar Nathaniel.

Pongo toda mi atención en él.

—Cinco años fueron suficientes —le hago saber, y aunque no dije verdad, tampoco dije mentira.

Mi reacción fue solo por la impresión de verlo, solo eso. Y lo que sentí ahora no es real, solo fueron los recuerdos y eso ya es viejo.

—Me alegra saberlo —comenta, dirige ahora su atención a su hijo —Deja de llamarla así, su nombre es Gaia y te lo sabes de memoria —lo regaña —A partir de ahora ella será tu mano derecha, espero que no me hagan decepcionar de apoyar esa idea tuya de esta empresa.

Él no le responde, ni siquiera estoy segura de que haya escuchado lo que dijo su padre. Sus ojos están anclados en mí, como si no creyera que soy real y si aparta la vista un solo segundo voy a desaparecer. Solo que puedo ver la tensión en su rostro y lo incómodo que se le hace tenerme a unos pocos pasos de él.

—Si eso fue todo por ahora, con su permiso me retiro. Necesito descansar —informo no queriendo estar otro segundo en este lugar cuando solo quiero gritarle a alguien o romper algo —Llámenme cuando tengan mi contrato listo.

—¿En algún momento se cuestionaron informarme de la decisión que tomaron sin mi consentimiento?

—Tu mamá preparó una habitación para ti en casa —anuncia Nathaniel, ignorando la pregunta de Nolan —Espera unos minutos en los que le pido a mi chofer que te lleve.

Niego.

—No será necesario. Tengo un taxi esperando por mí y tampoco voy a dormir en su casa. Me compré un departamento y es ahí donde haré mi estancia el tiempo que esté aquí.

No espero otro segundo más para salir de aquí. Apresuro mis pasos tratando de no encontrarlo de nuevo, ya tuve suficiente de él por hoy. Al salir del elevador voy directo por mis maletas y se las entrego a Ethan para que las guarde en el maletero.

—Yo puedo llevarte —olvidé cómo llevar aire a mis pulmones al escucharlo a mi espalda.

—Si no te diste cuenta ya tengo quien lo haga.

Como si no le importara lo que acabo de decir, se acerca a Ethan y le entrega un billete.

—Gracias por esperar. Yo me encargo de llevarla.

—Ethan no lo aceptes —digo rápidamente.

—Espero con esto sea suficiente por el tiempo de espera —le entrega un par de billetes más.

Ethan mira a los billetes en sus manos y después me mira apenado, queriendo aceptar el dinero de Nolan, pero negandose por mí.

Termino asintiendo, haciendole saber que puede aceptar el dinero y dejar que el castaño me lleve.

—Gracias, señorita. Hoy no es mi día de suerte. Usted a sido mi suerte —agradece antes de retirarse.

Empiezo a arrastrar mis maletas lejos de Nolan, con la clara intención de esperar por otro taxi. Trabajar junto a él será un verdadero problema, después de todo lo que vivimos y sobre todo por como terminamos. Siendo yo la más afectada, con un sin fin de ilusiones echas mil pedazos y en otro país.

No me sorprende que no me siga, de hecho, no seguirme se le da muy bien. El muy estúpido ni siquiera tuvo el valor de despedirse dándome la cara. Lo hizo a través de una carta y sus palabras parecían dagas que se enterraban en lo más profundo de mi alma.

Llegué a una parada de buses no muy lejos y unos minutos después un auto se para frente a esta. Nolan sale de él. Intenta quitarme las maletas para subirlas a su carro, pero se las niego.

—No voy a ir contigo a ninguna parte.

—¿Crees que puedes aparecer en mi vida después de cinco años como si nada hubiera pasado y te voy a dejar entrar así, sin más?

—Yo ni siquiera sabía el motivo por el que tu padre me trajo de regreso —utilizo el mismo tono hostil que él usó antes —De haberlo sabido me hubiera negado. Lo menos que quiero es trabajar para ti y estar todo el día viéndote o hablándote.

Toma aire con pesadez, como si mis palabras lejos de agradarle por ser un sentimiento mutuo, le incomodaran.

—Todo lo que decía en aquel pedazo de papel era verdad —dice irónico, hago mis manos puños sintiendo de nuevo lo que experimenté cuando leí ese pedazo de papel como él lo llama.

—Y como todo era verdad, te lo voy a poner más fácil. Pídele a tu padre que me mande lejos otra vez, así no tendrás que verme y no te haré perder tu tiempo como años atrás.

Levanta una de sus cejas, con un signo de interrogación impreso en su cara y esa mirada que podría descifrar a la perfección, es de esas que sin palabras preguntan: "¿De qué hablas?", la diferencia es que él si lo sabía, él me había enviado esa carta.

—Nunca me llamaste, ni un solo día —escupe con rabia —Esperé como un imbécil que lo hicieras, pero no. Me olvidaste demasiado fácil.

Ojalá hubiera sido tan fácil. Pienso.

—Tal y como me pediste —su ceja se volvió a curvar —Tú nunca me buscaste.

—Tal y como me pediste.

Ahora fui yo la que elevó una ceja y me estaba preguntando: "¿De qué habla?"

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