Seis
Un jueves a principios de primavera fui a mi primera clase de piano.
El lugar estaba pintado de colores grises y un poco de azul y tenía diseños de árboles sin hojas, lo que daba un aire frío y para nada acogedor. No concordaba con la estación en la que estábamos.
—Buenas tardes —nos recibió un señor de unos sesenta y tantos años.
Mi padre lo saludó y cuando menos me di cuenta, ya se había ido y estaba sola con el señor.
— Tú debes ser Chris, ¿cierto? —Asentí —. Me llamo Rob y seré el que te enseñará a tocar el piano. Ven, pasa.
Lo seguí hasta una de las habitaciones. Las paredes eran blancas y en el centro había un piano de cola de un color rojo brillante.
—Bonito, ¿no? —dijo Rob —. Bien, hoy empezaremos con algo sencillo. Veremos las notas musicales y las figuras en la partitura. Ahora, ¿ves esto de aquí? —Tocó una nota en el piano —. Esto es un Do.
Toqué el Do y enseguida otra nota, después toqué las dos juntas pero sonó horrible. Alejé mis manos del piano. Rob solo sonrió.
—No te preocupes, eso pasa seguido. Mejorarás con la práctica.
Debo admitir que Rob me cayó bien. Era como uno de esos abuelitos amables y lindos pero que a la vez pueden ser severos.
Solo tomé una hora de clase pero me la pasé bien. Y esa simple hora fue suficiente para que quisiera regresar por más.
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