Quince

Desde que dejé las clases de piano mis tardes las dedico enteramente a mirar el techo de mi habitación. El otro día vi una araña acurrucada en una esquina; fue emocionante.

Oh, ¿a quién engaño? Estoy muy aburrida y deprimida, pero no pienso volver a las clases de piano, no sin Rob. Una de las razones que también me impiden volver es Blaine, le dije que no iría de nuevo y así será. Es como una cuestión de orgullo.

No he visto a Jenna o a los demás chicos desde el funeral, y agradezco que no hayan venido a buscarme, pues en estos momentos no estoy de humor como para verlos.

Mi padre ha estado muy preocupado: cree que todo el progreso que llevaba no contará y que tendré que empezar desde cero. Hace mucho que a mí eso dejó de importarme.

Blaine había dejado de hablarme. Supongo que me lo merezco después de haberlo tratado horrible dos veces.

Faltaba poco más de medio mes para que las clases terminaran y por fin pudiera salir de vacaciones.

Un martes estaba desayunando bajo el mismo árbol de siempre cuando escuché una voz demasiado chillona. Esto ya lo viví, pensé.

—¡Hola, Chris!

—¿Qué quieres, Andrea? —me desesperé de inmediato.

—Solo quería darte mi más sentido pésame. Supe que tu maestro, aquel Rob, falleció, justo como tu mamá. Lo bueno es que de seguro ahora están juntos disfrutando del cielo y viéndote sufrir —me dirigió la más cruel de las sonrisas.

—Ojalá hubieras sido tú en lugar de él —susurré.

—¿Disculpa? —Definitivamente, esto ya lo viví. La vez anterior me quedé callada, pero ahora no haría lo mismo.

—Dije que ojalá hubieras muerto tú en lugar de Rob.

—¡Eso es horrible, Chris! —exclamó con su irritante voz chillona—. ¿Por que no canalizas esa energía en algo productivo? Como tirarte de un puente, por ejemplo.

Me levanté de un salto y avancé lentamente hacia ella.

—¿Qué harás? ¿Vas a golpearme? ¿Acaso no aprendiste nada de la última vez? —rió con maldad.

Una multitud se había formado alrededor de nosotras. Una persona llamó mi atención y me distrajo. Blaine. Me lanzó una mirada rápida antes de seguir con su camino. Ese simple gesto de su parte fue suficiente como para que decidiera no golpear a Andrea y salir de entre la multitud.

—¡Cobarde! —la escuché gritar pero la ignoré.

~~~

Hubo algo que Andrea dijo que se quedó grabado en mi mente. ¿Rob y mamá estaban juntos ahora? De seguro se llevarían muy bien.

Aquella noche salí a observar las estrellas. Había dos que se destacaban de resto, pues brillaban con demasiada intensidad. Sentí que me transmitían un mensaje. Aquí estamos, no muy lejos de ti.

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