Capítulo 18: A Raquel le encanta el drama
Después de varios minutos trotando, me estaba acercando aceleradamente a la casa de mis padres, pero detuve el paso al notar un vehículo policial.
A lo lejos vi cómo mamá estaba hablando con un hombre uniformado, gesticulando exageradamente y alzando la voz; aun así, tuve que acercarme un poco para poder escuchar toda la conversación.
—En definitiva, señora, no podemos hacer nada.
—¡Pero es mi hija! —gritó mi madre, furiosa.
—Su hija legalmente es mayor, solo podríamos hacer una búsqueda después de cuarenta horas de desaparición.
Cuando me di cuenta de que todo eso se trataba de mí, acorté la distancia entre mi madre y yo, indignada.
—¿Es en serio, mamá?
Ella al verme, me abrazó rápidamente, pero la alejé con un poco de brusquedad.
Me fastidiaba que todo el tiempo me tratara como una adolescente. No conocía otro caso en que una mujer, una ya casi psiquiatra, tuviera que seguir acatando las órdenes de sus padres al pie de la letra. ¿Y mi libertad?
Entré a la casa, mientras mamá volvía a hablar con el policía, despidiéndole supuse.
—¡¿En qué demonios estaban pensando para hacer semejante drama por una tontería?! —grité furiosa una vez estaban los dos presentes.
—No te encontraba por ningún lado Becky, y tampoco contestabas mis llamados —dijo mamá con aflicción, pero no me interesaba cómo se sentía en ese momento.
—¡Te había contestado mamá, no era como que si no supieras que estaba bien! —Levanté los brazos mientras los miraba a ambos alternadamente. Papá bajó la mirada hacia el suelo, pero no dijo nada, y eso me enojó aún más.
—Dejaste de hacerlo Rebbeca, ¿Y si en ese momento te había pasado algo?, ¿por qué cortaste el llamado? —preguntando, haciendo que su voz sonara débil, mostrándose como la victima de la situación.
—¡Porque me tienen cansada! —Solté un sonoro suspiro, para seguir hablando más calmada—. Mamá, tengo veinticuatro años.
—No porque seas mayor, estas a salvo de las cosas que podrían pasarte, hija —dijo ella apoyando suavemente una mano sobre mi hombro.
Tenía razón. Su tono de voz quería hacerme dar a torcer el brazo, y dejar que ellos siguieran cuidándome como a un bebé para siempre. Pero de ese modo, no crecería, y no quería seguir estancada.
Aparté su mano con las mías, agarrándolas con un deje de dulzura. Tomé una profunda bocanada de aire, y mirándola directamente a sus ojos, hablé —: Lo sé, y agradezco que se preocupen tanto, pero también agradecería que confíen en mí.
—Confiamos en ti, cielo —dijo papá, acercándose a nosotras también—. Pero no en el mundo exterior.
—Eso es una completa mentira —dije mirándolos severamente—, todo el tiempo están sacando conclusiones apresuradas sobre las cosas que pasan, culpándome al instante. Miren, fue Maddison la que cometió un error, no yo. Y debieron hacer lo que hacen conmigo, con ella... —Fui callada abruptamente.
Sentía mi mejilla arder, y no entendía la razón; hasta que levanté la mirada confundida y vi a mi madre bajar su mano junto a papá que la estaba apartando de mí.
¿Ella me había golpeado?
—Mira Becky, sabes que es un tema delicado —dijo papá tratando de suavizar la situación, pero yo ya no lo estaba escuchando, estaba subiendo las escaleras hacia mi habitación.
Empecé a guardar todas mis cosas para llevarlas a mi apartamento, y dejar esa etapa atrás de una buena vez. Esto nos estaba causando mucho daño, a las dos partes. Padres e hija.
Le dije adiós a los planes que había hecho sobre llevar mis cosas de a poco hacia mi nuevo hogar, pero sabía que era necesario tarde o temprano, sin importar el momento.
Después de unos minutos mamá apareció en la puerta, con la cara llena de lamento. La vi de reojo, pero no quise mirarla. Ella al darse cuenta de lo que yo estaba haciendo, cambió su cara de "disculpas" y puso su cara de enojo nuevamente.
—¿Qué estás haciendo Rebbeca?
No le contesté, pasé por su lado para buscar la bandeja de comida de Jo, que estaba cerca del umbral de la puerta, y al tenerme cerca, aprovechó para tomarme de la muñeca, levantándome con fuerza.
—Suéltame mamá —escupí con fastidio.
—Te he hecho una pregunta —dijo ella, sin aflojar su agarre.
—¿No te parece obvio?
Me solté bruscamente de ella, tomé el teléfono y llamé un taxi. Mis cosas ya estaban listas, no eran muchas ni todas, solo había empacado lo necesario para sobrevivir por mi propia cuenta.
Esquivé su cuerpo y empecé a bajar mis cosas a la entrada de casa. Ella fue a encerrarse a su habitación, mientras papá no paraba de pedirme disculpas, y me preguntaba si iba a estar bien, si tenía dónde ir y dándome dinero por si llegaba a necesitarlo.
—Estuve mucho mejor que ahora, cuando estaba a tres mil kilómetros, gracias papá.
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