5.

Se sentía fuera de lugar en el sitio en donde pasó la mayor parte de su vida, era un extraño en las calles por donde recibió su primer raspón de rodillas y se sentía terrible. Creía que moriría por cada paso dado en las calles que tan bien conocía, cada paso le lastimaba el corazón y rascaba más en la cicatriz que nunca cicatrizó. Era imposible no recordar cada detalle de su gran amor vivido en cada esquina, era imposible no verla en cada suspiro y pestañeo que daba. Todo era tan nostálgico que recordó porque venía solo un día al mes.

Pero tenía que intentar, el peso de sus malas acciones lastimaba su espalda y los ojos juzgones de su amor le penetraba en el alma. Tenía que sanar, tenía que avanzar. Tenía que hacerlo por la pequeña que nació del fruto de un arrebatador amor. Tenía que.

Las maletas le pesaban como si llevará mil rocas entre sus camisas y eso le hacía pensar que aquel peso era el que hacía el viaje en taxi tan extenso, como una tortura. Los minutos pasaron y después de un eterno viaje, llegó a la casa de sus padres y sin ningún recibimiento tomó sus valijas dándose paso hasta la puerta de sus padres. Un último suspiro y tocó el timbre, evitando mirar a sus espaldas para no caer en el arrepentimiento.

Esperó unos cuantos segundos hasta que escuchó los pasos de alguien aproximándose, se irguió esperando ver a su madre; no fue así, su padre salió a su recibimiento. Y a pesar de no esperarlo, recibió un fuerte abrazo de parte del hombre que hace días atrás le había retado tanto que hizo que su mundo se tambaleara.

A pesar de todo, seguía siendo su hijo y él su padre.

“Bienvenido.” Dijo entre el abrazo, dándole unas palmadas a su espalda. “Te estábamos esperando, tu madre acomodar una habitación para ti; la que era tuya cuando vivías con nosotros. Espero que hayas descansado en el taxi.”

“No pude.” Sonrío. “Me trajo mucha nostalgia pasearme por todas estas calles, lo que si, es que tengo hambre.”

“Y enhorabuena, acabamos de hornear un pastel de fideo, come un poco y platicamos sobre tus ajetreados días entre las nubes.” Le hablo con una sonrisa mientras llevaba su brazo al hombro de su hijo, sosteniendo una de sus valijas cerraron la puerta a su detrás.

En mucho tiempo, Jungkook sintió el calor de un hogar.

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“Que cansador, me imagino que querrás dormir todo el día.” Le comento su madre bebiendo del jugo de naranja que su esposo había preparado.

“La verdad es que sí.” Río limpiando las comisuras de sus labios. “Pero quiero estar con mi hija, quiero pasar todo el día con ella y disipar el cansancio a su lado.” Tosió para aclarar su garganta. “Quiero ser un mejor hombre y darle lo que le he estado privando.”

Sus padres se quedaron en silencio, lo único que emitía sonido en la cocina eran los vasos en los que sirvieron jugo de naranja. Era un tema muy filoso del que hablar, los errores de Jungkook nublaban la reunión familiar pues era agridulce mencionar su paternidad tan desdichada.

“¿A qué hora sale hoy del kinder?” Pregunto rompiendo la tensión. “Quisiera ir por ella, como una sorpresa de mi nueva estadía.”

“A medio día.” Respondió su padre. “¿Conoces el kinder? o, ¿quieres que te acompañe?”

“Lo conozco.” ¿Cómo no? Si desde un principio con Naeun planearon inscribir a su pequeña hija en aquella institución. “Iré solo, por favor, quiero estar con ella y pasar la tarde a su lado.”

“Bien.” Respondió su padre.

La hora transcurrió en una charla amena hasta que a las once y media de la mañana Jungkook salió de su hogar con dirección al kinder de su hija. Fue a pie, el aire fresco le brindaría paz y armonía para así controlar su corazón en cuanto vea a Hayoung.

Antes de convertirse en padre era muy amigable con los niños, le caían bien, le daban ternura; por eso cuando llegó al kinder de Hayoung fue inevitable sonreír por todos los pequeños que salían con sus pequeñas mochilas al lado de sus padres. Suspiro nostálgico, aunque le de ternura la escena de padres y sus hijos, se sentía muy melancólico al ver a muchas madres de familia con sus hijos.

Le recordaba a lo que pudo ser, pero no fue.

Con las manos en los bolsillo, caminando con calma llegó hasta la institución, mostró el credencial de padre y tomo aire antes de entrar al kinder, miro los distintos cursos y busco al que pertenecía su hija. Al encontrarlo vio a un joven con delantal café adornado de hojas amarillas y rojas en la puerta, supuso que era el maestro de Hayoung, aquel que su padre le menciono.

“Aquí vamos.” Se dijo a si mismo. Tomo el credencial en su mano decidido a entregárselo al maestro.

Creía que sería fácil, debería, solo es un pedazo de cartón con la foto de su hija y los datos de los tutores. Pero fue tan complicado por una sola razón, al estar tan cerca del maestro algo en su cabeza se revolvió.

“Buenos días.” Saludo cordialmente, leyó el credencial y miro dos veces al nombre escrito. “¿Usted es el papá de Hayoung?” Sintió que la pregunta había sido hecha con cierto repele.

“Buen día, sí, lo soy. Vengo por ella.” Asintió, tratando de mantenerse en pie, tratando de no correr hacia atrás.

“Por fin lo conozco.” Dijo con sarcasmo. “Ahora vendrá Hayoung.” Se dio la vuelta y fue a llamar a la pequeña niña.

Jungkook contaba en su cabeza, contó hasta tres y también hasta cien. Quiso mantenerse cuerdo.

Hayoung salió corriendo y dando saltitos, su mochila estaba puesta mal y algunas cosas habían sido olvidadas en su mesa, la alegría pudo más en ella al saber que su papá estaba ahí por ella.

“¡Papi!” Salto en alegría hacia los brazos de Jungkook. “¡Estas aquíiii!”

“Hola princesa.” Sonrío ampliamente levantando a su hija en sus brazos. “¿Como has estado?”

“¡Muy bien! ¡Bien bien! ¡Estas aquíiii!” Volvió a repetir abrazándolo por el cuello. “Te extrañe muchito.”

“Vámonos al parque y ahí tú me cuentas qué es lo que hiciste hoy, ¿esta bien?” La niña asintió.

“Antes que se vayan.” Irrumpió el maestro, acercándose a Jungkook y su hija, tanto, que una vez más el aroma familiar golpeó a Jungkook. “Hayoung dejo sus peluches en su mesa, aquí están.” Los dejo a las manos de la niña, aún muy cerca de Jungkook. “Espero verlo de nuevo, señor Jeon.” Se despidió con cierta ironía en su voz.

Algo que Jungkook no pudo notar, claro, estaba perdido en el aroma familiar que desprendía de las manos del maestro de su hija. Se quedó congelado en su lugar mirándolo, como si el tiempo se detuviera y en esa piel habitará la mujer que más amo en su vida. Miro al maestro con cierta nostalgia porque entre sus dedos se desprendía aquel aroma citroso que tanto le gustaba a Naeun, con cada movimiento hecho desprendía aquel olor que hacía que su corazón se rompiera muchas más veces.

No pudo decir nada, se quedó en blanco creyendo ver un fantasma.

Tomo a su hija entre sus brazos y se fue, su corazón confuso creyó volver a ver a la mujer de sus sueños. Pero no era así, solo era alguien que tenía la misma loción que su difunta mujer.

Solo era un recuerdo entre aromas.

“¿Cómo se llama tu maestro?” Pregunto a Hayoung.

“Jimin.” Sonrío. “Es mi amigo, siempre está conmigo, lo quero mucho muchito.”

Jimin. Repitió en su cabeza.

Que martirio.





















(3/10)




















mañana continuaré con la maratón!! 😩 ahora se me junto todos mis pendientes y eso

pido perdón por dejar abandonada esta obra, estuve muy ocupada por mis materias semestrales y mis pasantías 💔

mañana espero acabar con esta maratón recompensa 🩷💔

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