Capitulo 9

ANDREA DEL JUNCO

—Papá, ya llegué del supermercado—digo cerrando la puerta con mi pie.

Nadie me contesta. Me voy a la cocina dejar las cosas que compré.

— Hola hija, ya llegaste—mi padre está sentado en el taburete de la isla de la cocina tomándose un café.

—Si ¿Dónde está Zoe?.

—Está en su cama, esa niña continúa con cansancio y dificultad para respirar—me dice mi padre con evidente preocupación.

— Joder—hace cinco días que mi niña se ha estado sintiendo con cansancio, mareos, debilidad.

— El resfriado se prolongado más de lo normal—añade papá

— Lo sé—me preocupa mucho

—Andy debemos llevarla al pediatra, ya han pasado cinco días que se está sintiendo mal, tiene mucho cansancio y hoy a empezado a vomitar.

— Ya fuimos al pediatra, él dijo que era un virus, nos dijo que Zoe estaría bien.

— Pero han pasado tres días desde que fuimos al doctor, debería presentar mejoría.

¡Maldita sea!

Me dirijo de inmediato a la habitación de mi Zoe.

— Zoe, amor ¿Cómote sientes?—pregunto disimulando la preocupación que siento cuando entro a su habitación.

Ella está pálida.

—Mamá, me siento mal — me responde en voz baja —Mi niña—susurro con tristeza. No me gusta verla así. Me acerco a la cama y me siento en la orilla

— Zoe, voy a llevarte a ver al doctor nuevamente.

Tengo miedo que pueda ser un resfrío mal cuidado, o algo peor.

— Pero ya fuimos con el doctor — me responde.

— Lo sé mi vida, pero tú continúa con debilidad y cansancio.

— Hay que llevarla ahora, Andrea, no me gusta ver asi a la niña—me dice papá entrando al dormitorio.

—Mami, abuelo, no quiero ir al doctor. No quiero que me pinchen con agujas—Zoe le tiene miedo las inyecciones.

— Mi niña, es por tu bien, para que te sientas mucho mejor—mi padre la anima.

— Por favor, no quiero ir... Prometo que me comeré todas las verduras aunque no me gusten. Definitivamente hay que llevarla al doctor.

— No se diga más, iremos al hospital inmediatamente — añado fingiendo estar tranquila pero por dentro estoy muy preocupada.

—Pero mamita—mi niña empieza protestar.

Mi bella niña de ojos grises y pelo castaño se ve muy pálida.

—Te cambiaré de ropa y nos iremos al hospital.

—Las espero en el coche—mi padre sale de prisa de la habitación, no sin antes darle un beso en su frente a su nieta.

Yo empiezo a buscar la ropa de mi hija. —Mami—susurra mi princesa.

—¿Que sucede mi amor?—Pregunto poniendole su suéter rosa.

—¿Donde está mi papá?

¡Mierda! Zoe, nunca había preguntado por su padre. ¿Por qué lo hace en éste preciso momento?

¿Que le dirás a tu hija cuando pregunte por su padre? Me preguntó hace tiempo atrás mi padre, en ese momento no supe que responderle porque no tenía una respuesta, y ahora que mi hija está preguntando por él, tampoco tengo una respuesta ¿Debería decirle la verdad? No lo creo, ella es pequeña y no lo entendería.

Realmente me ha sorprendido su pregunta, y precisamente en un mal momento cómo éste.

— Eh... Yo... Mi niña hay que apresurarnos porque tu abuelito nos espera—desvío su atención, es mi mejor táctica.

— Está bien—añade con tono cansado.

Afortunadamente ella no vuelve a preguntar por su padre.

He pensado algunas opciones. Mentirle y decirle que su padre está muerto. O decirle la verdad: que su padre es el magnate Samuel Gallardo y nunca ha sabido que tiene una hija.

Mi padre piensa que debo ser honesta con mi hija, pero yo no sé. No tengo nada claro, ahora lo más importante es su salud, lo de su papá lo pensaré después y con más calma.

—Vamos bebé.

Mi niña y yo llegamos al coche dónde mi padre nos espera.

Ya mis princesas, suban al carruaje real—sé que intenta subirnos el ánimo papa, y te lo agradezco pero nada podrá hacer que me olvide de mi preocupación.

Le pongo el cinturón de seguridad a mi hija en el asiento trasero.

Mi padre pone en marcha el coche y se incorpora al tráfico.

—Zoe, vamos a cantar—dice mi padre.

—¡Siiii!—Grita mi niña pero sin ánimos.

— Winkum, Winkum, cierra tus ojos, Suavemente, mi niña, arroró,
Pues el rocío está cayendo calladamente. Las luces titilan en las alturas. Y la luz de la luna mira furtivamente por encima de la cumbre del cerro cubierto de trébol. — Canta papá y mi Zoe intenta seguirlo.

Observo a mi padre, él está loco por su nieta: Al principio de mi embarazo él reaccionó mal, sé alejó de mí pero cuando mi embarazo avanzaba, papá fue cambiando

su actitud y poco a poco se acercó a mi nuevamente. Cuando nació mi hija, quedó embobado por mi bebé. No habido nada que él no hiciera por Zoe, siempre la está malcriando pero siempre le ha dejado claro a
mi hija que es su abuelo no su padre. Cuando Zoe empezó hablar le decía: papá, él le decía; «abuelo» soy tu abuelo. A pesar de los años, mi padre no sabe quién es el padre de mi hija, yo agradezco que él no me haya presionado para decirle la verdad.

— Hemos llegado niñas—anuncia mi padre aparcando el coche

Salgo del coche y ayudo salir a mi hija.

—Vamos mi niña—agarro su manita y nos dirigimos al interior del hospital.

Vamos caminando por los pasillos del hospital, cuando una rubia tropieza conmigo

—Disculpe, no me fijé por donde caminaba—se disculpa. Es muy guapa; rubia, de ojos verdes

—No te preocupes—le sonrío.

—Irina—dice la voz de un hombre joven.

Ella voltea y yo sigo con mi camino.

Llego a la consulta del pediatra, afortunadamente no tiene muchos niños que atender... aún así debemos esperar.

Después de unos minutos nos dicen que podemos entrar al despacho del pediatra, papá me alcanza cuando voy a entrar a la consulta.

—Buenas tardes—le tiendo la mano a modo de saludo al pediatra.

—Buenas tardes—dice y al mismo tiempo me recorre con la mirada.

El pediatra es un hombre de alrededor de treinta ocho o tal vez cuarenta, pelo negro, ojos café, nariz respingada... Es obvio que es un mujeriego, tal vez es soltero o divorciado. De todos modos no me interesa, incluso me irrita por la forma como me mira, no me gustan cuando los hombres me observan como si quisieran devorarme.

—Buenas tardes... ustedes son las del Junco—mira el historial médico que le entrego su asistente.

—Si somos las del Junco, ya hemos estado aquí, pero el pediatra era una mujer.

— ¿La doctora Soledad o la doctora Mendez? 

— Doctora Mendez— es una mujer de alrededor de treinta años, ella es muy profesional.

— Ya veo...¿Que sucede con esta princesa?—Pregunta el pediatra dirigiéndose a mi hija

— Ha tenido mareos debilidad. Está cansada y hoy empezó a vomitar.

— Mmm-dice y se levanta de su silla. — La examinaré

El se acerca a mi hija y empieza a examinarla. Observa sus ojos, las amigdalas.

—Es una gripe—gracias a Dios le daré medicina para la gripe.

Me relajo un poco. Solo es un resfrío mal cuidado, Debi ser más estricta con Zoe y no permitir que camine descalza por el jardín.

—Gracias doctor—le tiendo mi mano.

salgo con mi hija dónde mi padre nos espera.

—¿Que tiene?—Pregunta papá preocupado.

—Tiene gripe—respondo.

—Afortunadamente es gripa—dice aliviado y toma en brazos a mi hija.—Volveremos a casa mi niña—añade salimos de la consulta del doctor más aliviados. Por suerte solo es gripe y no algo grave.

Vamos caminando por el corredor del hospital cuando escucho que llaman a alguien.

—Doctora Gallardo—dicen.

¿Gallardo?¿Será familiar de él? Tal vez si, o tal vez es sólo coincidencia. De cualquier manera ya no importa, solo debo preocuparme de mi princesa y de su salud.

🦋🦋🦋

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top