Los besos son caricias

Rin volvió a restregar su nariz contra la mejilla de Ryuji de una manera rápida, pero dulce y delicada al mismo tiempo, antes de partir en dirección al club de cocina con una sonrisa en el rostro.

No es que aquel gesto le molestara, todo lo contrario, le hacía sentir hormiguitas agradables en el estómago, pero el castaño no entendía exactamente qué significaba aquello o por qué su novio lo hacía en reiteradas ocasiones.

—Ah— exhaló Shima de manera dramática y las mejillas de Suguro se tiñeron de rosa mientras retomaban la marcha hacia la salida de la escuela—. El amor. Supongo que siempre es bonito cuando están en la fase de Luna de miel.

—No los molestes, Shima.

Sí, bueno, no llevaban mucho tiempo saliendo, así que sí, podían decir que estaban en esa etapa de enamorados donde la relación parecía ir de maravilla, rodeados de brillos y corazones de color rojo y rosa brillante, aunque luego de la declaración inicial y el beso en ese momento, no volvieron a hacerlo y la intimidad física era, más bien, algo reducida en el sentido romántico.

Ryuji golpeó los nudillos contra la puerta del cuarto de los gemelos y esperó algunos instantes antes de que Rin lo recibiera con una mirada de sorpresa y, posteriormente, una sonrisa.

—Yukio me pidió los apuntes de una clase— dijo Suguro, mostrando la libreta que llevaba en su mano

—Ah, sí, pasa. Yukio, ven.

El cuarto era espacioso, como todos en esa escuela de privilegiados, así que tomó un par de segundos para que el joven de anteojos se aproximara a ellos a la par que la puerta se cerraba.

—¿Dejaron tarea?— preguntó el gemelo menor.

—No exactamente. Solo leer de la página treinta y cuatro a la treinta y seis.

—Muy bien. Gracias. Te lo devuelvo en cuanto termine.

—Devuélvelo mañana en clase. No te preocupes.

—Gracias de nuevo.

—¿Por qué no tienes apuntes?— intervino el pelinegro, cruzado de brazos y mirando a su hermano.

—Me llamaron del consejo estudiantil y tuve que salir de clase.

—¡¿Te la saltaste?!

—El profesor me dio permiso de salir, así que no es como si me la hubiera saltado en realidad.

—Bueno, si tienes alguna duda o algo, avísame.

—Seguro.

Rin entonces acompañó a Ryuji a la salida y, como de costumbre al despedirse, pasó suavemente la punta de la nariz por la mejilla del otro, bajo la mirada divertida y curiosa de Yukio que, sorpresivamente, fue capaz de contener las burlas hacia su hermano hasta que el joven con piercings se retiró completamente.

—¿Mi hermano hace eso seguido?

Los ojos cafés se encontraron con los azules detrás de los vidrios de las gafas y, después, vieron el dedo índice del menor tocar su propia nariz.

—Oh. Algo. De vez en cuando. Usualmente cuando nos tenemos que despedir, aunque también lo hace de la nada— Suguro encogió los hombros—. Estábamos hablando el otro día y de repente lo hizo.

—Ya veo.

El más alto no pasó desapercibida la leve sonrisa divertida de Okumura mientras que esperaban al resto de sus compañeros a que terminaran con el trabajo en parejas de la clase.

—¿Sabes por qué lo hace?

—¿No te lo ha dicho? Mh...— Yukio fingió pensar un segundo, la mano en la barbilla y la mirada viajando un instante a las notas en el cuaderno—. Satán lo hace mucho con mamá. Supongo que se le pegó. ¿Por qué no le preguntas?

Claramente, el gemelo castaño encontraba entretenida la situación porque como hermano menor no había nada más divertido y satisfactorio que molestar al mayor, sin embargo, tenía razón al sugerir preguntar, pues si Ryuji quería saber algo lo más lógico era hablarlo con Rin; no leía las mentes como para entender qué pasaba por la cabecita de su novio y la comunicación era primordial en cualquier tipo de relación. Así, a la hora del almuerzo, a diferencia de otros días, la pareja decidió comer por separado de sus amigos, teniendo en cuenta que no había muchos momentos en los que disfrutaran de un momento a solas, y se acomodaron en un pequeño tramo de vegetación del enorme patio principal de la escuela, bajo la sombra cómoda de un árbol grande y frondoso.

Conforme ambos comían parsimoniosamente, sin hablar en lo absoluto para disfrutar de un silencio acogedor, los ojos cafés se posaron primero en la comida del pelinegro, que no resultaba nada refinada ni estrafalaria, pero era muchísimo mejor que aquella que se podía encontrar en restaurantes de alto nivel, y, después, se fijaron en las facciones de éste; tenía las mejillas atiborradas de arroz mientras sorbía de su cajita de jugo, asemejándose a una ardilla.

—Rin.

El par de zafiros del aludido se encontraron con Suguro.

—¿Qué es eso que siempre haces?

Okumura no respondió verbalmente, pero el movimiento de su cabeza y el gesto en su rostro podía entenderse como un "¿Qué cosa?", a lo que el otro joven añadió:

—Lo de la nariz —y el castaño señaló una mejilla, dejando más en claro a lo que se refería y viendo un rojo intenso subir por el cuello pálido hasta los pómulos.

—Mh...— Rin musitó a la par que masticaba un poco más y tragaba—. Es como un beso... No me siento cómodo aún con la idea de besarnos... Sinceramente me da pena y recordé que Satán suele hacer eso seguido con mamá. A ella parece gustarle. ¿Te molesta?

—No. Solo no entendía qué estabas haciendo. Es un beso entonces.

—Sí. Es más sencillo y delicado que uno común, pero...— el pelinegro no hizo más que restar importancia con un movimiento de hombros.

—Lo haces cuando quieres besarme, solo que no te animas a algo más.

—Básicamente, sí.

Tras soltar un sonido de meditación, Ryuji se aproximó al otro joven al punto de que el espacio personal no existía en lo absoluto y, con una mano sujetando la barbilla ajena, pasó la nariz de un lado al otro por aquella tersa piel blanca, tan gentilmente que el gesto ocasionó cosquillas y Rin no pudo hacer más que reír un poquito. Aunque, luego, el castaño ejerció un poco más de fuerza al presionar contra la mejilla del otro y esto provocó algunos quejidos y un golpe que dio a parar en su brazo.

—Sé más delicado— ordenó el menor, las cejas fruncidas en enojo y la mano aun cerrada en un puño.

—¿Cómo?

A pesar de que la sonrisa de Suguro no daba buen augurio, el joven pelinegro acunó el rostro de éste y depositó el especial beso en su cachete.

—Así.

Un par de caricias y, después, el más alto giró en dirección a Okumura, rozando sus narices un solo segundo antes de colocar los labios en los ajenos en un ósculo inocente y veloz.

—Así no— y un manazo del ojiazul, cubierto por un sonrojo, terminó estampándose una vez más en el brazo derecho del otro.

...

—Bienvenidos— saludó Torako al recibir a la familia Okumura-Fujimoto a la puerta del hostal—. Tiempo sin recibirlos.

—Sí. Tuvimos unos años atareados— confesó Yuri—, pero es bueno volver.

—¿Necesitan ayuda con el equipaje?

—Oh, no hace falta. No traemos mucho. Gracias.

—Supongo que ahora los chicos querrán quedarse en una habitación a parte— comentó Tatsuma.

—La verdad es que sí— aseguró Rin, claramente cansado por el viaje.

—Muy bien, entonces... Oh, Ryuji, qué bueno que vienes— el muchacho apareció por uno de los pasillos, vistiendo ropa sencilla y deportiva que hacía notar lo cómodo y holgazán que se sentía durante ese día—. Lleva a Rin-kun y a Yukio-kun a una habitación.

—Seguro. Vamos.

El menor de los Suguro estiró la mano en dirección al gemelo de cabello negro, dándose cuenta de que en cualquier momento se quedaría dormido si tan solo se le presentase la oportunidad, y éste, casi entendiendo de inmediato, le entregó su maleta de hombro. Poco después, el más alto mostró la mejilla, ya acostumbrado a los particulares besos de Rin quien, sin más, restregó la nariz contra él, dejando perplejos a los adultos, en cambio, Yukio se mostró impasible y negó el ofrecimiento de Ryuji de llevar sus maletas.

—¿Ellos...?— Yuri señaló el sitio por donde los tres jóvenes se habían retirado.

—¿Nos acabamos de enterar todos?—Torako observó intrigada al resto de los presentes.

—Parece que tendremos que hablar con ellos después— Tatsuma estaba sorprendido, aunque trató de manejar todo con tranquilidad—. Deben tener mucho que contarnos.

—Con saber que el mocoso ha sido lo suficientemente valiente como para llegar a esto con su hijo, me es más que suficiente. No necesito saber sobre sus cursilerías y tonterías de adolescente.

—Yo sí. Así podré molestarlos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top