🦋 Noviembre, 2017.
Noviembre, 2017.
Busan, Corea del Sur.
Ninguno esperaba una noticia de esa magnitud. Jimin y yo estábamos igual de angustiados y sorprendidos por la llegada de Seongjin.
Recuerdo que salimos juntos del baño y el timbre sonó anunciando que ya era hora de partir. Nos movíamos como entes: sin expresión y con aromas cargados de angustia.
Intentaba pensar en palabras para ayudarlo, incluso quise formular algo en mi cabeza para consolarlo, pero la realidad es que en ese momento yo también necesitaba consuelo.
El amor de mi vida iba a ser papá y no precisamente de un hijo mío.
Fui hasta mi aula, busqué mis pertenencias e ignoré las preguntas de Taehyung. Ni siquiera lo escuché, realmente no tenía deseos de hacerlo.
No dejaba de plantear diferentes situaciones en mi cabeza; me preguntaba si todo sería distinto si no me hubiese demorado tanto en confesar mis sentimientos.
¿Algo sería diferente?
Quizás esto también es mi culpa.
¿Por qué no hablé antes?
Solté un suspiro y me detuve en la entrada del instituto. Ya no podía hacer nada, las cosas habían salido de esa manera y yo tenía que aceptarlo.
Caminé con las flores hasta el basurero más cercano y me decidí a tirarlas, pero no lo hice al escuchar su voz.
Levanté mi mirada y me encontré con Jimin a unos cuantos metros de mí. Se acercó con pasos apresurados y yo me vi obligado a alejarme del basurero.
—Jungkook —dijo una vez cerca de mí—. Disculpa que te moleste nuevamente, pero quería pedirte algo.
Asentí en silencio, ni siquiera podía pronunciar un par de palabras tan simples como «dígame, hyung».
El rubio se rio con vergüenza y agachó su mirada de manera tímida. Aquello me pareció tan tierno que no pude evitar sonreír.
Podía estar muriéndome por dentro, pero verlo de esa manera me podía hacer revivir miles de veces.
—Yo… quería pedirte que el secreto quede entre nosotros —dijo en voz baja—. Sé que no tienes la obligación de guardarlo, pero la verdad es que no me gustaría que todos se enteraran cuando no sé qué voy a hacer.
Me quedé mirándolo por unos segundos y fruncí el ceño. ¿Él en serio creía que yo iba a andar divulgando algo tan íntimo como eso?
—Hyung, yo no le diré nada a nadie —respondí—. ¿Por qué contaría un secreto que no me pertenece? No es correcto.
La boca de Jimin se abrió levemente y su aroma nervioso cambió a uno más relajado. Él realmente estaba asustado y tenía motivos para estarlo, yo era un completo desconocido.
Frunció el ceño y miró al suelo de manera inmediata.
—Sí, no es correcto —apoyó—. Gracias por eso.
Negué con una sonrisa y señalé con mi mano libre la calle.
—¿Quiere que lo acompañe a casa? —pregunté—. No sé si le gustaría un poco de compañía en estos momentos.
Sus ojos respondieron de inmediato al llenarse de un brillo un tanto triste. Jimin se sentía solo y que alguien le ofreciera compañía lo tomó por sorpresa.
—Me encantaría —respondió con voz débil y se aferró con fuerzas a su mochila.
No esperaba que accediera y tampoco estaba preparado para que lo hiciera. Nunca fui precisamente bueno ofreciendo consuelo o consejos, por ende estaba desorientado. ¿Qué se supone que debía decir en una situación como esa? ¿Debía tocar el tema? ¿Ignorarlo? ¿Ofrecerle ayuda?
Mi lobo estaba tan desesperado como yo, ambos estábamos preocupados por Jimin y a ninguno se le ocurría algo para ayudarlo.
Cuando estaba por largarme a llorar debido al silencio, Jimin decidió romperlo con esa dulzura tan característica de él. Me miró y me sonrió, como si fuera a mí al que había que darle consuelo.
—Todo saldrá bien —dijo—. Estoy asustado y es normal, soy joven. Pero soy fuerte, puedo con esto.
Me pregunté a quién intentaba convencer, si a él mismo o a mí.
—Estoy seguro que es así —respondí, mientras agachaba mi mirada—. ¿Qué le dijo su mejor amigo? Imagino que está tan preocupado como usted.
Jimin soltó una risita y negó, divertido.
—No le he dicho nada. Eres el único que lo sabe, Jungkook-ah. Ahora tendrás que ser el padrino del niño.
Abrí mis ojos, aterrado, y él se empezó a reír.
—No pongas esa cara, seguro es divertido tener un sobrino a los diecisiete años. —Me codeó.
Yo lo miré por unos instantes y solté una pequeña risa.
—¿Más divertido que ser padre a esa edad? —pregunté, elevando mis cejas—. No lo creo.
Jimin abrió la boca, indignado y, a la vez, divertido.
—Golpe bajo. —Me señaló.
—¿Es muy pronto para hacer esa clase de bromas?
Él se encogió de hombros sin borrar su sonrisa.
—Tengo que acostumbrarme —respondió, suspirando.
Me miró por unos segundos, estudiando mi persona, y yo me aferré con fuerzas a las flores al sentirme intimidado por su mirada. Él se percató y las señaló con una sonrisa.
—¿Eran para tu novio?
—¿Mi novio? —repetí, confundido.
Él asintió y señaló su cabello.
—El chico de cabello rojo. No recuerdo su nombre.
—Oh, habla de Taehyung. —Hice una mueca—. Ya le dije que es mi amigo y no, no son para él.
¡ERAN PARA TI!, gritó mi lobo.
—¿Entonces?
Miré las flores en mis manos y noté lo destrozadas que estaban. Habían tenido que presenciar un corazón roto, una caída, un intento de abandono y una caminata por las calles frías de Busan. Habían sido unos tulipanes amarillos muy lindos, ahora eran un mal intento de ramo; incluso habían perdido pétalos.
—La clase de artes —respondí—. Teníamos que llevar flores, ya sabe, para retratarlas.
Se detuvo y yo me quedé a su lado.
—Son hermosas —señaló, sonriendo, y miró por encima de su hombro—. Y hasta aquí llego, esta es mi casa.
Me incliné un poco y la observé. El hogar era pequeño, pero se veía acogedor y bastante encantador. Muchas veces me había puesto a pensar en cómo sería la vida de Jimin, me la imaginaba llena de lujos y castillos dignos de un príncipe como él. Quizás padres millonarios y con una gran reputación, pero en ese momento me di cuenta de lo poco que lo conocía, porque todo estaba muy lejos de ser lo que creía.
—Vive cerca de mi casa, hyung —conté, sonriendo—. Estoy a tan solo unas cuadras de aquí.
—¿Y nunca me habías visto? —preguntó, divertido.
Negué con una sonrisa y respondí:
—Nunca salgo de casa, así que es muy posible que no lo hiciera.
Jimin soltó una carcajada.
—Yo tampoco salgo mucho —contó.
Nos quedamos mirando el uno al otro por varios segundos. Fue como si todo desapareciera a nuestro alrededor y solo nos encontráramos él y yo.
—Bueno —dijo en voz bajita—. Un gusto haberte conocido, Jungkook-ah. Gracias por guardar mi secreto.
Negué y tragué saliva de una manera bastante nerviosa.
—No hay de qué y lo mismo digo, hyung. Su secreto está a salvo conmigo.
—Lo sé, sé que lo está.
Sonreí y sentí a mi lobo gritar.
¡LAS PUTAS FLORES! DALE LAS FLORES.
Obedecí de inmediato y las extendí de manera brusca, provocando que Jimin se exaltara.
—Puede quedárselas —solté de golpe—. No las usamos y no quiero tirarlas, si le gustaron se las regalo.
Jimin soltó una risita y con delicadeza las tomó. Luego las observó y acomodó.
—Son mis favoritas —dijo con timidez—. Nunca nadie me había regalado flores amarillas.
Quise gritarle que sabía que eran sus favoritas y que por eso las había escogido, pero solo sonreí tímidamente y me encogí de hombros.
—Qué causalidad, ¿no?
—Una muy grande y linda. —Suspiró—. Muchas gracias, Jungkook. Me alegraste el día.
Hice una pequeña reverencia y él la correspondió.
—Nos vemos en el instituto —dijo él.
—Nos vemos —respondí.
Esperé a que Jimin ingresara a su hogar y una vez cerró la puerta me tapé la boca conteniendo mis deseos de gritar.
Me sentí extraño, mareado y con náuseas.
Fueron como miles de síntomas que me atacaron de repente, quería comer cosas dulces y saladas; quería llorar y reírme; quizás gritarle a alguien y luego pedir que me abrace.
No me había dado cuenta en ese momento, pero el embarazo de Jimin me había comenzado a afectar de una manera más íntima y ni él ni yo estábamos listos para algo así.
🦋🦋🦋🦋
🦋🦋🦋🦋
Diciembre, 2017.
Busan, Corea del Sur.
Cuando Jimin me contó su secreto tenía tres semanas de embarazo y, según internet, Seongjin tenía el tamaño de un grano de arroz.
Habían pasado dos semanas desde entonces, y al ser el guardián de su secreto, el omega se había apegado demasiado a mí.
Junté mis dedos y se los enseñé a Jimin.
—Es muy pequeño —le dije, confundido—. ¿Será correcta esta información? Dudo que sea de este tamaño.
Él me miró y se rió. Estábamos sentados en el suelo del gimnasio. Nos habíamos escapado de clases, cosa que últimamente hacíamos bastante seguido.
—Posiblemente sea de ese tamaño, pero hasta que no vaya al médico no lo sabré con certeza. —Se encogió de hombros.
—¿Y cuándo irá? —pregunté, inmediatamente—. Es importante que se haga ver con un especialista, hyung.
Él hizo una mueca y desvió su mirada al suelo. Jimin odiaba sentirse juzgado por mí.
—No lo sé, todavía no se lo digo a mi madre. —Suspiró—. ¿Cómo puedo darle una noticia así?
Se tiró hacia atrás y apoyó su cabeza en mis piernas. Aún se me hacía extraño cómo en tan solo dos semanas nos habíamos vuelto tan unidos.
—Quizás siendo honesto, ya sabe, decirle que no fue algo que planeó, que solo ocurrió y ahora quiere asumir su responsabilidad.
Jimin me miró desde abajo y soltó una risita.
—No creo que vaya a ser tan fácil. Mi madre se morirá de un ataque, esa pobre mujer no soportará una noticia de tal índole.
Estiré mi mano hasta su cabello y comencé a hacerle pequeñas caricias. Él cerró sus ojos, relajado ante mi tacto.
—¿Y a su padre? ¿Ha considerado comentarle que va a ser abuelo?
Muy mala pregunta de mi parte.
—No tengo —respondió, pero luego hizo una mueca—. Bueno, es obvio que tengo. —aclaró, en voz baja—. Pero él no está presente en mi vida.
—Oh…
—Sí, pero no digas que lo lamentas. Realmente estoy mejor sin él, es un idiota.
—Por supuesto que lo es, solo un idiota abandonaría a su familia.
Jimin abrió sus ojos y me sonrió con complicidad. Él realmente era el omega más hermoso del universo. Su cabello rubio y ojos dorados eran tan etéreos que no podía creerlo.
Su boca, su nariz, sus mejillas y pecas. Jimin era esa clase de chico que ves una vez en tu vida y se queda para siempre en tu mente.
Suspiré y decidí hacer otra pregunta incómoda.
—¿Y el papá del bebé? ¿Ya se lo ha dicho?
La sonrisa se borró de su rostro y negó con lentitud.
—No, aún no lo hago. Sigues siendo el único que sabe de todo esto, porque ni siquiera a Hoseok se lo he comentado.
—¿Por qué? —pregunté, extrañado.
Él se sentó de golpe y se acercó a mí como si buscara mi protección. No me resistí y lo envolví entre mis brazos.
—Sé que va a sonar tonto, pero siento que estamos bien si solo lo sabes tú. —Se alejó un poco de mí y me miró a los ojos—. Ellos me dirán que lo mejor es no tenerlo y yo no deseo eso, me harán sentir culpable y que he arruinado mi vida. Quizás es cierto, pero por el momento siento que no es así.
Tragué saliva con dificultad y tomé una de sus manos.
Era verdad, muy posiblemente todos le dirían que lo mejor era no tener al cachorro. Después de todo, Jimin recién estaba comenzando su vida y no dejaba de ser un adolescente.
—Entiendo —respondí.
—Lo sé, sé que lo haces y eso es lo que me hace sentir seguro —explicó, rápidamente—. Siempre me preguntas qué es lo que deseo hacer, nunca me dices qué harías en mi lugar o qué esperas que haga. —Se quedó en silencio y pude ver un pizca de tristeza en su mirada—. Quizás porque tú no esperas nada de mí —murmuró, bajito.
Niega eso, Jungkook. Hazle saber que no es cierto lo que piensa.
—No es así —respondí, inmediatamente—. Solo soy consciente de que es su vida y yo no soy nadie para decirle qué hacer o qué no.
Jimin sonrió y apoyó su cabeza en mi hombro de manera cariñosa.
—Ves, eso es tierno y me gusta. —Suspiró—. Me respetas y eso me hace sentir cómodo. Si fuera por mí, le diría al pequeñito que se quede chiquito hasta que nazca así puede permanecer como un secreto.
Me alejé de él y lo miré seriamente.
—Jimin —llamé, con autoridad—. Tienes que ir a un médico.
Él elevó sus cejas.
—¿Jimin? —repitió—. Eso sonó sexy, pero me parecía tierno que me dijeras hyung cada dos segundos.
—Hablo en serio. —Lo señalé—. Es genial que aún no tengas síntomas, pero no sabes cuándo los tendrás. ¿Qué pasará cuando empiecen las náuseas y vómitos? ¿Qué pasará si algo no anda bien? Los primeros meses son fundamentales, no puedes llevar un embarazo sin la supervisión de un médico.
—Quizás nunca tenga síntomas. —Se encogió de hombros—. Por algo los tienes tú.
Solté un suspiro.
—No te burles, ando mal del estómago.
—Es que el bebé me dijo que quiere que tú tengas los síntomas —bromeó y yo extendí mi mano para revolver su cabello—. Ahora acaba de decir que papá es malo.
—¿Papá? ¿Perdón? —Me reí—. ¿Soy el padre pero no disfruté de la mejor parte?
Jimin me miró elevando sus cejas.
—Eso lo podemos arreglar.
Le di un pequeño empujón sorprendido por lo coqueto que podía llegar a ser.
—¡Jimin! —llamé su atención, y él soltó una risa para apoyarse, nuevamente, en mi hombro—. Tienes que ir a un médico, esto no es broma.
—Lo sé, lo sé. —Respiró profundamente y tomó mi mano con delicadeza—. Solo déjame tomar la valentía suficiente para decepcionar a todos los que me rodean.
—A mí no me has decepcionado —contesté.
Y entonces, él respondió algo que se quedó grabado en mi corazón:
—Y últimamente, eso es lo único que me interesa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top