🦋 27 de Julio, 2022 [pt. 3].
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27 de Julio, 2022.
Busan, Corea del Sur.
No puede haber nada peor que el perder por razones injustas. Nadie me puede culpar por sentirme así, yo esperaba darle ese viaje a mis lobitos y ahora solo tenía la carga de haber perdido. Distraer a Seongjin no fue fácil, en el momento que le dijimos no hizo otra cosa más que llorar, por más que jugamos con él fue imposible lograr algo positivo.
Lo llevamos a comer, jugó con Hoseok y Taehyung, incluso fuimos a un parque, pero la decepción fue imposible de quitar y quizás fue porque Jimin y yo estábamos igual o peor que él.
Cuando la noche llegó, los llevé a su hogar. Estacioné el auto afuera y solté un suspiro. Jimin estaba en silencio, no dejaba de ver sus manos y hacía pequeñas muecas que eran una evidencia del debate interno que tenía.
Volteé para mirar a Nini y lo encontré durmiendo en los asiento traseros. Estiré mi mano y la coloqué sobre la rodilla de Jimin y le sonreí. Necesitaba estar bien para que ellos lo estuvieran, yo sabía que mis emociones les afectaban.
—Te ayudo a bajarlo, ¿si?
Él asintió y abrió la puerta del auto. No me demoré mucho en bajar al pequeño, mientras que Jimin aseguraba el vehículo así entrábamos a su casa. Por la hora, podía deducir que la madre del omega aún no llegaba de trabajar, por ende podíamos entrar tranquilos sin que nadie nos cuestionara.
Nini descansaba su cabecita en mi hombro y yo intentaba mantenerlo abrigado con mi chaqueta, que cubría delicadamente su cuerpo. Una vez entramos, nos dirigimos a la habitación en donde acosté al pequeño. Estaba agotado y no solo por el cansancio físico de los juegos, sino también por la angustia que le había generado perder aquello que tanto deseaba.
Jimin trajo el pijama y una vez me alejé, comenzó a cambiar al pequeño. Saqué mi teléfono y vi mensajes de parte de mi mejor amigo, quién me pedía si podía llamarlo cuando llegara a mi casa. Contesté con un emoji y guardé el teléfono, Jimin tapaba a Seongjin con las mantas.
—Será mejor que me vaya a casa —dije y él me miró de inmediato.
—¿Te irás ahora? —preguntó en voz baja, a lo que respondí asintiendo. Jimin hizo una mueca—. ¿Puedes quedarte a dormir con nosotros?
Sonreí y una parte de mi me dijo que debía hacerme rogar un poco, pero esa parte era tan pequeña que solo asentí en respuesta. El omega suspiró de manera aliviada, como si mi presencia fuera a acabar con todos sus pesares.
—¿Tú madre no se va a molestar? No quiero tener problemas con ella —informé.
Jimin soltó una risita y negó dulcemente.
—Ya estamos un poco grandes para que nos diga que hacer y que no, ¿no te parece?
Hice una mueca de disgusto, la cual fue suficiente para que él comprendiera.
—No dirá nada, lo prometo. —Se acercó a mí y estiró su mano para hacerme una caricia—. En mi armario hay un pijama tuyo, fijate si te queda. Hace mucho que no pasas una noche entera con nosotros aquí, deberías hacerlo más seguido.
Solté una risa y cerré mis ojos ante su tacto. Dormíamos juntos todos los días aunque sea media hora, sin contar los fines de semana que se iban a dormir conmigo. Prácticamente vivíamos juntos, así que aproveché para decir lo que realmente deseaba.
—¿Y por qué no se van a vivir conmigo? Sería más fácil, ¿no?
Abrí mis ojos y Jimin no respondió mi pregunta, solo arrugó la nariz y dijo:
—Me iré a cambiar, ya regreso.
Observé cómo se alejaba de mí y se metía al baño. Suspiré y caminé hasta su armario, lo abrí y no pude evitar reír ante el caos que había en un lugar tan pequeño. Ordené lo que pude y de paso, logré encontrar el pijama del que hablaba el omega —además de varias prendas que consideré pérdidas—.
Era consciente de que Jimin se llevaba ropa de mi casa. Le gustaba dormir con ella y, en varias ocasiones, mi hermano me explicó que de esa manera él armaba su nido. Me encantaba saber que yo significaba un lugar seguro para ellos y que por eso Jimin usaba mi aroma. No era fan de que mi ropa utilizada desapareciera, pero comprendía porqué eso ocurría.
Miré el pijama entre mis manos y suspiré. El pantalón podía llegar a entrarme, pero la camiseta...
Eso no nos entrará, señaló mi lobo.
Claro que no lo haría, era algo que no utilizaba hace años.
Sentí la puerta del baño abrirse y ví a Jimin salir de él. Llevaba una camiseta, bastante familiar, que le quedaba gigante y cubría hasta sus muslos. Le enseñé el pijama y sonreí.
—Esto ya no me queda. ¿Hace cuanto lo tienes? —pregunté, divertido.
Él se encogió de hombros.
—Desde que lo olvidaste aquí. —Hizo una mueca—. No sé, ¿cuatro años?
Me reí y volví a dejar la camiseta en su lugar.
—Tienes un cementerio de cosas que me pertenecen, ¿cada cuánto asaltas mi closet?
Jimin abrió su boca, avergonzado, y segundos después río.
—Te las devuelvo —aseguró—. Primero las lavo y luego las dejo en su lugar; como si nada hubiese pasado.
La manera tímida en la que lo decía me volvía loco. Él sabía que no me molestaba y que nunca le diría que no, ya que amaba que él hiciera esas cosas. De alguna manera eso me llenaba de orgullo. Raro, ¿no?
Miré con atención y me mordí el labio inferior al ver todas las camisetas que usé la semana pasada. Tomé una, solo por curiosidad, y la olfateé.
Mi aroma estaba impregnado en ella.
—¡Hey no! Deja eso ahí, aún no la utilizo. —Se acercó a mí a toda velocidad.
—¡Jimin! Puedes llevarte ropa limpia, ¿por qué me robas las camisetas usadas?
Jimin se empezó a reír y se acercó para sacarmela de las manos. La alejé y él me miró con ojos bien abiertos.
Se la devolví, con su mirada me había dicho todo. Estaba metiéndome con sus cosas y eso era peligroso incluso para mí.
Los nidos son un territorio sagrado para cualquier omega. Es un refugio para ellos y sus cachorros, tardan años realizandolo; incluso fui testigo del trabajo y esfuerzo que puso el rubio frente a mí para conseguir que ese lugar fuera uno seguro. Por esa misma razón, que el omega me dejara entrar en el significaba mucho para mí.
No quería perder ese privilegio.
Jimin la tomó y no apartó su mirada de la mía en ningún momento.
—Eso no es tu interés, te las devolveré cuando las use —señaló y dejó en su lugar—. Tú me las prestas, así que lo que haga con ellas es asunto mío hasta que vuelvan a ser tuyas.
Me reí enternecido.
Me encantaba.
Jimin me volvía loco de amor.
—La necesito, no tengo con que dormir.
Jimin se quejó y me la lanzó con molestia. Cuando la tuve entre mis manos, caminé hasta el baño y me detuve en la puerta. Algo se había cruzado en mi cabeza y necesitaba hacerlo.
Sí, hazlo.
Hazlo.
Vamos, Jungkook.
Pasé la lengua por mis labios y me volteé para ver a Jimin, quién ya se encontraba atento a mí.
—Ven —le susurré.
Jimin frunció el ceño e inclinó su cabeza un tanto desorientado. Nuevamente lo llamé y él se acercó a mí con una mueca.
Una vez estuvo lo suficientemente cerca, lo tomé del brazo y lo halé al interior del baño. Una vez adentro, cerré la puerta a nuestras espaldas y lo abracé con fuerzas.
Había algo entre nosotros y eso ni siquiera yo lo podía negar. Era extraño para cualquiera que no entendiera nuestra historia, muchos nos llamarían lentos y posiblemente eso nos molestaría. Jimin y yo teníamos amor el uno por el otro, pero hasta ese momento nos costaba mucho el confesarselo al otro.
Aunque no había que ser muy inteligente para interpretar las señales del otro, ¿no?
Comencé a dar besos en su cuello, mientras él soltaba pequeñas risitas. Su aroma era dulce y alegre, estaba encantado por lo que hacía en ese momento y yo no estaba muy lejos de estar igual que él.
—Puedes pedirme que te perfume de manera personal —murmuré sobre su cuello. Mi aroma comenzaba a envolverlo poco a poco y sentí un suspiro repleto de placer de su parte—. Pidemelo y lo haré gustoso.
Jimin comenzó a deslizar sus manos por mi espalda y buscó mi cuello con la intención de enterrar su nariz en el, pero yo me alejé sutilmente.
—¿Me dejas cambiarme?
Sus ojos estaban somnolientos; mi aroma lo había relajado y la plenitud que sentí en ese instante, al ver lo que causaba en él, no tenía comparación con nada del mundo.
Asintió y se alejó de mí con delicadeza.
Me mordí el labio inferior y observé como se volteaba. En aquel baño, solo estaba mi aroma y por esa misma razón, Jimin estaba tan abrumado.
—No te voltees —pedí, con un poco de maldad. Sabía que él tenía deseos de hacerlo, podía sentirlo.
Me volteé y lo primero que hice fue cambiarme los pantalones, luego me saqué la camiseta y estiré mi mano para tomar aquella que había dejado sobre el lavabo. Como era de esperar, no estaba allí y lo próximo que sentí, fueron las manos de Jimin por mi cintura.
Sonreí.
—Eres malo, Jungkook-ah.
—¿Lo soy? Pensé que era un buen chico.
Él apoyó su nariz en mi hombro y dejó besitos hasta llegar a mi cuello.
—Lo eres —confirmó, pero luego agregó—: Pero también eres travieso y ya no estamos para esa clase de juego.
Sus manos acariciaban mi abdomen, tomé una de sus manos y giré para encontrarme con él. Sus ojos estaban dorados y más brillantes que nunca.
No me miró a los ojos, él directamente me miró a la boca.
—¿Ya no lo estamos? —pregunté, susurrando—. No me digas eso, yo amo jugar.
Jimin pasó la lengua por sus labios y cerré mis ojos, no iba a poder mantener mi autocontrol por mucho tiempo.
—Ya no somos adolescentes y no vamos a poder refugiarnos en nuestra ropa. Esto va a terminar de una sola manera, lo sabes.
Sonreí ante el recuerdo de nuestros primeros momentos de tensión sexual.
—Lo sé y por algo lo hago, ¿no?
Abrí mis ojos y Jimin me miraba con una gran sonrisa. Una de sus manos viajó hasta mi nuca y sentí que el momento por fin había llegado.
Mi lobo estaba histérico de la emoción, enviando notas confusas en mi aroma. Jimin ya conocía eso de mí, por eso mismo, no le prestó atención.
Solo acercó su boca a la mía, permitiendo que nuestras narices rozaran con amor y delicadeza. Cerré mis ojos y mis manos viajaron a su cintura, sentí el impulso de tocar su piel, pero me resistí. No quería ir de forma apresurada.
Pero como era de esperar, no la íbamos a tener tan fácil porque la voz de la madre de Jimin, interrumpió nuestro momento.
—Jimin, ¿llegaste a casa? —preguntó la mujer, mientras golpeaba la puerta.
Como si se tratara de un fantasma, Jimin colocó su manos en mi pecho y me empujó hacia atrás.
Mi némesis había aparecido.
El brillo de sus ojos se ausentó y fue reemplazado por miedo y angustia.
Jimin se peinó el cabello hacia atrás con ansiedad y con voz temblorosa contestó.
—Sí, ma. Ya salgo.
Me miró y su dolor llegó a mí.
—Jims...
Respiró profundamente y se acercó a mí para darme un beso en la mejilla.
—Ve a dormir, mañana tienes que trabajar.
Y sin decir más, salió del baño. Cerré mis ojos y quise gritar de la rabia.
Ahí estaba una de las razones por las que Jimin y yo no podíamos estar juntos aún.
Nunca la íbamos a tener fácil, si ella seguía metida en su cabeza.
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¡Muchas gracias por leer!
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