Parte 3

Capitulo 3: ¿Me has salvado?

El ruido de los pájaros, la naturaleza despertando un día más, despertó a Nanami, sola en la cabaña.
Volteando hacia ambos lados, aun medio dormida y con el pelo pegado a la cara, busco a Tomoe. No estaba.
Sus manos tocaron el tejido suave de un yukata, sorprendida se dio cuenta de que era el que usaba Tomoe. ¿La había arropado antes de irse?
Un sonrojo cubrió sus mejillas. Aun en el pasado y sin conocerse, Tomoe se preocupaba por ella...

Recordó la herida que ayer le había curado. ¿Y si se le había vuelto a abrir? ¿Dónde se habrá ido?
Con esos pensamientos y con el pulso a mil por hora se levanto, tropezando con sus propios pies, agarro sus cosas y salió de la cabaña. Tenía que encontrar a Tomoe.

El paisaje era el mismo de la noche anterior y por un momento se quedo un poco perdida, ¿Por dónde se pudo haber ido Tomoe?.
Miro hacia su derecha, un amplio camino flanqueado de árboles frondosos, de casi 2 metros de altura y por la izquierda se veía el rio a lo lejos.
Se dirigió a la izquierda, siendo lógica Tomoe necesitaría agua para tratar su herida y básicamente el otro camino le daba la impresión de que no la llevaría por buen camino.

Con el yukata de su familiar colgando de sus hombros, que se arrastraba por el suelo debido al tamaño, demasiado largo para la pequeña estatura de Nanami y una pequeña mochila en colgada de su hombro se dispuso a encontrar al familiar zorro.

A lo lejos vio una sombra, difuminada por el sol, que le daba de lleno en los ojos. Parecía un hombre, quizá un aldeano.

O mejor aún, quizá fuera Tomoe.
Sus pasos se apresuraron a llegar a donde estaba aquella persona, pero su sonrisa se disipo comprobar que era un demonio, su cuerpo oscuro y poderoso con dos grandes cuernos en lo alto de su cabeza. Estaba de perfil por lo que no estaba segura si la había visto. Quizá podría voltearse y marcharse sin problemas.

-¿Una humana?-El sudor empezó a correr frio por su espalda, la había visto. Lentamente se volteo pensando si sus poderes de diosa o sus talismanes podrían ayudarla contra aquel demonio. Su mano se poso temblorosa sobre el bolsillo de la mochila, donde tenía los talismanes.

Pero no le dio tiempo a hacer un movimiento, el demonio la agarro por el cuello, levantándola en el aire. Sus ojos rojos como rubís, impregnados en odio, la observaron con un deje de diversión que la paralizaron en el acto. ¿Iba a morir? ¿No iba a poder ayudar a Tomoe?

Tomoe...

Con un grito desgarrador, el demonio la soltó violentamente, haciéndola rodar varias veces por el suelo.
Al elevar la mirada una gran bola de fuego azulado, que conocía bastante bien, rodeaba al demonio, quien gritando por el dolor se desvaneció en cenizas de horrible color oscuro.

Ante sus ojos atemorizados, nublados por las lágrimas, apareció Tomoe, a pocos metros de ella pero manteniendo la distancia. Su rostro serio, sin emoción alguna, impasible ante la matanza de aquel demonio.

Tan pronto como apareció se dio la vuelta, perdiéndose en el interior del bosque. Nanami, aun en el suelo lo intento llamar, pero la voz no le salía, le temblaban los labios y pudo notar el sabor metálico de la sangre.
Con las piernas temblorosas se levanto pero no había rastro de su familiar, se había ido.
Sentía el corazón desbocado contra el pecho, le faltaba la respiración...

Tomoe...¿La había salvado?

Cuando su corazón le dio un respiro, más calmada empezó a caminar; sabía que Tomoe estaba cerca pero necesitaba encontrar a la pitonisa que le había echado aquella maldición a su familiar. Si la encontraba quizá podría convencerla de que no le hiciera caso cuando Tomoe se presentara allí o recopilar información sobre qué podía hacer para romperla.

Siguiendo el curso del rio se prometió a si misma que no pararía hasta encontrar una cura para Tomoe.

Lo iba a conseguir.


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