Capítulo 1

¡Hola de nuevo!, la idea de esta historia había estado en mi cabeza desde hacia mucho tiempo y por fin, pude darle forma para publicarla. Espero les guste y puedan leerla hasta el final. 

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Astrid Hofferson miraba las coloridas calles de Berk desde el asiento trasero del auto en el que viajaba, puesto que sus tíos Finn y Gylda, habían decidido que era hora de un cambio de aires mudándose de casa. Así que mientras el vehículo permanecía por la carretera, recargó la cabeza en la ventana para poder pensar cuales eran todas las actividades que debía hacer una vez que llegara a su nuevo hogar y, por si fuera poco, el lunes comenzaba el nuevo ciclo escolar en la Universidad. Lo que significaba una sola cosa, un fin de semana bastante ocupado para desempacar e instalar sus cosas.

- ¿Papá, falta mucho para llegar? -preguntó con impaciencia Siri Hofferson; prima de la rubia, quién prefería mil veces que la llamasen Storm.

-Ten calma hija, la casa está a unas cuadras más- le respondió su padre mirándola por el retrovisor.

-No pensé que estuvieras tan desesperada por llegar Storm- le comentó Astrid con burla.

-Astrid, faltaba más. Tenemos que preparar muchas cosas en tan solo dos días, las clases están por iniciar y no vamos a tener tiempo para todo- respondió soltando un cansado suspiro.

-Ni lo menciones, sé que debemos desempacar mucho- respondió tocándose el puente de la nariz y cerrando los ojos para tranquilizarse.

-Chicas, hablando del tema de la Universidad- interrumpió Gylda con sutileza en la conversación- se van a poder llevar el auto, pero, solamente Astrid podrá conducir de momento.

- ¡¿Qué?! ¿Por qué no puedo manejar yo? -cuestionó Storm indignada.

-Storm, ¿en serio te lo tengo que recordar? -comentó Finn mirándola de nuevo por el retrovisor con el ceño fruncido mientras la risa de la rubia se escuchaba de fondo- no has pasado tu examen de conducir, además, Astrid es mayor que tú.

-Pero solo es mayor por un año, además...- intentó explicar, pero fue interrumpida.

-Ya escuchaste Storm, solo voy a manejar yo hasta que apruebes tu examen- dijo Astrid con una sonrisa victoriosa, ocasionando que la mencionada le fulminara con la mirada.

Pero, a decir verdad, las Hofferson más jóvenes de la familia se llevaban bastante bien, además que empezaron a tratarse como hermanas desde que Astrid había cumplido los 10 años, puesto que tuvo que irse a vivir con ella y sus tíos a causa de que sus padres fallecieran tras sufrir un accidente automovilístico. Donde los días posteriores a esa desgracia, había experimentado lo que era sentir que el mundo se derrumbaba por completo. Cada día era una lucha, sin embargo, el apoyo de su familia fue lo que la ayudó a salir adelante.

Eso no quitaba el hecho de que siempre extrañaría a sus padres, pero a día de hoy, la rubia era feliz, con los años había aprendido a agradecer el tiempo que tuvo con ellos, en vez de lamentarse. Además, estos constantemente le recalcaron que debía vivir la vida al máximo, así que en cada oportunidad que tenía, lo hacía, sabiendo que ellos la observaban desde el Valhalla con una sonrisa.

-Astrid, ¿estás bien?

La mencionada por haberse perdido en sus pensamientos, no había escuchado que su prima la había estado llamando desde hacía un rato, por lo que, tras sacudir la cabeza, la miró con una sonrisa.

-Sí, lo siento, me había quedado pensando en todo y a la vez en nada. Supongo que es la presión por todo lo que tenemos que hacer, no te preocupes- comentó tranquila, haciendo que Storm le devolviera el gesto.

-De acuerdo, ya llegamos- exclamó Gylda con entusiasmo, por lo que, todos comenzaron a descender del auto, observando lo bonito que era el vecindario.

-Bien familia, la mudanza estará aquí en unos minutos, pero entremos de una vez para irnos acomodando- indicó Finn yendo a abrir la puerta, así que su esposa e hija lo siguieron.

Pero antes de que Astrid los imitara, su celular sonó, por lo que, sin perder tiempo, lo desbloqueó para leer el mensaje que le había llegado.

- ¡Hofferson! espero que ya hayas llegado a tu nueva casa, respóndeme en cuanto tengas tiempo para saber que estás bien. Recuerda que el entrenamiento lo retomaremos pasando la siguiente semana para que puedas ayudarle a tu familia a desempacar. Pero, aun así, nos vemos el fin de semana, un abrazo; Fergus.

La chica sonrió mientras tecleaba su respuesta, pues Fergus Hansen era un amigo íntimo de la familia, pero lo fue aún más de sus padres; Bertha y Erick Hofferson, tanto que, lo habían elegido a él y a su esposa como sus padrinos para velar por ella si llegaban a faltar algún día. Además, resultaba ser que Fergus era su entrenador de patinaje sobre hielo desde que tenía uso de memoria; por todo ello, le tenía especial cariño.

Así que una vez que envió el mensaje, guardó su celular antes de disponerse a entrar a su nueva casa, donde al hacerlo, vio a sus tíos hablar por teléfono para saber que tanto más tardaría en llegar la camioneta de mudanzas, por lo que, para no interrumpirlos, fue a la segunda planta donde una entusiasmada Storm la esperaba.

- ¡Astrid!, qué bueno que llegas. ¡Vamos, escoge tu habitación! ya que en la casa anterior no pudiste hacerlo.

- ¿Estás segura? -preguntó la mencionada con sorpresa.

-Claro que sí- aseguró dándole un apretón de manos para darle la confianza de que caminara hacia las habitaciones y las observara bien, donde le llamó la atención la que tenía un bonito ventanal.

-Creo que me quedaré con esta Storm.

Al escucharla, esta le asintió con una sonrisa antes de sacar unos post-it y un plumón para escribir su nombre y pegarlo en la puerta de la habitación que había escogido. Posteriormente, escribió su propio nombre en otro papelito para pegarlo en la puerta del cuarto contiguo.

- ¡Chicas, bajen! la mudanza acaba de llegar- gritó Finn llamándolas desde el pie de las escaleras.

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Por extraño que pareciera, ese día en Berk hacia mucho calor, así que Astrid se recogió el cabello en un chongo para poder trabajar sin sentir el sudor escurriendo por su cara. A los pocos minutos, ya había cientos de cajas regadas en el patio, por lo que, una vez que encontró la que guardaba sus trajes para las competencias de patinaje, la tomó con especial cariño mientras recordaba la gran oportunidad que se le había presentado para el próximo año.

Tras un arduo trabajo, recién se cumplían tres meses desde que había ganado el primer lugar en la rama femenil de Noruega y con ello, el honor y privilegio de ser la representante de dicho país para el siguiente desafío. Astrid sabía el compromiso y responsabilidad que implicaba dicho lugar, sin embargo, siempre aceptaba los nuevos retos.

Pero volviendo al presente, cuando se estaba dirigiendo a la entrada, escuchó a sus espaldas que acababan de aparcar un auto a un par de metros. Supuso que eran sus vecinos, pero no dejó de caminar, solo trató de mirar de reojo a quienes habían bajado, sin embargo, solo fue testigo de un par de risas.

- ¡Buenos días! bienvenidos al vecindario- saludó un hombre con simpatía, haciendo que la rubia estuviera dispuesta a darse la vuelta para responderle, sin embargo, la voz de su tío la interrumpió.

- ¡Buen día! muchísimas gracias.

-Estoico Haddock, un placer.

La chica al escuchar dicho nombre, abrió los ojos con sorpresa, claro que había escuchado el nombre de Estoico Haddock alguna vez en un artículo de economía. Resultaba ser que era uno de los más grandes empresarios de la ciudad.

-El placer es mío, Finn Hofferson.

Astrid no iba a mentir en que tenía curiosidad por escuchar más sobre la conversación, así que decidió quedarse cerca de la puerta, sin embargo, no se animó a voltear por sentir que alguien la veía directamente.

- ¡Rubia, ayúdame! -exclamó de repente Storm tan fuerte que todos terminaron por escucharla.

Pero, nadie podía culparla, la pobrecita casi se había dado de bruces contra el suelo por estar cargando una caja demasiado pesada, de no ser por los asombrosos reflejos de su prima, quién la alcanzó a sostener del brazo.

- ¿Estás bien Storm?

-Sí, muchas gracias As- respondió intentando tomar nuevamente la caja que había cargado momentos atrás.

-No, esta pesa mucho para ti, mejor ayúdame a llevar la que traía yo- negó intercambiándole las cajas para luego encaminarse a las escaleras.

Ya habría tiempo para saludar correctamente a los vecinos, pensó la chica sin dejar de sentir que alguien la estaba observando. Pero quién sabe, quizá ya estaba delirando y solo necesitaba descansar.

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Momentos antes

Hipo Haddock pensaba que la vida en Berk no era mala, ya que residía en un vecindario bastante tranquilo junto a sus padres Valka y Estoico Haddock, además de su hermano menor Tannlos, o Toothless, como prefería ser llamado. Fuera de eso, el pronto regreso a clases no le provocaba mucha emoción, de no ser porque sus materias de tronco común se habían reducido considerablemente, abarcando mayormente las relacionadas al arte.

-Hipo, todavía me faltan comprar algunas cosas para mis prácticas del lunes, ¿me acompañas por ellas mañana? -preguntó de repente Toothless sacándolo de sus pensamientos.

-Claro, de todas formas, también me hacen falta algunas cosas. Porque hoy ya no puedo, estoy agotadísimo- sinceró el mencionado con pesadez.

- ¡Vamos, anímate! no fue tan malo- expresó tratando de no reírse.

- ¿Ah no? a mí me tocó supervisar al personal hoy con papá, mientras que tú solo viste papeleo junto a mamá. Eso es mucho menos desgastante- explicó en un bufido, pues debido a que a su padre le gustaba prever las cosas, se había asegurado que tanto el castaño como el pelinegro entendieran desde lo más general a lo más particular de la empresa.

Todo debido a que, algún día el legado de la empresa Haddock pasaría a ellos para seguir llevándola al éxito que tenía actualmente, sin embargo, ninguno de los descendientes del matrimonio Haddock estaba realmente interesado por formar parte de la organización. Pero para evitar peleas familiares, lo mejor por el momento era guardar silencio, especialmente Hipo, quién era el que más discutía su disconformidad.

-Chicos- intervino Valka con una sonrisa- recuerden que la moto seguirá en el taller de Bocón unos días, por tanto, tendrán que compartir el auto para las clases, ¿de acuerdo?

-No hay problema mamá, Hipo puede ser mi chofer por toda la semana- contestó el sonriente Toothless.

-Claro hermanito, lo haré con mucho gusto- respondió Hipo sarcásticamente dándole pequeñas palmadas en la espalda.

-Luego deciden quién será el chofer de quién, porque por ahora, deben mirar al frente. Parece que por fin tenemos vecinos en la casa de a lado- dijo el pelirrojo señalando una camioneta de mudanzas.

El castaño, siendo tan curioso como siempre, enfocó la mirada en la casa vecina, donde alcanzó a distinguir a una chica de cabello rubio caminar a la entrada de la vivienda mientras su padre estacionaba el auto. Y, sin poder evitarlo, quiso conocer su rostro, sin embargo, aquella rubia no le estaba ayudando, ya que parecía que jamás se daría la vuelta.

-Miren familia, tal parece que nuestro querido Hipo acaba de enamorarse de la nueva vecina- habló de repente el pelinegro en una burla, haciendo que el mencionado agitara la cabeza y le propinara un codazo.

- ¡Cállate! -gritó el castaño intentando ocultar su vergüenza.

- ¡Ese es mi hijo!, pero, ten calma, primero conoce su nombre y ya luego la cortejas a gusto- comentó Estoico en una risa escandalosa.

- ¡Papá! -chilló todavía más avergonzado antes de mirar a su madre para que le auxiliara.

-Estoico, Toothless, dejen en paz a Hipo, ya tuvo mucho que afrontar hoy- ordenó la castaña, a lo que su hijo mayor respiró con tranquilidad.

-Bien, pero más tarde lo molestaré de nuevo- aseguró Toothless antes de que todos descendieran del auto. 

Debido a que tanto el menor de los Haddock, como su padre seguían riéndose, el castaño prefirió agachar la mirada y no decir nada. Y lo siguiente que pasó fue que, Estoico se presentó con Finn Hofferson para darle la bienvenida a él y su familia al vecindario antes de que la charla se viera interrumpida por el grito de ayuda de una chica rubia de mechones azules.

Todo había pasado demasiado rápido para Hipo, pues desde que había escuchado el apellido Hofferson, se perdió en sus pensamientos, ya que algo dentro de él le había insistido en que ya lo había escuchado antes; como si fuera algo bastante familiar. Y, por otro lado, seguía queriendo conocer el rostro de la otra rubia, pero no había tenido éxito.

Así que, tras soltar un suspiro de cansancio, dirigió la mirada a su hermano menor, quién se había sonrojado ligeramente al ver a la Hofferson de mechones azules. Por tanto, aquella acción lo hizo sonreír con malicia, pues, los dioses le habían dado la oportunidad de ahora ser él quién lo molestara.

- ¡Oh Toothless! creo que alguien se ha enamo...-intentó decir, pero fue interrumpido porque el mencionado le tapó la boca.

Por lo que, en lo que ambos forcejeaban para ver quién podía burlarse más del otro, las Hofferson entraron a su nueva casa sin más.

-Bueno, vemos que están muy ocupados, así que los dejaremos para que puedan instalarse bien. Pero si necesitan ayuda, pueden llamar a nuestra puerta- ofreció Estoico con amabilidad.

-O si necesitan manos extras para acabar con el trabajo, mis hijos pueden ayudarles sin problemas- secundó Valka, para sorpresa de los hermanos, quiénes pararon su pelea al escucharla.

- ¡Oh no! muchas gracias por la generosa oferta y ayuda- aseguró Finn con gratitud- pero no queremos molestarlos, ¿señora...?

-Dime Valka, y no es molestia.

-Es un placer- mencionó Finn estrechando la mano de la castaña.

-Bueno, ¿pero aceptarían cenar con nosotros en dos semanas para darles una mejor bienvenida? -invitó la mujer mientras su esposo le asentía estando de acuerdo con su idea.

- ¡Oh muchas gracias! claro que sí, le diré a mi esposa y a mis hijas.

En cuanto Hipo escuchó que Finn había aceptado la invitación de ir a cenar a su casa, sintió que le iba a dar un paro cardíaco en cualquier momento, pues seguramente su padre lo molestaría todo el tiempo con la rubia.

Y, por pensar de más esa situación, ni escuchó cuando sus padres se despidieron del hombre, solo fue consciente de lo que estaba haciendo hasta que estuvo en la sala de su casa, observando la sonrisa eufórica de su padre.

- ¡Por fin! ¡Gracias Thor, Odín y Freya! mis hijos finalmente han encontrado a chicas que entren en sus corazones- gritó el pelirrojo apenas su esposa cerró la puerta.

-Espera, ¡¿qué?!- gritaron a la vez los sonrojados Hipo y Toothless.

- ¡Estoico! deja que las conozcan primero- comentó Valka riendo de su comentario.

-Sí, sí claro, pero las señales que ponen los dioses, no se equivocan jamás; y tengo la sensación de que esto irá excelentemente bien, créeme Val.

La castaña al escucharlo, no hizo más que reír de sus palabras, además de besarlo en la mejilla para después tomarlo de la mano y llevárselo a la cocina, dejando a sus hijos en completo shock por lo que había sucedido y, sobre todo, por lo que había dicho su padre... ¿señales de los dioses? 

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Primer capítulo tras la nueva edición, bienvenidos sean.

Nos vemos pronto ;)  

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