34. Lia - La llamada de Thomas

Me quedo sentada en la mesa del fondo de la heladería, viendo como mi hijo desparece por la puerta que da acceso a la calle principal con pasos torpes y pesados, como si se encontrase indispuesto. Mi primer impulso, es levantarme de la silla y salir tras él, pero me ha exigido que lo deje sólo y así lo haré.

Sé que lo que le acabo de revelar, ha debido sacudir todo en su interior con violencia, pero pensaba que había superado aquel tema con Olivia. No sé por qué, pensaba que después de tantos años, ya no estaba enamorado de ella y que se estaba dando una oportunidad con Rebeca.

Puede ser que mi intuición como madre me haya fallado, aunque yo ya di por sentado que todo esto se iba a desmadrar desde el primer minuto en el que Thomas y yo descubrimos que Olivia y él tenían una relación más allá de dos simples hermanastros. Aún recuerdo que la información nos llegó a los dos por sorpresa y que nos costó bastante trabajo salir de nuestro asombro al enterarnos. Definitivamente habíamos bajado la guardia y todo había sucedido sin que tuviésemos la más mínima sospecha. Jamás pensamos que algo así podría suceder bajo nuestro techo, porque nuestros hijos eran el día y la noche, el gato y el ratón, el agua y el aceite. No se llevaban bien. Jamás se entendieron, ni siquiera cuando eran dos niños pequeños. Era imposible programar actividades en familia para los dos. No había en el mundo, dos muchachos más distintos que ellos dos.

Tyler y Olivia habían sido completamente diferentes entre si ya desde temprana edad. De niña, a Olivia le encantaba jugar tranquila, a juegos de poca actividad física y que fuesen más suaves o delicados. Se podía pasar hora peinando y vistiendo a sus muñecas, haciéndose peinados distintos frente al espejo y probándose ropa o jugando a juegos de mesa con su padre. En cambio, mi hijo Tyler, era todo lo contrario. Él siempre fue un niño muy inquieto y aventurero. Necesitaba estar moviéndose contantemente, salir a la calle, correr, patinar o trepar algún árbol creyéndose un explorador. Cuando Thomas y yo los juntábamos, nunca se llevaban bien. Olivia terminaba casi siempre llorando, porque Tyler le había molestado o le había roto algún juguete. Siempre nos supuso un gran reto como padres, lograr que simplemente se tolerasen.

Cuando Tyler y yo nos mudamos a Nueva York, la relación tirante entre ambos continuó y tampoco eso nos tomó por sorpresa. Era algo con lo que Thomas y yo ya contábamos de antemano y también fue un tema de conversación entre ambos en muchas ocasiones. Recuerdo la preocupación de Thomas por lograr que su hija adolescente fuese más amable y sociable con su hermanastro. Íbamos a ser una familia y queríamos que todos nos llevásemos bien y pudiésemos llevar una buena convivencia.

¿Cómo íbamos a imaginar que siendo esa la situación, ellos dos se iban a enamorar? ¿En qué momento sucedió eso? ¿Por qué fuimos incapaces de darnos cuenta? ¿Por qué jamás captamos la más mínima señal?

Desde luego, Tyler siempre ha sido un chico muy reservado para sus cosas, para su privacidad o para su vida más íntima. Jamás me ha hablado abiertamente de sus sentimientos, no se siente cómodo haciéndolo, ni tampoco me ha hablado nunca sobre las chicas que le gustaban de su clase cuando iba al instituto o cosas por el estilo, excepto cuando me dijo que estaba saliendo con April, pero tampoco me dio más detalles de aquello. Me sorprendió, pero me alegré mucho por él. Precisamente, porque sabía que Tyler tenía novia, jamás sospeché nada con Olivia. Para colmo, April también se trasladó a Nueva York e incluso estuvo una temporada en casa, conviviendo con nosotros... ¿En qué momento...? No sé, creo que por más que lo piense, no voy a lograr encontrarle la lógica. Tampoco debe haber sido fácil para Thomas encajarlo. Me resulta del todo imposible olvidar aquel momento donde Thomas se puso como nunca antes lo había visto. Ese momento en el que vio el vídeo de nuestros chicos besándose en la Torre Eiffel...

Parecía que hubiese enloquecido cuando se enteró que su hija estaba de viaje en París con su hermanastro. Aún recuerdo sus aletas nasales ondeando llenas de furia y sus pasos pesados y bruscos de un lado a otro de la cocina, maldiciendo a cada segundo. Tengo que reconocer, que hasta llegué a agradecer que los chicos estuviesen a miles de kilómetros de distancia de nuestra casa o yo no sé de lo que habría sido capaz Thomas. Esa noche, ni siquiera durmió en la cama. Se pasó toda la noche despierto en el salón de casa, tan desencajado y desesperado, que tuve que prepararle una tila para que se relajara un poco. Sus ojeras lo delataban; literalmente estaba hecho un asco, en comparación al Thomas afeitado, bien vestido y perfumado que solía encontrarme todas las mañanas.

Lo que más llamó mi atención, fue su reacción cuando los chicos llegaron a casa. Thomas jamás le había puesto la mano encima a su hija y creo que a todos nos dejó helados cuando le estampó los cinco dedos de la mano en la cara. Estaba rabioso, colérico, iracundo y jamás había visto esa expresión en el hombre del cual siempre había vivido enamorada. Tengo que reconocer que hasta a mí me estremeció su actitud fría y de furia contenida.

Cuando todo estalló por los aires, me hizo volver a prometerle que jamás, bajo ningún concepto, les diría la verdad a los chicos. Según él, solo eran dos adolescentes inmaduros a los que el tiempo volvería a llevar a la normalidad.

«Se les pasará», me dijo y en ese momento, aunque tuve ciertas dudas al respecto, me lo creí. De verdad creí que eran demasiado jóvenes como para atarse sentimentalmente de aquella forma.
Aunque claro, ni Thomas ni yo éramos ejemplo de nada.

Un teléfono móvil empieza a sonar a todo volumen dentro del local, y estoy tan metida en mis pensamientos, que tardo unos segundos largos en darme cuenta de que es el mío el que está sonando dentro de mi bolso. Lo saco rápido, con la esperanza de que sea Tyler, pero el nombre de Thomas ilumina la pantalla.

Lia: —Hola, cariño —digo con la voz más apagada de lo normal.

Thomas: —Hola, amor. ¿Dónde estáis? —Casi no puedo escuchar la voz de Thomas. Se le oye como si estuviese en un aeropuerto o algo parecido, con mucho ruido ambiental.

Lia: —Estoy en una heladería.

Thomas: —¡Qué bien! ¿Tyler ya tiene traje para la boda?

Lia: —Sí —respondo con un monosílabo.

Thomas: —Yo estoy a punto de tomar un vuelo —comenta, mientras escucho como camina arrastrando lo que intuyo debe ser su maleta—. En una semana estaré en casa y te prometo que ya no viajaré con tanta frecuencia hasta después de la boda. Quiero tomarme un tiempo para centrarme en todos los preparativos y pasar más tiempo contigo.

Lia: —Genial. —Pero la alegría no se refleja en mi voz.

Thomas aguarda en silencio durante unos segundos, justo antes de decir:

Thomas: —Cariño, ¿te pasa algo?

De pronto, me siento algo aturdida y me froto la frente con los dedos, tratando de encajar las ideas en mi cabeza. Necesito centrarme y encontrar la forma de decírselo. Necesito contarle que los chicos no son ajenos a verdad.

Lia: —Lo cierto es que sí sucede algo, Thomas —suspiro, cansada.

Thomas: —Espera, voy a meterme en los baños que hay en el pasillo de la terminal, porque con tanto ruido casi no te escucho bien. —Al segundo oigo el crujir de una puerta metálica y todo el bullicio y ruido de fondo que se escuchaba con alta intensidad desparece—. ¿Qué pasa?

Cierro los ojos con fuerza y, justo en ese instante, tomo una profunda inspiración para armarme de valor y exponerle la situación.

Lia: —Pasa que los chicos saben la verdad. —Mi voz suena un tanto temblorosa.

Thomas: —¿Qué verdad? ¿De qué hablas? —Es evidente que está confuso.

Lia: —Saben toda la verdad, Thomas. Mi hijo sabe que tú eres su padre biológico y Olivia sabe que tú no eres su verdadero padre.

Thomas: —¿Qué? —se apresura a responder—. ¿Por qué dices que lo saben?

Lia: —Yo les he dicho la verdad —confieso.

Thomas: —¿QUÉ? —Su voz se torna más aguda—. ¿Por qué has hecho eso? ¿Te has vuelto loca?

Niego ligeramente con la cabeza y exhalo un largo suspiro.

Lia: —Todavía están enamorados, Thomas. El día que Olivia vino a cenarcon nosotros, a nuestra casa, y salió corriendo de allí sin antes de tomar el postre, fue porque Tyler llamó a casa para hablar conmigo y fue ella quien contestó al teléfono. Tenías que haber visto como se puso... Ya te dije que los dos se separaron porque seguramente sospecharon que tú eras el padre biológico de Tyler, lo que los convertía en hermanos de sangre. Tuve que decirle la verdad; tuve que explicarle a Olivia que tú no eres su padre biológico.

Thomas: —¡Con qué derecho le dijiste eso a mi hija! —grita casi ofendido.

Me hundo en la silla y levanto la vista hasta el techo un tanto molesta por su reacción.

Lia: —¡Era su derecho saber la verdad, Thomas! —exclamo—. Por el amor de Dios, ¿es que no te das cuenta de que todavía sufren por aquello?

Thomas: —¡Y una mierda! —ladra con aspereza—. ¡Eso ya pasó!

Lia: —No, no pasó y si no estuvieses tan ciego y ocupado con tu trabajo o tus cosas, te habrías dado cuenta del mismo modo que me he dado cuenta yo.

Thomas: —E... eso... so... son tonterías —farfulla inquieto—. Cada uno hace vidas separadas y así están muy bien.

Lia: —No lo están, Thomas. Es una lástima que tú no lo quieras ver.

Ambos guardamos silencio durante unos segundos que, a mí, se me antojan eternos. Casi siento como la tensión incómoda se extiende a través del teléfono.

Thomas: —Te aconsejo que tengas una conversación con Tyler ahora mismo y yo haré lo mismo con Olivia en cuanto regrese a Nueva York.

Resoplo con desesperación al ver que no piensa entrar en razón.

Lia: —Ya no, Thomas... Yo no voy a interponerme más. Son dos personas adultas y tienen derecho a hacer lo que consideren oportuno con sus vidas. Si quieren hablar, que lo hagan y si quieren estar juntos, contarán con mi aprobación.

Thomas: —¿Te estás escuchando?

Lia: —Sí, ¿y tú? ¿Te estás escuchando tú?

Thomas: —¡Pero qué demonios! ¡Son hermanastros, Lia! —me corta, cada vez más molesto y alterado.

Lia: —¡Exacto! —escupo de vuelta—. Hermanastros y no hermanos de sangre, y se te olvida lo más importante, dos personas adultas e independientes que pueden decidir libremente lo que quieren hacer con sus vidas. ¡Sus vidas! ¿Qué crees que vas a lograr en tu empeño por separarlos?—pregunto, levantando la vos un poco más de la cuenta—. A la vista está que no fue solo un estúpido capricho de dos niños que jugaban a quereres a escondidas de sus padres, ¿entiendes? Siguen teniendo sentimientos el uno por el otro igual que nosotros, en su momento, conservamos los nuestros después de todo lo que nos pasó.

Thomas: —No es lo mismo —refunfuña de mal humor—. No, me niego a que sigas por ahí.

¿Por qué demonios se cree con el derecho de meterse en los asuntos de nuestros hijos como si fuesen de nuestra propiedad? Ya son bien mayorcitos como para que puedan tomar sus propias decisiones y asumir sus errores, en caso de cometer alguno. Nuestro derecho sobre sus vidas, termina donde comienza su libertad.

Lia: —Pues yo me niego a que sigas metiendo la cabeza bajo tierra para no ver la verdad —murmuro con la voz visiblemente acongojada—. Deberías hablar con Tyler, porque te recuerdo que él sí es tu hijo biológico y también deberías hablar con Olivia, y por supuesto, hablarle de su verdadero padre. —Trato de mantener la voz firme aunque me falla.

Thomas: —¡¿Qué?! —La frialdad en su voz me estremece—. ¿Pero qué demonios te ha dado? Sabes perfectamente que hice una promesa sobre eso y pienso mantenerla.

Lia: —Está muerta, Thomas —suelto con determinación—. A quien le hiciste esa promesa ya no está aquí. En cambio, tu hija sí lo está y tiene derecho a saber la verdad.

Thomas: —No hables de ella como si ya no importase —suelta con más fuerza.

Soy consciente de que hablar del tema de su esposa fallecida es un tema delicado y doloroso para él.

Lia: —No lo hago. Sabes que siempre respeté a tu mujer.

Thomas: —Que haya muerto, no significa que las promesas que le hice en vida ya no tengan ninguna validez.

En este punto de la conversación, trago saliva con dureza y trato de suavizar un poco mi tono de voz.

Lia: —Sé que eres un hombre de palabra, Thomas, pero las circunstancias han cambiado.

Thomas: —No, no han cambiado en absoluto. —Se cierra en banda—. Te prohíbo que vuelvas a decirle algo a Olivia sobre este tema y te aconsejo que, sea lo que sea que le hayas contado a Tyler, recapacites y trates de cambiar la versión para que se mantenga alejado de mi hija —me ordena como si fuese uno de sus súbditos.

La rabia y el dolor quema mi corazón y aprieto un puño con fuerza para canalizar mi frustración en este momento. Si no estuviese en un lugar público y rodeado de gente, le gritaría cuatro cosas.

Lia: —Es increíble que...

Thomas: —¿Me has escuchado? —me interrumpe bruscamente.

Lia: —Sí, Thomas. Te he escuchado perfectamente, pero no voy a hacer nada de lo que dices.

Thomas: —Te prohíbo que...

Lia: —¿Me prohíbes? —Ahora soy yo quien lo interrumpe—. ¿Y quién demonios te crees que eres tú para prohibirme nada? Eres igual que tu familia, Thomas. Al final resulta que eres igual que todo ellos. Siempre creyéndose que pueden dar órdenes a todo el mundo, por el simple hecho de llevar el apellido Dallas sobre sus cabezas.

Thomas: —¿De qué estás hablado?

Ahora estoy furiosa, muy decepcionada y también algo triste.

Lia: —Hablo de que estoy cansada, Thomas. Cansada de que hayas olvidado lo mucho que sufrimos en nuestra juventud por estar juntos, cuanto tuvimos que pelear contra todo y contra todos y llorar lágrimas de sangre para llegar a esto, y ahora que estamos a punto de casarnos y de que al fin lo logramos, me entristece mucho ver que lo has olvidado.

Thomas: —Yo no lo he olvidado —se limita a contestar.

Lia: —Sí lo has hecho. Me recuerdas mucho a tu padre cuando me rechazaba por ser de origen humilde y sin una verdadera razón de peso.

Thomas: —¿Qué tendrá que ver eso conmigo? Sabes perfectamente que yo no soy así y tampoco entiendo que tiene que ver mi padre con el tema de Tyler y Olivia.

Un dolor sordo se instala en mi pecho. Thomas está ciego, pero ciego de verdad. De repente, se me agotan todas las fuerzas de seguir con esta conversación.

Lia: —Que los rechazas por el simple hecho de ser hermanastros y porque quieres evitar tener que dar ciertas explicaciones. Eres tan egoísta y cobarde que no te importa que estén sufriendo.

Thomas: ¿Después de cinco años? ¡Venga ya, Lia! —chasquea la lengua al otro lado de la línea.

Es el fin. No puedo más. Este no es ni de lejos el hombre del cual me enamoré.

Lia: —Creo que todo esto de la boda ha sido un tremendo error —digo sintiendo como mis propias palabras me queman.

Thomas: —¿Qué? ¿Qué estás queriendo decir? —pregunta confundido.

Lia: —No pienso casarme con alguien que antepone su felicidad a la de sus hijos. No quiero atarme a un ser tan egoísta e insensible.

Thomas: —¿Pero qué...? Lia... Lia, escúchame. Sabes que te amo —trata de rectificarse, endulzando el tono de voz.

Lia: —No, Thomas. —Lo interrumpo—. Sabré que de verdad amas a tu familia cuando te vea tomar las decisiones correctas; esas que nos hagan bien a todos y no solo engorden tu maldito ego. Mientras tanto, suspenderé la boda.

Thomas: —¡No puedes hacer eso! —exclama, horrorizado—. Las invitaciones ya están enviadas.

Mi alma se quiebra al escucharle. Las invitaciones... como si eso fuese el mayor de los problemas.

Lia: —Es una lástima. —Es la única respuesta que me sale en este momento.

Thomas: —¡Lia! ¡Lia, no puedes hacerme esto! —Suena nervioso.

Lia: —No todo en la vida lo puedes solucionar con dinero, Thomas. Un hombre se viste por los pies y he permanecido mucho tiempo a tu lado y en silencio, dejándote a ti tomar todas las decisiones familiares, pero no voy a dejar que mi hijo sea un infeliz por capricho tuyo.

Thomas: —¿Qué quieres que haga?

Lia: —Quiero que hables con Tyler y le reconozcas tu paternidad, creo que ya lo has demorado demasiado tiempo. Quiero que hables con Olivia y le cuentes la verdad de su origen paterno y también, quiero que los dejes tomar sus propias decisiones. Quiero que los dejes tranquilos y no te interpongas entre ellos dos.

Thomas: —No, lo siento, pero no. No puedo hacer lo que me pides.

Dejo caer mis hombros, decepcionada.

Lia: —Está bien —contesto dolida—. En ese caso voy a empezar a devolver todo lo que he comprado para la boda y también cancelaré la reserva de la hacienda donde teníamos hecha la reserva para celebrar el evento.

Thomas: —¿Te das cuenta del escándalo que vas a montar por una estupidez? Mucha gente espera este enlace, Lia.

Más decepción. Miro al suelo y siento que se me revuelve el estómago. El nudo que tengo instalado en la garganta, se intensifica.

Lia: —De lo que realmente me doy cuenta es que te preocupa más lo que pensarán los demás, antes de lo que pueda pensar yo.

Thomas: —Eso no es verdad y lo sabes —dice en voz baja—. Hemos pasado mucho para llegar a este punto y hemos esperado años para poder estar al fin juntos. Sabes que te amo por encima de todo y que siempre has sido y serás la mujer de mi vida. Lia, por favor...

Lia: —Lo siento, Thomas, pero el amor se demuestra con hechos y creo que ya va siendo hora de que demuestres que esta familia te importa más que el dinero, tus amigos ricos, el trabajo y de tus propios intereses.

Mantengo la cabeza gacha, mientras espero su respuesta que tarda unos segundo en llegar.

Thomas: —Lo que me pides no puedo hacerlo.

Un fuerte dolor me atraviesa de lado a lado, pero trato de mantener la compostura.

Lia: —Pues en ese caso, aquí se vuelven a separar nuestros caminos —murmuro con lágrimas en los ojos.

Thomas: —Lia, no me digas eso. Por favor, Lia... —pronuncia mi nombre con firmeza.

Lia: —Adiós, Thomas.

Thomas: —Lia...

Me muerdo el labio, temblorosa, mientras corto la llamada y jugueteo con el teléfono entre mis dedos y reflexiono. Me duele la actitud de Thomas, me duele mucho, pero todavía me duele más haber defraudado a mi hijo.

Lo siguiente que hago, es llamar a Olivia. Tengo que decirle que Tyler no tiene "novia", tal y como en un principio creí. Si hay alguna posibilidad de enmendar mis errores, quiero al menos intentarlo. Creo que ambos merecen una conversación, porque ahora sé que lo que ellos dos sienten es amor verdadero.

El teléfono da tono y suspiro aliviada por ello. Por lo menos no está apagado. Suena una vez, dos, tres y hasta cuatro veces sin que Olivia conteste. Finalmente me salta el contestar y corto la llamada.

Lo intentaré de nuevo más tarde. Ahora necesito salir de aquí.

¡Hola personitas!
😰😰😰😰
¿Entonces ya no hay boda?
😱😱😱😱

¿WHAT?

¿Que os parecieron Thomas y Lia en este capítulo?

Quiero aprovechar para deciros que no voy a hacer más dedicatorias y esas cosas, porque le dedico mucho tiempo a las notas de autor y quiero agilizar la escritura, así como las actualizaciones. Solo lo haré para algún cumpleaños de un lector fiel o para algún lector destacado que siempre me comenta mucho, a modo de agradecimiento.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
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Pd: Las pijas también son felices... ¿Y los padres de las pijas? Pues depende...

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🌻🌷🌻🌷🌻🌷🌻

¡Muchos besos!
Nos vemos en la próxima actualización que será antes de finalizar el año en "Vuelve a mi camino" 😱😱😱

Os aviso con el prefacio me vais a querer matar... pero literalmente.
Así que mientras tenga ocasión os lo digo:
OS QUIERO
😘😘😘😘
Sarhanda

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