3. Olivia - Barbie stripper

—¿Pero acaso la conoces? —pregunta la bailarina de pelo rizado, alternando miradas entre el chico rubio de ojos marrones y yo.

El silencio se hace palpable y únicamente se ve interrumpido por el incesante goteo de un grifo mal cerrado, que marca un ritmo constante para ponerle banda sonora a este tremendo cuadro que acabo de hacer en mi vida. Menos mal que a estos dos no lo voy a tener que volver a ver nunca más.

—Claro, ella es la chica con la que me di mi primer beso —afirma el joven haciendo un gesto con la mano en mi dirección.

¿Eing? Mis neuronas sufren un breve cortocircuito.
O el vodka azul me hace tener fuertes alucinaciones o de verdad que no estoy entendiendo nada.

—¿Qué? —exclamo levantándome rápido del suelo, frotando las palmas de mis manos para sacudirme la mierda del suelo y tambaleándome al sostener todo el peso de mi cuerpo sobre un único tacón—. Creo que me has confundido con otra persona, yo no... no te he visto en mi vida —digo con franqueza, intentando esconder la vergüenza que siento en este momento por todo el bochorno que acabo de pasar frente a este par de desconocidos que estaban a punto de montárselo aquí mismo.

El chico frunce ligeramente el ceño como si le sorprendiese mi respuesta.

—¿Pero cómo? ¿Es que acaso no me recuerdas? —pregunta regalándome una deslumbrante y arrebatadora sonrisa que muestra sus dientes blancos y perfectos, alineados uno tras otro en una simetría magnífica.

Siempre me han llamado mucho la atención los chicos con una dentadura blanca, bonita e inmaculada, pero ¿a quién no?

Me quedo mirándole fijamente, intentando prestar mayor atención a esos pequeños detalles de su fabulosa fisonomía masculina, que puedan darme alguna pista, pero creo que si le hubiese visto antes lo recordaría. Con esto quiero decir que es un chaval bastante llamativo como para no acordarse de él. No, no pasaría desapercibido para el escáner ocular de ninguna fémina, de esto estoy segura.

La bailarina se inquieta y se cruza de brazos mirándome de arriba a abajo con repulsión, analizando mi ropa y queriendo dar a entender que mi presencia aquí sobra. Hace que me sienta como si no perteneciese a este lugar, y en parte así es. Éste no es mi entorno. Mientras, el chico sigue esperando una respuesta por mi parte. Me quedo mirándole y tratando de conectar ese rostro con el archivo de caras conocidas en mi memoria que rastrea una y otra vez en mis recuerdos. El muchacho es más joven que yo seguro y, por su cara aniñada, diría que debe rondar los dieciocho años, o al menos eso espero porque si no, no entiendo qué hace trabajando en un sitio como este. Analizo las suaves y sutiles líneas de sus facciones; su frente lisa, su nariz recta, sus labios ni muy gruesos ni muy finos y ligeramente rosados, su piel blanca y de aspecto cremoso y, por último, su enorme tatuaje de una cruz en el pecho resaltando la musculatura de sus más qué perfectos pectorales, porque sí, se nota que trabaja el cuerpo haciendo mucho deporte.
Es guapo, eso es indiscutible, y también puedo asegurar que es consciente de su atractivo, a juzgar por esa pose de autosuficiencia que adopta y que expulsa por cada poro de su piel. Tiene ese aire de chico rebelde, malote y que atrae a los problemas como la mierda atrae a las moscas, pero es precisamente esa clase de tipo que tanto gusta a las chicas jóvenes, como por ejemplo a la bailarina con la que estaba a punto de copular, pese a que el muchacho trae de serie un panel de neón alarmante, llamativo y luminoso sobre su cabeza que anuncia bien claro: "Alerta, aquí un bad boy que te hará llorar sangre". Es lo que comúnmente Jess y yo denominábamos en nuestra adolescencia, un atractivo cabrón.

Sí, en mi adolescencia tuve una etapa en la que este tipo de chicos me gustaban mucho como, por ejemplo, me pasó con Neal. Menos mal que esa etapa yo ya la superé. Casi todos pasamos por esa fase joven e inexperta, donde te dejas impresionar por un buen físico y una popularidad, sin importar todo lo demás.

Me encojo de hombros.

—Lo siento, pero de verdad creo que me estas confundiendo con otra persona —le aseguro.

Sus ojos de color avellana me escrutan con intensidad, a través de sus largas y densas pestañas oscuras. Es una de esas miradas que terminan por obligarte a apartar la tuya hacia un lado porque resultan demasiado directas.

Desvío mis ojos un segundo hacia la bailarina que sigue observando la escena con bastante confusión.

La chica es guapa también, morena de piel y pelo, una melena rizada y abundante, una cintura de avispa y unas piernas muy delgadas, demasiado quizás. Pobrecita, está totalmente colgada por los huesos de este atractivo cabrón, que acabará rompiéndole el corazón en minúsculos pedacitos imposibles de volver recomponer, ya lo estoy viendo venir. En cuanto se acueste con ella un par de veces le dará la patada, algo muy típico en el atractivo cabrón.

El chico se queda unos segundos callado y mirándome con esos ojos que ya me han empezado a incomodar, hasta que se adelante un paso al frente, agacha la cabeza hasta mi altura, acerca su boca a mí oreja y me susurra al oído en un tonto ligeramente sensual.

—Claro, que me conoces, rubia. Eres una pequeña ladronzuela porque te dije que no me perdieses la sudadera del Capitán América y despareciste por cinco años con ella. ¿Crees que me iba a olvidar de mi sudadera favorita?

Mi estómago da un pequeño vuelco, mi pulso desciende drásticamente hasta el punto de que llego a pensar que se me va a parar el corazón y automáticamente tenso mi espalda al escuchar sus palabras, mientras que mi cerebro trabaja frenéticamente para conectar su frase con mis recuerdos y... ¡zas!

¡IMPOSIBLE!

Doy un paso atrás y me quedo mirando al muchacho la cara del meme de pikatchu, pero...

—No puede ser... ¿Cameron? —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda procesarlas.

—¡Bingo! —dice con un movimiento veloz de cejas hacia arriba y un rastro burlón en su sonrisa. Me quedo observándole, y él me sostiene la mirada firmemente—. ¿Pensabas desaparecer para siempre con mi sudadera o qué?

—¿Eh? —Es todo lo que consigo articular.

Me quedo boquiabierta. Estoy pasmada porque me cuesta creer que éste sea el mocoso chupa canapés que un día conocí. Es muy... esta tan... cómo decirlo... joder, no me sale una descripción fiel a la realidad.

—¿Qué te pasa, rubia? ¿Te has tragado otro hueso de aceituna?

Ese comentario me hace sentir una pequeña punzada de vergüenza, pero la aíslo inmediatamente de una patada imaginaria.

—¡Ca... Cameron! —exclamo alucinada—. ¡Dios mío! E... estás mu... muy... diferente. —Me trabuco con las palabras, sintiéndome estúpida, pero es que de verdad estoy impresionada.

Un destello triunfal se asoma por sus ojos.

—Sí, es lo que tiene crecer, que uno se hace mayor y cambia.

Mi cabeza sigue dando vueltas. ¿Es él? Dios mío, la maldita genética ha jugado mucho a su favor. Sabía que aquel mocoso algún día se convertiría en un auténtico play boy, pero que acabaría siendo exponencialmente un atractivo cabrón en todo su esplendor, me tiene maravillada. ¿Dónde quedó el muchachito rubito que iba en bicicleta y soltaba frases indebidas mientras te hacía un corte de mangas de forma descarada?

—No te había reconocido... ¿bailas aquí? —Sí, soy consciente que mi pregunta es estúpida desde el mismo momento en el que la formulo.

—¡No imbécil! —interviene la bailarina claramente molesta con mi sorpresiva aparición, tanto que hasta percibo como le tiemblan los hombros de la rabia—. Le gusta ir vestido así, sólo con pantalones militares, ¿tú qué crees?

¡Uhhhh gatita rabiosa!

Mis labios se contraen y Cameron solo sonríe ante el comentario alterado de su compañera.

—Yani —Hace una pausa como si estuviese esperando a que la morena contestase con un "qué", pero eso no sucede—, déjame un momento a solas con la chica, por favor.

La cara de la morena cambia del enfado a la derrota en un segundo, y se queda mirando con los ojos muy abiertos a Cameron, como si no hubiese escuchado bien la petición que le acaba de hacer.

—¿Qué? Estás de coña, ¿no? ¿Qué hay de lo nuestro? —protesta altamente indignada.

La mirada de Cameron gira velozmente hasta conectar con la de la chica que en este momento echa fuego por los ojos.

—Ya te dije que no podía quedarme, Yani. Lex me está esperando para ir a The Club esta noche. ¿Es que no me oíste antes?

Turn down for what?

La decepción nubla sus ojos oscuros y rasgados.

Sip, gatita rabiosa, esto es lo que pasa cuando persigues a un atractivo cabrón, querida. Que no duda en desecharte cual pañuelo usado, lleno de moquitos cuando ya no le convienes.

Evidentemente esto no se lo voy a decir, pues estos son esos pequeños aprendizajes de la vida, que cada ser humano debe descubrir por si mismo. A mí tampoco me avisaron de que Neal era un idiota integral, lo tuve que descubrir yo solita y pagar el precio de la ignorancia y la ingenuidad.

—¿Ah sí? —dice ella finalmente, echando su cuerpo hacia adelante de manera desafiante—. Muy bien, Cam. Pues que sepas que igual cuando tú quieras, yo ya no podré o simplemente no querré —brama furiosa, y acto seguido sale del cuarto de baño de los chicos, echando humo por las orejas y haciendo que sus zapatos de tacón de aguja resuenen contra el suelo de baldosas desgastadas...

Y, mierda, de repente soy consciente de que me he quedado a solas con Cameron.

Oleadas de arrepentimiento me invaden entera porque ahora mismo pienso que hubiese sido mucho más inteligente por mi parte mearme encima en lugar de buscar un baño con tanta urgencia; por lo menos así, habría tenido una excusa perfecta para largarme a casa, que es en realidad donde me habría gustado quedarme esta noche.

Es una excusa triste, sí, porque mearse encima con veintitrés años es muy triste, pero es una muy buena excusa, porque si te orinas encima, tienes todo el derecho del mundo a retirarte a donde te de la real gana. Nadie quiere ir con una persona que huele a orín a su lado.

¿Pero en qué cojones estoy pensando?

—Discúlpala —dice Cameron arrancándome de mis locos pensamientos y encogiéndose de hombros—, se pone un poco temperamental cuando no consigue lo que quiere y en el baile le pasa exactamente igual.

Ejem, sí, pero ahora mismo su enfado no se debe al baile vertical, sino al horizontal. Parece una tontería, pero ese matiz marca una gran diferencia...

—Yo... lo siento mucho. No pretendía interrumpir nada, es que necesitaba usar un baño porque había bebido mucho y Dios, lo necesitaba si quería aguantar la función de baile entera. No quiero decir con eso que no me guste el show, ojo, ha estado genial, fabuloso, increíble, de verdad, sois maravillosos, pero necesitaba ir al baño urgentemente y entonces encontré este, y entrasteis sin que me diese tiempo a reaccionar y... —Suelto las palabras tan rápido que me quedo sin aire en los pulmones.

Los ojos oscuros de Cameron brillan divertidos y el hecho de que esté medio desnudo delante de mí, no ayuda en nada a tranquilizarme. A ver, qué esto se puede malinterpretar y no... que nadie piense mal. Lo que quiero decir, es que no es cómodo hablar con una persona que está parcialmente vestida, y eso que yo trabajo con modelos que suelen llevar muy poca ropa puesta, pero esto es distinto. Aquí no estamos en un ambiente laboral.

—¿Te pongo nerviosa? —me pregunta como si me hubiese leído el pensamiento y adopta una sonrisa presumida que toma el control de su expresión de niño malo.

¿QUÉ? ¡Maldito atractivo cabrón!

—¡No! —miento rápido.

¡Joder! ¡Sí que lo hace y no entiendo el por qué! Nunca me pongo nerviosa frente a un atractivo cabrón, ya no, y menos aún cuando se trata de un chiquillo joven, pero ahora mismo me tiemblan las piernas y me siento algo incómoda. Supongo que es porque aunque este chico sea Cameron, el niño que me parecía súper tierno hace cinco años, ahora ya no es un simple crío; es un crío crecidito. Con licencia para hacer cosas indebidas con las bailarines en el baño de los chicos...

Su estúpida sonrisa se ensancha aún más.

Lo que en verdad me inquieta es lo impredecible que es. Aún recuero cuando me besó la última vez que nos vimos, y juro por Dios, que ese beso no lo vi venir ni a un kilómetro de distancia. No sé qué es lo que quiere de mí ahora, pero sus ojos me están avisando de que debo permanecer en alerta constante y así me mantengo.

—Mientes, has puesto los ojos bizcos —argumenta, burlándose descaradamente de mí.

¿Bizca yo? ¿Y será verdad?

Arrugo la nariz, me está crispando los nervios. Inconscientemente mis ojos bajan hasta el tatuaje en su pecho y Cameron de da cuenta de ello porque también desvía su mirada hasta la tinta negra que cubre su piel y, entonces, mueve el pectoral con un espasmo muscular intencionado.

¡Oh, Dios! Se ha dado cuenta que le estaba mirando ahí...

¡Qué imbécil soy!

El rubor tiñe mis mejillas y me doy una palmada mental por ser tan poco inteligente. Una pequeña risita nerviosa y estúpida se escapa de mi boca, tratando de romper con el momento tan incómodo que estoy soportando, y me giro bruscamente para recoger el tacón roto de mi zapato de firma, que sigue tirado en el suelo.

—Bueno, yo me tengo que ir —me apresuro a decir—. Me ha alegrado mucho volverte ver, de verdad —le aseguro pasando por su lado—. Suerte con el baile, que lo haces muy bien —digo cojeando hasta la puerta por la falta de un tacón, pero Cameron coloca rápido su mano en mi brazo para detenerme, y yo me vuelvo para mirarle.

—Rubia. —Chasquea la lengua y niega levemente, ladeando la cabeza. Lo hace de una forma tan lenta e hipnótica que el pánico empieza a ser la emoción más dominante en mi sistema—. No tan rápido. Creo que me debes una sudadera, preciosa.

Me muevo nerviosa y empiezo a jugar con el dobladillo de mi vestido, arrugándolo entre mis dedos.

—¿Qué dices? ¡Ni siquiera sé dónde está! —le aseguro.

Y es la verdad. no tengo ni idea de lo que pasó con esa sudadera. Imagino que estará en algún armario en la casa de mi padre; eso si no ha terminado en la basura en una de esas limpiezas generales que se hacen de vez en cuando para tirar cosas viejas.

Cameron entrecierra los ojos con desconfianza.

—¿Te he dicho que era mi sudadera favorita?

—Sí, pero...

—Pero nada —me interrumpe de forma tajante—. Tendrás que saldar esa deuda conmigo. —Sonríe de oreja a oreja de una forma retorcida, pero yo solo puedo parpadear.

—¿Qué? ¿A qué te refieres exactamente con saldar esa deuda?

¡Alerta! ¡Olivia, alerta!

—Pues que me debes una sudadera, y como dudo mucho que encuentres otra igual, ya que la que te presté era una edición limitada que me regalaron de niño, tendrás que hacer algo para remendarlo, ¿no crees? No puedes ir por la vida sin devolver las cosas que te fueron prestadas en su día.

Guardo silencio unos segundos y respiro profundamente, meditándolo. Puede que tenga algo de razón, pero mi intención nunca fue quedarme la maldita prenda. Si a mí ni siquiera me gusta el Capitán América.

—Ya, bueno. ¿Cuánto quieres por la dichosa sudadera? Puedo pagártela.

Niega con un gesto de la mano.

—No quiero dinero, preciosa.

—No quieres dinero... —repito y me quedo sin voz hacia el final de la frase, sintiéndome un poco ridícula.

—No, claro que no. Quiero que me lo pagues con un favor. Eso hará esto mucho más divertido e interesante para los dos.

¡Alarma! ¡Olivia, alarma!

Le miro de reojo y presiento que ese favor no me va a gustar un pelo, pero aun así me lanzo a preguntarle.

—Ya... ¿Y qué clase de favor quieres exactamente?

Cameron me guiña un ojo con picardía y automáticamente pongo los ojos en blanco, porque percibo que ese gesto significa que la maldita sudadera me va a salir cara, y con cara no me refiero a lo económico, está claro. Su sonrisa se vuelve más grande cuando detecta el horror en mi expresión porque he empezado a pensar muy, pero que muy mal.

—Tranquila, seré un buen chico, rubia. En su momento se me ocurrirá algo que puedas hacer por mí para compensarlo —comenta rodeándome para dirigirse hacia la salida, abre la puerta con una mano y con la otra me hace un gesto para cederme el paso. Cuando salgo y paso por su lado, añade—: Y no te alarmes tanto. Relaja ese culito de Barbie que tienes, rubia, que estás más tensa que los shorts de Kim Kardashian.

Abro los ojos de forma desmesurada, y una vez estoy en el pasillo, me doy la vuelta hacia él queriendo replicar a ese último comentario que ha hecho, pero entonces, unas voces llegan hasta nosotros. Se trata de algunos bailarines que salen en ese momento de los camerinos masculinos, hablando y charlando de cosas banales, entre bromas, risas y empujones amistosos.

Nunca he entendido por qué los chicos se empujan cuando están en manada y bromeando entre si.

Me vuelvo hacía el mocos..., digo Cameron, para despedirme otra vez, por millonésima vez en lo que va de noche.

—Bueno Cameron, ya nos veremos. Tengo que volver junto a mi amiga Jess, que en este momento debe estar muy preocupada preguntándose si me tragó el wáter.

—¿Qué hora es? —pregunta ignorando por completo mi despedida y frunzo el ceño un tanto desconcertada.

—No lo sé, no llevo el móvil encima. Mi bolso quedó en la sala.

—¡Hey Cody! —exclama hacia el grupo de chicos que se va alejando por el pasillo—. ¿Qué hora es?

¿Cody? Uno de los chicos del grupo, alto y moreno, se gira y alza la vista en nuestra dirección. Lo reconozco de inmediato. Es el bailarín que me encontré antes por el pasillo, al que le dije que tenía un nombre bonito o algo así, ya no me acuerdo bien. El chico mira a Cameron y a continuación me mira a mi, sonríe y echa un vistazo fugaz a su reloj de muñeca.

—Las doce y cuarto. Nosotros nos vamos a The Cub, ¿os venís?

—Vamos enseguida —le contesta Cameron y luego se gira para clavar su penetrante mirada en mí—. ¿Te vienes?

¿Cómo? ¿Yo?

Espera, otra vez...

¿Cómo? ¿Yo?

No, no... otra vez.

¡Ya, Olivia! Lo has escucho perfectamente. Te ha preguntado si vas con él...

Me quedo aturdida por unos segundos por su pregunta y después empiezo a reírme a carcajadas nerviosas y escandalosas como si fuese una hiena poseída.

—Es una broma, ¿no? —Miro su rostro intentando descubrir el chiste, pero no, no hay ninguna risita tonta, guiño o arruga en su expresión, lo cual corta de cuajo mis carcajadas que pierden fuerza paulatinamente. Pues... parece que lo ha dicho totalmente en serio—. No, no, no... yo debo volver a la sala.

—No puedes volver a la sala —afirma como si nada.

Me acomodo el pelo a un lado de mi hombro.

—¿Qué? ¿Por qué no? —Arqueo una ceja y coloco mis brazos en jarra.

Se queda unos segundos en silencio y me lo tomo como una mala señal. Sí, el silencio siempre es mala señal, sea para lo que sea que le preceda.

—Pues porque a esta hora la sala ya está cerrada y el público en la calle. El Night Affair cierra sus puertas a las doce en punto de la noche.

Contengo el aire antes de explotar.

—¡¡¡Espera!!! ¡¿Qué?! —grito notablemente alterada por esa información—. ¿Y me lo dices así?

Cameron se encoge de hombros y levanta las manos.

—¿Y cómo quieres que te lo diga? ¿Bailando?

Maldigo a mi imaginación por eso, porque acabo de imaginármelo bailando para anunciarme que el Night Affair cierra a las doce en punto.

Sacudo la cabeza desconcertada y echo a correr por el pasillo, pero olvido que llevo un único tacón en los pies y, si a eso le sumamos que mis funciones motoras son deficientes a cuenta del alcohol que he ingerido durante la función, ahora mismo debo parecer un pato cojo corriendo, pero no me importa. ¿Qué más da hacer un poquito más el ridículo?

Oigo como Cameron trata de reprimir una carcajada a mis espaldas, pero lo ignoro. Ahora sólo me preocupa recuperar mi bolso, con mi cartera y mi teléfono dentro. Cuando llego a la puerta de cristal, tiro de ella con fuerza y me llevo un tremendo chasco al descubrir que esta cerrada y las luces al otro lado están apagadas.

¡Maldita mi suerte!

La presión en mis entrañas se encoge al máximo convirtiéndose en un nudo brutal.

—¿Y ahora que? —me lamento, y le doy una leve patada a la puerta—. ¡Ouch! —gimo, sintiendo un pequeño dolor en el tobillo.

—Ahora te vienes conmigo a The Club —responde Cameron de inmediato.

Le dedico una mirada asesina.

—No pienso ir a ninguna parte, no sin mi bolso, mi teléfono móvil y mi cartera. ¿No puedes llamar a álguien que venga a abrir esta maldita puerta?

—Lo siento, rubia. Yo soy un simple bailarín aquí y el personal sale por la puerta de atrás cuando el local cierra sus puertas. De todos modos, tus amigas se habrán llevado tu bolso, imagino.

Me dejo caer contra la puerta de cristal que vibra con el peso de mi cuerpo, y cierro los ojos sientiéndome un tanto abatida.

¡Dios mío! Tengo ganas de llorar. Ni siquiera me sé el número de teléfono de Jess para poder llamarla ¿Por qué todo me sale tan jodidamente mal?

—¿Por qué no me quedaría yo en casa esta noche? —murmuro desazonada.

Oigo a Cameron suspirar a mi lado y se apoya también en la puerta, justo a mi lado.

—Supongo que es porque te tenías que reencontrar conmigo por el tema de la sudadera. Piensa que todo en esta vida pasa por algo. Yo estoy encantando de ver que al fin se va a hacer justicia por eso, era una súper sudadera —replica como con sorna.

Abro los ojos de golpe y levanto una ceja en su dirección. De inmediato compruebo que él está disfrutando de lo lindo con toda esta situación.

—Aparte de bailarín también eres payaso de circo, ¿o qué? —le espeto.

Cameron se echa a reír y se vuelve a separar de la puerta.

—Anda, espérame aquí, voy a cambiarme y salgo en diez minutos.

—Tengo mis zapatos rotos, Cameron. No puedo ir por ahí así —digo mostrándole el tacón roto que aun sostengo en una mano.

—Seguro que puedo encontrte algo de las chicas que puedas ponerte, solo dame un momento.

Y efectivamente, diez minutos más tarde, sale del camerino vestido con ropa de calle, que tengo que decir que le sienta mil veces mejor que ese atuendo de stripper. Nos dirigimos a los camerinos de las bailarinas, y a los pocos segundos sale una morena llamada Nancy con unas sandalias de mi talla. No logro describir lo espantosas que me parecen.

—Pero son de stripper... —digo al instante.

Los ojos color avellana de Cameron brillan maliciosos y los de la tal Nancy también.

—Ahora son de Barbie stripper —responde Cameron con socarronería—. Venga, tenemos que irnos. Tengo la moto aparcada en la parte de atrás.

—¡Oh! No sé por qué pensé iríamos en bicicleta —replicó con cierto sarcasmo y Cameron me dedica una sonrisa torcida mientras salimos al exterior.

¡Como no! Al atractivo cabrón le encanta la mujer respondona, pues te vas a hartar esta noche, Cameron Franklin.

Estos fueron los zapatos de aquella noche...

¿A qué son horribles?
Pues aún tuve que escuchar como él me decía que iban a juego con mi vestido rosa de Gucci...

¡Perdóname Gucci por este sacrilegio a la moda!


¡Hola personitas!

Bueno quiero contaros una decisión muy importante que he tomado. Voy a abandonar la novela, no puedo seguir por el momento...

....
¡Que nooooooooo! ¡Es broma! ¿Cómo voy a hacer yo algo así? 😂😂😂😂 Perdón, era un bromita de muy mal gusto para manteneros alerta jajajajajaja 🙏🏻  No me matéis 😅

La decisión que he tomado es que así como en la primera parte de la saga, Olivia era la protagonista principal indiscutible, con casi todos los capítulos narrados desde su perspectiva, en esta segunda parte lo será también, pero en menor grado. No todo estará narrado desde su punto de vista y alternará bastante con los demás personajes.
El título del capítulo os avisará de quien narra.

Bueno, Cameron ya no es un niño 👶🏻 y aviso que va a dar muuuuucho juego 👀 Es un adorable atractivo cabrón.

En cuanto a Tyler, muchas todavía me preguntan por él (es normal, os entiendo), os diré que sigue siendo un personaje de esta segunda parte, pero no voy a decir nada más. El resto tendréis que descubrirlo poco a poco, capítulo a capítulo.

⭐️Si te gustó dame una estrellita, mi felicidad sube una rayita 😍

⭐️Gracias por tus comentarios.

⭐️No olvides añadir la historia a tu biblioteca y listas de lectura. Si quieres, también te invito a seguirme para enterarte de las actualizaciones.

⭐️¿Os he dicho ya que os quiero? ¿Sí? Pues no es suficiente: Loviuuuuuu ❤️

DEDICATORIA:
Voy a ir dedicando los capítulos por orden de petición. De tal modo que os ruego paciencia si veis que tarda en llegar la vuestra, es que me llegaron como diez de golpe 😅

El capítulo de hoy va dedicado a una lectora que en su día me escribió un mensaje preguntando por el día que actualizaba.
Fuiste súper educada y hasta me agradeciste por darme el tiempo de contestar. Que sepas que todo el agradecimiento es y será siempre mío.

KarlaLve

Sencillamente adoro tener lectoras como tú en mi historia 💜💛💜💛

Pd: Las pijas también son felices, aunque para Olivia, la noche aparentemente empiece muy mal.

¡Besos grandiosos! 😘❤️
Nos vemos el próximo miércoles
Sarhanda

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top