29. Olivia - Malinterpretando las cosas

Despertar junto a una persona que huele tan maravillosamente bien debería ser considerado delito e incluso debería estar penado con cárcel.

Vale, sí, igual estoy exagerando un poco, pero en serio, Cameron huele tan, pero que tan malditamente bien, que llevo aquí ya como quince minutos con los ojos cerrados, disfrutando de cada inspiración que tomo por la nariz y no hay manera de que me canse o de que sencillamente llegue a un punto en el que tenga suficiente de su aroma.

Me pregunto si se podría hacer un perfume de este característico olor suyo y comercializarlo. Desde luego, yo lo compraría a docenas. ¿Qué digo comprarlo? Yo no lo compraría, no. Yo sería la que lo patentaría y lo vendería para así ganar mucho dinero y no tener que volver a trabajar en la agencia de publicidad de mi padre. Tampoco necesitaría comprarlo, porque todas las mañanas yo me despertaría a su lado con este magnífico aroma que él desprende. Eso es mucho mejor que comprarlo, ¿o no?

Una tímida sonrisa flota en las comisuras de mi boca al tener estos pensamientos sobre él. Jamás imaginé que aquel niño rebelde y malhablado llegaría a ser el centro de mi atención.

Esta es la primera noche que dormimos juntos, aunque tampoco se puede decir que hayamos descansado mucho, porque nos acostamos tarde hablando sobre cosas banales y riéndonos de anécdotas de nuestra infancia.
Habrán sido en total unas cuatro horas de descanso y encima me costó horrores conciliar el sueño tras ese "a todas le digo que te quiero" que me soltó por sorpresa.

Oh, sí. Definitivamente, si la felicidad se pudiese medir de alguna forma, a mi le la tendrían que medir por arrobas. Todo el cuerpo me hormiguea, tengo el estómago como en el aire y una extraña sensación de alegría fluye por mis venas. Básicamente se puede decir que estoy como en una nube.

¿Será que me estoy enamorando de él?

Recobro un poco la compostura y abro los ojos para mirarle. Cameron duerme como un niño pequeño boca abajo, con su precioso pelo rubio alborotado alrededor de su cabeza, sus manos escondidas bajo la almohada y sus labios sonrosados semiabiertos. Puedo escuchar como respira pausadamente por la boca, exhalando el aire que contiene en sus pulmones tras cada inspiración. Alargo mi mano y con mucho cuidado de no despertarlo, le aparto un pequeño mechón de pelo que cruza por su frente y me impide contemplarlo a mi gusto.

Los latidos de mi corazón se aceleran considerablemente.
Es sencillamente guapísimo.

Me siento sobre el colchón y me quedo observando su cuerpo enredado parcialmente con las sábanas de color gris. Juro que si tuvieses mi teléfono móvil aquí conmigo, no dudaría en inmortalizar este momento en una instantánea para mi recuerdo. Tiene un cuerpo de diez. Unos hombros definidos, una espalda ancha donde se le marcan deliciosamente todos los músculos, un trasero redondito y perfecto, cubierto todavía por el bóxer de Calvin Klein negro y unas piernas largas y atléticas. Podría pasarme todo el día aquí sentada mirándolo, pero tenemos que ir a la casa de alquiler para reunirnos con el equipo de grabación. Hoy es el segundo y último día de grabación en exteriores, antes de que todos regresen a la cuidad para el fin de semana y al fin, podré estar a solas con Cameron.

—¿Cameron? —susurro con suavidad mientras rozo su brazo con mis dedos.

Cameron abre los ojos al escuchar mi voz y se despereza, estirando todo su cuerpo grande y largo sobre la enorme cama que ocupamos. Adoro los ruiditos de oso que hace al retorcerse tan a gusto. Se frota los ojos con pereza y después, su mirada conecta con la mía. Siento de forma inmediata ese familiar cosquilleo en toda mi piel cada vez que ese par de ojos marrones tan brillantes y espectaculares se posan en mí. Levanta un brazo lentamente, coloca su mano en mi mejilla y la acaricia con el pulgar. La sensación es tan reconfortante que de inmediato hundo mi cara en su mano buscando mayor contacto. Adoro que tenga estos gestos de cariño conmigo. Los adoro, en serio.

—Buenos días, preciosa —dice con la voz completamente ronca por el sueño, al tiempo que me lanza una sonrisa mucho más deslumbrante que el sol—. ¿Qué tal has dormido?

Me paro a pensarlo rápidamente y recuerdo como sus fuertes brazos, han pasado las pocas horas que hemos dormido rodeando mi cuerpo y apretándome contra su pecho. Y pensar que estuve a punto de largarme de aquí y perderme todo esto...

—Demasiado bien —confieso con sinceridad.

—Genial. —Se incorpora en la cama y se acerca a mí con el pelo revuelto de una forma jodidamente sexy—. No puedo esperar a que vuelva a caer la noche y poder volver a dormir junto a ti —murmura contra mi hombro antes de besarlo.

¡Ay, Dios!

De pronto, quiero quedarme en la cama con él, acurrucada a su lado. No quiero pensar en otra cosa. En nada que no seamos él y yo aquí, en esta habitación. Quiero que el resto del mundo que nos rodea se desintegre. Un mundo donde no haya trabajo que hacer, no haya grabaciones, campañas, Neal's, Dina's, Yanira's, Maya's, fiestas, amigos de Cam... nada. Solos él, yo, el silencio y esta cama. Ese sería mi mundo perfecto ahora mismo, hoy mismo.

Sus labios siguen en contacto con la piel desnuda de mi hombro y de pronto, me estrecha entre sus brazos con ternura, hundiéndome contra su pecho como si él también quisiese inmortalizar este momento para siempre. La satisfacción que siento al encontrarme bajo la protección de su abrazo, libera un inexplicable y reconocible temor en mí. Ese que siempre me invade cada vez que avanzamos un paso hacia adelante; cada vez que dejo que Cameron se cuele un poco más adentro de mi corazón.
El temor a perderlo, el temor a salir herida, el temor a entregar y sufrir las devastadoras consecuencias de haber amado sin pensar en las consecuencias. Miedo a la voz de mi conciencia diciéndome "te lo advertí".

Mi corazón late ahora mismo con fuerza para recordarme que esa posibilidad existe. Está aquí. Flotando como un aura a nuestro alrededor. La puedo sentir y no sé cómo ahuyentarla.

Tengo miedo de que alguien o algo pueda arrebatarme de golpe esta felicidad que siento ahora mismo y se burle de mí por habérmelo creído todo como una tonta, por haber confiado ingenuamente en un espejismo. A veces pienso que todo es demasiado bonito para ser real y eso hace que existencialmente no me encuentre del todo bien.

Hundo mi cara en el hueco de su cuello y cierro los ojos con fuerza. Su magnífico olor hace el mismo efecto en mí que un sedante apaciguador de mis miedo y temores más absurdos y profundos.
Cameron deshace su abrazo poco a poco y después alza mi rostro hacia él, de modo que sus ojos ahora me miran con atención. A continuación, se inclina hacia adelante y besa la punta de mi nariz. El gesto me parece tan extremadamente tierno que siento como si me fuese a derretir como un bombón al sol y poco a poco, me relajo y espanto los estúpidos pensamientos oscuros que me torturan.

—Cuanto antes nos levantemos, antes pasará el día y antes podremos volver a estar aquí, juntos. —Su voz es apenas un susurro que acaricia mi rostro.

Puedo asegurar que no hay cosa que más desee en el mundo ahora mismo que justamente eso. Necesito que el día pase rápido para regresar aquí, con él.

Me retiro un poco hacia atrás, parpadeo y sonrío con la esperanza de que no pueda detectar todos esos temores que me invadían segundos atrás.

—Me parece buena idea —declaro al fin y le devuelvo una sonrisa sincera.

Treinta minutos después, nos hemos duchado a toda pastilla y hemos tomado café recién hecho. A la hora que nos hemos levantado, todo el mundo estaba todavía durmiendo tras la fiesta de anoche, excepto dos o tres amigos de Cam que no conocía de absolutamente nada y que estaban preparando el desayuno en la cocina.

Cuando llegamos a la casa de alquiler, encontramos al equipo de grabación preparando todo el material para salir al exterior. Mikel revisa las cámaras y comprueba que se hayan cargado todas las baterías. Natasha, la ayudante de producción, bromea con Linda, la maquilladora. Dina está sentada en el sofá en una pose completamente antinatural mientras se saca un selfie con el teléfono móvil y en cuanto ve a Cameron entrar por la puerta principal de la casa, salta del sofá como si una avispa le hubiese picado en el trasero.

—¡Cameron! —Su voz chillona se me clava en el cerebro.

No puedo reprimir poner los ojos en blanco. Después hago un barrido por todo el salón y caigo en la cuenta de que Grace no está por ningún lado.

Dina se acerca a nosotros y aborda a Cameron colgándose de su brazo. Su boca pintada de un color rojo brillante se mueve, pero no presto atención a lo que dice y me encamino hacia las escaleras que suben a la planta de las habitaciones, en busca de mi amiga. Cameron me lanza una mirada de súplica para que no lo deje a solas con ella, pero yo le respondo con un guiño rápido como diciendo, "tú puedes, campeón".

Lo último que me apetece ahora mismo es escuchar sus estupideces y ver cómo trata de insinuarse descaradamente a Cameron.

Llego a la puerta de mi habitación y la abro para comprobar que está vacía, tal y como la dejé ayer. Vuelvo a cerrar la puerta y me dirijo hasta la habitación de Grace, que está ubicada al final del pasillo. Me sorprende que la puerta esté cerrada y, como tengo plena confianza con ella, la abro sin tocar antes, porque pienso que estará terminando de organizar su maleta.

—¡Oh, mierda! —El grito de Grace hace que dé un respingo del susto que me llevo.

Mi columna vertebral se tensa y siento que necesito agarrarme con mayor determinación al pomo de la puerta para no caerme de espaldas. Abriría mi boca hasta dejar caer mi mandíbula al suelo, pero estoy tan petrificada que no puedo moverme. Me quedo en shock y tardo unos segundos en entender lo que está sucediendo.

Las persianas ligeramente bajadas, las cortinas corridas, la cama revuelta, mi amiga Grace en pelotas y de espaldas, cabalgando sobre alguien cuyos pies grandes asoman por el borde de la cama mientras que unas manos, también grandes, están puestas sobre las caderas de mi amiga...

¡Ay, la Virgen!

Grace tira con violencia de las sábanas para cubrirse el pecho desnudo mientras se gira para mirarme, pero yo sigo ahí, plantada como un espantapájaros en medio de un campo de maíz y con un nudo del tamaño de una pelota de tenis instalado en mi garganta.

¿Por qué la magia no es real? ¿Por qué Dios no nos dotó con ese gran privilegio a los humanos? Yo ahora mismo estaría encantada de hacerme desaparecer.

—Grace... —Mi voz suena tan inestable que llego a dudar de si realmente la he nombrado o simplemente me lo he imaginado. 

La oigo maldecir con frustración y moverse con torpeza. Por poco se cae de la cama cuando vuelve a tirar con violencia de las sábanas atrapadas bajo el cuerpo del chico y un gritito ahogado sale de su boca de forma atropellada, cuando logra estabilizarse sobre el colchón. Su pelo es un fiel reflejo de la intensidad de la fiesta privada en la que estaba sumergida antes de que yo entrase a interrumpirla.

Cuando creo que no puedo estar más impactada con la estampa que hay frente a mí, el tipo que está en la cama se remueve un poco, levanta la cabeza y me saluda con la mano como si nada.

¿¿¿QUÉ???
Mi alma abandona literalmente mi cuerpo.

Lo miro un instante antes de volver a fijar la vista en mi amiga. Abro la boca para decir algo, pero entonces caigo en la cuenta de que no tengo absolutamente nada coherente que decir. ¿Qué coño se dice en un momento así? Vuelvo a cerrar la boca cuando me doy cuenta de que estoy balbuceando como una idiota.

Estoy conmocionada, impactada y hasta creo que traumada con lo que veo. Esto sí que no me lo esperaba.

—Olivia. —La voz de Grace tiembla ligeramente—. N... no... no has llamado a la puerta.

Ya, eso es evidente, porque de haber sabido que estaba en plena faena con ÉL, ni me habría acercado a su puerta.
Oigo unos pasos detrás de mí y cuando giro la cabeza hacia mi derecha, me encuentro a Cameron llegando hasta a mí por el largo pasillo. Parece que viene a reprocharme el hecho de haberlo abandonado a su suerte con Dina, pero cuando llega a mi lado y mira hacia el interior de la habitación, suelta un:

—¡Cody! ¿Pero qué coño haces con...?

—¡Joder! —protesta Grace cuando ve a Cameron asomándose por la puerta y vuelve a tirar de la sábana para cubrirse el cuerpo.

Cody emite un gruñido en su dirección.

—Preciosa, que yo también estoy desnudo, ¿sabes? —le recrimina a mi amiga mientras se tapa sus partes más nobles con un diminuto cojín. La sabana está completamente enrollada en el cuerpo de Grace.

—Oh, venga. Yo tengo mucho más que tapar que tú —le replica.

—¿Qué has querido decir con eso? —pregunta Cody frunciendo el ceño— ¿Que la tengo pequeña? Porque permíteme recordarte que nos hemos acabado una caja de preservativos enterita con sus doce condones y parecía que estabas disfrutando bastante.

—¡Cállate o te tragarás mi puño! —lo amenaza ella con las mejillas sonrojadas.

—¡A la mierda! —protesta Cody lanzando el pequeño cojín al suelo y poniéndose en pie tal y como su madre lo trajo al mundo.

Tiene un cuerpo impresionante, con los hombros anchos y los bíceps bien definidos, pero verlo desnudo no es algo que me llame la atención, y mucho menos después de saber que esa cosa que le cuelga entre las piernas estaba hace unos segundos dentro de mi amiga.

¡Puaj!

Tengo que taparme los ojos con una mano, cuando oigo a Cameron exclamar:

—¡La madre que te parió, tronco! ¡Tápate!

—¡Estoy en ello, pero ella no me deja! —protesta su amigo con indignación señalando a Grace—. Tiene toda la sábana enrollada en su cuerpo.

Mi amiga menea la cabeza y chasquea la lengua con frustración mientras que Cody se enfunda unos pantalones que estaban en el suelo junto a la cama.

—¿Por qué no os largáis los chicos de mi habitación y me dejáis a solas con Oli?

—¿Me estás echando? —gruñe Cody.

—Lo siento, guapo, pero me gustaría hablar con mi amiga y vestirme tranquilamente y, que yo sepa, tú no tienes ni tetas ni vagina. Así que sí, te tienes que ir. —Frunce el ceño hacia Cameron que sigue a mi lado—. Tú también, cara bonita.

Cameron me mira y asiento en silencio. Cody resopla y pasa por mi lado para pasar su brazo sobre los hombros de Cameron y revolverle el pelo de forma amistosa, mientras que este se retuerce molesto.

—Os esperamos abajo —anuncia Cody llevándose a Cameron de ahí.

Cuando se alejan por el pasillo, entro rápido en la habitación de Grace, cierro la puerta de un portazo y acompaño el gesto con un fuerte suspiro.

—¿Qué demonios ha sido eso? —le pregunto a mi amiga en un tono exasperado.

Grace se encoge de hombros y se pone de pie, intentando estirar la sábana bajera de las esquinas del colchón y recolocando las almohadas o los cojines de forma correcta con cierto nerviosismo.

—Grace, te estoy hablando —digo con severidad.

Mi amiga me mira de reojo.

—Lo sé, lo sé. Es que... —dice con cuidado al cabo de un rato mientras parece meditar la respuesta—. Es que él vino a por tu maleta ayer por la tarde y no sé cómo, pero joder... ¿tú has visto el cuerpazo que tiene?

—¿Qué? —replico sintiéndome más molesta que hace unos segundos atrás—. Grace, te has acostado con uno de los mejores amigos de Cameron y no, Cody no es para nada tu perfil de hombre. ¿A qué ha venido eso?

Grace se rasca la ceja con una mano, mientras que con la otra sigue sujetando la sábana envuelta alrededor de su cuerpo.

—¿Cómo que no es mi perfil de hombre? Para lo que él y yo hemos hecho aquí, es exactamente mi perfil de hombre, cariño —puntualiza—. Además, tengo que reconocer que jamás en mi vida me había encontrado con uno que tuviese semejante aguante. Lo que ha dicho la caja de preservativos es cierto. Ha caído enterita. ¡Menuda resistencia tiene el tipo!

Estiro un mechón de mi cabello mientras la oigo hablar y pongo una mueca de asco. ¿Por qué siempre me da más información de la que pido?

—¿Podría ahorrarte ciertos detalles? —protesto.

—¡Oh, vamos! —exclama poniendo los ojos en blanco—. Estoy segura de que tu noche con Cameron no ha tenido nada que envidiar a la mía con Cody. Vamos, cuéntame cómo fue.

Me tenso de inmediato, arrugo la nariz y desvío la mirada a un lado. Me pregunto si eso del aguante y acabar con las cajas de preservativos en una misma noche, será un denominador común entre los bailarines eróticos. Espero que no...

«¡Demonios, Oli!», grita la voz de mi conciencia completamente escandalizada con las cosas que medito en silencio. Sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos.

Grace saca ropa interior limpia de su maleta y deja la sábana arrugada en la cama. Cuando ve que no digo nada, gira su cabeza en mi dirección.

—¡Oh, Dios! ¡Olivia!

—¿Qué pasa? —respondo haciéndome la loca, pero me tenso todavía más.

Grace se coloca la braga y pelea con el cierre del sujetador, llevándose las manos a la espalda.

—¿No os habéis acostado esta noche? Pero si te has quedado a dormir en su casa y yo creía que...

—No somos dos calenturientos, ¿vale? —La detengo secamente.

En cuanto digo eso, recuerdo la vez que nos provocamos un orgamos uno frente al otro, la vez que creí que íbamos a hacerlo en el baño del Big Blue, cuando me vengué de eso en su casa y anoche cuando estábamos en la playa. La vergüenza me recorre entera. Igual algo calenturientos sí somos, pero tampoco se lo voy a reconocer abiertamente a mi amiga.

Grace abre los ojos como platos y se queda estática ante mi respuesta tan determinante. A continuación, curva lentamente los labios en una sonrisa confiada.

—Olivia, todos los hombres son unos calenturientos —termina asegurando—. Si no ha intentado acostarse contigo todavía, es por una de dos, o de verdad ese chico merece mucho la pena porque te respeta como pocos lo hacen o definitivamente es gay.

—No es gay —mascullo en protesta de forma instantánea.

Una pequeña risa brota de su garganta mientras se coloca una camiseta blanca de tirantes y su sonrisa se ensancha aún más cuando ve mi cara de irritación.

—Bien, entonces tienes a un diamante en bruto en tus manos. ¿Y se puede saber a qué esperas para entregarle tu miel, linda abejita? La vida son dos días, por sí no lo sabías.

Odio cuando Grace habla en esos términos tan ridículos. ¿Mi miel?

—Perdona, pero estábamos hablando de Cody y de ti, así que no desvíes el tema a tu interés.

—No. Ya no estamos hablando de Cody y de mí y... —hace una pausa exagerada—, ¿sabes por qué ya no estamos hablando de nosotros dos? —dice sentándose en el borde de la cama para atarse las sandalias—. Porque lo nuestro es solo sexo. En cambio, lo tuyo con cara bonita parece ser algo mucho más intenso y profundo.

—¿Por qué ahora lo llamas cara bonita?

—Pues porque es evidente que el chico es muy guapo. ¿Piensas acostarte con él en algún momento o estás esperando a que otra se te adelante?

Casi me atraganto con mi propia saliva cuando me formula esa pregunta tan directa.

—¿Qué? ¡N... no! ¡Bueno, sí! —Un balbuceo incontrolable escaba de mi boca—. Ay... yo... yo no lo sé, ¿vale?

Una fuerte carcajada brota de la garganta de mi amiga, que niega con la cabeza. Se pone en pie y se acerca hasta mí.

—Cálmate y no te agobies —me tranquiliza colocando sus manos sobre mis hombros y dándome un ligero apretón en ellos—. Cuando sea el momento adecuado lo sabrás y simplemente sucederá.

Tuerzo el gesto y me da un escalofrío al pensar en eso. Por un lardo me muero de ganas, pero por otro, estoy muy asustada.

—No deberíamos hacer esperar al equipo de grabación —dice mi amiga tirando de mi brazo y finalmente salimos de la habitación.

El día de grabación transcurre con bastante tranquilidad. Neal ha intentado acercarse un par de veces a mí, pero yo le he lanzado la peor de mis miradas y, además, Grace no me ha dejado ni a sol ni a sombra. Dina sigue intentando coquetear con Cameron en cada escena que posan juntos y a mí me toca hacer de tripas corazón para no acabar saltando sobre esa lagarta y arrancarle la peluca dorada que le han puesto para la sesión.

Cuando cae la tarde, al fin el equipo de grabación recoge todo para volver a la ciudad. Neal, April y Dina son los primero en marcharse. Se me revuelven las tripas cuando Dina le entrega a Cameron una tarjeta con sus datos de contacto. Siento un odio casi mortal hacia ella.

Grace, invitada por Cody, decide quedarse el fin de semana en la casa de Cameron. Me imagino que quiere repetir lo de acabarse una caja de preservativos en tiempo récord ... En fin, ese no es asunto mío.

Por la tarde, Grace y yo nos preparamos para asistir a la fiesta de la amiga de Cameron. Maya...

Me quedo mirando el vestido que he estado como quince minutos planchando porque estaba arrugado en el fondo de mi maleta. Es un vestido negro, corto, sencillo y con dos tirantes finos de raso. Grace se maquilla a conciencia frente al tocador que hay en la habitación de invitados y me mira de reojo mientras aplica colorete a sus pómulos.

—Está perfecto, ya no lo planches más.

Me vuelvo ante el sonido de su voz, tomo una respiración profunda y le regalo una sonrisa forzada.

—No sé, no me convence. No traje nada para ir a una fiesta por la noche y menos pensando que en ella iba a estar su folla-amiga.

—¿Folla-amiga?

—Sí. Cameron tiene una amiga con la que ha tenido sexo muchas veces. Bueno, no sé si muchas veces, pero sí varias veces. La fiesta de esta noche se celebra en su casa.

—¡Oh! —Grace alza las cejas de forma exagerada—. Pero bueno, eso debió ser antes de que llegaras tú a si vida.

—Supongo...

Me encojo de hombros.

—¡Eh, oye! No quiero verte insegura, Olivia. Cameron está coladito por ti, solo hay que ver como se le ilumina la cara cada vez que te ve.

—¿Tú crees? —La duda se filtra en mi voz.

—No es que lo crea, es que lo sé porque lo he visto. —Me guiña un ojo.

Sonrío y asiento.

Una hora más tarde, ya estamos listas para ir a la fiesta. Grace se ha puesto un vestido de dos piezas en color verde esmeralda, que crea una división extremadamente sexy en su cintura. Su largo cabello rojizo, se lo ha recogido en una cola de caballo y le he prestado un par de pendientes de aro grandes para resaltar su cara. Está de infarto. Si yo fuese Cody, también me acostaría con ella hasta terminar una caja entera de preservativos.

Yo en cambio voy más discreta. El vestido negro lo he combinado con unas sandalias de antelina con cintas, atadas a mis tobillos y el pelo me lo he dejado suelto y peinado en ondas suaves.

Juntas bajamos al salón, donde Cody y Cameron nos esperan junto con otros amigos más. Muchos de los chicos que vinieron a Los Hamptons ya se han marchado y, al no ver a Yanira entre todos ellos, suspiro aliviada al instante.

Cody es el primero que se percata de nuestra presencia y le mete un codazo a Cameron, quien levanta la vista hacia nosotras con una mueca de dolor que se esfuma al vernos. Cuando cruzamos miradas, una sonrisa resplandeciente aparece en su boca. Sus cálidos ojos descienden por todo mi cuerpo y me recorren entera como si fuese la mujer más deseable del mundo. El calor de mis mejillas me traiciona y su sonrisa se acentúa aún más.

Me duele el pecho al mirarle, pero no es un dolor desagradable. Hacía mucho tiempo que no me sentía así y, por primera vez, en lugar de asustarme, hace que me sienta muy bien.
Como siempre, él está imponente. Lleva unos vaqueros negros desgastados y una camisa blanca de botones, arremangada hasta los codos. En la muñeca, luce un reloj de piel negra y de la marca Möss.

Cody avanza hasta nosotras y rodea son su brazo los hombros de mi amiga, pero Cameron se queda dónde está, observando cómo me acerco lentamente hasta él.

—Joder, rubia. Estas realmente preciosa —dice cuando estoy frente a él.

Una risita tímida brota de mis labios.

—Gracias —le agradezco—. Tú también estás muy guapo. Me gusta mucho como te quedan las camisas de botones.

Cameron agacha la mirada hasta la prenda perfectamente planchada que lleva puesta y cuando vuelve a elevar sus ojos hasta los míos, sonríe con una maldita sonrisa torcida de esas que quitan el hipo. Me pregunto cuántas chicas habrán claudicado por esa sonrisa tan arrebatadoramente sexy.

Su cuerpo está tan cerca que, aunque su pecho no toca el mío, se me pone la piel de gallina.

Finalmente extiende su brazo, toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos. Después, se lleva mi mano hasta su boca y la besa con cariño.

El corazón me da un vuelco, porque por primera vez, siento que somos una pareja de verdad. Simplemente dos chicos a punto de ir a una fiesta juntos, como algo más que amigos.

Al rato salimos todos juntos de la casa y nos dirigimos a la mansión contigua. Es una gran casa de piedra gris con grandes ventanales y un jardín impresionante. La casa está a explotar de gente y la música retumba por cada rincón con una intensidad atronadora. Ni siquiera puedo ver las paredes al fondo de la enorme sala, porque hay demasiados cuerpos pululando por delante de mí. Mi brazo se entrelaza al de Cameron para evitar que la multitud acabe separándonos.

¡Joder! Esto es una macrofiesta.

Alan divisa a un grupo de chicas enfrascadas en minúsculos y sugerentes vestidos y los ojos le hacen literalmente chiribitas. Rápidamente se despide de nosotros y corre en busca de aquel grupo.

—¿Queréis tomar algo? —pregunta Cody a voz en grito por encima de la música.

Grace le pide un Gin-Tonic y yo le pido una Coca Cola.

Cameron se gira hacia mí y acerca su boca a mi oreja para que pueda escuchar lo que va a decirme.

—Voy a acompañar a Cody a por las bebidas. No os mováis de aquí.

Asiento y suelto su brazo. Me echo hacia atrás y los veo dirigirse hacia la cocina, sorteando a la multitud que se abre frente a mí.

—Olivia, me estoy orinando encima —dice Grace mientras da saltitos extraños sobre un pie.

—Pues vamos al baño.

—No —niega con la cabeza—. Es mejor que te quedes aquí por si regresan los chicos con las bebidas.

—¿Qué? —exclamo alarmada—. No quiero quedarme aquí sola.

—¡Oh, vamos, Oli! Prometo que no tardaré nada. Alguien tiene que estar aquí cuando Cam y Cody regresen.

Refunfuño de mal humor, pero mi amiga tiene razón. No me hace ninguna gracia quedarme aquí sola, pero si vamos al baño juntas, corremos el riesgo de perdernos de los chicos.

—Está bien, pero date prisa, por favor —le ruego.

Ella asiente y sonríe.

—Estaré de regreso mucho antes de que puedas parpadear tres veces seguidas.

Mi amiga desaparece entre la multitud y la pierdo rápidamente de vista. Un grupo de chicos me empuja y aunque protesto, no puedo hacer nada para que me acaben arrastrando a un lado del salón. Están borrachos y eufóricos. Grito y empujo a uno de ellos, pero mis esfuerzos son en vano. Ni se han dado cuenta de que me están aplastando contra una cómoda. Me quedo ahí durante unos minutos, casi sin poder respirar, hasta consigo sortear el mueble y otro grupo de chicos me empuja violentamente. Estoy a punto de perder el equilibrio, cuando una mano envuelve mi muñeca y tira de mí. Mi cuerpo choca torpemente contra alguien.

—¡Lo siento! —me disculpo rápidamente.

—¿Olivia?

Esa voz familiar hace que levante los ojos de golpe. La duda me invade unos instantes, porque no puede ser verdad, pero es. Es él...

—¡Dios mío! ¿Ben? ¿Ben Larrson?

El chico esboza una sonrisa fascinante. Esta algo cambiado, pero sigue conservando su atractivo. Sus facciones se han perfilado y lucen más masculinas de lo que recordaba. Su pelo castaño, está peinado a la perfección, con un tupé digno de cualquier cartel publicitario en las peluquerías más prestigiosas de Manhattan.

—Sí. Madre mía, cuanto tiempo sin verte. —Me mira de arriba a abajo como si no pudiese creer que realmente soy yo—. ¿Q... qué haces aquí?

—He venido con unos amigos —respondo sin darle más explicaciones.

Ben parpadea sin dejar de mirarme. Parece realmente sorprendido con mi presencia aquí y su sonrisa no desaparece en ningún momento de su rostro.

—¿Amigos de Maya?

Doy un respingo al oír: «¡Maya!».
¿Qué sabe él de la ex folla-amiga de Cameron?

Parpadeo unas cuantas veces como una idiota. Una idiota pasmada.

¿Qué? —Es todo lo que logro preguntar.

—De Maya... mi hermana.

De pronto algo hace clic en mi cerebro. Maya Larrson... la hermana pequeña de Ben.
¡Oh, Dios!
Me quedo in aire en los pulmones.

—¿Tu hermana?

Ben asiente, pero ignora mi asombro, porque a continuación dice:

—Oye, Olivia, ¿qué te parece si me das tu número de teléfono y te llamo un día de estos?

—¿Mi...? —Tengo la garganta seca y Ben sigue de pie frente a mí, esperando por mi respuesta que no llega—. Oye, creo... creo que debo irme —consigo articular.

Su sonrisa se borra de un plumazo.

—¿Qué ¿A dónde?

Ahora parece desconcertado.
No, no quiero darle mi número de teléfono a Ben Larrson. No tengo ningún interés en retomar el contacto con él. Lo nuestro pasó hace años y, aunque era y sigue siendo muy guapo, no despierta ningún tipo de interés en mí.

—Es que... —Trato de buscar una buena excusa para salir de aquí, pero mi agilidad mental me traiciona—. Perdona —me disculpo al fin—. Te veo luego.

Salgo pitando de ahí, antes de que pueda detenerme en mi huída. De hecho, llego a sentir como su mano roza mi brazo, pero soy más rápida y me escabullo entre la gente. Tras mucha lucha, consigo llegar hasta la cocina, donde gracias a Dios, hay muchísima menos gente. Diviso a Cody junto a Grace. Él está apoyado en la encimera, susurrándole algo a mi amiga al oído mientras que ella sonríe abiertamente. Tengo que reconocer que hacen una bonita pareja. Al otro lado de la encimera, veo esa característica melena rubia. Consigo rodear a una pareja que baila como si todo el espacio les perteneciese y cuando vuelvo a mirar a Cameron, mi alma cae desplomada al suelo. Me detengo en seco. Una ola de indignación me recorre el cuerpo entero y siento como mi corazón da un pequeño vuelco doloroso.

La reconozco a ella. Su pelo oscuro, su piel blanca, es ella, no hay duda... la folla-amiga... Maya. Es ella con sus labios posados sobre los labios de Cameron. Es ella con sus manos entrelazadas en su nuca. Son ellos dos besándose.

Mi pulso se acelera cuando me acerco velozmente hasta ellos. Me siento como si yo fuese un bólido que va a atropellarlos a los dos. Mi piel se tensa cuando Cameron rompe el beso bruscamente y gira sus ojos hasta mí, para luego los abrirlos son sorpresa.
Entonces, mi mano reacciona de forma impulsiva y le doy una bofetada violenta y decidida. Maya suelta un grito ante mi acción y se aleja un par de pasos atrás.

Cameron no reacciona y simplemente me mira. Mi labio inferior tiembla tanto que tengo que clavarle mis dientes para detenerlo.

—¡Eres un cabrón! ¡Un maldito cerdo! —grito con rabia.

¿Cómo ha podido? ¿Cómo ha podido hacerme esto? Yo sabía que no debía confiar en él. Lo sabía...

Estúpida, estúpida, estúpida...

—Oye no...

Pero antes de que termine la frase vuelvo a cruzarle la cara sin importarme el escozor que siento en mis dedos. Mis mejillas son fuego. Ahora mismo estoy tan rabiosa que no me puedo controlar. Me siento como una imbécil ingenua y sólo tengo ganas de patearle el culo hasta sentirme un poco mejor.

—Mejor cállate —le ordeno con determinación y rabia—. Todo lo que dices es mentira. Sabía que no eras trigo limpio, pero esto...

El ríe sin humor mientras se frota la mejilla con los dedos y me clava una mirada severa.

—Te has equivocado —susurra con los dientes apretados y toda su mandíbula tensa.

—Y una mierda —escupo sin poder mantener mis palabras a raya.

Cameron no dice nada más y sale de la cocina a pasos agigantados, furioso y echando humo. Maya sigue de pie a mi lado con la cara descompuesta y se disculpa con la mirada antes de desaparecer también.

Quiero llorar, quiero correr lejos de aquí, volver a la ciudad y esconderme bajo las sábanas de mi cama. Sí... me iré a llamar a un taxi ahora mismo.
Cuando giro sobre mi eje, Grace se abalanza sobre mí.

—¡Olivia! ¡Espera!

—Déjame Grace —balbuceo entre sollozos y trato de escurrirme hacia la salida—. Necesito irme de aquí.

—Te has equivocado, Olivia. Has malinterpretado la escena —asegura mi amiga en un susurro.

Giro sobre mis talones para mirarla. Todas las alarmas se disparan en mi cabeza y los nervios afloran con renovadas energías. ¿Cómo que lo he malinterpretado? No sé si sentirme aliviada o no. ¿Todo esto tiene una explicación? Mis ojos vuelan hasta los de Cody, que permanece con la expresión neutra, justo un paso por detrás de mi amiga.

—Dice la verdad. —Afirma él con un filo tenso e incómodo en la forma en la que me habla—. Cameron no ha besado a esa chica. No ha sido cosa de él. Los dos lo hemos visto.

Un escalofrío recorre mi cuerpo entero cuando lo oigo afirmar lo que dice con tanta resolución.

—Yo... yo lo he visto... —tartamudeo.

Cody sacude la cabeza.

—Cameron estaba sirviéndote el refresco que pediste, cuando esa chica apareció en la cocina de forma espontánea y se ha abalanzó a besarlo, justo en el momento en el que tú has llegado a la cocina.

Grace asiente con pesar y deja escapar un suspiro.

—Ha sido exactamente así, Olivia. Ella lo ha abordado por sorpresa.

—No —digo con la voz tan inestable como todo mi cuerpo ahora mismo.

El miedo hace que mis manos comiencen a temblar de forma escandalosa y las pego a mi cuerpo intentando detener mi angustia al conocer la verdad.

De pronto, siento como si me estuviese cayendo al vacío. Un vacío negro y profundo, uno que no tiene fin. Un agujero negro.

Lo he abofeteado, le he hablado horrible, lo he acusado y ni siquiera lo he dejado darme una explicación. Me siento fatal y quiero vomitar. ¿Qué he hecho? Mi pecho duele... mucho. Mi estómago se revuelve con fuerza y mi cabeza zumba por encima de la música y el ruido ambiental.

¡Maldita sea!

—Deberías ir tras él —dice Grace señalando la salida.

Levanto las cejas y la miro sintiéndome débil. Mis pies no responden.

—Vete —ordena Cody—. ¿A qué esperas?

No me quedo ni un segundo más en la cocina, porque salgo corriendo de allí a trompicones. Choco con varias personas a mi paso y me disculpo sin perder de vista la puerta principal de la casa. Cuando llego hasta ella, la empujo con fuerza y cruzo el jardín a la velocidad del rayo. Ya en el exterior de la propiedad, muevo la cabeza a gran velocidad en busca de Cameron. Su silueta se alza a un lado de la calle.

—¡Cameron! ¡Espera, por favor! —pido en un grito tembloroso mientras corro tras él.

Ya ha anochecido por completo y la luna es lo único que ilumina la acera. Como estamos próximos al mar, siento como la brisa fresca se cuela entre mi pelo y lo alborota ligeramente.
Cameron se detiene en seco, se da la vuelta de forma brusca y frunce el ceño en mi dirección. Nunca antes le había visto esa expresión hacia mí. La frialdad en su mirada me congela el cuerpo entero en el acto e inconscientemente retrocedo un paso atrás.

—¿Qué quieres? —espeta con amargura.

Mi respiración se atasca en mi garganta como un acto reflejo ante la dureza de sus palabras. De pronto, me siento torpe y avergonzada por todo lo ocurrido y no sé ni por dónde empezar. ¿Cómo explicarle que he sido una estúpida? ¿Cómo disculparme por mi error? No hay justificación para mi comportamiento. Lo he acusado injustamente sin darle opción a explicarse antes. He sido impulsiva, irracional y tonta.

Los segundos pasan, el silencio se apodera del lugar y, finalmente, Cameron chasquea la lengua con fastidio y vuelve a reanudar la marcha alejándose de mí.

¡Se va!

Pego un salto en mi lugar cuando tomo conciencia de que se larga sin que haya abierto la boca todavía y vuelvo a caminar tras él.

—Quiero hablar contigo, por favor, espera —apenas puedo pronunciar la frase sin ahogarme por el nudo tan grande que se ha formado en mi garganta.

Cameron se vuelve bruscamente hacia mí y veo como la confusión tiñe sus facciones.

—¿Para qué? Creo que ya está todo dicho, ¿no? —Su voz suena molesta. Muy molesta. Sus palabras tienen el mismo efecto que un machete—. Yo soy un cabrón, un cerdo, un grandísimo hijo de puta, ¿no es así? ¿De verdad queda algo más por decir, Olivia? ¿Algún insulto más que añadir? ¿Quieres volver a abofetearme?

Una sensación dolorosa y punzante se instala dentro de mi pecho y apenas puedo pensar con claridad. Todo me da vueltas y tengo ganas de llorar, pero me contengo. No me puedo creer que le haya dicho esas cosas tan horribles a Cameron. ¿Qué demonios pasa conmigo? ¿Por qué estoy actuando así?

—No, yo... —pronuncio al cabo de unos segundos de absoluto silencio.

—¿Por qué me sigues, Olivia? —me interrumpe súbitamente—. De verdad, ¿por qué lo haces?

Trato de sostenerle la mirada, pero fallo escandalosamente y termino agachando la mirada hasta posarla en la punta de mis sandalias. Trago saliva y la siento pasar por mi garganta como si fuese una piedra dura y filosa. Quiero hablar. De verdad que quiero hablar, decir algo que repare el desastre que he causado, pero me siento tan mal conmigo misma que no logro encontrar mi propia voz.

La he cagado. La he cagado mucho. Con Cameron no he hecho otra cosa más que meter la pata una y otra vez y, además, de la peor forma posible. Mi miedo me ha mantenido en una alerta constante y me ha hecho ver fantasmas donde no los hay. Esta mañana sentía miedo a perderle y ahora mismo siento pánico de que eso esté ocurriendo... por mi culpa.

Sabes —su voz me arranca de mis pensamientos—, me he dado cuenta de que no importa cuánto te demuestre lo mucho que me gustas o cuánto me importas, nunca será suficiente para ti.

¡Crack, crack!
Es el sonido de mi corazón agrietándose.

—Eso no es verdad —susurro angustiada y elevo mi mirada hasta sus ojos.

La suya luce más dura que nunca. Esos preciosos ojos marrones que tanto me gustan, ya no me miran con el brillo excepcional que suelo ver relucir en ellos. Ya no hay fuego, no hay intensidad, no hay oscuridad profunda y abismal en ellos.

—¿No lo es? —espeta con brusquedad—. Porque yo tengo la impresión de que es exactamente así. Tu desconfianza hacia mí es absoluta. He intentado ser sincero contigo en todo momento, he intentado ser transparente y no ocultarte nada, por eso anoche te conté toda la verdad sobre Maya, porque quería que lo supieses todo de mí. No quería empezar algo contigo teniendo secretos de por medio —hace una pausa y cierra los ojos un instante, dejando escapar un suspiro cansado de su boca—. ¿En serio me crees tan estúpido como para invitarte a una fiesta en casa de Maya, solo para besarla y que mis amigos y tú lo vean? ¿Así de simple me crees?

Mi corazón se detiene de golpe. Quiero darle una buena respuesta, pero estoy tan aturdida que solamente logro decir:

—No, claro que no.

Cameron aparta la vista de mí y se lleva las manos a la cabeza, levantando el rostro hacia el cielo en un gesto frustrado. Durante un instante, ninguno de los dos dice nada. Él sigue mirando al cielo, negando con la cabeza y yo permanezco de pie, sintiéndome cada vez más pequeña en el mundo, o ya directamente en el universo.

De pronto deja caer sus manos con fuerza a cada laso de su cuerpo y vuelva toda su atención en mí. Me destroza el alma ver como la decepción se enraíza en su expresión.

—No te entiendo... —dice en un susurro dolido—. Lo he intentado, de verdad, pero no logro entenderte. Yo no tengo ni puta idea sobre relaciones y el amor, Olivia. Lo digo en serio. No sé cómo funcionan ni qué se supone que hay que hacer, pero sí tengo clara una cosa y, es que hay que confiar para que exista una base sobre la que construir y está claro que tú jamás vas a confiar en mí.

—Escúchame, yo... yo sí confío en ti. —Mis palabras salen atropelladas y mi voz suena estrangulada.

Es mentira. No he confiado en él en ningún momento y me duele que tenga razón en todo lo que está diciendo. He sido una idiota, una super idiota, la más grande de las idiotas en el mundo de los idiotas.

Su mirada herida me traspasa por completo y por un momento creo que mis rodillas me van a fallar.

—¿En serio? —El sarcasmo en el tono de su voz no me pasa desapercibido—. No, yo creo que no lo haces y ya no pienso que lo vayas a hacer a estas alturas. Tú prefieres creer todo lo que te digan o veas, antes de creer en mi palabra, antes de dejarme darte una explicación.

—Cameron... —Mi voz sale en un jadeo estancado en mis labios.

Pero no se detiene y sigue hablando:

—Yo sé que no soy el tipo más perfecto del mundo e incluso puede que no tenga un pasado intachable con las chicas, pero mis intenciones contigo siempre fueron buenas, sinceras y honestas, Olivia. Por primera vez en mi vida me apetecía tener novia, tener a una persona con la que hablar de todo con la misma confianza con la que me hablo a mí mismo en cada momento. Quería ser ese muchacho que te arranca una sonrisa cada mañana, que te espera con su moto a la salida del trabajo para llevarte a comer a algún restaurante o ser simplemente el chico que puede robarte todos los besos que le dé la gana por ser tu novio. Yo de verdad, por primera vez en mi vida, estaba de acuerdo con la idea de tener una novia. Creía que tú eras la indicada por todo lo que me hacías sentir.

Lucho por recuperar el aliento y hablar.

—¿Por qué hablas en pasado?

—Porque esto ya no tiene ningún sentido —asegura con un trasfondo de resentimiento en sus palabras—. No puedo estar con alguien que no cree en mí, que duda de todo lo que hago o digo. —Una risa tensa y carente de humor se escapa de su boca—. Joder, sí, soy un Franklin y nunca me rindo, pero esta vez tú ganas, ¿de acuerdo? Yo no puedo con esto, Olivia. No me siento capacitado para vivir en una constante culpa. Los comienzos se supone que deben ser bonitos y nosotros dos no... —Niega con la cabeza.

Aprieto mis manos con fuerza, formando puños con ellas, al sentir tantas emociones reprimidas dentro de mí.

Quiero disculparme, quiero pedirle perdón, quiero volver a empezar de cero, quiero dejar atrás mi inestabilidad emocional de una vez por todas y dejarle claro que estoy aquí por él, que esto no va a volver a repetirse nunca más, pero mi mente se queda repentinamente en blanco. La boca se me seca y la angustia crece a grandes pasos en mi interior.

La única opción que me queda es acercarme a él y...

Doy dos pasos al frente y estiro mi mano hasta su cara para acariciarlo, pero entonces, se parta de mí y mi mano nunca llega a hacer contacto con su piel. De pronto, me siento desorientada. El rechazo abrasa en mi pecho con intensidad y me contengo para no romperme en mil pedazos frente a él.

—Se acabó —dice con rotundidad.

Esas dos palabras, pronunciadas con su voz seria y profunda, me asestan un golpe directo y mortal justo en el centro del pecho. Mis pulmones se paralizan y miro como se da la vuelta con un gesto de disculpa y echa a andar con las manos metidas en los bolsillos de sus jeans, alejándose de mí en todos los sentidos. Me esfuerzo por respirar, pero no puedo. Mi pecho se ha encogido tanto que el oxígeno no entra en ellos. Cierro los ojos con fuerza y entonces caigo en la cuenta de que estoy llorando. Se me llenan los ojos de grandes y horribles lágrimas que terminan rodando por mis mejillas. Un sollozo incontrolable brota de mi garganta y me llevo una mano a la boca para contener las ganas de soltar muchos más. Me siento pequeña, perdida y desubicada. Me siento vacía... muerta.

¿Cómo hemos podido llegar a esto? ¿Cómo una relación puede terminar casi en el mismo momento en el que empieza?

Aturdida, grito su nombre, pero Cameron no se detiene y desaparece a lo lejos, engullido por la oscuridad de la noche; borrado en parte por las lágrimas que nublan mi vista.

Y así, sin más, mi corazón se quiebra en dos y me abrazo a mí misma con todas mis fuerzas, tratando de detener el temblor que despide todo mi cuerpo, pero no. No hay nada que arregle este dolor, este malestar, esta ansiedad. No, no lo hay.

El pánico y la desesperación se arraigan en mi sistema cuando los hechos me golpean con violencia.

Él lo ha dejado claro.
Se acabó.

¡Hola, hola!
Caracola...

¡ACTUALICÉ! Me ha costado bastante, porque no tuve una buena semana y eso me dejó algo decaída, pero aquí estoy.
💪🏻💪🏻💪🏻💪🏻💪🏻

Dije que este capítulo iba a ser narrado por Olivia y Cameron, pero finalmente he dejado que sea narrado íntegramente por Olivia. Creo que realmente es mucho más interesante su punto de vista para estos sucesos tan... 🤷🏼‍♀️ (que cada uno los describa como le dé la gana).

¡Ay, Olivia! Que desconfiada eres chica... La que has liado, pollito.

💥 ¡¡¡ATENCIÓN!!! 💥

Bueno, pues como a mí me gusta jugar... juguemos un poco 🙈
Os voy a dar a elegir dos opciones sobre  lo que puede suceder a continuación. Quiero saber cuál de las dos opciones preferís. (Ojo, esto no significa que lo opción más votado vaya a suceder, pero os escucho queridos, os escucho).

👍🏻 1. Olivia no se da por vencida y vuelve a seguir a Cameron para poder disculparse como es debido.

👍🏻 2. Olivia se sube a un taxi y regresa a la ciudad, dándolo todo por perdido con Cameron.

Veamos lo que opináis 💃🏼💃🏼💃🏼💃🏼

DEDICATORIA:
La dedicatoria de esta semana va a una lectora adorable, educada y especial como pocas. Lleva mucho tiempo conmigo y siempre me brinda buenas y amables palabras.

Selroma963

¡Muchas gracias por todo, Sel! Cuando me siento mal por algo o me agobio con el capítulo, tú, lejos de presionarme, siempre me animas a tomarme el tiempo necesario. Siempre me tranquilizas diciéndome que las verdaderas lectoras me van a esperar el tiempo que sea necesario. Quería agradeceré esos gestos que te convierten en alguien especial para mí ♥️
De verdad, mi gratitud es infinita contigo 🌷

💓🤓LECTORA DE LA SEMANA🤓💓

Bien. Como ya sabéis, me gusta premiar a esas personas que comentan mucho, pero que mucho, mucho en mi historia. Esta semana he tenido súper claro para quién iba a ser este premio, porque ha comentado el capítulo, el libro entero y hasta la primera parte. (Y eso que ya la había leído y comentado anteriormente) 🌷

MayBraEs211994

Mi presidenta del TeamTyler. La que nunca pierde la fe y la esperanza en nuestro querido Tyler, un idiota encantador ♥️
Sé que piensas que no te tengo especial estima, pero no puedes estar más equivocada. A pesar de nuestras diferencias y rifirrafes en el grupo de WhatsApp, te aprecio muchísimo y perderte como lectora me dolería en el alma. No porque comentes mucho, siempre me leas y seas una lectora activa en todos los grupos, que también. Pero realmente me dolería perderte, porque aunque tú no lo creas te haces querer. Me has hecho reír muchas veces y admiro tu aguante estoico hasta qué Tyler regrese.
Gracias por estar ahí, apoyarme y animarme siempre a seguir adelante ♥️😘

No me voy sin felicitar antes a Kenia Rondon por su cumpleaños 🎂🥳🥳
Muchas felicidades preciosa 🎉

Pd: Las pijas también son felices, pero a veces, cuando ven fantasmas dónde no los hay... parece que la felicidad se convierte en una meta inalcanzable.

¡Besos súper hiper mega gigantes!
Nos vemos en la próxima actualización
😘😘😘
Sarhanda

♥️RECUERDA UNIRTE AL GRUPO DE FACEBOOK♥️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top