27. Olivia - Playa a medianoche
—¡Pollito! ¡Olivia! —Cody nos sorprende justo cuando llegamos a la casa de Cameron.
Gracias a Dios, la casa de Cameron no queda lejos de la que alquilamos.
El amigo repara inmediatamente en nuestras manos entrelazadas, aunque no hace ningún comentario al respecto, cosa que agradezco.
—Ya terminamos de grabar por hoy —le responde Cam acercándose un poco a su oreja, porque la música que proviene del jardín suena a todo volumen—. Oye, Cody. Necesito que vayas a casa de Olivia a por su maleta. Hemos avisado a su amiga Grace para que sepa que alguien pasará a recogerla.
—¡Claro! —acepta él con entusiasmo y predisposición—. Yo todavía no he bebido nada, así que puedo conducir. Voy a por la llave de mi furgoneta y me acerco en un momento.
—Gracias, amigo —le agradece Cameron mientras que yo permanezco callada y no sé por qué avergonzada.
Supongo que todavía no me he hecho a la idea de que las personas que nos conocen nos vean paseando por ahí de la mano como si nada.
Tras despedirse de nosotros dos para ir a por su furgoneta, pasa junto a mí y me guiña un ojo sin que Cameron se percate del gesto. Entiendo que, con ese guiño, pretende decirme algo así como: "Ya era hora". Al menos eso es lo que interpreto yo.
Cameron y yo avanzamos adentrándonos en el jardín de la casa, y yo me quedo mirando todo con cara de alucine. Absolutamente todo el mundo está en la enorme piscina que hay en el centro del jardín. Han metido varios hinchables en el agua y de inmediato localizo a Yanira enfrascada en un minúsculo trikini blanco que contrasta con su piel oscura, subida en un gigantesco unicornio flotante, mientras salpica con los pies a unas chicas que gritan y se sumergen en el fondo de la piscina. En el aire flota un olor a alcohol, cloro y porro que tira para atrás.
Hago un barrido lento por todo el lugar y me sorprende la cantidad de personas que hay aquí. Son muchas más de las que había esta mañana frente a mi casa, cuando Cameron vino a recogerme. ¿De dónde han salido?
A un lado de la piscina han puesto un equipo de música a todo volumen y algunos bailan de forma desenfrenada, mientras beben de vasos rojos y ríen alegres. Todos parecen felices, perfectos y despreocupados. Las chicas llevan bikinis, trikinis o bañadores que parecen sacados de la última colección de Victoria Secret, mientras que ellos van todos descamisados, perfectamente bronceados y tatuados. Señor... ¡Qué torsos! Es como estar en el paraíso, pero una vez más me siento fuera de lugar. Miro mi blusa blanca, mis shorts y mis chanclas, y de pronto me siento incómoda entre tanta gente perfecta. Yo no llevo ropa de baño sexy y como mucho me he traído un bikini rosa muy sencillito que debe de estar arrugado en mi maleta, porque no pensé en la probabilidad de venir aquí a bañarme. Me muevo nerviosa, tratando de ocultarme un poco detrás de Cameron según avanzamos entre la gente. Pasamos junto a dos chicas que parecen sacadas de algún videoclip de Maluma y las dos se quedan mirando a Cameron con ojos golosos. Una de ellas está bronceadísima, como si hubiese pasado todo el verano en el caribe, y la otra luce unos tatuajes espectaculares tanto en el pecho como en los muslos. Las dos son preciosas.
Me pregunto si uno de los requisitos para estar aquí es estar superbueno. Apuesto a que sí.
Un chico moreno y al que no conozco de nada, llega corriendo hasta nosotros y nos extiende dos vasos rojos. Cameron y yo nos soltamos las manos y tomamos los vasos que nos ofrece el muchacho. Olfateo el contenido del vaso que me ha entregado y arrugo la nariz cuando identifico el fuerte olor a alcohol que desprende. Huele a ginebra. No es vodka azul, pero no me voy a poner exquisita a estas alturas, porque me viene de maravilla un poco de anestésico. Cualquier cosa con tal de sentir que encajo un poco más en este sitio, en el mundo de Cameron.
—¡Hey, pollito! ¡Al fin te dignas en aparecer! —exclama el joven, pasando su brazo por encima de los hombros de Cameron—. Nos estamos quedando sin birras, amigo.
Cameron se encoge ligeramente de hombros.
—Dile a Alan que vaya a comprar.
Los labios del chico moreno se contraen.
—¿Alan? ¿Ese Alan? —pregunta señalando a un lado del jardín.
Los dos giramos la cabeza en la misma dirección y vemos a Alan besándose con dos chicas sobre uno de los sofás de mimbre que hay en el porche de la casa. Él está sentado en el medio y las dos chicas pegadas a él, una a cada lado. Primero besa a una rubia explosiva con las piernas kilométricas mientras que ella le acaricia el pecho con sus uñas aparentemente postizas y con dibujos psicodélicos de colores fluorescentes. Después, Alan se vuelve hacia la otra, que es una chica pelirroja con el pelo largo y rizado, para chupar sus labios mientras que, con una de sus manos, sigue acariciando la pierna de la rubia que aprieta su cuerpo un poco más al él, como queriendo reclamarlo de vuelta.
¿Es en serio? ¡Qué asco!
No puedo evitar hacer una mueca de disgusto. Alan es un buen tipo, pero creo que se excede en el vicio por el sexo femenino.
—¡¿A que es un campeón?! —exclama el chico que nos acompaña mientras sonríe y le da un par de palmaditas a Cam en el hombro.
¿Campeón? ¡Uy, sí! ¡Menudo campeón! Hagámosle un monumento a este "campeón" por enrollarse con dos chicas a la vez. ¡Qué gran mérito!
Pongo los ojos en blanco, aunque nadie me esté mirando.
Cameron bebe de su vaso hasta apurar la última gota de alcohol, a continuación, arruga el vaso de plástico entre sus dedos y lo lanza con fuerza contra Alan. El vasito maltrecho, choca con el pecho de su amigo y cae entre sus piernas hasta parar junto a uno de sus zapatos.
—¡Eh, tú! ¡Maldito pervertido! ¡Deja tus guarrerías para otro momento! —le recrimina Cam.
Alan deja de besar a la pelirroja, mira el vaso a sus pies y luego levanta la vista hasta encontrarse con los ojos molestos de Cameron.
—¡Envidioso! —le responde Alan, levantando su mano y mostrándole el dedo corazón.
Cameron lo fulmina con la mirada y se deshace del brazo del moreno, que se larga de allí como si la cosa ya no fuese de su interés.
—¡Tú! —Lo señala con el dedo índice—. Deja tus tríos para otro momento y mueve el puto a culo hasta la tienda para compra cervezas, que ya no quedan.
—¿Qué? ¿No puede ir otro? Yo estoy ocupado, pollito. ¿Es que no lo ves? —gruñe Alan señalando a las dos chicas despampanantes que lo acompañan.
—Nadie puede ir.
—Díselo a Cody.
—Cody se ha ido a por la maleta de Olivia.
Alan frunce los labios apesadumbrado.
—Pues dile que de regreso se pase por la tienda, tronco.
Cameron se acerca al sillón hasta estar frente a su amigo y se cruza de brazos.
—Selena, María, ¿os importaría dejarme a solas con mi amigo un momento? —solicita a las dos chicas.
La rubia refunfuña y la pelirroja resopla, pero ambas obedecen y Alan pone los ojos en blanco con resignación.
—¡Oh, vamos, colega! Me ha costado una eternidad convencerlas para esto —protesta haciendo un puchero infantil.
—Qué lástima —responde Cameron recogiendo el vaso arrugado del suelo y tirándolo a un cubo de basura que hay al lado del sofá.
—Prometían ser el mejor polvo de mi vida.
El comentario arranca una carcajada fuerte a Cameron.
—A ti todas te parecen el polvo de tu vida.
—Míralas, tío... Por Dios, míralas —murmura Alan con los brazos extendidos hacia las dos muchachas que se alejan contoneándose, mientras que la pelirroja le lanza sensualmente un beso con la mano y él fue atraparlo en el aire—. Son dos putos ángeles. ¡Dos putos ángeles, Cameron! Y yo tenía un pase vip esta noche a ese paraíso, amigo. Me las iba a follar a las dos. A Selena piernas de infarto y María la fuego salvaje. Claro que me las he follado a las dos antes, pero nunca juntas.
Cameron le pega una colleja a su amigo, que inmediatamente contrae la cara con dolor.
—¡Ouch! ¿Por qué me pegas? —protesta sorprendido y levanta la vista.
—¡Cállate, imbécil! ¿No ves que está Olivia aquí?
Alan me lanza una mirada fugaz.
—Ya... ya la veo... ¿Y qué quieres que haga? ¿Esperas que le diga cosas a ella también? Puedo hacerlo. Los piropos son lo mío y ya sabes que pienso que está buenísima —comenta Alan con una sonrisa burlona—. Hola Olivia. Ya le dije una vez a Cameron que tus tetas debían ser preciosas, porque se pueden apreciar incluso a través de esa blusa blanca que llevas puesta ahora mismo. Daría un riñón por ver esos preciosos melones redonditos y bien puestos que te gastas y...
Otra colleja mucho más violenta que la anterior, le llega a Alan por sorpresa, provocando que de un respingo sobre el sofá. Mi cara arde por la vergüenza e inmediatamente me cubro los pechos con un brazo, como si la blusa que llevo puesta ya no fuese suficiente tela para taparme. No es una blusa provocativa ni mucho menos. De hecho, no es que deje mucha piel expuesta, pero sí se ciñe bastante a mi cuerpo y ahora Alan ha logrado que me sienta desnuda con ella.
—¡Joder! ¿Pero qué coño te pasa? —se queja Alan llevándose una mano a la parte trasera de su cabeza y frunce el ceño en dirección a su amigo.
—¡Cierra el puto pico! —le ordena Cameron visiblemente tenso.
—Pero si le estoy diciendo cosas a ella también...
La mandíbula de Cameron se convierte en piedra.
—Alan, tío, vuelve a hacer alusión a cualquier parte de su anatomía y te juro que te tragas los dientes uno a uno.
Hay una pausa en la que los dos se quedan mirándose en silencio un instante, siendo la música de Martin Garrix lo único que se escucha de fondo.
—¿Sabes qué? Me voy a por esa maldita cerveza —interviene Alan rompiendo el incómodo silencio y poniéndose en pie—, porque desde que estas enamorado no hay quien te aguante, capullo.
Cameron arruga la frente.
—¿A qué ha venido eso? —pregunta de inmediato con la voz crispada.
—Viene a que necesitas descargar urgentemente el pajarito, colega —responde señalándole la entrepierna a Cam—. Desde que estás en abstinencia por ella, no hay quien te aguante. Y sí, sé que todavía no te has acostado con Olivia por ese carácter agriado que te gastas. Las descargas son buenas, tronco —Mi piel hierve por la vergüenza—. Por lo menos espero que me pagues las cervezas luego —añade mientras se dirige hacia la verja principal de la casa.
Inmóvil, le pego un buen trago a mi bebida, tratando de contener la necesidad imperiosa de salir corriendo hasta la piscina, tirarme al agua con una piedra atada a los pies y no volver a la superficie nunca más. En este momento la ginebra me sabe a gloria bendita.
—Por favor, perdona a Alan —se disculpa Cameron notablemente abochornado—. Es un buen tipo, pero no sabe cerrar la boca ni bajo el agua.
Me encojo de hombros como si no tuviese importancia, aunque la verdad es que sí que me incomodó bastante con sus comentarios, especialmente con el que hacía alusión a mis pechos, pero no quiero que Cameron se sienta mal. No es culpa suya tener un amigo bocazas. Las mías también lo son, aunque en otro sentido.
—No te preocupes, no pasa nada.
Cameron analiza mi cara como si tratase de averiguar si de verdad le estoy restando importancia al suceso con Alan y finalmente me sonríe con dulzura.
—Bueno, me voy a ir a duchar y a cambiarme de ropa. ¿Crees que estarás bien por aquí? —comenta echando un vistazo rápido a nuestro alrededor.
La tensión cala mis huesos en profundidad, pero asiento con la cabeza. La verdad es que no me apetece nada estar en esta fiesta en la que no conozco a nadie y dónde desentono tanto, pero no quiero que Cameron se preocupe por mí.
—Vuelvo enseguida —anuncia—. Si quieres tómate algo o date una vuelta por la casa. Siéntete libre.
—Claro.
Dicho esto, se marcha y me deja sola. Decido acabarme la ginebra de mi vaso de un trago, mientras arrugo toda la cara en un gesto de asco.
¿He dicho que sabía a gloria? Pues es mentira. Sabe a rayos. ¿A quién diablos le puede gustar esto a palo seco? Todavía si fuese acompañado de un poco de limón o soda, podría tener un pase.
Decido acercarme a servirme algo que esté más bueno que lo que acabo de tomarme, y tras revisar las mesas y las neveras de hielo dispuestas junto a las piscinas, descubro que todo lo que hay aquí es cerveza, ginebra y wiskhy. Nada de soda, nada de cola o de refrescos en general. No es lo que yo bebería, desde luego que no, pero ahora mismo necesito un trago para encajar un poco más en esta mierda. Me sirvo otro poco de ginebra en el vaso y me doy una vuelta por el jardín sorteando a las personas en silencio. Todos bailan fenomenal.
«¡Pues claro que bailan fenomenal! ¡Son bailarines, estúpida!», me digo mientras me doy una bofetada mental.
Me escondo detrás de un grupo de chicos que bailan juntos, con una gracia innata propia de unos profesionales del baile. Ellos mueven los brazos arriba y abajo, y ellas giran al ritmo de la canción. Entonces escucho la inconfundible voz irritante de Yanira en alguna parte no muy lejana de aquí. Ojeo por detrás de uno de los chicos que baila y la diviso sentada en el borde de la piscina con dos o tres chicas más. Una de ellas llega cargada de latas de cerveza y se las entrega a las demás.
Me escondo detrás de una columna más próxima a ellas y trato de concentrarme en escuchar atentamente la conversación que mantienen desde mi nuevo posición o escondite.
—Entonces, ¿lo tuyo con Cam cómo va? —pregunta una de las chicas que lleva el pelo recogido en un moño alto y bien estirado.
—La vieja que os conté lo tiene confundido —responde ella, alzando la anilla de su lata de cerveza para abrirla.
¿Vieja? ¿Qué vieja?
«¡Hola, vieja!», me saluda mi subconsciente.
—¿La chica con la que apareció en Ritmos de Berga? —pregunta ahora otra de las chicas que lleva unas gafas de sol enormes y oscuras.
—Esa misma —contesta Yanira dándole un trago a su lata de cerveza—. ¿Os lo podéis creer? Prefiere a esa vieja sosa y estirada, antes que una Diosa caliente y joven como yo. Seguro que esa está llena de celulitis y estrías. Apuesto a que cuando la vea desnuda ni se le pone dura.
—¡Gatillazo! —grita la de las gafas y las risotadas lo abarcan todo entre ellas.
—¡Qué poco gusto! —exclama una de las chicas negando con la cabeza.
La sangre me empieza a hervir por las venas. La verdad es que sí que tengo menos gracia para el baile que todas ellas y no soy tan alta, esbelta o jovencita, puede que incluso tenga algo de celulitis, pero tengo mis encantos, ¿ok? No necesito ir con un bikini hortera y llamativo por la vida para resaltar mis atributos físicos, porque lo mío es todo natural. Nada de bótox, plástico o silicona. Todo lo que hay en mí lo traigo de serie.
Yanira se echa a reír con malicia mientras mueve los pies dentro del agua antes de volver a la carga con sus comentarios despectivos.
—¿Y se creerá ella que es digna de un chico como Cameron? ¿Es que acaso no se ha visto? ¡Por el amor de Dios! ¡Si no pegan ni con cola! Yo creo que en su casa no debe tener espejos. Él es espectacular, sexy, atractivo, potente, baila como Dios y ella... no sé ni cómo describirla la verdad —comenta haciendo un gesto desdeñoso con la mano—, porque no se puede ser más patética y fea.
"Patética y fea", dos palabras que se quedan resonando en mi cabeza como el eco de un grito tras una montaña.
Todas las chicas se ríen por su comunario y a mí me entran unas ganas horribles de salir de detrás de la columna y patearle el culo a esa aspirante barata a Naomi Campbell con nariz y pómulos operados.
—Tú eres mil veces más bonita que ella —le asegura ahora la chica de las gafas grandes.
—Claro que lo es —añade la del moño alto—. No es comparable una burra con una yegua.
Nuevamente todas ríen y otras aplauden.
—Cameron se acabará cansando de ella. Ya sabes que él no es un chico estable para las relaciones —comenta esta vez una de las muchachas que no ha abierto la boca en todo el rato, mientras salta a la piscina—. Cuando consiga lo que quiere de ella, la abandonará como al resto y entonces se dará cuenta de que tú eres mil veces mejor.
Trago saliva y por un instante dejo de respirar. De algún modo, esas palabras cargadas de desprecio y malicia logran calarme. Siento que me duele el corazón. La opresión que siento en mi caja torácica tiene ahora forma de nudo aniquilante, que amenaza con romperme en mil pedazos mientras aplasto mi espalda contra la columna. Me permito cerrar los ojos un instante, para contener las lágrimas que amenazan con salir en cualquier momento a flote.
¿Por qué me siento tan mal? ¿Por qué me siento así? No han dicho nada que yo no sepa ya. Cameron es un Atractivo Cabrón mujeriego... no es ningún secreto, pero conmigo es amable y cariñoso. ¿Será distinto conmigo? ¿He pensado en algún momento que lo sería? No debería ser tan ingenua.
¿Soy fea? No lo creo.
¿Soy patética? Un poco, para qué negarlo.
Un malestar abrasador me sube desde el cuello al recordar las palabras de esa chica: «Cuando consiga lo que quiere de ella, la abandonará como al resto».
¿Soy como el resto? Él me ha dejado claro que no lo soy, pero...
La inseguridad me alcanza con la furia de un vendaval.
No, Cameron no será diferente conmigo. Es ridículo creer que yo podré cambiarlo y menos con toda su inexperiencia y juventud. La inseguridad y la derrota hacen mella en mí, y una vaga sensación de desilusión me inunda. Tengo ganas de llorar, pero parpadeo unas cuantas veces para mantener las lágrimas a raya.
Me alejo un poco de allí y me bebo toda la ginebra de mi vaso, para terminar abandonando el recipiente sobre una mesa. Ya no quiero seguir escuchando a esas víboras despellejándome. Me hacen sentir estúpida, porque ni siquiera tengo el valor de enfrentarlas ahora mismo. No me encuentro con el ánimo y la seguridad de contradecirlas.
Pasan unos quince minutos en los que permanezco en una esquina del jardín totalmente escondida del mundo, hasta que siento una mano posarse en mi hombro. Estoy sentada sobre el césped, así que levanto la vista y veo a Cameron dedicándome una sonrisa reluciente.
Como no podía ser de otra manera, está guapo. Joder, él siempre está guapo. Se sienta a mi lado y choca deliberadamente su hombro contra el mío.
—¿Qué haces aquí tan sola, rubia?
Suspiro antes de contestar.
—Necesitaba un poco de soledad.
Cameron asiente y se queda en silencio a mi lado observando a la gente que ha empezado a formar un corrillo en el jardín para bailar. Todos aplauden, chillan, saltan, cantan... parecen pasárselo pipa. Por un momento, pienso que Cameron debería estar allí, pasándoselo bien con el resto de sus amigos y compañeros, y no quedarse aquí, con la "vieja amargada", la asaltacunas, la fea, la patética...
Lo sé, me estoy haciendo la vístima.
Al cabo de un rato, pregunto con calma: —¿Por qué no vas a divertirte un rato?
Él me observa detenidamente durante unos segundos. Poco a poco, su expresión seria se transforma y una sonrisa eleva las comisuras de sus labios.
—Sólo iré si vienes a divertirte conmigo —dice tirando de mi brazo.
La boca se me queda seca al instante.
¡Ay, Dios! Esa es la peor idea del mundo. Es pésima. Terrible. ¿Cuándo va a entender que yo no sé bailar?
—¿Qué? ¡No! Yo no... —Niego con la cabeza y me resisto a levantarme del suelo.
—¿Cómo que tú no? ¡Vamos, rubia! ¡Estamos en una fiesta! ¡Todo el mundo tiene que divertirse! —exclama volviendo a tirar de mi brazo.
Sigo forcejeando con él para quedarme anclada al maldito suelo.
—En una fiesta de bailarines donde todo el mundo sabe bailar, Cameron. —Mi voz sale brusca. Suelta mi brazo y se me queda mirando de pie un buen rato hasta que aparto mi mirada.
—Hemos ensayado bastante —dice al fin—. Sólo tienes que poner en práctica lo que has aprendido en estos meses.
Me río débilmente y me pongo en pie yo también, sacudiendo mis manos de tierra y hierbajos. No quiero ser descortés, pero la verdad es que no pienso bailar ahí ni loca.
—No me apetece, pero si insistes puedo acercarme a verte bailar, ¿sí? —le ofrezco con la esperanza de que esa propuesta le parezca suficiente por el momento.
Cameron no parece muy convencido, pero asiente y eso me basta. Mi inquietud va creciendo a medida que nos acercamos al enorme grupo de chicos y chicas. Todos están formando un círculo y en el centro hay una pareja bailando.
Exhalo un suspiro tembloroso cuando veo que todos se alegran enormemente de ver a Cameron. Todos lo vitorean y una chica se apresura a quitarle la camiseta... como no. Ningún chico lleva puesta la camiseta aquí. La muchacha agita la prenda por los aires y luego la lanza a un lado sobre el suelo de terrazo.
Tímidamente me recoloco por detrás de unos chicos que no son tan altos y me asomo de puntillas para ver lo que sucede en el centro del círculo.
Cameron ha empezado a bailar con un chico alto y moreno, que creo recordar que me lo presentó el día que vino a recogerme a casa, pero no recuerdo su nombre ahora mismo. ¿Eran Ken? Creo que sí.
Los dos bailan sincronizados, uno al lado del otro. Verlos moverse es todo un espectáculo para la vista y parece que todo el grupo enloquece con los dos cuando llega el estribillo de la canción sensual y rítmica que suena a toda potencia. Decido aplaudir como hace la gran mayoría para animarlos a seguir bailando.
Llega una parte más lenta de la canción y los dos descienden lentamente con movimientos tan sugerentes que sólo te invitan a pensar las cosas más pervertidas que uno pueda imaginar.
¡Oh, Dios mío! El chico moreno baila realmente bien, pero los movimientos de Cam definitivamente no son de este mundo. Todo lo que hace resulta tan hipnótico que nubla los movimientos del moreno. Mi mirada se desplaza sobre su pecho desnudo y su tatuaje. No hay forma de negarlo: ese pecho es rotundamente espectacular y esculpido por los mismísimos Dioses. No puede gustarme más... y creo que a las demás les pasa exactamente lo mismo.
De pronto, la veo a ella al otro lado del círculo. Los ojos de Yanira se encuentran con los míos y esboza una sonrisa extraña y diabólica, ladeando la cabeza ligeramente a un lado. La veo escupir una palabra por lo bajo, moviendo sus labios gruesos, pero que igualmente logro entender, aunque no la pueda oír con la música y el griterío que hay aquí.
"Observa", eso me acaba de decir.
La chica se desliza hacia el centro del círculo con la elegancia y sigilo de una pantera negra. Es estúpida, engreída y egocéntrica, pero lo cierto es que es muy atractiva, las cosas como son. Sé lo que pretende y sé que no me va a gustar lo que voy a ver, así que medito brevemente sobre la posibilidad de volver a alejarme del grupo y sentarme de nuevo en una esquina del jardín, alejada del barullo, pero varias personas se han colocado detrás de mí y no me dejan salir de ahí. Estoy atrapada en el maldito círculo.
Yanira parece divertirse mucho con mi cara descompuesta, porque esboza una sonrisa perversa y luego me mira de arriba a abajo con desprecio, haciéndome sentir un cero a la izquierda.
Vale, puede que ahora también me sienta fea. A la mierda la autoestima.
El pelo largo y rizado de Yanira vuela por delante de todo el mundo mientras da una vuelta espectacular y erótica, y se coloca frente a Cameron exudando sensualidad por cada poro de su tez oscura.
¿Cómo coño ha hecho eso? ¿Como una persona puede mover la cadera de esa manera sin dislocarse?
Su mirada hacia él es feroz y ansiosa, y no duda en levantar el dedo índice en su dirección y hacerle un gesto para que se acerque más a ella. Lo reclama. Lo está demandando. Sólo falta que le orine encima y lo marque como si fuese una perra en celo.
Todos se vuelven locos con el gesto... todos menos yo, claro. Yo lo que quiero es arrancarle el maldito dedo de cuajo y dárselo de comer a las pirañas.
Yanira empieza a moverse de forma provocativa y Cameron le sigue la corriente pidiendo a todos que hagan palmas. Por supuesto, el grupo obedece.
Bailan demasiado bien, demasiado bonito, demasiado sensual, demasiado todo... son tan perfectos juntos que parece que nacieron para esto.
Todos empiezan a gritar de forma insana cuando él la sujeta firmemente por las caderas y ella se reclina hacia atrás como una contorsionista, hasta que su melena toca el suelo. Cameron posa su mano abierta sobre su pecho y traza una línea recta hasta su vientre, mientras que ella se incorpora lentamente y levanta una pierna para rodear con ella la cintura de Cameron. Ambos están tan pegados que parecen haberse fundido en uno solo. Los contoneos continúan, las caderas chocan, se rozan mutuamente, se pegan, se separan, se tocan, se miran, se seducen y cuando Yanira le frota vulgarmente el trasero a Cameron, siento que ya no lo soporto más. Mi boca cae abierta por el asombro y la indignación, así que me obligo a apartar la vista a un lado para no ponerme a llorar ahí mismo. Prácticamente me hago pedazos por el dolor. Ellos dos parecen hechos de la misma pasta y juntos, son lo que yo jamás seré con Cameron. Son sensualidad y fuerza combinados de forma exquisita y equilibrada. Son magníficos y todo el mundo parece estar de acuerdo con eso. Lo son... ellos son espectaculares.
Mis manos se enredan en mi pelo y siento como el fracaso y la derrota me golpean con violencia, al entender que yo jamás llegaré a encajar con él de la misma forma en la que lo hace Yanira. Por mucho que Cameron me guste y por mucho que despierte cosas en mí que llevaba años sin sentir, él no es para mí.
¡Necesito salir de aquí!
Doy un paso atrás y choco de espaldas con una chica bajita que maldice cuando piso sus pies descalzos.
—¡Perdón! —me disculpo reculando de forma torpe y tropezando con algunas personas más que me miran extrañados.
Creo que incluso llego a escuchar las risas de Yanira, pero no me atrevo a mirar en su dirección.
Rodeo el jardín a toda prisa y encuentro una pequeña valla metálica con una puerta. Al abrirla me doy cuenta de que accede a la playa privada de la casa y rápidamente me pongo a andar por la arena, acercándome a la orilla del mar. Las primeras lágrimas han comenzado a rodarme por las mejillas y otras nuevas empiezan a formarse en mis ojos. Respiro hondo y me abrazo a mí misma, observando el océano oscuro en medio de la noche. El vaivén de las olas logra apaciguar un poco mi malestar y la brisa fresca me abraza con suavidad. A mis fosas nasales llega el inconfundible y agradable olor a salitre.
—¡Olivia! —Oigo la voz de Cameron a lo lejos que me llama desconcertado.
Tengo que obligarme a cerrar los ojos, porque me niego a darme la vuelta y que me vea así de afectada.
¡Mierda! No quiero que me vea llorando, pero el llanto no cesa. Me enjugo rápidamente las lágrimas que se me escapan y él vuelve a gritar mi nombre en mitad de la noche.
Oigo sus pasos hundiéndose en la arena y aproximándose a mí. Cuando llega a mi lado, le echo un vistazo rápido y veo que está ligeramente empapado en sudor y que lleva la camiseta en una mano. Alza una mano para tocarme, pero me retiro inmediatamente antes de que lo logre.
—¿Qué sucede? ¿Estás llorando? —pregunta.
Cameron me mira con una profunda preocupación grabada en su rostro.
—No —miento girando la cabeza hacia el otro lado y la brisa del mar hace que mi pelo ondee hacia atrás.
Las lágrimas escuecen en mis ojos y trato de respirar entre sollozos, pero me cuesta y acabo dejando escapar un suspiro tembloroso de mi boca.
—Olivia, por favor, dime qué te sucede —suplica—. ¿He hecho algo mal?
Su pregunta me causa risa, una risa histérica, aunque todo esto no tiene gracia alguna. Me paso los dedos por el pelo como si quisiese arrancármelo y cruzo fugazmente una mirada con él.
—Qué va, Cameron. Todo está bien así —digo reanudando la marcha y metiendo los pies en el agua fría y burbujeante de las olas del mar.
Cameron me sigue.
—Habla conmigo —me pide—. Por favor, dime qué te sucede.
—No tengo nada que decir —le espeto.
—¿Por qué eres tan terca? ¿Es por el baile? ¿Es por Yanira?
Me detengo de golpe y clavo la mirada en el suelo para que no vea el dolor que hay en mis ojos, pero rápidamente se coloca frente a mí, deja la camiseta en el suelo y siento sus manos rodeando mi barbilla, obligándome a sostenerle la mirada.
—Solo es baile —asegura en un tono excesivamente dulce para un momento tan amargo como éste.
—Para ella no lo es —contesto rápidamente.
—Pues entonces el problema lo tiene ella. Es mi pareja de baile en el trabajo y eso es lo que solemos hacer en el Night Affair todos los fines de semana.
—¡Oh, genial! ¡Eso ya me tranquiliza! Si eso es lo que normalmente hacéis, pues todo está bien —Cameron sonríe con una de esas sonrisas suyas tan arrebatadoras que debería pensar en patentarla urgentemente—. ¿De qué te ríes? No es gracioso, Cam —protesto empujándole de los hombros, lo que causa que suelte una sonora risotada.
Me molesta mucho que se ría en un momento así, por muy bonita que sea su sonrisa.
—¡Claro que lo es! Estás celosa por una chica que no te hace ni sombra.
Su comentario me reconforta y mi corazón brinca en mi pecho al escucharle decir eso, pero estoy demasiado molesta como para rendirme tan fácilmente.
—¡Me llamó vieja! —replico un tanto alterada.
Se me queda mirando fijamente durante unos segundos, percibo cierto temblor en su boca y a continuación, sin yo esperarlo, estalla en carcajadas.
¿Pero qué...? ¿Estamos en el club del chiste o qué?
—¡No tiene gracia, Cameron! —me quejo otra vez un tanto molesta por su reacción.
—Pues a mí me resulta muy gracioso. ¿Te has puesto así sólo por eso?
—¡Oh! ¡Que te den! —expreso alzando las manos al aire y sacudiéndolas con rabia. Estoy demasiado furiosa ahora mismo.
Me giro para volver a andar, pero sus brazos me rodean por detrás al instante, como si ya supiese cual iba a ser mi reacción o mi próximo movimiento.
—¿A dónde crees que vas, vieja? —pregunta con un deje burlón en su voz.
Lo que me faltaba. Un suspiro pesado brota de mi garganta.
—No le veo el chiste, Cameron. —Me revuelvo entre sus brazos, pero él me estrecha con más fuerza y no me permite deshacerme de él.
—A ver, ¿qué más te dijo la bruja de Yani? —Su voz aterciopelada me hace cosquillas en la oreja. No debería gustarme, pero me gusta y me molesta que me esté gustando cuando quiero estar molesta con él—. Cuéntamelo, que quiero saberlo —añade.
Sólo de pensar en la conversación de esa tipeja con sus amigas me pongo enferma.
—Me llamó fea, celulítica, patética y también dijo que seguramente cuando me vieses desnuda, no se te iba a poner dura. —Todo sale de un disparo de mi boca.
Mi estómago se pone rígido al recordar esas palabras, pero Cameron no dice nada. Hay unos segundos de silencio y finalmente lo oigo reír a mandíbula batiente junto a mi oreja. Suelta carcajadas profundas y roncas que logran desconcertarme.
Me revuelvo con fuerza para verle la cara y, aunque afloja sus brazos alrededor de mi cuerpo, no me suelta.
Trago saliva mientras me pierdo en esos increíbles ojos marrones que me miran ahora a escasos centímetros de distancia. La luz de la luna hace que brillen de una forma incandescente y maravillosa.
—Dijo que te cansarías de mí. Dijo que no pegábamos ni con cola y que tarde o temprano tú te cansarías de mí y que...
Cameron ahoga mi última palabra con sus labios. Toda mi alma se retuerce de forma violenta al sentir su beso cálido y cariñoso sobre mi boca. Si los besos hablasen, este estaría diciendo: "Tú lo eres todo para mí. Fin de la conversación".
Qué bonito es que te callen con un beso. Esto es justo lo que necesitaba.
Todos mis miedos y dudas desaparecen cuando nuestras lenguas chocan con suavidad y se enredan la una con la otra, fundiéndose entre sí con una intimidad más profunda y dulce.
Mis manos escapan a mi control y se elevan para pasar por detrás de su cuello, entrelazando mis dedos allí. Lo atraigo más a mí y él aprieta con fuerza mis caderas, reclamando mi cuerpo junto al suyo.
¡Dios, qué beso y qué momento! ¡Super momentazo!
Vieja 1 - Pantera negra y sensual 0
La carne se me pone de gallina cuando hunde su lengua dentro de mi boca hasta dejarme sin aliento. Me fascina su increíble y arrollador sabor, y puedo sentir su deseo sin filtros ni trabas. Cada roce de su lengua contra la mía disipa una de las tantas dudas que revoloteaban hace unos instantes en mi cabeza y hacen que me sienta un poco tonta por haberme dejado llevar por mis inseguridades. Siento un pequeño ramalazo de remordimiento por eso, pero desaparece en seguida porque Cameron logra que lo olvide todo, hasta de mi nombre.
El beso se va transformando poco a poco en algo más pasional y nuestras respiraciones se vuelven más profundas.
Al final, Cameron es el primero en apartarse, lo que permite que los dos podamos volver a llenar nuestros pulmones de aire urgentemente.
Sin venir a cuento, esboza una sonrisa reluciente y se desabrocha los pantalones. Mis ojos caen automáticamente a sus pies, justo donde están ahora sus pantalones. Se los quita de dos patadas y se queda únicamente con un bóxer negro.
—¡Qué haces? —pregunto tan descolocada que no puedo dejar de parpadear.
—Nos vamos a bañar —responde tirando de mi mano por sorpresa.
—¿Qué? Oye no, yo no me pienso bañar —protesto.
Cameron suelta mi mano y entra al agua dando saltos como un niño pequeño, hasta que el agua le cubre lo suficiente como para lanzarse de cabeza. Cuando vuelve a salir la superficie me mira sin haber perdido la sonrisa.
—¡Señora! ¡El agua está estupenda y le vendría muy bien para la circulación! —oigo que grita por encima del ruido de las olas del mar al romper en la orilla, justo donde yo permanezco de pie—. ¡Ya sabe usted que a cierta edad hay que cuidarse!
—¡Ja, ja... muy gracioso! ¡Olvídalo, Cam! ¡No pienso meterme ahí!
—¡Joder, vamos! ¡Haz una locura! No pienses tanto en las cosas y simplemente hazlo. —Vuelve a zambullirse en el agua un segundo.
—¡No sé, yo...no...!
—¡Venga! ¡Este momento no lo volveremos a vivir, rubia!
Echo un vistazo alrededor; no hay nadie en la playa. Estamos solos él y yo, y la playa a medianoche.
«¿Cómo es posible que de verdad me esté planteando meterme en el mar por la noche?», me pregunto.
Siempre he tenido un miedo atroz a eso de no ver lo que hay bajo el agua. Jamás en mi vida me he atrevido a meterme en el mar pasadas las siete de la tarde.
—Mierda —murmuro justo antes de deshacerme de mi blusa y dejarla junto al pantalón de Cameron. Me quito también los shorts y cuando corro hacia el agua, me detengo de golpe al sentir el agua helada trepando por todo mi cuerpo.
—¡Joder! ¡Está muy fría! —chillo paralizada por el agua a la altura de mi cintura.
Levanto los brazos por encima de mi cabeza y Cameron se ríe volviendo a meterse bajo el agua. El tío nada como pez en el agua. Yo sigo adentrándome poco a poco en el mar, hasta hacerme estremecer por completo con un escalofrío violento que me recorre de pies a cabeza. Pasan los segundos y Cameron no regresa a la superficie, dejándome con la única compañía del sonido de las olas que peinan la orilla una y otra vez. Miro alrededor un tanto preocupada, pero nada. Ni rastro.
—¿Cameron? —Mi voz tiembla por el frío, al igual que mis hombros.
Pasan unos segundos más, hasta que siento unas manos aferrarse a mis tobillos y suelto un chillido agudo. Cameron sale a la superficie muerto de la risa.
—¡Maldita sea! ¡Me has dado un susto de muerte! —grito salpicándole la cara con agua.
Cameron se ríe sin reparos y sacude su cabeza para quitarse el exceso de humedad del pelo. El gesto hace que me quede mirándolo como una idiota, mientras que nuestras rodillas se tocan bajo el agua y sin darme tiempo a nada, me agarra por la cintura y me atrae hacia él. Me ruborizo y siento que se me forma un nudo en la boca del estómago cuando mis piernas rodean sus caderas y mis dedos se hunden en sus bíceps para no hundirme, porque casi no hago pie, cosa que él sí.
Cameron desliza una de sus manos por mi espalda hasta enterrar los dedos en el pelo húmedo de mi nuca y con la otra sigue sujetándome por la cintura. Todo el frío que sentía hace un momento, se borra de un plumazo cundo caigo en la cuenta de que me está mirando los labios que me tiritan sin parar. Es un contraste extraño. Por dentro siento que estoy en llamas y por fuera me estoy congelando.
—Lo siento —susurro mientras que las olas del mar van meciendo nuestros cuerpos entrelazados bajo el agua—. Siento haberme ido así de tu casa y haberme enfadado. No quiero dudar de ti, pero ella dijo cosas tan feas que yo... yo... —Dejo la frase en el aire y el corazón se me encoge de lo embarazoso que me resulta tener que confesrale que he sido una estúpida celosa.
—Si pudieses por un segundo verte a través de mis ojos, entenderías que todos esos miedos son completamente absurdos. —Su voz es una caricia tranquilizadora en medio de la paz que nos rodea.
—Supongo...pero yo sólo... yo sólo...
Sí, yo sólo me siento como una idiota en estos momentos, aunque no se lo digo, claro está. Se supone que yo soy la adulta, la madura, la que debería estar por encima de la opinión de cuatro niñitas engreídas, pero no es así. Cameron es más joven que yo, pero admiro la cabeza que tiene para ciertas cosas. Podría haberse enfadado conmigo por ser tan cabezota y por haberme puesto así por una tontería, pero en cambio él se lo ha tomado con humor y le ha dado la vuelta a la tortilla de una manera asombrosa.
—Te deseo como no te haces una idea, Olivia —susurra haciéndome salir de mis pensamientos de golpe.
Me quedo estupefacta ante su declaración, sin saber qué decir a eso. Ni siquiera me he dado cuenta de que mi corazón ha empezado a latir a toda máquina. El agua sigue balandceando nuestros cuerpos y yo sólo deseo que el tiempo se detenga en este instante. Quiero quedarme aquí para siempre, así, con él... dejándonos llevar por la marea, aunque el agua se sienta como mil cuchillas cortándome la piel.
Cameron hace girar levemente sus caderas, de tal modo que su entrepierna coincida justo con la mía. Después empuja suavemente hacia adelante y siento su erección rozar el centro de mi deseo. Me quedo de piedra y abro los ojos de par en par.
¡Oh, Dios! ¡Oh! ¡OH! ¡OHHH!
Ahogo un ridículo gritito y Cameron me lanza una sonrisa torcida. En este momento no soy capaz de formular ni un solo pensamiento, aunque mi cerebro va a mil por hora.
—¿Creías que no me la ibas a poner dura? Y eso que todavía no estás del todo desnuda.
¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios!
Me río de forma errática, cierro los ojos y respiro hondo antes de volver a abarir los ojos.
De repente, advierto que sencillamente quiero sentir. Sentirlo a él, pero sentir, porque ahora mismo me siento muy viva... mucho más que en estos últimos cinco años.
Su mirada se derrite como el mismísimo caramelo y sin apenas darme cuenta, bajo mi cabeza y hago que nuestras bocas choquen en un suave beso. Primero le robo uno, luego dos, pasan a ser tres y en el cuarto beso no me despego de su boca. Separo los labios y siento la punta de su lengua rozarse con la mía.
Literalmente un millar de mariposas emprenden el vuelo en mi estómago de forma salvaje y escandalosa.
Me oigo gemir, pero Cameron se lo traga con otro beso mucho más rudo que los tímidos besitos que le he estado robando hace un momento. El deseo se enciende dentro de mi como una espiral que sube a toda mecha, especialmente cuando desliza su mano desde mi cuello, roza mi gargantilla con su incial colgando de mi cuello y se dirige hasta el cierre de mi sujetador, pero ahí se detiene, exactamente igual que el oxígeno en mis pulomnes.
¡Santa Virgen! ¿De verdad quiero que me lo quite? ¿Es lo que deseo? ¡Ay, Dios! ¿A quién quiero engañar? Pues claro que quiero que me lo quite, pero a la vez me muero de la vergüenza. Ya no sé si tiemblo por el frío, el miedo o el deseo. ¿Es posible temblar por las tres cosas? Parece ser que sí.
Mientras, su lengua me hace cosquillas en el labio inferior de una forma exageradamente sexy. Sus dedos siguen quietos sobre el cierre de mi sostén y cuando nos separamos para poder respirar y recobrar el aliento, apoyo mi frente en la suya y trago saliva con una dificultad demoledora. Tengo la respiración completamente entrecortada y todo mi cuerpo permanece ansioso e inquieto de más. Más de él. Más de Cameron.
Sus dedos juguetean alrededor del cierre y también me hace cosquillas con la yema de los dedos. Sus ojos me contemplan y su expresión revela una ferviente necesidad mientras acaricia con suavidad el pasador, esperando una indicación por mi parte.
—Hazlo —digo con la voz ahogada por el deseo.
Cameron obedece en silencio y al fin siento como la prenda cede con un movimiento rápido de sus dedos. Gimo cuando su mano pasa por mi costado, rozando mi piel con suavidad, y se desliza por debajo del sostén holgado, palpando mis senos con delicadeza. Lo miro, pero soy incapaz de sostenerle la mirada por mucho rato y menos cuando estamos tan próximos el uno del otro. Sus largos dedos rozan uno de mis pezones que se endurece de inmediato ante el tacto de su piel contra la mía.
—Madre mía, Oli—. Hay un punto de admiración en su tono de voz, cuando toda su mano cubre uno de mis pechos y veo que contiene la respiración, intentando controlarse o regularse.
¡Joder! ¡Qué erótico me parece que diga mi nombre en este momento!
Mientras que dejo que siga explorando mis pechos, bajo una de mis manos desde su nuca hasta su cara y acaricio la línea de su mentón. Su piel es áspera en esa zona, pero me encanta el tacto que tiene. Es perfecto.
Cameron suelta el aire poco a poco de su boca. Su respiración es lenta y superficial, la siento chocar contra mi boca mientras sigue tocando mis senos y juraría que también he sentido una sacudida potente allí abajo, en el fondo sur.
«¡Pues claro que la has sentido! ¡Ahora no vaya de inocente!», me recrimina el subconsciente.
Entonces deja caer su cabeza hacia adelante y se abre camino a besos entre mis pechos y mi garganta. Inconscientemente me arqueo contra él, deseando que no se detenga.
—Oli, yo no sé si esto es ir despacio o no, pero...
No le dejo terminar la frase. Vuelvo a sus labios y esta vez soy yo la que lo provoca. Sentir mi pecho desnudo pegado al suyo es una experiencia increíble y, automáticamente, una espiral de ardiente deseo desciende hacia mi vientre. Me perocupa haber perdido el control, pero ya no sé cómo frenar esto. Lo deseo tanto que ha empezado a doler físicamente.
Estoy perdida.
Un grito agudo y un silbido lo lejos, hace que nos separemos de golpe. Los dos miramos hacia la playa y vemos que varios chicos y chicas han saltando la valla que da a la playa desde la casa de Cameron. Todos corren hacia aquí entre risas y empujones.
—Mierda —murmuro con frustración mientras empiezo a pelearme con el sujetador que con mi nerviosismo no atiende a razones.
No tardo en entrar en pánico y maldecir nuevamente. Cameron se coloca rápido frente a mí, tapándome de los demás.
—Tranquila, no te van a ver. Yo te cubro. Date la vuelta y te lo vuelvo a abrochar —susurra.
Obedezco y rápidamente siento como la prenda presiona de nuevo mi piel, cuando tira de los dos extremos del cierre. Me sorprende que en medio de la oscuridad que nos rodea, tenga la agilidad de volverlo a abrochar.
—¡Cameron! —grita un chico que llega hasta nosotros y le hace una ahogadilla a Cam.
Los dos salpican mucha agua intentando ahogarse mutuamente. Dos chicas más llegan también hasta nosotros y empiezan a salpicarme de agua. No las conozco de nada, pero parece que quieren hacerme partícipe del juego, así que no dudo en hacer lo mismo.
Todos nos reímos, nadamos y más chicos llegan desde la casa a la playa privada. Me quedo observando a Cameron que parece tremendamente feliz mientras bromea con sus amigos y choca con ellos en un juego brusco, propio de hombres. Verle tan rebosante de alegría hace que no pueda dejar de sonreír y en ese momento, puedo asegurar que que yo también lo soy. Soy feliz.
Cameron me ha devuelto la felicidad que perdí hace años atrás y al fin, veo una esperanza al final del túnel. Supongo que la felicidad está en esas cosas que llegan de forma improvisada a tu vida, como cuando no las ves venir... y a Cameron, jamás lo vi venir.
¡Hola personitas!
❤️❤️❤️
🌚🌚🌚¡Oh, Dios!🌚🌚🌚
Éste es el capítulo más largo que he escrito jamás. Espero que su extensión y el tiempo que le he dedicado en escribirlo haya merecido la pena.
¿Creísteis que habría mambo Camlivia? ¿Cuántas lo creyeron? 👀👀👀
Representación gráfica de las Camlivia que deseaban mambo.
🖤LAS CAMLIVIA CUANDO LEEN QUE MÁS GENTE LLEGA A LA PLAYA🖤
¿De donde demonios salieron todas estas personas?
😅LA AUTORA😅
¡Ups!
Pues aunque no hubo mambo, la cosa se está calentando entre estos dos 🔥🔥🔥 ¿no?
Y seguimos subiendo por la rampa empinada de esta montaña rusa 🎢
Estamos en ese momento en el que miramos al ocupante del asiento de al lado, para comprobar si está tan aterrado como lo estamos nosotros
🤣🤣🤣🤣
⭐️¡¡¡VOTAMEEEEEE!!! No seáis fantasma, por favor. Me esfuerzo mucho en dar lo mejor y la única gran recompensa es recibir ese pequeño click a la estrellita 🙏🏻🙏🏻🙏🏻🙏🏻
⭐️COMENTA CUÁNTO QUIERAS. Esto lo dejo a tu elección, pero los comentarios son lo que más feliz me hace 😍
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DEDICATORIA:
El capítulo de hoy se lo quiero dedicar a una lectora de la que no sé mucho, pero que siempre llega e invade el capítulo de comentarios 😍😍😍😍
Igual no hemos interactuado mucho, pero quiero que sepas que te tengo presente y que me alegro mucho cuando veo que llegas al capítulo y te emocionas comentando ❤️
Nuca te lo he agradecido y creo que hoy ya te tocaba 🌷
@Felyss_28
¡Muchas gracias por tus votos y comentarios! Gracias por seguirme desde hace tiempo y no abandonarme jamás. Ojalá tuviese más lectoras como tú, te lo digo de corazón.
💖💖💖💖
💝 LECTOR DE LA SEMANA 💝
Para no perder la costumbre, esta semana también hay lector de la semana. Premio que concedo a los lectores que comentan MUCHO.
Virark
¡A mi rubia por excelencia! La doña, la diva y maravillosa Virch. Gracias por todo el apoyo que me brindas, porque va mucho más allá de simplemente la trama, el libro o los personajes. Gracias por los ánimos, las buenas palabras, los apoyos en las promociones de face y por ser tan excelente persona como eres. Yo no soy una persona muy cariñosa, pero quiero decirte que te aprecio como a pocos y que ya eres una de esas lectoras que pase lo que pase, jamás olvidaré 🌷🌟 Se te quiere y mucho.
Pd: Las pijas también son felices. Especialmente si Cam es el que invita.
Recuerda unirte al grupo de facebook para enterarte de todo.
🌹🌷🌹🌷🌹🌷🌹
¡Besotes de la autora más malvada!
Sarhanda 😈😈😈
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