17. Olivia - No pienso ser tu amiga

Estoy sentada frente a la mesa de mi despacho, revisando documentos para tenerlo todo listo, pues esta semana ya viene Sebastiao Pereira para la grabación de la campaña de relojes Möss.

Mientras hojeo algunos documentos y permisos de grabación, Jess permanece sentada al otro lado de la mesa, hablando con su amorcito Brendan por teléfono. De hecho, ya llegó aquí hablando con él por teléfono y lleva ya más de quince minutos al aparatoso. De verdad, creo que en algún momento voy a morir por sobredosis de azúcar como no corten la llamada ya mismo.

—¡Ay, bizcochito! Yo también te echo de menos —dice mientras hace rayajos con un bolígrafo sobre un block de notas amarillo que hay sobre mi mesa, y sostiene el teléfono con la otra mano—. Sí, a ti y a mí querido helado, palito de carne.

¿Eing?

«¡Dios mío! ¿Está hablando de lo que creo que está hablando?», me pregunto abriendo los ojos de par en par.

Dejo los papeles que estaba hojeando sobre la mesa y le lanzo una mirada confusa a mi amiga, pero ella no me mira ni me atiende. Sigue con su mirada fija sobre el block de notas a la vez que charla con su "amorcito". Niego con la cabeza y me doy la vuelta para sacar algunos archivadores que tengo en un armario, ubicados justo detrás de mi mesa y cuando me vuelvo a girar hacia la mesa, veo que Jess ha dibujado con tinta de bolígrafo una pequeña polla peluda en la esquina superior derecha del contrato de Sebastiao Pereira.

¡¡¡AHHHHRG!!! ¡LA MATO!

—¡Jess! —exclamo de forma dramática—. ¿Qué has hecho? ¡Éste es el contrato oficial de Sebastiao Pereira!

¡Joder! Acaba de ponerle una maldita polla al contrato de Sebastiao y todavía queda que lo firme él cuando llegue dentro de un par de días. ¿Y ahora qué? No puedo darle un contrato con ese característico y perfectamente reconocible garabato a todo un famoso y prestigioso modelo internacional.

Mi amiga forma una perfecta "o"con los labios y durante un nanosegundo me mira con ojos de disculpa.

—Perdona, le pondremos un poco de Tipp- Ex, ¿sí? —murmura tapando el micrófono del teléfono móvil para que Brendan no nos pueda escuchar.

—¿Qué? —No salgo de mi asombro—. Jess, es un documento oficial, no puede llevar tachones, ¿entiendes? —le explico zarandeando con enojo los papeles delante de su cara, pero ella se aleja un poco de mí, como si encima le estuviese incordiando en su conversación telefónica con su novio.

—Bre, amor, dame un segundito —dice antes de volver a retirar el teléfono de su oreja—. Oye Oli, dame un segundo que me despida de Brenda, ¿de acuerdo? Ahora solucionamos lo del papel, te lo prometo.

Increíble. No sé si debería enfadarme con ella o directamente echarla a patadas de mi despacho. Esta no es la mejor forma de comenzar la semana, de verdad que no.

—Oye, amor, te tengo que dejar —le anuncia—. No, cuelga tú. No amor, cuelga tú. Si cuelgas tú primero, prometo ponerme el conjunto de lencería de leopardo que me regalaste por San Valentín si cuelgas antes tú.

Resoplo al escuchar eso. ¡Por el amor de Dios! ¿Es necesario que diga estas cosas en mi presencia? De verdad, es mi amiga y la adoro, pero a veces e gustaría taparle la boca con cinta aislante o esparadrapo.

—¡Oh, vamos Bre! Yo no puedo colgar, bizcochito—continua—. ¡Qué no, bizcochito! Que no puedo colgarte.

Hasta aquí mi dosis de azúcar. Extiendo un brazo por encima de la mesa, le arranco el teléfono móvil a mi amiga de las manos y cuelgo.

—Yo sí puedo colgarle. ¡Listo! —suelto de golpe y dejo el teléfono sobre la mesa, para cruzarme de brazos con disgusto.

Mi amiga Jess me mira y la incredulidad inunda su expresión, mientras hunde ligeramente el entrecejo.

Silencio total es lo único que hay durante un tiempo indeterminado entre las cuatro paredes que nos rodean. Jess mira fugazmente su teléfono móvil sobre la mesa, como si no pudiese creer lo que acabo de hacer y necesitase evidenciar que el objeto que la comunicaba con "su bizcochito", está realmente sobre la mesa y no pegado a su oreja y, después de eso, vuelve a posar sus ojos en mí.

—¡Oye! ¿Qué demonios te pasa? —inquiere una vez se recupera de la impresión.

—Me estaban dando arcadas, Jess. —Pongo los ojos en blanco—. Arcadas horribles.

Sabe Dios que estoy diciendo la verdad.

—Desde luego, que irascible estás. Sabes, no te vendría mal desfogarte un poco —suelta en un tono de reproche.

—Tú no sabes nada —le contesto.

Jess gira la cabeza hacia mí y con los ojos abiertos como platos me mira.

—¿Qué has querido decir? ¿Tienes algo que contarme?

Chasqueo la lengua y hago un mohín de disgusto, mientras me dejo caer sobre la silla de mi despacho.

Jess es agotadora. Se agarra a un clavo ardiendo y sé que ahora no va a parar hasta que le aclare lo que he querido decir con eso de "tú no sabes nada".

—Jess, no sé si quiero hablar ahora mismo de eso. Te lo digo de verdad. —Mi voz suena cansada y ciertamente estoy agotada. No he podido dormir bien desde lo que pasó con Cameron, eso sumándole lo de mi padre y la conversación con Tyler.

Creo que necesito unas vacaciones.., unas bien lejos de todo y de todos.

Justo en ese momento, mi IPhone empieza a vibrar sobre la mesa y me apresuro a cortar la llamada. Es él... Cameron. No ha dejado de llamarme desde que me fui corriendo de su casa, pero yo no estoy preparada para afrontar esto. Sencillamente no me encuentro lista para dialogarlo. Estoy aterrada porque no sé en qué punto nos coloca esto ahora y yo no quiero estar en ningún punto con él.

Me gustó lo que hicimos. Me gustó demasiado y no debía gustarme de ninguna manera especial, pero lo hizo. Sentí cosas que no me atrevo a etiquetar y me asusté.

Cuando levanto la vista, veo que mi amiga me está mirando con las cejas alzadas.

—¡Oh, por Dios! ¿Te has acostado con alguien? ¿Te... te estaba llamando ahora? ¿Era él? ¿Quién es? ¿Quién...?

Jess se levanta del butacón y trata de arrebatarme el teléfono de las manos, pero yo soy más rápida y lo aparto velozmente.

—¡No, no es él! —miento e instintivamente cierro los ojos y aprieto los labios, porque sé que acabo de meter la pata hasta el fondo.

Jess se queda un segundo en silencio y manteniéndome la mirada, después vuelve a sentarse lentamente en el butacón de piel.

—¿Encones me quieres decir que sí hay alguien? —Sonríe de una forma que no me gusta un pelo.

Resoplo y dejo caer mis hombros con pesar.

—No es lo que piensas. —Es lo único que se me ocurre decirle.

Ahora me mira con suspicacia.

—Por lo menos podías decirme quién es. Las amigas se cuentan esas cosas, Oli.

—Es que no es lo que crees. Yo no me he acostado con... —Me quedo callada y clavo los ojos en el techo.

¿Cómo le explico lo que realmente sucedió sin que piense que estoy completamente loca? No es fácil. No, no es nada fácil contarle a tu amiga que en una misma noche descubriste que tu padre no es tu padre y que por lo tanto Tyler no es tu hermano, que has hablado por teléfono con él, que fue cruel, que huiste y no sabemos cómo ni por qué, terminaste en casa del atractivo cabrón mast... ¡Ay, Dios! Si es que no puedo ni pensar en ello sin ponerme histérica.

—Está bien —exhala mi amiga—. No te has acostado con él, pero dime por lo menos cómo se llama. Tendrá un nombre, ¿no?

Mi cerebro se pone a trabajar a un ritmo frenético como si le hubiesen mandado una orden.

Piensa, piensa, piensa, piensa... piensa un nombre, invéntatelo. Total, simplemente quiere un nombre y no va a trascender. De pronto, me acuerdo del hermano de Grace. Sí, lo sé, es estúpido, pero es el nombre que me ha venido a la mente.

—Se llama Leonard.

Al momento de decirlo, ya comienzo a arrepentirme. No sé si ha sido buena idea inventarme justo ese nombre.

—¿Leonard? ¿Y cómo es? ¿Es guapo? ¿Es alto? ¿Es educado? ¿Rico, tal vez? ¿Besa bien? —me acribilla a preguntas.

¿En qué momento me he metido en esto? Joder, le estoy mintiendo a mi amiga. La he citado aquí para desahogarme y contarle las cosas que me han pasado hace unos días, pero no en este orden y mucho menos inventándome personas que no existen. ¡Qué desastre! ¡Qué maldito desastre!

El teléfono vuelve a sonar y vuelvo a cortar la llamada.

—Uhm... —comenta mi amiga alzando las cejas en un movimiento rápido—. Parece que Leonard se ha quedado colgadito por ti. Pues bien, tengo que decirte que es mejor que no te acuestes con él todavía. Tienes que crearle cierta expectación por el sexo —me aconseja.

Frunzo el ceño y arrugo la nariz.

—No pienso acostarme con él —le aseguro sacudiendo la cabeza.

—¡Joder, Oli! Lo que quiero decir es que te hagas un poco la estrecha, pero no puedes quedarte en modo "monja de clausura" o se cansará de esperar y se buscará a otra. Sólo tienes que intentar mantener su interés despierto durante un tiempo antes de entregarte. Es importante que no le resulte muy fácil.

La miro atónita.

—¡Jess! —exclamo—. Te digo que no pienso acostarme con él; ni dentro de poquito ni dentro de muchito. No me gusta y no voy a hacerlo, ¿ok?

—¿Qué? ¿Tan feo es? —me pregunta extrañada.

Voy a replicar, pero en ese momento alguien llama a la puerta del despacho e interrumpe nuestra conversación extraña. Últimamente todo lo que me sucede en la vida es extraño.

—Adelante —digo sin dejar de mirar a mi amiga.

La puerta se abre y aparece Doris, la recepcionista.

—Disculpe, señorita Dallas —dice desde el umbral de la puerta—. Es que su padre la ha estado llamando a la centralita de la agencia, porque dice que lleva varios días intentando contactar con usted, pero que no le contesta a las llamadas. Lo tengo ahora mismo por la línea dos, ¿se lo paso?

—¡No! —chillo más alto de lo que pretendía. Doris se sobresalta un poco con mi grito y Jess me mira extrañada. Me aclaro un poco la garganta antes de explicarme—. Ahora no puedo, Doris. Dile que... que... estoy con clientes importantes y estaré todo el día reunida —concluyo. 

—Claro, señorita Dallas.

De inmediato, la recepcionista vuelve a cerrar la puerta y me vuelvo a quedar a solas con Jess.

—¿Estás enfadad con tu padre? —me pregunta todavía con esa mueca de extrañeza en su rostro.

—No exactamente —digo entre dientes.

No pienso hablar con mi "no padre", al menos no lo haré mientras pueda evitarlo. No se lo merece.

De nuevo vuelve a sonar mi teléfono con una llamada de Cameron y me veo obligada a cortarla... ¡Qué insistente!

Una sonrisa cruza la cara de Jess antes de hablar.

—Ese tal Leonard lo tienes bien loquito, ¿eh?

¡Maldita sea! Que manera de enredarme yo solita.

La puerta del despacho se vuelve a abrir en ese momento y Grace entra con una caja muy bonita de una marca de ropa cara y decorada con un enorme lazo azul de raso.

—¡Oh, disculpa! —dice mirando a Jess y después mirándome a mí—. No sabía que tenías compañía.

Hace el amago de dar media vuelta y volver a cerrar la puerta, pero de inmediato la llamo. Con ella presente, Jess ya no me hará más preguntas incómodas acerca de Cameron, alias Leonard.

—¡Espera Grace! Te presento a mi amiga Jessica.

—¡Oh! Hola, Jessica —dice Grace, saludando a mi amiga que aún sigue sentada en el butacón—. Olivia me ha hablado mucho de tí.

—Encantada de conocerte —le contesta Jess levantándose un poco del asiento y estrechándole la mano a mi amiga y compañera de trabajo—. Espero que todo lo que te haya contado, hayan sido cosas buenas.

Las dos se echan a reír. Después, Grace deja la caja sobre mi escritorio.

—¿Qué es? —pregunto observando la caja con atención.

—Ábrelo —me ordena.

Obedezco y le quito el lazo azul a la caja. Cuando levanto la tapa, veo que es un vestido negro de lentejuelas y bastante corto para mi gusto. De inmediato miro a mi amiga Grace sin entender lo que significa esto.

—¿Para quién es?

—Esa no es la pregunta, querida. El vestido es para tu cita de esta noche.

Me quedo en silencio hasta que empiezo a entender que no se trata de ninguna broma tonta ni nada por el estilo. Casi de forma inmediata, noto que el sudor empieza a cubrir todo mi cuerpo y que ya me está picando todo.

—¿Qué cita? —pregunto al fin con cierta desesperación en la voz.

—Con mi hermano. Ya le he dicho que esta noche cenarás con él en el Big Blue, así que me acaba de confirmar hace una hora que tenéis mesa reservada para esta noche.

—¿QUÉ? —Casi me quedo sin voz del grito que pego—. No, no, no, de eso nada, no. No voy a ir a ninguna...

—Sí vas a ir porque mi hermano ya ha reservado para la cena. Sabía que, si no lo hacía así, jamás quedarías con él.

Mi amiga Jess se echa a reír a carcajada limpia  por ese comentario de Grace, hasta que la fulmino con la mirada y se calla de golpe, agachando la mirada al suelo.

—Oye Grace, no quiero ir. De verdad que te lo agradezco, pero no me apetece.

—No te estoy preguntando si te apetece o no —responde casi de forma inmediata—. Además, ¿qué estás insinuando? ¿Acaso mi hermano no merece una oportunidad?

—Tiene razón, Oli —interviene Jess.

—¡Tú te callas! —Me muerdo el labio inferior en un intento por aplacar mis nervios y Jess se encoje en el butacón—. No puedo. De verdad que no puedo —contesto volviendo a cerrar la caja y negándome en rotundo.

—¡Vamos Oli! —protesta Grace—. Sólo es una cena, no vas a morir por cenar con un chico y hablar un rato con él. Además, mi hermano es encantador.

—Yo creo que deberías ir —vuelve a entrometerse Jess —. Aunque yo ya me callaba, me callo, me callé. —Su voz se queda como en un suspiro en el aire.

¡Maldita sea! No quiero ir, pero sé que Grace no va a dejar de insistir con Leonard hasta que acceda, pero ahora mismo no entiendo qué problema tienen estas dos con mi soltería.

Hago una pausa bien larga antes de hablar.

—Si lo hago y no me gusta, ¿dejarás de insistir? —le pregunto a mi compañera de trabajo.

—¡Por supuesto! —Sus ojos se iluminan—. Entonces.., ¿eso es un sí?

Hoy debe ser el día de las interrupciones, porque la puerta de mi despacho se vuelve a abrir de forma inesperada, y esta vez me quedo petrificada cuando veo sus ojos marrones, brillantes y grandes puestos en mí.

Cameron...

Los pulmones se me paralizan en el acto.

—¿Piensas contestar a alguna de mis llamadas o vas a seguir escondiéndote como una cobarde? —pregunta en un tono irritado.

Su presencia y sus palabras me pillan desprevenida. Lo último que me esperaba es que apareciese por aquí sin más.

Por el rabillo del ojo veo que Grace y Jess miran a Cameron completamente pasmadas. No es para menos, yo estoy igual de desconcertada.

Frustrada, me sujeto el labio inferior con los dientes antes de hablar.

—Cameron, ahora estoy ocupada —digo con la esperanza de que entienda que este no es un buen momento para hablar de lo que sucedió en su casa.

¡Por Dios que no lo es!

Cameron mira fugazmente a mis amigas y después, sus mirada salvaje y envuelta en llamas vuelve a centrarse en mí. Hoy está guapo a rabiar con ese aspecto desaliñado de "yo no me preocupo de mi físico porque ya me parieron así de atractivo".

—Pues a mí me parece que es un momento estupendo, sí... —comenta adentrándose al interior del despacho y sentándose en el butacón que hay libre frente a mi mesa, justo al lado de Jess—.  Vamos a hablar ahora, así que tú verás si quieres que tus amiguitas nos escuchen o no. —Le guiña un ojo a Jess, que lo mira completamente sorprendida.

En ese momento mi mente empieza a dar vueltas de forma vertiginosa y siento un ligero mareo. Sacudo la cabeza inconscientemente sin poder creer lo que me está pasando.

De verdad, ¿al resto de mortales también le pasan estas cosas o es que la mala suerte me persigue?

¡Por Dios! Espero que no diga nada indebido en presencia de mis amigas. La simple idea me aterra y hasta me paraliza. Siento como el estomago se me contrae de forma fea.

—Está bien —digo muy seria—. Por favor, Grace y Jess, ¿me dejáis a solas un momento con Cameron?

Las dos intercambian una breve mirada y entonces Jess se levanta del butacón colgándose el bolso del hombro y Grace recoge la caja con el vestido.

Mi amiga Jess me dedica una mirada cautelosa antes de salir del despacho y Grace se acerca a mí con la caja bajo el brazo.

—Cuando acabes de hablar con él, ultimamos los detalles de la cena —me susurra al oído antes de abandonar el despacho y cerrar la puerta.

Entonces sucede. Suelto una larga y pesada bocanada de aire, libero toda la tensión que estaba acumulando y exploto como una supernova.

—¡¿Qué demonios te pasa, Cam?! —Me sorprendo a mí misma con mi desmedida exclamación, pero Cameron ni se inmuta—. ¿Cómo se te ocurre presentarte aquí e interrumpir así en mi despacho? ¿Te has vuelto loco?

Sonríe con arrogancia y eso me pone más histérica de lo que ya estoy. Frunzo el ceño y me centro en sus potentes ojos marrones que ahora mismo rezuman una calma infinita, todo lo contrario a la mía. Tras unos segundo sosteniéndome la mirada, chaquea la lengua y niega con la cabeza.

—No, rubia, no. Tú y yo teníamos un trato y no lo estás cumpliendo, preciosa.

—Eso no es verdad. Es solo que...

—Me has dejado tirado dos días consecutivos —me interrumpe, elevando su mano con los dedos índice y medio en alto—. Vas a tener que recuperar esos días o aquí termina nuestro acuerdo.

Hundo las cejas con confusión.

—¿Qué? No puedes estar hablando en serio.

—¡Oh, sí! Ya lo creo que estoy hablando en serio. —Asiente haciendo una mueca de afirmación con la cara.

No puedo evitar poner los ojos en blanco al tiempo que suspiro exasperada, porque ya me resigno al hecho de que voy a tener que recuperar esas malditas clases de baile. No me puedo permitir el lujo de perder a Möss y a Sebastiao Pereira como clientes. Sencillamente eso es inaceptable a estas alturas.

—Está bien —digo a regañadientes—. Las recuperaré, pero ahora tienes que marcharte. Tengo que trabajar.

Cameron se levanta del butacón, rodea la mesa lentamente, arrastrando el dedo índice sobre la superficie lisa de mi escritorio de madera y en cuestión de varios pasos más, se planta frente a mí.  Acerca su cara a la mía, inclinando su cuerpo hacia adelante, y yo no puedo dejar de mirar su boca como una idiota. Por un breve instante creo que va a besarme, pero no lo hace, sólo se mantiene muy próximo a mí. 

—¿Cuándo? —pregunta elevando una mano y retirando un mechón de pelo rubio de mi cara, para acomodarlo detrás de mi oreja.

«¿Qué?» Vuelvo a mirarlo y esta vez presto más atención a sus palabras en lugar de sus gestos.

—¿Cuándo qué?

Cameron hace una pausa bien larga que sólo consigue ponerme los pelos de punta y estremecerme por completo. Su familiar olor a champú de sandía se hace presente.

—Cuándo vas a reconocer que te gusto, rubia. —Esboza una sonrisa estelar, de esas que derriten los polos, funden el metal y ldesintegran hasta las bragas de las adolescentes.

Hay algo en su manera de hablar, que me hace creer que no se está burlando; esta vez no.

Mi cerebro hace un intento en vano por idear una respuesta rápida y en su lugar lo único que consigo es balbucear como un bebé que está aprendiendo a hablar... muy, muy, muy vergonzoso.

—Yo.., yo.., creo.., no.., yo...

Avanza otro paso e inclina la cabeza hasta rozar con sus labios mi cuello. En ese momento, todo mi ser se rinde.

¿Así de fácil? Pues sí, así de fácil...

Mierda, mierda y mil veces más... ¡MIERDA! Giro la cabeza a un lado, dejando que toda mi piel sensible quede expuesta. Su aliento cálido me hace cosquillas. Mis brazos quieren rodearle, quieren atraerlo más a mí, quieren entrar en acción, pero los freno. Trato desesperadamente de mantener la situación bajo control; bajo mí control. Sus labios trazan un pequeño recorrido de besos suaves y ascendentes, mientras que toda yo empiezo a temblar de forma notable.

—No puedes besarme como si nada, Cameron —murmuro con el pulso disparado y me separo a un lado, alejándome de él.

Sí, estoy volviendo a huir.

—Seremos de esos amigos que se besan.

—¿Qué? —contesto insegura y retrocedo hasta que mi espalda choca con la puerta—. No pienso ser tu amiga —le espeto con seriedad, intentando disuadirle de sus claras intenciones.

Quiero salir corriendo de aquí, alejarme de él, decirle que no me interesa y que se aleje de mí, pero las piernas no me responden porque mi lado más pasional, ese que llevo años intentando reprimir con todas mis fuerzas, ha empezado a brincar de la emoción en mi interior y ansía desesperadamente quedarse.

¡Mierda! Ya estás cayendo en su red...

—Genial —dice con su sensual timbre de voz, recortando la poca distancia que separa nuestros cuerpos—, porque yo tampoco pienso serlo.

Se detiene y me mira con una minúscula sonrisa. Así de simple, logra que me vuelva a quedar fascinada por su atractivo. Mis labios se curvan levemente hacia arriba en una especie de sonrisa estúpida y en contra de mi propia voluntad.

Sacudo la cabeza tratando de recobrar el sentido común.

—Tienes la cara roja, rubia. Dime que no estás pensando en lo que hicimos el otro día en mi casa.

¿QUÉ?

¡Maldita sea! Y mi cerebro rescata automáticamente esas imágenes que había tratado de esconder en algún rincón oscuro y profundo de mis recuerdos.

—Pues no —balbuceo.

—Eres una mentirosilla. Sé perfectamente que no te puedes quitar de la cabeza esa imagen mía sin pantalones.

Trago saliva con muchísima dificultad.

—No fue nada del otro mundo, Cam. —Trato de defenderme y la verdad es que creo que ha funcionado, hasta que se inclina un poco más hacia adelante y siento como todo el aire se precipita fuera de mi cuerpo cuando mis pulmones se estrechan hasta volverse del tamaño de dos cacahuetes.

¡Mierda!

—Sabes, me resulta muy curioso que tus palabras digan una cosa y todo tu cuerpo diga otra totalmente distinta.

—¿Ah sí? ¿Y qué se supone que es lo que dice mi cuerpo exactamente? —quiero saber.

—Que estás loquita por mí —comenta con una naturalidad apabullante—. Por cierto, te espero esta noche a las ocho en mi casa. No quiero excusas, rubia. Si no acudes, iré a buscarte a dónde sea que estés o te hayas escondido, ¿entendido?

No contesto, las cuerdas vocales no me responden.

Cameron pasa por mi lado y abre la puerta para marcharse, pero antes de hacerlo, vuelve a girarse una última vez hacia mí.

—Una última cosa antes de irme.

—¿Qué? —susurro casi sin voz.

—Solo es cuestión de tiempo, Olivia.

Entrecierro los ojos. No entiendo lo que ha querido decir y debe haberse dado cuenta porque finalmente lo aclara.

—Solo es cuestión de tiempo que vengas a buscarme... y sí, sabes exactamente a lo que me refiero.

A continuación sale de mi despacho y cierra la puerta dejándome sola.

¡Hola personitas!
💖💖💖

¿Cómo va todo? Espero que muy bien.

Ahora la rubia tiene un gran problema, porque tiene una cita a ciegas con Leonard y a la vez, Cameron la espera en su casa para ensayar el baile... ¿Qué hará nuestra rubia preferida?

¿A quién creéis que le dará plantón?
🤷🏼‍♀️🤷🏼‍♀️🤷🏼‍♀️

👉🏻Aquí las que crean que no asistirá a la cita con Leonard.

👉🏻Aquí las que crean que no acudirá a casa de Cameron.

👉🏻Aquí las que crean que acudirá a las dos... no sabéis como, pero lo hará.

De verdad, cómo le gusta a esta mujer complicarse la vida 🤦🏼‍♀️

💖🌸AVISO INSTAGRAM🌸💖

Bueno, vengo a contaros que dos lectoras han creado los perfiles de instagram de mis personajes. Estoy muy contenta por ello. Si os apetece, podéis seguirlos:
Olivia Dallas buscarla por 👉🏻 Estrellita_brava
Tyler Gurck buscarlo por 👉🏻Tyler_gurck
Cameron Franklin buscarlo por 👉🏻 _alien_cf

🌼🌻🌼🌻🌼🌻🌼🌻

DEDICATORIA:
El capítulo de esta semana se lo quiero dedicar a las dos lectoras que han creado estas cuentas en Instagram ♥️

@CelestePereyra_14L creadora de las cuentas de Olivia y Tyler.

@AlezWilliams creadora de la cuenta de Cameron.

A las dos quiero daros las gracias por implicaros tanto en la historia. De verdad que me ha hecho muchísima ilusión que la propuesta saliese de dos fieles lectoras como vosotras 😘😘😘

Gracias a las dos por vuestro apoyo, por vuestro cariño y vuestro tiempo.

Si os ha gustado el capítulo de esta semana , podéis:

🤷🏼‍♀️VOTAR (Que yo os lo agradeceré mucho, mucho y mucho).
🤷🏼‍♀️COMENTAR (Eso me ayuda a motivarme a crear más capítulos intensos).

Pd: Las pijas también son felices... menos si se tienen que dividir en dos para poder asistir a dos citas a la vez 😜 ¿será?

NOS VEMOS EN LA PRÓXIMA ACTUALIZACIÓN
✍🏻✍🏻✍🏻✍🏻

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¡BESOS ENROMES! 💄💋
Gracias por seguir ahí.
Sarhanda

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