11. Olivia - La noticia

Voy en el coche de camino a casa de mi padre, porque ya volvió de Italia con Lia por algunos negocios que tenían pendientes allí, y me ha invitado a cenar con ellos esta noche; supuestamente para celebrar que he logrado la firma de relojes Möss, aunque también quieren darme una noticia. Espero que no vayan a decirme que voy a tener un hermanito... bueno, otro hermanito.

Yo aquí haciendo chistes de mis desgracias...

Desde que Cameron firmó el contrato el fin de semana pasado, todo ha salido rodado. Este mismo lunes cité al señor Möss en la agencia de publicidad y quedó gratamente satisfecho al comprobar que Cameron había firmado para la campaña de Möss urban. No dudó en firmar en ese mismo momento el contrato para la campaña de alta gama con Sebastiao Pereira y la próxima semana empezaremos a ultimar todos los detalles para las dos campañas.

Por otro lado, he tenido a Cameron llamándome y mandándome algunos mensajes esta semana, pero no le he contestado a nada porque no sé cómo afrontar lo que sucedió en su casa el pasado domingo. No sé qué decirle.

Si la tontería del beso se suponía que era para conseguir confianza entre nosotros, lo único que ha logrado provocarme es que me sienta profundamente avergonzada por lo sucedido. ¿Cómo voy a mirarlo a la cara después de ese beso? Ese beso en el que no soy capaz ni de pensar más allá de tres segundos seguidos, porque cada vez que lo hago, siento que me ruborizo por completo. Eso no fue un simple beso, pero no tengo ni fuerzas ni ganas para afrontar lo que sucedió. Sinceramente, no sé ni por dónde empezar a analizar ese beso.

En ese instante, comienza a sonar mi teléfono móvil y enciendo el dispositivo de manos libres del vehículo.

Olivia: —¿Sí?

Jess: —¡Hola, linda!

La voz de Jess transmite alegría, aunque mi amiga siempre ha sido una de esas personas que derrocha felicidad por los cuatro costados. Si tienes un mal día, no hay nada mejor que hablar con ella para que tu estado de ánimo cambie de la noche a la mañana.

Olivia: —¡Jess! ¿Dónde has estado? Te he llamado un par de veces esta semana y no me has devuelto las llamadas.

Jess: —Ay, Oli. Lo siento mucho. Es que con el tema de los preparativos para la boda no me sobra casi tiempo para nada y encima, me tonca encargarme prácticamente de todo yo solita. Brendan está trabajando en Miami y únicamente nos vemos los fines de semana, y como tu comprenderás, el sábado y el domingo nos lo pasamos enterito en la cama haciendo nuestras cositas sucias y amorosas.

Instintivamente arrugo la nariz porque me imagino una estampa bastante perturbadora de ellos dos en la cama.

Olivia: —Jess, no me des tanta información, por favor.

Ella se ríe a carcajadas al otro lado de la línea.

Jess: —Tranquila. Me guardaré los detalles para mí solita porque sé que no te gusta conocer cierto detalles turbios, pero ya sabes que yo sí quiero conocer todos los tuyos. Cuéntame, ¿cómo te fue con Cam?

Se hace el silencio y por un momento mi amiga cree que la llamada se ha cortado.

Jess: —¿Oli? ¿Estás ahí?

Olivia: —Sí, perdona. Me fue bien. Firmó el contrato sin problemas.

Jess: —¡Pero eso es genial! ¿Cómo lo conseguiste?

¡Mierda!

A ver cómo le explico ahora a mi amiga, que lo que pasó fue que nos besamos, y que precisamente eso, fue lo que lo terminó de convencerlo del todo para firmar. Si le cuento la verdad ahora, va a empezar a acribillarme a preguntas. Preguntas que por cierto no sabré responder.

Olivia: —Pues... digamos que hemos ganado un poco de... confianza.

¡Muy bien, Olivia! De todas las fantásticas palabras que podías haber elegido para este momento, vas y eliges justamente esa. Tienes el don de la palabra.

Jess: —¿Confianza? ¿Confianza cómo?

Suspiro al darme cuenta de que yo sola me estoy metiendo en un jardín del que no voy a saber salir y tuerzo la boca mientras giro por una calle con el vehículo.

Olivia: —Escucha, te lo contaré, pero no hoy. Estoy de camino a casa de mi padre porque voy a cenar con él y con Lia. Por lo visto tienen algo importante que contarme. ¿Te llamo luego?

Jess: —Mejor llámame mañana. Es que ahora voy a subir al avión porque me voy un par de días a Miami con Brendan y me va a tocar apagar el teléfono.

Olivia: —De acuerdo, pues mañana hablamos.

Jess: —Perfecto, pero no te creas que me voy a olvidar de eso de la confianza entre Cameron y tú. Mañana me lo cuentas con todo lujo de detalles.

Olivia: —¡Qué sí, pesada!

Su inconfundible risita no se hace esperar ante mi queja.

Puede que hayan pasado cinco años desde nuestra amistad en el instituto, pero Jess no ha cambiado ni un poquito.

Olivia: —Jess, te dejo. Ya estoy entrado en la urbanización.

Jess: —Muy bien, pues mañana hablamos.

Olivia: —Claro. Adiós.

Jess: —Adiós.

Aparco el coche en la calle junto a la verja del jardín de la casa, y me quedo mirando los grandes ventanales que dan a la cocina. Hay luz, así que intuyo que Lia estará preparando la cena para nosotros. Siempre fue una excelente cocinera y echo mucho de menos sus famosos guisos acompañados por verduritas al horno.

Durante unos segundos, me quedo plantada en el jardín mirando hacia arriba, justo donde está el tejado que da a la ventana de mi habitación, y a la que un día fue la suya... la habitación de Tyler. No acabo de identificar la emoción que me embarga cada vez que vuelvo a esta casa, pero soy consciente de que todas las veces que he regresado a este lugar, no puedo dejar de tener esa sensación de inquietud carcomiéndome por dentro. Como si todavía en algún momento me lo fuese a encontrar en el salón jugando a la videoconsola, de pie junto a la escalera mirándome con una sonrisa pícara o sentado en una se las sillas de la cocina, mientras revisa su teléfono móvil.

En esta casa Tyler y yo nos dimos nuestro primer beso, nos enamoramos poco a poco el uno del otro, comenzamos una relación a escondidas de nuestros padres, lo hicimos por primera vez en su habitación y descubrimos un secreto que nos separó hasta el día de hoy. Aquí lo hemos vivido prácticamente todo y ahora solo quedan las paredes y los muebles como testigos de este amor, que en su día llegó a brillar con la misma intensidad que las estrellas.

Duele... duele demasiado.

Debería decirle a mi padre que cuando quiera cenar conmigo, es mejor que me invite a un restaurante. Después de cinco malditos años aun me sigue doliendo regresar a esta casa. Al origen de todo y el final de mucho.

Atravieso el jardín y entro en la cocina, donde me encuentro a Lia frente a horno sazonando algo que huele de maravilla. Al escuchar la puerta, ella se gira hacia mí y me regala una enorme sonrisa.

—¡Olivia! Llegas justo a tiempo —me dice, mientras me hace un gesto con la mano para que me acerque hasta el horno—. He preparado Cordero al chilindrón tú favorito.

Me acerco hasta ella, la saludo con dos besos y me tiende una cuchara con un poco de salsa del cordero para que la pruebe. Tengo que reconocer que toda la cocina huele de maravilla y que hasta ahora no me había dado cuenta del hambre que tengo. Me llevo la cuchara a la boca y pruebo el delicioso aderezo con un sabor intenso y agradable al paladar.

—¡Dios mío, Lia! Esto está para chuparse los dedos.

Ella se ríe mientras vuelve a cerrar la puerta del horno y saca una copa de la alacena para servirme un poco de vino tinto.

—Vaya —nos interrumpe la voz de mi padre que entra en ese momento en la cocina con el periódico bajo el brazo—. Dichosos los ojos que te ven, pequeña.

—¡Papá! —exclamo, y corro a darle un abrazo.

Mi padre me rodea con sus brazos y deposita un beso en mi frente. Hace semanas que no nos veíamos y ya lo echaba de menos.

—Estoy muy orgulloso por ese trato que has cerrado tú solita con Möss porque ese cliente era un pez gordo. Me has demostrado que estás perfectamente capacitada para estar al frente de la agencia de publicidad en mi ausencia. 

No puedo ocultar la felicidad que me produce escuchar sus palabras. Mi padre no suele ser un hombre que regale halagos sin razón, y que me diga que está orgulloso de mi trabajo, me reconforta.

Tras charlar durante un buen rato de los negocios, finalmente pasamos al comedor y empezamos a cenar con el sonido del televisor de fondo. La mesa está puesta como si fuese un acontecimiento especial. Lia ha colocado en mantel de hilo blanco con bordados brillantes en las esquinas, ha sacado los candelabros de plata, la cubertería fina y las copas de cristal de bohemia.

En un momento dado de la cena, mi padre toma la mano de Lia y lo dos se miran extraño, como si hubiese una ilusión renovada en ellos dos. Es como si se hubiesen olvidado por un momento de que yo estoy aquí sentada en la mesa con ellos.

—¿Qué me he perdido? —pregunto, abriendo mucho los ojos mientras me como un trozo de cordero.

Mi padre carraspea y eso hace que el trozo de carne que tengo en la boca se me haga una bola y no pase por mi garganta. Automáticamente bebo un sorbo de vino para poder tragar.

—Lia y yo tenemos una noticia que darte.

De pronto, siento un intenso escalofrío que recorre toda mi columna vertebral y noto como la cabeza me empieza a dar vueltas.

¡Por dios, que no me diga que voy a tener un hermanito!

Frunzo el entrecejo y el labio inferior me empieza a temblar inconscientemente.

—Una noticia —repito, tratando de contener el nerviosismo latente en mi voz.

—Sí —comenta Lia con una sonrisa amable—, pero borra esa cara de espanto que llevas, que no se trata de nada malo.

«Defíneme "nada malo"», pienso entornando los ojos.

No puedo evitar removerme algo inquieta en mi silla. Como me digan que me van a dar un hermanito los desheredo a los dos, si es que hay algo mío que puedan heredar.

—Y bien, ¿cuál es la noticia? —Los miro con atención.

Mi padre bebe unos sorbos de su copa de vino y me mira por encima del cristal, mientras parece buscar las palabras adecuadas en su mente.

—Verás, llevamos tiempo hablando del tema, le hemos dado muchas vueltas al asunto y después de tantos años... —Guarda silencio unos segundos antes de continuar—. Hemos decidido casarnos.

—¿Qué? —pregunto, a punto de quedarme sin aliento.

Vale, seguramente debería haberles dicho algo del tipo:

"¡Felicidades!"

"¡Qué alegría!"

"¡Yupiiii!"

Pero no. O sea, llevan juntos desde que se puso de moda eso de andar de pie entre los humanos y ahora deciden casualmente casarse. No entiendo nada. ¿Por qué ahora?

Mi padre me mira y arquea una ceja, con un gesto molesto tiñendo su rostro al completo.

—¿Y por qué no? —inquiere desde el otro lado de la mesa mientras se sirve un poco de patatas en su plato.

Me pongo recta en mi silla y, con una expresión de seriedad absoluta, digo:

—Porque ya sois un matrimonio. No necesitáis casaros a vuestra edad. —Sólo me ha faltado llamarlos viejos a la cara, pero es que lo pienso de verdad. ¿Qué sentido tiene casarse a estas alturas?

Los dos cruzan miradas fugazmente y Lia agacha la cabeza como desencantada con mi contraposición. En realidad, no sé ni lo que estoy diciendo, pero entonces, una idea me alcanza con la fuerza de un vendaval. Si ellos dos se casa, eso significa que habrá una celebración y a las celebraciones acuden los familiares, amigos, vecinos y por supuesto... los hijos. Es decir, Tyler.

El tenedor se me cae de las manos, me hundo en la silla, me ahogo en mi propia saliva, me mareo y hasta creo que voy a vomitar. Sí, de hecho, salgo disparada del comedor, subo a toda leche las escaleras de dos en dos y me precipito en el cuarto de baño, donde termino vomitando hasta la primera papilla que me dieron. Cuando al fin consigo que las arcadas cesen, tiro de la cadena, me siento en el borde de la bañera y me concentro en respirar hondo. Es como si el aire no llegase con fuerza a mis pulmones, como si el oxígeno fuese insuficiente o se quedase a medio camino.

La simple idea de un reencuentro con Tyler me ha provocado algo parecido a un ataque de ansiedad, ha hecho que mi adrenalina se dispare y que me suba la tensión. Llevo mucho tiempo soñando con ese momento y lo he imaginado de mil formas posibles, en mil contextos distintos, pero tengo que reconocer que con el paso del tiempo y de los años, he ido perdiendo la fe y la esperanza de que eso fuese a suceder. He llegado incluso a pensar que nos reencontraríamos ya casi de viejos, en algún funeral, con nuestras respectivas parejas, nuestros hijos y puede que algún nieto en un carrito de bebé. Todo muy dramático y triste.

Dejo que pasen bastantes minutos así, hasta que unos golpecitos en la puerta me arrancan de mis pensamientos.

—Olivia, ¿estás bien? —La voz de Lia suena realmente preocupada.

—Sí, enseguida salgo —la informo en voz baja mientras me recojo el pelo en una coleta para despejar mi cara.

—Está bien, voy a preparar un poco de té —dice antes de que pueda escuchar sus pasos alejándose.

Con la mente en blanco y concentrándome únicamente en recuperar el aliento tras el esfuerzo que he hecho por vaciar mi estómago, me lavo la cara con agua fría, me enjuago la boca, me miro en el espejo y cuando creo que estoy más tranquila y sosegada, vuelvo a salir del cuarto de baño. Para mi sorpresa, mi padre no está en el salón ni tampoco en el comedor, y Lia permanece en la cocina preparando té de canela.

—¿Dónde está mi padre? —pregunto mirando a mi alrededor y sentándome en uno de los taburetes junto a la barra.

—¡Oh! Veo que ya estás más tranquila. —Me mira aliviada—. Tu padre ha ido un momento a la agencia de publicidad. Parece ser que ha saltado la alarma y han divisado un gato por las cámaras de seguridad. Ha dicho que en menos de una hora estaría de regreso, pero que no lo esperemos para el postre. —Me echa una última mirada y se da la vuelta para sacar la leche de la nevera.

Nerviosa, me pongo a juguetear con mis dedos mientras pienso en la manera de volver a retomar el tema de la boda. No quiero que Lia piense cosas que no son.

—Oye Lia... —comienzo a decir—, no quiero que pienses que no me alegro por la decisión que habéis tomado de casaros. En realidad, me alegro muchísimo por vosotros, es sólo que...

—No te preocupes, cariño —me interrumpe con una sonrisa sincera, mientras coloca sobre la mesa un recipiente cubierto por un trapo de cuadros rojos y blancos—. Supongo que la noticia te ha pillado desprevenida y bueno, has reaccionado con sorpresa, pero no creo que no te alegres por nosotros. ¿Quieres un poco de bizcocho de limón y nata? Lo he preparado esta misma tarde. —Destapa el recipiente retirando el trapo y deja a la vista una especie de tarta con un aspecto esponjoso e increíble.

—Me encantaría —confieso.

—Cuando estuvimos en Italia compramos unos platos de postre estupendos. Tienes que verlos. Están en una caja en el sótano, así que, si me disculpas, voy a ir un segundo a por ellos y enseguida vuelvo.

Lia deja las tazas sobre la encimera y se limpia las manos en el delantal blanco que lleva atado a la cintura, pasando por mi lado para alejarse.

—Claro, yo iré mientras tanto sirviendo el té.

Desaparece por la puerta y empiezo a verter el líquido oscuro en una de las tazas de porcelana, cuando salta el contestador del teléfono fijo con el mensaje de bienvenida automático grabado por mi padre.

"Hola, somos los Dallas. En estos momentos no estamos en casa o no podemos atenderte. Por favor, deja tu mensaje después de oír la señal y te devolveremos la llamada lo antes posible. Gracias".

Tras el mensaje, se escucha un pitido largo y me quedo de piedra con lo que viene a continuación. Tan de piedra que literalmente la sangre abandona mi cuerpo.

Tyler: —Mamá, soy yo. Oye, se me olvidó decirte antes, que para esas fechas, tengo un congreso, pero procuraré cuadrármelo de tal manera que pueda ir, ¿vale?

Sin darme cuenta, sostengo la tetera en la misma posición durante mucho tiempo y acabo derramando el té por encima de la encimara, pero tengo la mirada perdida al frente.

Como si me hubiesen dado un pellizco bien fuerte, pego un respingo que me hace reaccionar, suelto la tetera de golpe dejándola caer al suelo y corro hasta el teléfono para descolgar el auricular y llevármelo a la oreja.

Olivia: —¡Tyler! ¡Tyler, por favor, no me cuelgues! ¡Por favor! Te lo suplico no me cuelgues... no... no lo hagas —le ruego con el corazón lateándome a toda velocidad.

Rompo a llorar como una niña pequeña; no quiero hacerlo, pero me es inevitable. Haber escuchado su voz, su característica voz, me ha hecho destapar de golpe todos los sentimientos que llevaba tanto tiempo aprisionando en el fondo de mi corazón y ahora los siento como si se acumulasen en el fondo de mi garganta, impidiéndome respirar.

Olivia: —Tyler... Tyler, dime algo, por favor —gimoteo con una voz que no es mía; implorando que vuelva a hablar.

Necesito volver a escuchar su voz. Lo necesito. De hecho, lo necesito tanto que ahora mismo sería capaz de matar por una sola palabra suya.

Contengo el aliento y puedo oír claramente su respiración al otro lado del teléfono. Inconscientemente me llevo una mano al pecho, tratando de encontrar un poco de alivio al dolor tan abrasador que se acaba de instalar en el centro de mis costillas. Suelto un gemido cuando intento tragar saliva y busco la forma de calmarme antes de volver a hablar.

Olivia: —Escúchame... sólo quiero que... sólo quiero que sepas que... yo...

Tyler: —No deberíamos estar hablando—murmura al fin interrumpiéndome.

Esa simple frase hace que comience a negar de forma frenética, aunque Tyler no pueda verme. Cinco años sin saber nada de él y lo primero que le oigo decir es que no deberíamos estar hablando. Pues se equivoca, joder. Se equivoca y mucho.

Olivia: —No hay nada de malo en hablar. Ty, yo... te echo de menos —digo entremezclando las lágrimas con mi voz—. Te echo tanto de menos que no puedo...

De pronto, oigo la voz de una chica de fondo. Es como una voz cantarina, alegre y melódica, que lo llama por su nombre.

Mi cerebro sufre un cortocircuito. ¿Cómo es posible? ¿No está solo? ¿Será su novia? Esa simple idea me rompe en mil pedazos. A partir de este momento sólo soy capaz de sentir un profundo vacío bajo mis pies. Como si estuviese cayendo de nuevo a un precipicio del que me costó cinco años salir. Sí, se siente exactamente así.

Tyler: —Perdóname, pero tengo que colgar —se disculpa bajando la voz casi al nivel del susurro.

Tengo la impresión de que no quiere que alguien escuche nuestra conversación.

Olivia: —¡No! ¡Espera, por favor! ¡Tyler! ¡Tyler! ¡TYLER! —grito al tiempo que sujeto con fuerza el teléfono con las dos manos, como si así pudiese retenerlo aquí, conmigo.

Tyler: —Estoy aquí, cálmate, pero ahora no puedo seguir hablando.

Sollozo mientras sorbo por la nariz y me limpio fugazmente las lágrimas de mis mejillas con el dorso de mi mano para recuperar la visión completamente empañada en este momento.

Olivia: —Esta bien —digo intentando transmitir una calma que no siento—. Ok. No... no pasa nada. Dime, ¿es este tu número? Te... te llamo luego. ¿Te puedo llamar luego? —vuelvo a suplicarle.

Se hace el silencio durante unos segundos y suspira antes de volver a hablar.

Tyler: —Olivia, no debiste contestar a la llamada. Lo siento. Yo también te echo de menos, pero sabes que así es mejor. Busca tu felicidad y sigue con tu vida.

Olivia: —¡No! No, no, no... por favor, no cuelgues. ¿Tyler? ¿Tyler? ¡No, joder... mierda no me hagas esto! —chillo, y siento como si me desgarrara por dentro.

Unos pitiditos al otro lado del auricular me anuncian que ya colgó. Me giro y grito con todas mis fuerzas para liberar mi alma agarrotada por la angustia.

Desesperada busco el número en las llamadas entrantes del teléfono y pulso todos los botones con las manos temblorosas y los ojos anegados en lágrimas.

En ese instante, Lía entra corriendo a la cocina, alarmada por mis gritos y me sujeta las manos con fuerza tratando de encontrarse con mi mirada.

—¡Por Dios! ¿Qué sucede Olivia? —Suena muy asustada.

—Tyler... era él. Era él... llamó por teléfono, saltó el contestador y yo... yo necesito... necesito... —Mi voz es cada vez más débil.

Lia me quita el auricular de las manos que me tiemblan como dos gelatinas y lo vuelve a poner en su sitio. Parece confundida durante unos segundos, pero poco a poco su expresión se relaja, como si estuviese empezando a entender lo que le digo.

—¿Has hablado con Tyler?

—Sí —respondo de forma vulnerable y susceptible, con las lágrimas volviendo a descender con fuerza por mis mejillas.

Lia curva la boca hacia abajo y se acerca a darme un abrazo de consuelo, pero no me consuela en absoluto. Sólo Tyler puede calmar este dolor que siento... sólo él puede hacerlo. Únicamente él puede hacer desaparecer mi tormento, del mismo modo que lo puede hacer aparecer.

—Todo es una mierda, Lia —murmuro después de unos segundos con mi barbilla aun reposando sobre su hombro y cerrando los ojos con fuerza—. ¿Por qué teníamos que ser hermanos? ¿Por qué precisamente nosotros? ¿Por qué?

Lia me sujeta por los hombros, me empuja lentamente y me separa de su cuerpo. Se queda mirándome sin pestañear y parece dudar si hablar o callar, pero yo necesito saber por qué me mira con ojos preocupados.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? —pregunto, consiguiendo que mi miedo se convierta en puro pánico.

Ella me mira pensativa.

—Olivia, hay una cosa que deberías saber —me dice, haciendo una pausa, y la dulzura de su voz no logra aplacar mis nervios que se acaban de disparar a mil—. En realidad, no es asunto mío contarte esto y creo que me va a traer muchos problemas hacerlo, pero creo que tienes todo el derecho a saber la verdad —añade, mordiéndose el labio inferior con recelo—. Efectivamente, Tyler es hijo de Thomas y mío, pero... —Se vuelve a callar y por poco creo que voy a desfallecer de la expectación.

—¡¿Pero qué?! —grito.

Lia coloca una de sus manos sobre mi hombro y me mira con fijeza antes de soltar la noticia.

—Pero tú no eres hija biológica de Thomas.

Mi corazón pega un brinco tan fuerte que por poco creo que se me va a salir por la boca. Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar su confesión.

—¿Qué? —Es lo único que soy capaz de pronunciar.

Lia suspira y se pasa la mano por el pelo antes de continuar:

—Tu madre estaba embarazada cuando conoció a Thomas y tu padre nunca ha querido contártelo, porque cree que es mejor que no sepas que tu verdadero padre era un borracho y drogadicto que golpeaba a tu madre.

Pestañeo incrédula. No puede ser...

Esto tiene que ser una jodida broma. Sí, debo haberme desmayado en el baño cuando estaba vomitando y ahora mismo estoy soñando... eso es.

Me pongo en pie y echo un vistazo a nuestro alrededor, como si estuviese esperando el jodido momento en que salen con un ramo de flores y me gritan: ¡Inocente!

—Entonces... ¿Tyler y yo no somos hermanos de sangre?

Lia niega y frunce un poco el ceño.

Camino hasta el teléfono, descuelgo el auricular y vuelvo a buscar los números de teléfono de las llamadas entrantes en el dispositivo.

—¿Qué haces? —Exige saber.

Como no le contesto, Lia se apresura a intentar quitarme el auricular de las manos, pero como ve que me resisto, pasa a intentar sujetarme por las muñecas.

—¡Suéltame! —protesto—. Tengo que decírselo ahora mismo. Tyler tiene que saber...

—¡Olivia! —me interrumpe con un grito y me arrebata el auricular de las manos—. Mi hijo está con una chica.

Tomo una bocanada de aire y aprieto los puños, como si luchara con todas mis fuerzas por contener la dolorosa fractura que se está produciendo ahora mismo en mi corazón. ¿Es posible sentir como el alma abandona tu cuerpo? Porque creo que ahora mismo es lo que estoy experimentando. Las lágrimas se arremolinan nuevamente en mis ojos y amenazan con desbordarse en cualquier momento.

—No te creo —sollozo.

Lia me mira sorprendida.

—Me llamó desde Sandersville esta misma tarde. Parece ser que la chica con la que está es de allí y ha ido a visitarla para quedarse con ella unos cuantos días.

—¡No! —digo con dificultad y dejo que las lágrimas vuelvan a fluir a su antojo—. ¿Desde cuándo?

Tengo miedo a la respuesta y mi cerebro me advierte a gritos: «¡No preguntes más!».

—No lo sé. Ya sabes que es bastante reservado para su vida privada, pero creo que si no se tratase de algo serio no me lo habría contado.

Cuando sus palabras me calan, me doy cuenta de que tengo todo el cuerpo en tensión y de que no puedo contener los sollozos descontrolados y frecuentes que trepan por mi garganta y se consumen en mi boca.

Tyler está con una chica... La chica que escuché al otro lado de la línea llamándole por su nombre.

Mi Tyler, el amor de mi vida, el único amor de mi vida... ha rehecho su vida y está con una chica. Simplemente la idea de pensar en él besando y amando a otra mujer que no sea yo, me tortura. Pensar que le regala sus abrazos y cariños a ella, que le besa y le dice que la ama mientras duerme con ella por las noches.

—¡No! ¡No puede ser! —grito corriendo hacia la puerta.

Necesito que el aire fresco invada mis pulmones y me azote la cara.

—¡Olivia! ¿A dónde vas? —Pero no me detengo.

Salgo prácticamente volando a la calle, me subo al coche, lo arranco y salgo pitando calle abajo con las ventanillas del coche completamente bajadas para que no me falte el oxígeno que ahora mismo parece consumirse a mi alrededor.

Llena de nervios y llorando como nunca, activo el mecanismo de manos libres y llamo a mi amiga Jess. Una llamada, dos llamadas, tres llamadas y no hay manera de que me conteste. Me dijo que no tendría cobertura porque iría en el avión, pero no puedo dejar de intentarlo. Necesito hablar con ella. Necesito contarle lo que me ha sucedido. Necesito su consuelo. La necesito a ella, a mi amiga.

Vuelvo a llamarla como tres veces más, pero nada. No contesta.

Entonces una idea cruza por mi mente. Una idea estúpida, disparatada y loca, muy loca, pero la llevo a cabo sin pensar.

Veinte minutos más tarde aparco el coche frente al bloque de viviendas donde reside Cameron. Me bajo de vehículo sonándome los mocos en un pañuelo que he encontrado en la guantera de mi coche. La puerta del portal está abierta porque hay una señora mayor, saliendo en ese preciso momento con un perrito en brazos.

No toco el timbre y subo las escaleras a toda prisa hasta plantarme frente a la puerta vieja y desconchada del piso Alan, Cody y Cameron. A los pocos segundos un Cameron sin camisa y ligeramente sudado me abre puerta, completamente impactado ante mi presencia. Es tarde para ir haciendo visitas, supongo.

—Olivia —susurra mi nombre como si no se acabase de creer que soy yo.

Justo cuando voy a abrir la boca para hablar, una chica joven y guapa, asoma la cabeza por encima de su hombro y me mira divertida. Va descalza, con las piernas descubiertas y lleva puesta una camiseta masculina que le cubre justo hasta un poco menos de la mitad de los muslos. Su pelo luce algo alborotado, como si se hubiese dado un revolcón e inmediatamente un clic se activa en mi cerebro.

Siento como si todas las piezas de un puzle mental fuesen encajando, y cada vez que una de esas piezas se acopla a otra, recibo una bofetada cruel y salvaje en una noche donde las desgracias parecen acumularse.

Cameron sudado + sin camiseta + chica joven y bella + su cabello desordenado + sin ropa de cintura para abajo + la camiseta de Cameron cubriendo su perfecta anatomía = Sexo entre los dos.

Sí, no hace falta ser un línce para darse cuenta que acabo de interrumpir un momento íntimo entre ellos dos.

Doy dos pasos atrás y choco bruscamente con la puerta del ascensor que tengo detrás. El impacto es tan fuerte que un dolor agudo se extiende por uno de mis omóplatos, pero lo ignoro.

Ahora mismo ya no soy capaz de pensar con suficiente claridad. Mi cerebro me grita órdenes para que salga corriendo de ahí m, pero mi cuerpo no responde y únicamente se limita a alternar miradas entre Cameron y la chica bonita.

De pronto, un nuevo sentimiento se suma a todo el hervidero de emociones que he sentido esta noche. ¿Decepción? ¿Desilusión? ¿Desengaño tal vez? No tengo ni idea, pero pica. Esto también pica.

Al fin mis pies parecen cobrar vida y salgo corriendo de ahí como alma que lleva el diablo. Juro que en mi vida he bajado unas escaleras tan rapido como ahora mismo.

—¡Olivia! —me llama Cameron desde lo alto de la escalera, pero no me detengo.

Esta es una noche de huidas, de fracasos, de desencantos y en definitva, de no girarme para mirar atrás.

Es una noche donde descubro que mi padre, ese que en realidad no es mi padre biológico, se va a casar con Lia y van a celebrar una boda a la que acudirá Tyler, ese que ya no es mi hermano, ni tampoco mi novio y que hace más de cinco años que no he vuelto a ver, pero que seguramente acudirá con su nueva novia a la celebración.

Esta es una noche donde mi amiga no me contesta a las llamadas, donde me entero que mi verdadero padre era un borracho que pegaba a mi madre y donde me doy cuenta de que el atractivo cabrón, nunca dejó de ser eso. Un atractivo cabrón en potencia para el que no significó nada ese beso que nos dimos.

Esta, es una noche de mierda.

¡Hola personitas!

Y así es como cae una una gran bomba, queridos amigos 💣💣💣💥

¡Tyler y Olivia NO SON HERMANOS! Tanto drama para esto... 😭😭😭😭

Ahora Olivia lo sabe, los lectores lo saben, pero Ty... ay mi Ty 💔 Pobre ignorante.

Como en la vida nada es fácil ni sencillo, justamente cuando Olivia había decidido llamar a Ty por teléfono para darle la noticia, resulta que él estaba con una chica... pasando página, supongo.

💔😰 ¡QUÉ DRAMÓN! 😰💔

¿Qué creéis que debería hacer Olivia?

1. Dejarlo pasar y seguir con su vida. Igual centrarse en el tema del baile y sexy Cam 😏 (Es decir, pasado pisado).

2. Ignorar el hecho de que Tyler tenga novia y llamarlo de todos modos para decirle que NO SON HERMANOS, y pedirle encarecidamente una segunda oportunidad 🙏🏻🥰

Bueno, sea como sea, han mantenido una pequeña conversación después de casi cinco años sin verse ni saber nada el uno del otro. Tyler parecía que tenía mayor entereza ante la situación; supongo que en parte esto se debe a que él ya se hizo a la idea de que Olivia estaba con un tal Cameron, pero nuestra Oli... ay nuestra Oli. La pobre es que no puede superarlo.

Por cierto... ¿creéis que Cam estaba pasándolo bien con la muchacha que estaba en su apartamento? ¿Qué pensáis que habrá sentido Olivia al encontrarse este pastel? ¿Y Cam?

Empiezan a cocerse muchos sentimientos aquí.

Por cierto, en mi grupo de facebook publiqué un post para preguntarle a los personajes cualquier cosa que se os ocurriera. Iré contestando poco a poco, que es que le quise dar prioridad al capítulo y no me ha dado tiempo a responderos a todos. 

Bueno. Próximo capítulo narrado por Cameron, alias el atractivo cabrón 🔥

⭐️Regalame una estrellita bonita ⭐️

⭐️Recuerda brindarme tus comentarios, porque de todos los comentarios recibidos por los lectores, elegiré a uno para dedicarle el siguiente capítulo.

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¡LOVE PARA TODOS! ♥️♥️♥️

DEDICATORIA:
Este capítulo se lo dedico a una lectora suuuper especial 😍
¿Por qué? Muy fácil. Es una lectora activa en Wattpad y también en mi grupito de facebook 😍😍😍 y con eso ya la tengo en mi grupo del lectoras VIP.

@jessverito

Gracias por apoyarme con tu lectura y ser tan paciente. Sé que tú predilección es Tyler, y me manda decirte que te de las gracias por eso ♥️
De verdad, es fabuloso contar con personas como tú en este proyecto que inicié hace algo más de un año y medio. No sé si la historia saldrá en físico algún día, pero si llega a cumplirse ese sueño, nunca olvidaré que gracias a personas como tú pudo crecer y llegar más lejos 😘😘😘 ¡Gracias de corazón!

Pd: Las pijas también son felices, pero en este momento igual no tantito.

¡Besos, besos, besos! 💋
Sarhanda

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