1. Ella - Esa noche

A las nueve y media en punto salgo de mi casa decidida a acudir a ese sitio horrible, dejar que pase la noche lo más rápido posible y quitarme cuanto antes de encima la despedida de Jess.

Recién acabo de salir de casa y ya me están doliendo los pies de los taconazos que me he puesto para la ocasión. Son unas sandalias plateadas de tacón fino preciosas con dos tiras llenas de brillantitos, también son muy caras, pero me van a acabar machacando los pies, lo presiento.

Salgo del ascensor, me miro una última vez en el espejo del hall de mi bloque de apartamentos y tiro hacia abajo del vestido rosa con escote en forma de corazón que me he puesto para la ocasión. Hacía tiempo que no me ponía algo tan sexy y empiezo a dudar de si he elegido bien, pues ese sitio al que voy a ir no me inspira ninguna confianza.

El portero, un señor mayor de unos cincuenta y pico años, me mira de forma lasciva mientras mordisquea un palillo que cuelga entre sus labios y permanece de pie detrás del mostrador que hay junto a la puerta principal. Automáticamente le deseo que se atragante con el maldito palillo por mirar de esa forma a una chica joven que bien podría ser su hija.

«¡Qué asco!», pienso lanzándole una mirada llena de repugnancia y hostilidad.

Paso por su lado y el hombre se apresura a adelantarme corriendo para abrirme la puerta y desearme una buena noche, pero no le contesto. No hablo con cerdos que te desnudan con la mirada.

"¡Ashhhh!"

Cojo un taxi y le digo que me lleve al Night Affair ese. El taxista obedece y me lleva a mi destino sin preguntarme por la calle o la ubicación aproximada, lo cual me sorprende bastante. ¿Tan famoso es ese sitio? En fin... solo espero que esta noche pase rápido porque tengo cosas mejores que hacer que estar viendo a chicas y chicos desnudos bailando. Sólo espero no encontrarme con nadie que pueda reconocerme aquí, aunque dudo mucho que la gente con la que yo me relaciono, frecuente este tipo de lugares.

Cuando llegamos a las puertas del local, veo que hay una cola que rodea la manzana entera para entrar a ese antro de mala muerte. Mi sorpresa no puede ser mayor. Unas gigantescas luces de neón anuncian el nombre del lugar y a cada lado de la puerta principal hay grandes pancartas con chicos y chicas muy sexy's y sensuales bailando.

—No puede ser —digo mirando la cola de gente a través de la ventanilla del taxi—. ¿De verdad que hay gente que paga por entrar ahí?

—Se sorprendería, señorita —me contesta el taxista—. Este sitio está muy de moda ahora y raro es el fin de semana que no traigo a clientes a este sitio.

Le pago al taxista, me bajo del coche y saco el móvil para comprobar que tengo un mensaje de Jess indicándome que está esperándome al principio de la cola junto con el resto de las amigas que ha invitado a su despedida.

Me dirijo hacia allí y veo que en la entrada hay siete hombres altos, vestidos con gabardinas negras, gafas de sol oscuras aunque el sol brille por su ausencia, y que parecen armarios roperos custodiando la entrada. Giro mi cabeza y veo a Jess saludándome desde la cola a mi derecha. No sé cómo me ha podido ver con tantísima gente que hay aquí, la verdad. Según me voy acercando a ella, un escalofrío sube a toda velocidad por mi columna vertebral. Por un momento, siento que no han pasado tantos años desde la última vez que nos vimos y una emoción extraña me embarga. Me planto frente a ella y compruebo que está preciosa, con un vestido rojo ajustado, unos tacones de vértigo del mismo color y una pequeña diadema en el pelo que simula ser el velo de una novia. Su sonrisa es la personificación de la dulzura y me hace teletransportarme a esa adolescencia loca que hemos compartido y que ya quedó atrás.

—¡Dios mío, Oli! ¡Qué guapa estás! —chilla dándome un abrazo tan fuerte que por poco me desmonta y me saca los huesos del sitio—. ¿Te has cortado el pelo? —pregunta pasando sus dedos por mi cabello ligeramente ondulado.

Se separa un poco de mí para mirarme con auténtica alegría en su expresión, mientras aprieta fuertemente mis manos entre las suyas. Estoy tan aturdida por el reencuentro que no me salen las palabras y vuelvo a abrazarla de forma instintiva, a lo que ella responde riéndose a carcajadas sobre mi hombro.

Su risa... esa carcajada. ¡Dios mío, Jess! Cómo te he echado de menos, amiga. ¿Cómo hemos podido llegar a distanciarnos tanto? Sin darme cuenta me pongo a llorar como una tonta por la emoción y ella también empieza a lagrimear.

—¡Estás... estás guapísima! —consigo decir entre risas y lágrimas porque mis emociones no se deciden por una de las dos.

Rápidamente Jess me presenta a unas cuantas amigas, que a su vez son clientes suyas, y me emociono aún más cuando lo hace diciendo que yo soy su mejor amiga. Eso automáticamente me hace sentirme tremendamente mal, porque nuestro distanciamiento ha sido prácticamente culpa mía. Yo necesitaba pasar página de todo, alejarme de aquí y recomponerme de... Tyler. Siento una pequeña punzada de dolor en el pecho al pensar en él y rápidamente deshecho ese sentimiento, pues hace tiempo que aprendí a bloquear todo lo que tuviese que ver con él. Borré su número de teléfono, me deshice del diario que me regaló, tiré todas las cosas que me pudiesen recordar a él y finalmente me alejé de esta ciudad y de las personas a las que también quería mucho, como Jess. No me siento orgullosa de ello, pero fue la única opción que tenía en ese momento para no volverme loca y así me fue bien. He vuelto más fuerte y centrada. Ahora tengo paz en mi vida y mis emociones están equilibradas.

Entramos en el dichoso local y la sala principal está hasta arriba de gente, pero por suerte nosotras tenemos un reservado con una mesa, una cubitera con champán bien frío y sillas para estar más cómodas durante el espectáculo. El sitio tiene un ambiente estilo cabaret, con un enorme escenario cubierto por un telón gris, muchas mesas con mantelería roja y esa luz tenue propicia para darle a todo un ambiente íntimo y tranquilo. Enseguida nos envuelve el murmullo de todos los clientes que van ocupando las mesas de nuestro alrededor y de fondo se escucha una canción estilo Are & Be, que de hecho creo reconocer porque es un estilo musical que me gusta bastante. Sí, no hay duda, es "Gonna love me" de Teyana Taylor.

Todas nos sentamos en nuestra mesa muy próxima al escenario y Jess llena nuestras copas de champán hasta rebosar, emocionada por el momento.

—¡Vamos a brindar, chicas! —propone entusiasmada.

Todas alzamos nuestras copas en el aire, colmamos de buenos deseos a Jess y brindamos antes de bebernos la copa de champán de un solo trago. Cuando dejo la mía sobre la mesa, aparece un chico a nuestro lado vestido únicamente con un bóxer tipo tanga negro muy extraño, una pajarita en el cuello y muñequeras que simulan los puños de una camisa.

Me quedo impactada. El chico se gira a mi lado y su culo completamente depilado, brillante,  redondo y liso como una bola de billar, me deja petrificada en el sitio sin saber cómo reaccionar ni a dónde mirar.

Sólo espero que no se le ocurra tirarse un pedo en este momento...

El joven vestido de esa forma tan extraña, se gira y acerca todavía más su trasero a mí cara.

¡Joder! ¡Tengo su maldito culo tan cerca de mi cara que puedo contarle los lunares sin esfuerzo! Habría dicho que podía contarle los pelos del culo, pero no, confirmado... no tiene ni un mísero pelo.

El joven se inclina con una bandeja entre sus manos y nos entrega a cada una de nosotras una copa de vermut decorada con una aceituna, mientras nos despacha una sonrisa perfecta.

—Cortesía de la casa —dice amablemente entregándome a mí la última copa, pero yo no puedo dejar de parpadear como si hubiese visto al chupacabras suelto por aquí.

Jess interviene rápido y toma cortésmente la copa que el muchacho me está extendiendo y la deja encima de la mesa. El chico le guiña el ojo a mi amiga y se da la vuelta para seguir con su trabajo.

—¿Quién coño es ése? —balbuceo incrédula.

Jess se ríe ante mi cara de horror y pone los ojos en blanco con expresión de «¿tú qué crees?».

—Pues el camarero, Oli —dice como si fuese evidente.

—Ya, pero... pero... no... no lleva ropa.

Todas las amigas de Jess se echan a reír por mi comentario y por un momento me siento estúpida. ¡Joder! Que yo hace muchos años que no veía a un hombre con tan poca ropa... y, además, ¿qué clase de ropa es esa?

—Estamos en el Night Affair, cariño —me informa Jess colocando su mano sobre mi rodilla para que me tranquilice—. Sólo relájate y disfruta del espectáculo. Ese que nos ha traído las copas de vermut llevaba mucha ropa en comparación con lo que vas a ver esta noche, créeme.

Sus palabras me desconciertan. ¿Ese tipo llevaba mucha ropa? ¿MUCHA ROPA DICE?

Ok, ok, ok... voy a necesitar el vermut cortesía de la casa, otra copa de champán y algo de vodka azul para no morir de un paro cardíaco. No, yo no estoy preparada para esto.
¡Dios mío! ¿Cómo he accedido yo a venir a este sitio? Aún no he visto nada del espectáculo y ya me estoy arrepintiendo profundamente de todo. Empiezo a mirar alrededor y veo que hay más camareros vestidos con esa ropa, aunque claro, eso de "vestidos y ropa" en una misma frase es sólo una forma de hablar, ja. Adán y Eva iban abrigados en comparación con los camareros del Night Affair.

También hay camareras que prácticamente van por ahí en bikini o algo parecido, no sé, ya no me atrevo ni a mirar, así que me limito a beber mi vermut y fijar la vista al frente.

De pronto, las luces se apagan y todo el mundo se queda callado hasta que empieza a sonar una melodía muy sensual. Cinco chicas enfrascadas en minúsculos vestidos dorados aparecen en el escenario y empiezan a bailar girando entorno a unas sillas con una sincronización perfecta, y en ese instante, decido que no llevo suficiente alcohol en el cuerpo como para presenciar esto, así que me doy la vuelta, me armo de valor y le pido a uno de esos camareros en cueros que me traiga un vodka azul bien cargadito.

Cuando me sirven la bebida que he pedido, el telón se abre y aparecen cinco chicos vestidos de militares, en medio de una nube de humo que inunda la sala entera. Me quedo inmóvil por completo y se me acelera la respiración cuando se arrancan de forma brusca las camisetas y todas las mujeres empiezan a gritar como si nunca en sus vidas hubiesen visto un torso desnudo. Siento vergüenza, mucha vergüenza y calor... mucho calor.

Jess se levanta aplaudiendo y todas las mujeres de la sala empiezan a gritar obscenidades.

—¡Así me gustan los hombres! ¡De pelo en pecho y remolino en el culo!

Me horrorizo mirando a la rubia que acaba de gritar eso desgañitándose en el acto.

—¡Papito, préstame tu general que ya yo lo hago mayor!

Me escandalizo mirando a la pelirroja pecosa que tengo enfrente.

—¡Quiero ver ese fusil de asalto que tienes entre las piernas!

Me incomodo mirando a la señora que exclamó eso y que bien podría ser mi abuela.

¡Diablos señorita! O bueno, señora.

—¡Chico! ¡Tírate un pedo que yo pago los destrozos!

Me asqueo mirando a la morena de mi izquierda, que mira a los bailarines con ojos lascivos mientras se relame los labios uno y otra vez como si fuesen comestibles.

—¡Yo tan mojada y tú con tremendo paraguas!

Me espanto y me llevo las manos a los oídos.

¡Ya! ¡Basta! ¡Hasta aquí! No, no puedo seguir escuchando esto como si nada. Creo que es el momento de pedirme otro vodka azul...

El show avanza y ya voy por la tercera copa cuando los chicos que están bailando se arrancan el pantalón y quedan expuestos en tanga frente a la jauría de mujeres desbocadas que hay en la sala. Parece que el show ha terminado porque caen millones de serpentinas de colores del techo y todo el mundo parece eufórico, alegre y muy alborotado, todo el mundo menos yo que miro a mi alrededor con cara de estar oliendo a mierda.

—¡Jess! ¡Oye, Jess! —grito por encima de los aplausos y levantándome de la silla—. Tengo que ir al baño.

Mi amiga asiente, pero me ignora porque está demasiado entusiasmada con la función que acaba de ver. Me dirijo al final de la sala sorteando a los camareros y algunas mesas y cuando paso junto a la barra, tomo una aceituna de un cuenco y me la llevo a la boca. Cruzo una puerta grande de madera y camino tambaleándome por un largo pasillo lúgubre y con las pocas bombillas que hay parpadeando, haciendo que el sitio resulte más tétrico aún. Huele extraño, como a pintura reciente mezclado con alcohol, tabaco y sudor, y las paredes lucen vacías y algo desconchadas. Todo me da muchas vueltas a cuenta de la cantidad de alcohol ingerido y no puedo dejar de maldecir a Jess por haberme invitado a su despedida de soltera en este maldito antro lleno de gente desnuda y viciosa. Paso junto a una pareja que se besa como si no hubiese un mañana y me quedo de piedra cuando compruebo que la chica tiene su mano mentida en los pantalones del tío, mientras éste jadea en su boca.

—¿Dónde cojones me has traído Jess? —balbuceo para mí—. Ni el infierno creo que se le parezca a esto.

Sigo caminando a trompicones, llego un cruce de pasillos y tiro hacia la derecha, hasta que llego a una puerta de cristal sin ningún tipo de indicación. Tiro del pomo y para mi sorpresa está abierta. Sigo avanzando y a penas logro mantenerme en pie cuando tropiezo con un tipo que está frente a una máquina expendedora de bebidas.

—¡Oye! Mira por dónde vas —me recrimina.

«Si yo pudiese mirar», me digo mentalmente mientras levanto la vista con dificultad hacia el hombre.

—Lo siento —digo llevándome una mano a la cabeza y apoyando la otra en la pared para no caerme—, creo que me he excedido con el alcohol y encima los zapatos me están matando.

Trato de enfocar mis ojos en él y descubro que no es un hombre, sino un chico que me mira divertido, o eso creo porque en esta mierda de sitio no hay mucha luz.

—Creo que te has perdido —dice mirándome de arriba a abajo—. Esta es una zona reservada para el personal que trabaja aquí.

Mi vestido Gucci rosa y mis sandalias de Prada, contrastan con su extraño atuendo y en general con todo lo que entraña este lugar. El chico lleva una chaqueta vaquera verde sin nada debajo, eso es lo único que soy capaz de divisar con esta luz. ¿Quién va por la vida sin camiseta?

Intento enfocar la vista y me quedo embelesada observando sus pantalones... ¡militares!

—¡Oh, ya se! —exclamo más fuerte de lo que pretendía—. ¡Tú eres uno de los bailarines!

Él me mira y sonríe.

—Sí... —responde alargando la i.

—Grandiosa función, con ese movimiento de caderas —digo intentando imitar el baile del chico, pero las piernas me fallan y caigo hacia adelante.

El bailarín reacciona rápido y me sujeta por la cintura.

—¡Cuidado! —me brinda una sonrisa magnífica, propia de un anuncio de dentífricos.

Le miro idiotizada por culpa del exceso de alcohol. Si no hubiese bebido, me daría vergüenza comportarme así, pero el champán, el vermut y el vodka azul hacen que esa palabra esté borrada de mi diccionario por ahora; claro que tampoco llego a los límites de esas mujeres en la sala.

—¿Cómo te llamas? —pregunto con la lengua de trapo.

—Cody.

—¡Oh! Bonito nombre. Es un nombre bonito para un chico bonito. —Automáticamente me llevo las dos manos a la boca y abro los ojos desmesuradamente—. ¡Mierda! He pensado en voz alta, ¿verdad?

El chico asiente sin dejar de sonreír en ningún momento. Realmente parece simpático.

—Genial... —digo intentando recuperar la estabilidad—, oye, es estupendo estar en este lugar hablando contigo, pero si no voy al baño ya mismo me voy a... ya sabes —digo señalando hacia abajo.

—!Por Dios! ¡No! Sería una pena estropear ese vestido tan bonito. Tienes un baño justo ahí, detrás de esa puerta —me indica con el dedo.

—Gracias, Cody.

—De nada... —comienza a decir y se queda mirándome con las cejas en alto, como esperando a que le diga mi nombre.

—¡Ah! Me llamo Olivia.

—De nada, Olivia —repite esta vez, pero pronunciando mi nombre.

Me despido de él y me dirijo a la puerta que me acaba de indicar hace un momento y me quedo mirando la vieja puerta de madera con un letrero desgastado que dice: "Servicio". Cuando empujó la puerta, me sorprendo al comprobar que el wáter no tiene puerta... están las bisagras, el habitáculo, la taza del wáter, pero la puerta brilla por su ausencia.

¡Genial! Pues o lo hago aquí o me meo encima, porque ya no me da tiempo a buscar otro cuarto de baño.

Me subo el vestido y finalmente consigo vaciar la vejiga que tenía a punto de explotar, pero justo cuando voy a tirar de la cadena, escucho como se abre la puerta de madera vieja. Me asomo con cuidado tras el habitáculo sin puerta y veo que son dos bailarines del espectáculo que acabo de presenciar, comiéndose literalmente a besos. La chica empuja al muchacho contra las baldosas y se lo devora ahí mismo.

¿WTF?

—Tómame —le dice ella saltando sobre el chico y rodeándolo con sus piernas—. Quiero que me hagas tuya.

¡Vaya tela! Estos dos van a montárselo aquí mismo y yo sin poder escapar por ningún lado. Me pego todo lo que puedo a la pared del habitáculo, con la esperanza de no ser vista, pero permanecer de pie, quieta, bastante borracha  y sobre unos tacones que me están reventando los pies es tremendamente complicado.

Contengo la respiración mientras los escucho desplazarse hacia el lavabo entre besos y jadeos.

¡Virgen de los pecados! Me van a descubrir.

Me pongo de puntillas y vuelvo a asomarme sigilosamente por el borde del habitáculo mientras jugueteo con el hueso de la aceituna que tengo en la boca. Ahora la chica está apoyada sobre el lavabo, mientras que él permanece colocado entre sus piernas, acariciando sus muslos con descaro y le sube un poco el vestido.

¡Por todos los santos! ¿Por qué, Dios? ¿Por qué me castigas así? ¿Por qué me haces esto? ¿Es necesario que yo presencie esto? ¿Es necesario que yo teng...?

En ese momento en el que mantengo una conversación con Dios sobre las fatalidades de mi vida, el tacón de una de mis ideales sandalias se parte de golpe y pierdo por completo el equilibrio, cayendo de rodillas en medio del cuarto de baño y no, no he perdido sólo el equilibrio, sino también la poca dignidad que me quedaba.

Dios 1 - Olivia 0

El chico se da la vuelta y sus ojos inquisidores se clavan por primera vez en mí.

¡El hueso de aceituna! ¡Dios!
Con el susto de la caída, el hueso se me va al fondo de la garganta y me atraganto. Empiezo a abrirme en arcadas como si fuese un maldito gato intentando escupir una bola de pelo, hasta que el dichoso hueso sale despedido de mi boca y acaba rodando por el suelo, hasta tropezar con la bota del muchacho.

—¡Mierda! —chilla la bailarina de manera tortuosa y se recoloca el vestido rápidamente.

¡Qué bochorno! ¡QUÉ BOCHORNO! No me muevo, no puedo. En este instante solo me quiero morir, pero morir de verdad, a ver si con un poco de suerte me arrastran al infierno y me libran de este en el que estoy atrapada ahora mismo.

—¡Hay que joderse! —El chico esboza una sonrisa torcida que me resulta tremendamente familiar. Los ojos marrones le brillan y me mira desde su altura—. ¿Rubia?

Yo sólo quería desaparecer del mapa.

Aquel fue sin duda uno de los momentos más vergonzosos de mi vida, aunque por desgracia no fue el único.

¡Hola personitas!

¡YA HA EMPEZADO LA SEGUNDA PARTE! 💃🏼💃🏼🕺🏼🕺🏼😏

Nota: Quiero decir que al final de cada capítulo encontraréis el dibujo de Nueva York seguido de un texto que más adelante o al final entenderéis a qué corresponde 👀👀👀

AVISO: Estoy muy, pero que muy emocionada porque esto empieza con doble capítulo, así que solo diré lo siguiente:

⭐️Acuérdate de regalarme un voto 🙏🏻
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Ya sabéis que procuro ser una escritora activa 😜

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DEDICATORIA:
Volvemos con las dedicatorias. Recuerda que si quieres un cap dedicado sólo tienes que pedírmelo y en cuanto pueda te lo dedicaré.

El primer capítulo de esta historia se lo voy a dedicar a una lectora que está de cumpleaños 🎂🎂🎂
Aplausos para ti 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻

@PuppetSociety

¡¡Muchas felicidades!! No sé me olvidó, nop 😜
Espero que pase un feliz día y éste es mi pequeño regalo para ti 💝

Ya podéis ir corriendo al segundo capítulo 🏃🏻‍♀️🏃🏻‍♀️🏃🏻‍♀️

BYE
Sarhanda

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