Capítulo XXXVI
Evonne caminaba con prisa por las calles del centro de la ciudad, sintiendo como el pánico la invadía a cada paso que daba. No localizaba a su pequeña hermana por ningún lado, y eso la angustiaba en gran manera.
¿Qué estaba haciendo? ¿a dónde estaba yendo? ¿por qué había huido de casa?
Lágrimas de temor e impotencia corrían por sus mejillas, estaba desesperada, y lo peor de todo, era que ni Romeo e Ivana tenían noticias de Loamy. Pronto anochecería, y si no la encontraban para ese entonces, sufriría un ataque.
—¡Evonne! —escuchó una voz, y su cuerpo entero se estremeció.
Giró sobre su eje, encontrándose de golpe con aquellos peculiares ojos que tanto había echado de menos.
—¿C-Caleb?
Él no dudó ni un segundo en acortar el espacio entre ambos y envolverla en un fuerte abrazo. Intentando expresarle a través de él, lo mucho que la había extrañado.
—¡Dios! Qué alegría me da verte. —dijo, aferrándose más a ella.
Por más que la sensación de volver a estar entre sus brazos fuese maravillosa, y anhelara fundirse en él, aspirando su delicioso aroma, sabía que tenía algo más importante en qué pensar.
—Por favor, dime que está contigo. —suplicó, apartándose de él, pero manteniendo las manos en sus brazos.
Caleb frunció el ceño en confusión, viéndola desconcertado.
—¿Quién?
Su labio inferior comenzó a temblar, en tanto sus ojos se cristalizaban. Estaba a punto de comenzar a llorar, ya que se había dado cuenta de que ni siquiera Caleb tenía idea del paradero de su hermana.
Pero entonces, como una señal del cielo, su teléfono sonó. Sin dudarlo ni un segundo se apartó de Caleb para responder la llamada, desesperada por encontrar algo de alivio en aquel mar de tormentos. Y por suerte así fue, era Ivana, comentándole que habían encontrado a Loamy, estaba en el restaurante con Adrián.
—Ya apareció —suspiró, cerrando los ojos y permitiendo que lágrimas cargadas de alivio se desbordaran de ellos.
—¿Evon? —la llamó con voz suave, acercándose a ella. —. No entiendo qué pasa...
—Era Loamy, se había escapado de casa, pero ya apareció —le comentó, retrocediendo un par de pasos, para alejarse de él. —. L-Lo siento, debo irme.
Giró sobre su eje, con la intención de huir de aquel lugar, y ni siquiera fue capaz de describir lo que sintió cuando él la sujetó del antebrazo para detenerla. Su labio inferior comenzó a temblar, le dolía en el fondo del corazón, pero no podía quedarse ahí y verlo a la cara, no después de todo lo que había hecho.
—Evonne, por favor, tenemos que hablar. —suplicó, nuevamente.
—No puedo, Caleb. —sollozó.
Un estruendoso sonido metálico retumbó en el lugar, haciendo que ella se sobresaltara, aterrada, y, como si el clima estuviese conectado a sus emociones, una torrencial lluvia comenzó a empaparlo todo.
—Tengo que irme —insistió, intentando avanzar, al igual que todos aquellos que huían de la lluvia. —. Caleb...
—No puedo dejarte ir —comentó, nostálgico. —. Te quiero, Evonne.
Ella lo observó a los ojos, por primera vez desde aquel reencuentro, y el corazón se le estrujó en el pecho, mientras, con ojos cristalinos, negaba con la cabeza, intentando expresarle el cómo se sentía.
—Por favor, quédate conmigo, Evon... te lo suplico. Además, con esta lluvia, se te será difícil llegar hasta la parada de autobuses. Mi departamento está cerca, solo esperaremos a que el agua escampe.
Todo en su interior le gritaba que aceptara, su corazón latía desbordado de la conmoción, pero su mente le decía que era una mala idea, que debía alejarse de él, y evitar lastimarlo.
—Por favor. —suplicó nuevamente, y esta vez, ya no pudo resistirse al deseo de acompañarlo.
Él tomó su mano, aferrándola con fuerza, y juntos corrieron al igual que el resto de personas a buscar refugio. Al parecer aquella tormenta iba muy en serio, y no mostraba señales de que fuese a terminarse pronto.
Para cuando llegaron al apartamento de Caleb, ambos estaban empapados. Evonne se sentía cohibida, debido a que nunca antes había visitado aquel lugar, a pesar de que él ya conocía cada esquina de su casa. Su mirada viajó en derredor, viendo con curiosidad cada esquina de aquel espacio; para ser joven y soltero, era muy ordenado. Nada parecía estar fuera de lugar.
—Ven, tienes que secarte. —dijo, tomando su mano y guiándola hacia su habitación.
Ella negó con la cabeza, anclando sus pies al suelo, y reusándose a entrar, pese a que sus dientes castañeaban, y su cuerpo temblaba de frío. Podía sentir como sus extremidades se entumecían, más, no era capaz de moverse.
—Es inapropiado —fue todo lo que pudo formular, sintiendo como la vergüenza cubría su rostro al no creerse merecedora de pudor alguno. —. Lo siento, Caleb, pero no puedo.
—Puedes entrar tú sola, y buscarte algo... te prometo que me quedaré aquí a esperar.
Alzó la mirada, entre conmovida y consternada, para verlo a los ojos.
—No es por ti, Caleb. —respondió, soltando su mano y abrazándose a sí misma.
Aquello era más difícil de lo que había creído. ¿Cómo decirle que se sentía intimidada, porque en ocasiones creía aún tener las marcas que Bellamy dejaba en su cuerpo?
—No puedo estar aquí, ni siquiera puedo verte a la cara sin sentir que...
—Hey, no —negó con la cabeza, acercándose a ella y ahuecándole el rostro con las manos, obligándola a verlo a los ojos. —. No te martirices por lo que pasó, Evon, ni pretendas que yo deba enojarme. ¿Por qué habría de juzgarte por algo que pasó antes de que me aceptaras en tu vida? No tengo el derecho, si consideras lo que hiciste con él un error, e incluso si no lo consideras uno, nadie tendría el derecho de juzgarte. No somos seres de luz, Evonne, no somos personas perfectas, solamente somos dos humanos tratando de vivir una vida que no pedimos, y aun así nos obligan a enfrentar con valentía.
Caleb acarició tiernamente sus mejillas, apartando un par de lágrimas traicioneras que se desbordaron de sus ojos.
—No fui condescendiente contigo, ni te veo como a una niña —tragó saliva. —. Por dentro me sentía realmente frustrado, ¡santos cielos! Mi novia se había acostado con mi mejor amigo... pero, luego me decía que no podía enojarme por algo que no me concernía, y que más bien debía estar agradecido de que, a pesar de todo, me elegiste a mí, y me quisiste tanto como yo a ti. Evonne, estos meses a tu lado han sido los mejores de mi vida, y no quiero que se termine por algo externo a nosotros.
Oír sus palabras le devolvía el aliento, y solo se contenía para no saltarle encima y fundirlo en un fuerte abrazo; desahogando en llanto todo aquel dolor que la abrumaba.
—Pero, no podemos estar juntos —sollozó. —. ¿Qué dirá tu familia? Jamás me aceptarán después de lo que pasó.
—La relación es nuestra, Evonne, no de ellos —tomó su mano, y besó sus nudillos. —. He hecho cosas peores, y créeme cuando te digo peores. Tanto así que temo que seas tú quien no me quiera en su vida debido a mis errores.
Evonne sorbió su nariz, observándolo con desconcierto. ¿Errores? ¿Qué errores podría haber cometido un joven tan correcto como él? El nombre de Caleb, para ella, representaba paz emocional, ternura, felicidad. Jamás lo alejaría de su vida por un error.
Estaba por responderle, cuando una ráfaga de viento sopló a través de una ventana abierta, enfriando la habitación. Ella se abrazó a sí misma, temblando de frío, y chillando al mismo tiempo en que sus dientes volvían a castañear, con mucha más intensidad.
—Ven, tienes que vestirte o te resfriarás —insistió, tomando su mano y adentrándose con ella en la habitación. —. Aunque, no creo que te quede algo mío, eres pequeña. —comentó, yendo hacia su closet.
Evonne tomó una fuerte bocanada de aire y se abrazó a sí misma, viendo la habitación que, al igual que la pequeña sala de estar, estaba perfectamente ordenada. Caleb no tenía muchas cosas, más que lo indispensable para poder estar cómodo. Parecía un lugar del que podría marcharse sin problema en cualquier momento.
—Puedes usar esto, mientras bajo a la lavandería a secar tu ropa. —se volvió hacia ella, ofreciéndole una de sus camisas.
Asintió tímidamente, aunque ansiosa por quitarse aquella ropa mojada, y se adentró en el baño para poder cambiarse. Mordió su labio inferior, viendo como le llegaba hasta mitad de los muslos, pensando en si sería correcto salir así, o le era mejor encerrarse en el baño hasta que él se marchara.
¡Pero de qué hablaba! Debía salir y entregarle la ropa para que la llevase a la lavandería.
Tomó otra fuerte bocanada de aire, sintiendo como las manos le temblaban, y se armó de valor para salir de aquel cuarto de baño. Y, ni bien sus ojos encontraron a Caleb, la respiración se le atoró en el pecho, y su rostro palideció, y no solo por el hecho de que el chico se encontraba sin camisa, y que, tal y como imaginaba, poseía un cuerpo espectacular, sino porque su torso y uno de sus brazos se encontraban llenos de tatuajes.
Tragó saliva, mientras lo admiraba con asombro, creyendo que era aquel el motivo por el que Caleb siempre utilizaba camisas formales y con mangas, quizás intentaba ocultar aquella que, según ella, se veía como una hermosa pintura en el magnífico lienzo que era su piel chocolatada.
Lo admiró, sin pudor alguno, observando cada detalle en él, hasta que su mirada se posó en un peculiar tatuaje en su costado, el cual por algún motivo le resultaba familiar. Y no fue hasta que pasaron un par de segundos en que logró identificarlo, y por poco sufrió un infarto al darse cuenta de que llevaba el mismo que Bellamy. Sintió fuertes retorcijones en su estómago, y de pronto comenzó a sentirse mareada, en tanto de su mente no salía la idea de que ellos se lo habían hecho juntos, en honor a su amistad.
—Evon, ¿estás bien? —inquirió Caleb, girándose hacia ella, luego de escucharla chocar levemente en el marco de la puerta. Y su angustia solo fue en aumento al ver lo pálida que estaba. —. Oye, oye, tranquila.
—No —pidió, retrocediendo para evitar su tacto. —. Esto está mal, no debería estar aquí. —sollozó.
—P-Pero, ¿qué ha pasado? No lo entiendo, y no lo entenderé, si no hablas conmigo. Por favor, Evonne...
—Tienes el mismo tatuaje —expresó, jadeante. —. Caleb, no puedo solo hacer caso omiso al hecho de que ustedes eran tan amigos, al punto de hacerse un tatuaje al conjunto.
—Tú no tienes la culpa —se arrodilló, una vez que ella se sentó en el suelo, abrazando sus piernas. —. No eras consciente de que él y yo nos conocíamos... por favor.
—¿Cómo sé que en un futuro no me reprocharás por esto? —cuestionó, alzando la mirada y viéndolo a los ojos, los suyos estaban cristalinos.
Él sonrió, con extrema ternura.
—No sabes cuánto me emociona escuchar de tus labios la palabra "futuro", me da esperanzas —besó su frente, antes de sentarse a un lado, bajo el umbral de la puerta del baño. —. Te dije que he cometido errores de los que me arrepiento, ¿no? —suspiró. —. Mis tatuajes no lo son. —comentó, logrando hacer que ella esbozara una pequeña sonrisa. —. También te oculto algo, respecto a lo que hacía realmente ese día que me encontré a Loamy... Evonne, tu hermanita prácticamente me salvó la vida —comentó, bajando la mirada. —. Para molestar a mis padres, dejar la universidad y llenarme de tatuajes no me resultaba suficiente, no, yo quería algo que los golpeara en serio, y para ello, me enlacé a una pandilla.
Evonne abrió los ojos ampliamente, mientras se giraba para verlo con asombro y terror.
—Ese día esperaba a un amigo, y junto con él iríamos a la zona enemiga a buscar a un tipo que había traicionado al jefe... ni siquiera le avisé que no podría llegar, y no fue hasta el día siguiente que me di cuenta de que él y sus acompañantes, estaban muertos, los habían asesinado por ir a aquel lugar perteneciendo a una banda enemiga. Ese mismo día salí de la ciudad, y por ese motivo no llegué a ver a Loamy como lo prometí.
—¡Dios mío! —exclamó, aterrada, cubriéndose la boca con las manos.
—Me fui para asegurarme de que no tuvieran nada en mi contra, y cuando estuve seguro, volví con mis amigos músicos, aún estaba perdido, sin saber qué hacer con mi vida, hasta ese día que te encontré nuevamente en aquel club; Tú fuiste como una señal del cielo, una luz que guiaba mi camino, y en ti, y tu familia, encontré esa paz que llevaba tiempo buscando, Evon.
Ella lo observó con ojos cristalinos. Estaba tan conmocionada que no sabía qué responder a todo aquello.
—Luego de eso me puse en contacto con los de la pandilla, las llamadas misteriosas que recibía y siempre me hacían salir huyendo, eran de ellos, tenía que devolverles varias cosas que habíamos recibido a lo largo de los años, pero no podía ser todo de una vez... el punto es que finalmente lo hice, y como mi difunto amigo era la conexión entre ellos y yo, me dejaron ir sin problemas, ya que no conocía secretos, ni nada por el estilo.
—¿Eres libre? —fue todo lo que pudo formular.
Él sonrió.
—Sí, lo soy, gracias a ustedes que me dieron el valor para tomar el camino correcto, reconciliarme con mis padres y buscar un mejor futuro. —comentó, poniéndose de pie, y ayudándola a ella a hacerlo también. —. Ahora, ¿cómo sé que no utilizaras esa información en mi contra, en un futuro?
Comentó, haciéndola soltar un par de carcajadas.
—No me importa lo malo que creas haber hecho, Evonne, porque sería un hipócrita al decir que te quiero, si no soy capaz de aceptarte con tu pasado. Te quiero, y estoy dispuesto a comenzar de nuevo... si me aceptas.
—Sí —respondió sin dudar, cerrando los ojos y permitiendo que las lágrimas se desbordaran de ellos. —. Sí, sí, sí.
Caleb sonrió con emoción, antes de inclinarse hacia ella para abrazarla con fuerza, sintiendo como le correspondía con el mismo cariño. La alzó del suelo, y comenzó a dar vueltas con ella en brazos, sintiendo como su corazón saltaba de alegría al escucharla reír nuevamente.
La dejó sobre sus pies, solamente para envolver sus brazos alrededor de su cintura para sostenerla y volver a alzarla, hasta estar a la altura de su rostro. Ella sonrió tímida, en tanto enroscaba las piernas en su cintura y envolvía los brazos alrededor de su cuello. Caleb la miró a la cara, con extrema ternura, en tanto permanecían ahí abrazados, hasta que decidió encaminarse hacia la cama para sentarse en el borde, con ella en su regazo.
—Eres lo mejor que me ha pasado, Evonne Simmons, siendo tu nombre la canción más linda que mis labios han entonado.
Un tierno puchero se posó en sus labios, en tanto deslizaba la mano del cuello de Caleb hacia su mejilla, y se inclinaba para besarlo, desesperada por sentir sus labios nuevamente. Y, su corazón le dio un salto en el pecho al sentirse correspondida. Los días anteriores habían sido una tortura para ambos, y estaban dispuestos a demostrarse qué tanto se habían echado de menos.
Se apartó de él, a milímetros de distancia, y pegó su frente a la suya, en tanto observaba aquellos gráficos que adornaban su pecho. Inconscientemente, se encontraba calcándolos con sus manos, y no contuvo el deseo de inclinarse y dejar un tierno beso sobre uno de ellos, sintiendo como el cuerpo de Caleb se estremecía ante ese gesto.
Volvió a alzar la mirada, viéndolo fijamente a los ojos, y entonces subió, buscando sus labios para besarlo de una forma pasional.
—Evonne —murmuró Caleb, sintiendo sus manos frías posarse sobre su pecho, mientras los suaves labios de la chica se movían al compás con los suyos, despertando su deseo, y el que ambos estuvieran a medio vestir no ayudaba a su autocontrol. —. ¿Estás segura de esto? —inquirió, apartándose un poco para verla a los ojos.
Lo que menos quería era que se sintiera presionada. Porque él la deseaba, por todos los cielos, claro que lo hacía, desde el primer momento en que la vio se sintió atraído, pero no quería dar el primer paso y asustarla, no quería que pensara que solo planeaba aprovecharse de ella.
—Sí, lo deseo —respondió con timidez, obligándose a verlo a los ojos. —. Durante los últimos días creí que no te volvería a ver, fue una verdadera pesadilla —ella lo tomó del rostro. —. Te amo, Caleb.
Fue la primera vez que ella lo dijo, y para él, se sintió como estar en la gloría.
—También te amo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top