Capítulo XXIX

Evonne observaba de manera distraída el retrato encuadrado de la pequeña Laura junto a su hermano, la niña se apreciaba sonriente, parecía muy feliz, al igual que Caleb, su sonrisa era tan amplia y genuina. En ese momento no podía dejar de pensar en que no recordaba haber visto antes aquella hermosa sonrisa en sus labios, a pesar de que siempre estaba riendo y bromeando.

Bajó la mirada para verlo, él tenía la cabeza recostada en su regazo, por lo que acarició sus rizos con suavidad, utilizando su mano libre, ya que la otra estaba aprisionada por sus dedos.

Él había sufrido un ataque de pánico, y realmente la asustó ya que parecía no poder respirar, así que lo abrazó con fuerza, de manera protectora y tomó su mano, y a pesar de que dolía cuando la presionaba, no la soltó.

—Caleb... ¿quieres un poco de agua? —preguntó, más no obtuvo respuesta. —. Buscaré agua, para ambos.

Al llegar a la planta baja, comenzó a dar un par de vueltas intentando encontrar la cocina. Eran las tres de la madrugada y todo estaba en completo silencio, fue difícil, pero finalmente la encontró, y era muy amplia. Avanzó hacia el refrigerador y tomó dos botes con agua, y al girar, se paralizó al encontrarse a Megan a sus espaldas.

—Y-Yo... Solo necesitaba un poco de agua. —dijo, nerviosa.

—Está bien, no te preocupes —respondió, mientras la pasaba de lado y sacaba una botella de tequila de la alacena. —. Espero que no te moleste que beba un poco... ¿quisieras acompañarme un minuto?

—Eh... Bueno, yo...

—Solo una copa, por favor.

—B-Bueno... Está bien. —respondió, sintiéndose incapaz de rechazarla.

Ella asintió con la cabeza mientras servía un par de shot, para luego ofrecerle uno. Bebió la suya, casi de un sorbo, y la Evonne intentó seguirle el paso, pero sintió como si el líquido ardiente quemara su garganta.

—Seguro crees que soy un monstruo sin sentimientos...—comenzó la mujer, perdida en sus pensamientos. —. Sé que es así como él me ve. Cree que a su padre y a mí nos dio igual la muerte de nuestras pequeña Laura, solo por terminar un negocio.

Evonne evitó a toda costa mirarla, sabía que sus ojos le delatarían, y confirmarían a la mujer su suposición; por lo que solamente bebió nuevamente un sorbo del ardiente líquido y frunció el rostro con disgusto.

—Su padre y yo decidimos que no mostraríamos nuestro dolor frente a él, queríamos evitar que se deprimiera y que la culpa lo consumiera; pero, él se aferró a ese dolor, se aferró tanto hasta hundirse en ese mar de emociones del que ya no pudo salir, atormentado por la culpa y alimentado por la ira, una ira que nació hacia nosotros —la mujer sorbió su nariz y luego bebió su quinto shot de tequila, antes de llenar nuevamente el de Evonne. —. Permitimos que fuera así, pensamos que tal vez ese odio se iría con el pasar del tiempo, pero nos equivocamos y terminamos perdiéndolo; fueron cinco años sin verlo.

—Señora...

—Megan... solo Megan, cariño.

—Megan... lo siento. Y-Yo no sé qué decir, creo que debería decirle todo esto, expresarle cómo se siente realmente.

—No —negó con la cabeza. —. Eso sólo empeoraría las cosas, se enfadaría y se marcharía cómo intentó hacerlo durante la fiesta. Cuando se trata de nosotros él no escucha razones, ni lo intenta... pero, Evonne ¿sabes cuánto tiempo he rogado por verlo? Hace años, ningunos de nosotros, ni sus sobrinos habían logrado convencerlo de venir. Luego llegaste tú.

—Megan...

—Evonne, tú eres su salvavidas, tú lo ayudaste a salir a la superficie de ese mar de tormentos. Por ti está aquí, y tengo la esperanza de que contigo a su lado él pueda salir adelante. Tengo mis esperanzas puestas en ti.

Aquellas palabras lograron asustarla. ¿Ella un salvavidas? Pero si su vida estaba peor que la de Caleb, ella era un desastre, y no lo merecía, no cuando había sido tan lindo. Y si sus esperanzas estaban puestas en ella, el enterarse de las barbaridades que había hecho por dinero lo destruirían para siempre. No podía hacerle eso, no podía quedarse.

Bebió lo que sobraba de la copa con mucha rapidez, y luego se puso de pie para tomar nuevamente los botes de agua en sus manos temblorosas.

—Lo que me dice, de que nunca logró superar la muerte de su hija...

—Es real —responde la mujer suspirando. —. La última habitación a la derecha, ahí están todas sus cosas. Nunca pude deshacerme de ellas. Era como si intentara arrancarme un pedazo de mi alma.

Evonne exhaló mientras bajaba la mirada al suelo.

—¿Sabes por qué me sorprendí cuando vi a tu hermanita?

Alzo la mirada hacia ella, viéndola con mucha curiosidad. Se lo había preguntado en más de una ocasión.

—El collar que ella lleva en su cuello, Evonne, era el collar de Laura. Lo llevaba puesto el día que murió.

—¡¿Qué?! —cuestionó, alarmada.

—Espera, no lo estás tomando bien —la mujer suspiró profundo. —. Era el collar de su hermana, su más gran de tesoro, aquello que había cuidado con tanto recelo, su único recuerdo y, sin pensarlo, se lo dio a Loamy porque supo que ella sí lo usaría y lo apreciaría. Evonne, ustedes no son una aventura más en su vida, son especiales para él y...

—Lo siento, Megan. De verdad lo siento... no creo que pueda hacerlo, no creo que pueda ayudarlo. —dijo con voz temblorosa, antes de darle la espalda y retirarse de la cocina a pasos apresurados. Sintiéndose incapaz de continuar aquella conversación.

A cada escalón que subía, sentía como las lágrimas rodaban por sus mejillas. Aquello había resultado en un desastre, la mujer le había hecho entender que cuando ese joven, al que ella tanto quería, se enterara de la verdad, lo perdería para siempre. Estaba segura de que al igual que con su familia, perdería contacto. Y no quería que eso pasará, no quería que Loamy se entristeciera de nuevo por perderlo y que la culpa no fuera de nadie más que de ella. Tenía que decirle la verdad a Caleb, pero sentía tanto miedo de hacerlo.

Al abrir la puerta de la habitación en la que lo había dejado, se topó de golpe con que estaba completamente vacía.

—¿Caleb? —comenzó a llamarlo, mientras tocaba la puerta del baño, sin obtener respuesta.

¿Dónde podía estar? No podía haber desaparecido de la nada. Salió de la habitación y comenzó a caminar por los extensos pasillos de aquella mansión. Aún era madrugada por lo que la mayoría de las luces en las habitaciones estaban apagadas, excepto en una, por lo que supuso que ahí debía estar. Tocó la puerta un par de veces y tomó la perilla; la puerta estaba sin seguro, así que se tomó el atrevimiento de abrirla.

Su corazón se estrujó en su pecho al ver al chico sentado en el suelo, al borde de una pequeña cama cubierta con sábanas de princesas, con las manos aferrándose con fuerza un peluche de un delfín rosado.

—¿C-Caleb?

—No se lo merecía, no se lo merecían ninguno de ellos. —dijo, entre llanto.

Evonne alzó ambas cejas al darse cuenta de lo que él hablaba.

—¿Estabas en la cocina? —preguntó, mientras se acerca a él, a paso lento.

—Estabas tardando mucho, así que baje a asegurarme de que todo estuviera bien —sollozó, al tiempo en que guiaba el peluche hacia su nariz para luego inhalar su aroma. —. Aún huele a ella. Después de casi nueve años. Estoy seguro de que mamá continúa comprando el perfume que solía ponerle para rociarla aquí.

Evonne presionó los labios con fuerza, mientras observaba en derredor. Cuando lo mujer habló de conservar las cosas de la niña, juró que se trataba de cosas encajonadas. Pero no, todo estaba en perfecto estado. Incluso una gran cantidad de juguetes se encontraban ubicada en filas en una de las esquinas de aquella enorme habitación.

—Ella tuviera catorce años —comentó. —. Seguramente sería una adolescente muy bella.

—Sería hermosa. —dijo Evonne, mientras se sentaba a su lado, viendo fijamente un retrato de la niña que colgaba en la pared.

—Seguramente yo tendría que estar actuando como el celoso hermano mayor que no la dejaría salir con algún patán de su escuela, porque para mí seguiría siendo una niña.

Evonne soltó una media risa, un tanto triste, antes de recostar la cabeza en su hombro.

—Conociéndote, seguramente harías algo para avergonzarla frente a ese chico. Ah no, espera... ese es mi papá.

Ambos estallaron en carcajadas luego de eso, recordar a Noah y sus ocurrencias de verdad que ayudaba mucho en ese momento.

—Lamento mucho haber arruinado todo —dijo Caleb, dejando de reír. —. Se suponía que este sería un gran día, el día en el que te presentaría con orgullo ante mis padres y todos sus invitados.

—Caleb, tenías derecho a estar molesto —respondió, mientras giraba su rostro hacia él. —. Pero, creo que deberías hablar con tus padres.

—¿Sabes, Evonne? luego de escuchar a mi madre contar su versión, me di cuenta que solo usaba el enojo como una excusa —su rostro se ensombreció nuevamente, y una expresión de tristeza se posó en él. —. Lo que realmente siento es vergüenza, y culpa. Ellos me confiaron a su pequeña hija, con la esperanza de que yo pudiera mantenerla a salvo, éramos un equipo.

—Hay cosas que no podemos controlar, Caleb —guio la mano hacia su rostro para acariciar su mejilla con ternura. —. No fue tu culpa, ni de tus padres, ni siquiera de tu pequeña hermana. Solo fue algo que pasó y les cambio la vida a todos. Pero en sus manos estaba el cómo continuar con sus vidas, y aún ahora, tú puedes escoger entre perdonar y pedirle perdón a tus padres, o alejarte totalmente de esas personas que te aman incondicionalmente y romperles el corazón.

—Eres muy persuasiva —dijo riendo, luego sorbió su nariz. —. Tienes mucha razón.

—Lo sé —sonrió orgullosa. —. Siempre la tengo, lo heredé de mi madre.

Caleb esbozó una pequeña sonrisa, antes de inclinarse hacia ella para besar sus labios con ternura.

—¿Estuviste bebiendo?

—Solo un par de shot, por no rechazar a tu madre.

Caleb suspiró profundo.

—Ella sí bebió bastante, ¿no?

—Sí, lo hizo mientras me contaba la historia.

Él negó levemente con la cabeza, antes de inclinarse nuevamente para volver a besarla. Evonne le correspondió, embelesada por sus labios y perdida en sus caricias, amaba estar así con él, lo deseaba, aunque la culpa la carcomiera por dentro.

Ella quería detenerse, pero sus besos eran como drogas para ambos. Y ese era un sentimiento difícil de controlar. Sin pensarlo, se subió en su regazo, sin apartarse ni un centímetro de sus labios, y él envolvió los brazos alrededor de su cintura para atraerla más a su cuerpo, con el deseo de que ni la más mínima distancia los separara, pero entonces se escuchó el ruido de un delfín algo robótico en la habitación y ambos se separaron sobresaltados.

—¿Qué fue eso? —cuestionó Evonne, con la respiración agitada.

Ambos bajaron las miradas hacia sus regazos y presionaron los labios para no estallar en carcajadas al ver al peluche de delfín rosado entre ellos.

—Casi lo aplastamos —rio levemente. —. Caleb, creo que deberíamos volver a la habitación.

—Estoy de acuerdo contigo —respondió tomando el peluche en sus manos. —. Hay que descansar, mañana será un día muy largo.

Evonne se puso de pie y caminó hacia la puerta para darle algo de espacio. Caleb suspiró profundo, mientras se ponía de pie y colocaba el peluche nuevamente en la cama. Esbozó una pequeña sonrisa triste, antes de dirigirse hacia la salida.

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