Capítulo XX
El día de la presentación de Loamy había llegado, y con él, el estrés de querer que todo saliera perfecto. Evonne mordía su labio inferior mientras intentaba peinar los risos rebeldes de su hermana en un moño, mientras ésta no dejaba de saltar de pie en pie.
—¿Estás nerviosa, mi sol? —cuestionó, terminando de atarle un lazo en el moño.
—No, estoy emocionada. ¡Ya quiero que todos me vean bailar!
El viejo, pero aún bonito, teatro de la ciudad se encontraba hermosamente decorado, con muchas luces navideñas alrededor de las bases; y algunas rosas rojas hechas con papel de decoración. Las sillas estaban llenas, casi media ciudad había asistido para ver la presentación de los niños de la academia de baile Miss Angélica.
Tras bambalinas, las niñas estiraban sus piernas y calentaban sus cuerpos, la presentación comenzaría en minutos y la tensión comenzaba a sentirse en el aire.
—¡¿Dónde está mi estrella del Jazz?! —exclamó Caleb, llegando al reducido espacio con un ramo de rosas en sus manos.
—¡Caleb! —gritó la niña con emoción y sin pensarlo rompió fila y corrió hacia él para abrazarlo.
—Disculpe, Monsieur —la mujer de acento francés aclaró su garganta. —. Las niñas están a punto de salir a escena así que...
—Oh, Désolé —se disculpó el chico, en francés, cosa que sorprendió en gran manera a la mujer.
—¿Tu parles français? —preguntó con emoción.
—Oui —esbozó una enorme sonrisa, antes de contarle en el mismo idioma. —. Nací en el barrio francés, y estudié el idioma por muchos años.
—¡Surprenant! —exclamó contenta.
—¿Caleb? —Evonne se sorprendió de verlo y escucharlo entablando una conversación en francés con Miss Angélica.
—¡Ah, Evonne! Cielo, acabo de conocer a tu novio francés, es muy lindo —sonrió cómplice y le guiñó un ojo, mientras se alejaba. —. Qué Loamy termine de calentar.
Una vez que ella se alejó, Caleb se inclinó hacia la pequeña para besar la mejilla y entregarle el ramo de flores. Loamy le agradeció con mucha emoción, y luego se alejó para seguir con los estiramientos, dejándolos a ambos solos. Caleb dirigió la mirada hacia Evonne, quien lo observaba presionando sus labios, intentando reprimir una sonrisa.
—¿Qué sucede? —preguntó entre risas.
—Nada, señor francés —respondió, contagiada por su risa. —. Dijiste que solo lo manejabas más o menos, pero te acabo de escuchar hablar francés con mucha fluidez.
—¿Sí?, entonces te debo una explicación, pero te la daré en nuestra siguiente cita.
—¿Siguiente cita? —arqueó una ceja.
—Sí, tú y yo, esta vez solos ... ¿el sábado?
—Uff, trabajo —se alzó de hombros. —. Lo siento.
—Piénsalo, ¿quieres? —concluyó, besó su mejilla y luego caminó hacia la salida. —. Te veré en las sillas, junto a tu padre.
—Por favor, no —exhaló. —. Si él dice algo extraño, será el momento más vergonzoso de mi vida.
—No te preocupes —rio. —. Ya estoy acostumbrándome a esto.
Una vez que el evento comenzó, sentados en primera fila, Evonne, Noah, Carey, Ivana, y Romeo, e incluso Elías y Arthur, quienes estaban en segunda fila, observaban las presentaciones, esperando ansiosamente el turno de Loamy. Y, cuando al fin apareció en el escenario, todos se inclinaron en sus asientos, como si al hacerlo pudieran acercarse más a ella. En un principio, la pequeña se quedó helada al ver la cantidad de personas en el lugar, pero solamente bastó con encontrarse los rostros amables de sus seres queridos para salir de su trance.
Cuando comenzó a bailar, todos en el lugar se emocionaron. La niña no solo bailaba el ritmo musical que caracterizaba su ciudad, sino que lo hacía con tanta pasión, que los maravillaba. Ella amaba la música jazz, amaba sus raíces, amaba su ciudad y lo demostraba en cada paso, en cada salto, en cada movimiento de sus pequeñas manos, o en la forma en la que sonreía con aquel brillo en sus ojos. Para solo tener cinco años, aquella presentación había sido perfecta. Y no había duda de que, al crecer, tendría un gran futuro como bailarina.
Cuando terminó el evento, todos se encontraban en línea, esperando a que Loamy saliera, junto a Noah, de los vestidores. Una vez que se encontraron, la niña los observó, indecisa sobre hacia quién iría primero. Esbozó una pequeña sonrisa nerviosa y luego corrió en dirección a Romeo, para lanzarse a sus brazos. Éste se emocionó en gran manera al saber que seguía siendo el favorito de la menor, y no dudó en mofarse de eso frente a los demás con un infantil gesto, mostrando su lengua.
—Pequeña traidora. —musitó Ivana, haciéndola reír.
—Te quiero mucho, mucho, Ivana —dijo, mientras se apartaba de Romeo y se abalanzaba hacia ella para abrazarla.
—Aww, también te quiero un mundo, bebé. —respondió al corresponderle el bello gesto.
Evonne y Caleb se encontraban uno junto al otro, y él mantenía el brazo alrededor de sus hombros, en un gesto de mucha confianza, pero a ella no le molestaba. Ambos sonreían con adoración mientras veían a la niña correr a hacia ellos para saludarlos.
—Estuviste maravillosa, mi sol. Eres la mejor.
—Sí, eres una pequeña estrella de Jazz. —dijo Caleb, quien fue el último en recibir un abrazo.
—Bien, creo que esto amerita una salida a comer helados... ¿quién se apunta? —cuestionó Noah, y todos aceptaron felices, deseando pasar una agradable tarde con Loamy, y celebrar sus logros.
***
Eran las siete de la noche del sábado, el día de la primera cita real de Evonne junto a Caleb. Ella estaba nerviosa, revisaba una y otra vez cada detalle en el espejo, observaba su rostro con un leve maquillaje, su cabello peinado en un moño bajo un tanto formal, y su vestido negro sin mangas, con escote de corazón, ceñido al cuerpo.
Se colocó de lado, y mordió su labio, nerviosa, al no estar segura de si había escogido un buen atuendo para salir de noche; se sentía presionada.
—Te ves perfecta, cariño. —dijo Noah, mientras pasaba junto a ella y se detenía un segundo para besar su frente.
—Gracias, papá —respondió girándose y siguiéndolo con la mirada, mientras él se alejaba. —. ¿No crees que es mucho?
—¡No, no lo creo! —respondió, alzando la voz. —. ¡Además, él se te queda viendo incluso cuando andas en tus peores fachas!
—Papá, por favor.
—Lo digo en serio —dijo, al volver a su lado. —¿A qué hora regresa Loa, cielo?
—Ivana la traerá a las ocho y media de la noche. Papá...
—Tranquila, amor, todo estará bien por aquí. —respondió Noah, con una leve sonrisa.
La hora acordada llegó y con ella, muy puntual, apareció Caleb, tocando a la puerta. Evonne se apresuró a abrir, y un suspiro se escapó de sus labios cuando divisó al joven del otro lado de aquel umbral. Estaba realmente guapo, vestía semiformal, utilizando una camisa manga larga de botones color azul cielo, lo que resaltaba un poco el azul en sus ojos.
—¿Se quedarán mirándose o se irán? —cuestionó Noah, acercándose a la puerta. Vio Caleb de pies a cabeza y soltó una media risa. —. Ya no sabemos dónde más poner flores, chico. Ya son muchas.
Evonne dirigió la mirada hacia su padre, y lo observó con mucho reproche. Caleb por su parte solo comenzó a reír, estando ya muy acostumbrado al humor de Noah.
—¿Qué?, es en serio, ¡ya parece un funeral!
—Lo siento, señor Simmons, pero soy parte de los que piensan que las flores son para los vivos —comentó, siguiéndole el juego al hombre. Éste solamente rio, y luego se retiró. —. ¿Nos vamos?
La noche avanzaba con calma, y la velada no podía ser más perfecta. Ellos se encontraban en un restaurante al aire libre, el cielo estaba despejado, y la luna junto a las estrellas resplandecían volviendo aquella noche mágica. La comida era lo único que no acababa de convencerla, ¡cielos! Ella no estaba a dieta y todo lo que había en el menú eran ensaladas; por suerte, el vino estaba delicioso, y podía degustarlo cuanto quisiera ya que Caleb había pedido la botella.
—¿Ya te dije que luces hermosa? —cuestionó Caleb, quien tenía su codo derecho sobre la mesa, y con su mano sostenía su barbilla, viéndola con atención.
—Gracias —sonrió con timidez. —. Y, respondiendo a tu pregunta... —se inclinó un poco en la mesa, colocó sus codos sobre ella y reposó también su barbilla en sus manos. —. Sí, ya me lo habías dicho desde que salimos de casa.
—Es difícil no repetirlo. —soltó una media risa.
Evonne presionó sus labios con fuerza, intentando reprimir una sonrisa tonta que amenazaba con formarse en sus labios. Mordió su labio interior, y desvío la mirada hacia su plato nuevamente, suspiró profundo, intentando disimular su disgusto por la comida.
—Oye, Evon, no sé tú, pero creo que se me ha antojado una pizza. ¿Qué opinas? —cuestiono él, viendo también su plato.
—Totalmente de acuerdo contigo. — respondió, riendo.
Ambos se pusieron de pie y entre risas tomaron la botella de vino y se retiraron del lugar, por suerte la comida se pagaba al ordenar, por lo que podían irse en cualquier momento.
Las risas no paraban, y luego de ordenar la pizza para llevar, decidieron sentarse en el pasto para un picnic nocturno. Hablaron de cosas triviales, bebieron lo que restaba del vino y se recostaron sobre el pasto para ver las estrellas.
—Llevaba tiempo que no me divertía tanto —comentó Evonne. —. Es como si, por unas cuantas horas, hubieras podido detener el tiempo.
—Estoy feliz de ser parte de tus alegrías —respondió el chico.
Él sonrió, antes de tomar su mano y besar sus nudillos. Ambos permanecieron recostados uno junto al otro, la noche comenzaba a enfriarse y Evonne sabía que eso le causaría una fuerte congestión nasal, pero no estaba dispuesta a terminar con ese maravilloso momento en el que se sentía tan cómoda y tranquila.
—Entonces, ¿en tu familia solo son ustedes tres? —cuestionó Caleb, buscando un tema de conversación, mientras se giraba ara quedar de costado y así poder verla.
—Sí, solo somos nosotros —exhaló, imitándolo para quedar frente a frente. —. Mi madre murió hace un par de años atrás.
—¿Cómo era ella? —la observó a los ojos, con mucha curiosidad. —. Digo, si no es demasiado pronto para hablar sobre eso...
—No, descuida —presionó los labios, pensando. —. Era maravillosa, una madre muy amorosa —torció una sonrisa. —. La luz de nuestras vidas. Papá adoraba contar la historia sobre como la conoció; ella era una chica que trabajaba limpiando el centro de rehabilitación en el que fue internado cuando era un adolescente problemático. Dice que fue amor a primera vista, que su corazón volvió a latir cuando ella lo vio y le regaló una amable sonrisa.
—¿Se enamoraron en un centro de rehabilitación?
—Sí, dice que mi difunta abuela le dijo a mi madre que estaba cometiendo el peor error de su vida al fijarse en un hombre como papá. Pero, a pesar de todo, ella nunca se rindió con él, lo amaba y sabía que solo necesitaba una oportunidad. Y funcionó ya que, durante todos los dieciséis años que estuvieron juntos, él fue un hombre responsable y un gran padre.
Caleb la observaba con mucha atención, muy entrado en el tema.
—¿Y tú crees que en lo mismo que ella? —cuestionó de pronto, y ella podía jurar que notó un atisbo de tristeza en su mirada, lo cual la extrañó un poco.
—Claro que sí, las personas solo necesitan una oportunidad. —amplió una amable sonrisa.
Ambos permanecieron con la mirada perdida en el otro, por cuestión de segundos, hasta que el teléfono del Caleb comenzó a sonar de nuevo, logrado incomodar en gran manera.
—Caleb, creo que deberíamos irnos. —dijo, rendida, mientras intentaba ponerse de pie.
—No, Evonne, espera —pidió, tomando su mano.
Ella giró el rostro para verlo, y justo en ese momento su pie resbaló con el pasto, húmedo por el sereno, lo que causó que tropezara y cayera de golpe sobre él.
—¡Dios! Lo siento tanto, Caleb. —dijo, mientras intentaba incorporarse.
Estaba realmente avergonzada, y el hecho de que prácticamente se encontraba sobre el abdomen de Caleb, con las rodillas a sus costados, solo lo empeoraba. Trató de ponerse de pie, pero él posó las manos sobre sus antebrazos para detenerla, mientras mantenía los ojos cerrados y reía a carcajadas.
—Creo que rompiste las costillas. —comentó entre risas.
Evonne bajó la mirada y lo observó, desde esa posición era realmente encantador ver la expresión en su rostro mientras reía, y a pesar de que se sentía realmente avergonzada por haberle caído encima, no pudo evitar reír con él.
—Lo siento, de verdad lo siento. —dijo entre risas.
Fijó la mirada nuevamente en él, y sintió como el corazón le latía violentamente en su pecho, sus manos temblaban y sus mejillas ardían, ante los repentinos pensamientos que invadían su cabeza. Su respiración era entrecortada, y muy difícil de controlar, quizás era el vino, ¿había bebido mucho vino? No lo sabía. Él dejó de reír, y flexionó un brazo para apoyar la cabeza en él, mientras posaba sus peculiares ojos en ella, sin apartar su sonrisa, un tanto pícara. Era tan emocionante, que no se dio cuenta en qué momento se inclinó y juntó sus labios en un tímido y suave beso.
Caleb sonrió sobre sus labios, lo que causó que un escalofrío recorriera su espina dorsal, mientras él se incorporaba hasta quedar sentado, dejándola a ella a horcajadas en su regazo. Posó la mano en su nuca, sosteniéndola con firmeza, mientras profundizaba más el beso; sus labios eran suaves, y su boca cálida, con el sabor del vino en ella. Él le acariciaba suavemente su mejilla, mientras sus labios danzaban al compás de los latidos acelerados de su corazón, y durante ese momento, para ambos, todo fue más que perfecto.
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