Capítulo XV
Lunes en la mañana...
Si de por sí los lunes eran difíciles, ese en especial, era el peor de todos. Se había enfermado, tenía fiebre alta, pero no podía darse el lujo de faltar al trabajo ya que no sabía cuál sería el estado de ánimo que tendría Adrián ese día.
El que ella llegara al restaurante, vistiendo un abrigo cuello de tortuga sobre su uniforme de mesera, y un gorro para el frío a pesar de ser un día relativamente cálido, sorprendió a sus amigos, quienes rápidamente se acercaron para preguntarle si se encontraba bien.
—Estoy perfecta —aseguró, para luego avanzar hacia la sala de empleados con la intención de buscar su delantal. —. Hay que ponerse a trabajar.
—A mí no logras engañarme. —dijo Romeo, mientras él, e Ivana la seguían.
—Solo es fiebre.
—Es más que fiebre —sostuvo Ivana. —. Sabemos cuándo has llorado por alguna razón. Ahora habla o Adrián terminará despidiéndonos a los tres, porque no nos moveremos.
Evonne frunció el ceño y resopló, bufando, sabía que sus amigos no lo dejarían ir tan fácil. Lentamente comenzó a ceder, y decidió contarles lo ocurrido con James, esforzándose por no llorar, y cumplir su promesa de dejar de hacerlo. Aunque le fue un tanto difícil al sentir el calor de ambos, cuando éstos la abrazaron con fuerza.
—Entonces, ¿aún tenías esperanza de que volvería? —cuestionó Ivana, mientras la observaba fijamente una vez que ella se acercó al mostrador y recostó su torso sobre el mesón, suspirando agotada.
Evonne asintió levemente con la cabeza.
—Nunca lo comentaste.
—Cuando Elías te dijo que se iría, perdiste toda esperanza de volver a estar con él. Yo no quería perderla también, porque era todo lo que me quedaba.
Ivana posó la mirada en Romeo, quien regresaba de limpiar algunas mesas. Ambos se observaron sin saber qué decir; ya que realmente pensaban que aquella historia había terminado totalmente.
Adrián salió de la cocina, había entrado en el restaurante por la puerta trasera, y se sorprendió al encontrar a Evonne recostada en el mesón. Arqueó una ceja y dirigió la mirada hacia el par de jóvenes que lo observaban expectantes.
—¿Y a ella que le pasa? —adelantó los labios, señalándola con ellos.
—Problemas amorosos y fiebre. —informó Ivana.
Adrián frunció el ceño en confusión y fijó su mirada en la chica nuevamente. Puso los ojos en blanco y bufó fuerte, antes de seguir caminando en dirección a su oficina.
—Contrata jóvenes, decía. Serán más eficientes, decía —murmuraba mientras se alejaba de ellos, mientras éstos lo observaban de mala manera por su reacción tan fría e indiferente.
—Evon, si quieres puedo ir hoy por Loa. Ya casi es hora. —comentó Romeo.
La chica amplió los ojos y se incorporó con mucha rapidez tras escuchar sus palabras, ¿ya era hora? ¿Cuánto tiempo había estado penando?, y el que el restaurante estuviese medio vacío lo empeoraba todo. Recordó que debía ir al jardín de niños por su hermana, y debía ser ella por si Caleb llegaba, ya que le había prometido verlo en la plaza, para que pudiera saludar a la menor.
—Yo iré, ya tenemos planes para hoy.
—¿Y no se trata de un joven sensual que canta Jazz? —cuestionó Ivana, sonriendo con picardía ante la expresión de sorpresa que ella plasmó en su rostro. —. ¡Por Dios, Evon! Pensé que al llegar me hablarías de eso, no de James. Tienes que contarlo todo, Elías es un mal curioso, y no pudo responder a mis preguntas.
Evonne soltó una media risa, debió suponer que él se lo diría, ambos se contaban todo. Caminó hacia el baño del restaurante para lavar su rostro con el agua fría del grifo, la fiebre había bajado luego de un par de pastillas, pero su rostro continuaba reflejando desvelo, cansancio y tristeza. Suspiró rendida, esperaba poder disimular todo aquello, por lo menos frente a su hermana, para no angustiarla más.
—Te prometo que te lo diré todo, pero justo ahora debo irme. —anunció tras salir del baño.
—Me saludas a Loa. —pidió Romeo, despidiéndose de ella con un gesto de mano.
***
Casi una hora después, Evonne se encontraba de pie en la entrada del jardín de niños. Había llegado quince minutos tarde, lo que significa que se tardaría más tiempo en llegar a la plaza, y le preocupaba que él se desesperara por su impuntualidad y se marchara. Sabía que también pasarían un par de minutos antes de que le permitieran salir a la niña, ya que, luego del incidente en el lugar ahora existía más seguridad y una lista de personas que pudieran recoger a los niños.
Una vez que estuvieron en la plaza, observó por enésima vez a su alrededor, esperando ver el rostro del Joven entre las personas que andaban por ahí, pero no lo localizaba. La idea de que ni siquiera hubiera considerado ir al lugar se cruzó por su cabeza y, en tal caso, era bueno que no le hubiese dicho nada a su hermana, ya que estaría muy decepcionada.
—¡Evon! —le habló Loamy, sentándose en una banca y colocando la mochila en su regazo. —. Te hice un dibujo para que te sientas mejor. —le contó, agitando la hoja de papel en sus manos.
—Muchas gracias —ladeó una pequeña sonrisa, mientras se sentaba a su lado. —. Claro que esto me hace sentir mejor. Eres mi sol.
Loamy esbozó una enorme sonrisa, y extendió su mano hacia el rostro de su hermana para acariciar su mejilla con ternura. Evonne sonrió enternecida, mientras disfrutaba del tacto de aquella pequeña manita, y luego observó nuevamente el dibujo, emocionándose al notar que eran garabatos de su familia, incluyendo a Romeo e Ivana, y en una esquina... ¿Caleb? Supuso que se trataba de él. Alzó el rostro hacia la niña con la intención de agradecerle, y frunció el ceño en confusión al notar que ésta mantenía la mirada perdida en un punto tras su espalda.
—¿Está todo bien, amor? —cuestionó, viendo hacia atrás.
—¡Es Caleb! —exclamó, con evidente sorpresa y emoción.
Loamy se apartó de ella para correr hacia la acera, en donde el joven se encontraba saludándola con un gesto de mano y una enorme sonrisa, igual de emocionado que ella. Evonne se puso de pie y permaneció en su lugar, observando como su hermana abrazaba con emoción a Caleb, quien la cargaba en sus brazos, la lazaba en el aire y daba vueltas con ella. Actuaban de una manera muy fraternal, según su gusto.
—Hola, Evonne Simmons —entonó, como ya era costumbre, mientras avanzaba hacia ella. —. Lamento haber tardado mucho.
—Descuida, lo importante es que sí viniste.
—¿Lo sabías? —cuestionó la niña, confundida.
—Sí, cielo. Él me dijo que vendría.
La niña amplió los ojos, estaban brillantes, y llenos de emoción. No hacía falta ser un genio para entender lo que ella estaba pensando en ese momento; que ellos dos tenían comunicación.
—Quiero invitarlas a salir, podemos ir a comer algo y luego al cine.
—¡Sí! —chilló la menor.
—¡No! —respondió Evonne, al mismo tiempo. —. Lo siento Caleb, pero es lunes; ella tiene ensayo y yo debo volver al trabajo.
—Pero... —Caleb y Loamy balbucearon al mismo tiempo, viéndola con evidente tristeza y desilusión.
—Podemos acompañarte una hora, solo a comer, luego ella debe irse a su academia de baile, y yo a mi trabajo. —insistió.
—Pero, estás enferma —comentó Caleb, tomándola por sorpresa. ¿Tanto se notaba? ¡Qué vergüenza! —. ¿Trabajas en ese estado?
—Tengo que —se alzó de hombros, fingiendo no sentirse avergonzada por su posible mal aspecto. —. Entonces, ¿vamos a comer algo?
—¿Vamos a tu trabajo? —preguntó la niña.
—No, tiene que ser un lugar cercano, para dejarte a tiempo en la academia de baile.
—Pero, Evon...
—No, pequeña, tenemos compromisos.
Le dolía en gran manera ver la expresión triste en el rostro de ambos, pero no podía faltar al trabajo, ni Loamy a su ensayo. ¡Vamos! la presentación sería más pronto que tarde, y ambas se habían esforzado mucho para que aquello sucediera, no podían aceptar distracciones en esos momentos, ni desperdiciar el tiempo.
—¿Ustedes ya son novios? —cuestionó la niña de pronto, causando que Evonne se atragantara con la ensalada que estaba almorzando en ese momento.
Caleb presionó los labios en una pequeña sonrisa, debido a su reacción, mientras ella bebía agua intentando deshacer el nudo que se había formado en su garganta. ¡Solo eso le faltaba! Era lo único que necesitaba para volver más incómodo el momento.
—¡Loamy!
—Pero ustedes dos se hablan, sabías que vendría y...
—No, no somos novios, cielo. ¿Está bien? —le respondió.
—Aún —murmuró el joven, mientras guiaba el vaso con agua hacia sus labios para beber un sorbo.
Evonne lo observó estupefacta, y la expresión en su rostro hizo reír a su hermana menor, quien contagió a Caleb. ¿Qué rayos ocurría con ese par?, reían con tanta complicidad, como si hubiera algo de lo que ella no estuviera enterada.
—Loamy, cielo...
—Nosotros solo somos amigos, o por lo menos estamos en proceso de serlo —intervino el joven, tomándola por sorpresa. —. Evonne es una chica maravillosa, gracias por presentármela.
—¿Entonces sí será tu novia?
—Loa...
Aquello se estaba saliendo de control.
—Las cosas no funcionan así, eso lleva algo de tiempo. —respondió el joven.
—¡Pero lo prometiste! —reprochó la menor, frunciendo el ceño. —. Dijiste que sería tu novia.
—Loa, yo no quiero ser su novia, ni de él, ni de nadie más. ¡¡No necesito un novio!!
—¡Pero estabas llorando en el baño! —gruñó la niña, posando la mirada en ella. —. ¡Estás triste de nuevo!
Evonne amplió los ojos, sintiendo como su sangre se helaba. ¿Cómo se había enterado? ¡Rayos! A esa niña no se le escapaba nada.
Caleb posó su mirada marrón azuleja en ella, acto que la hizo sentir intimidada, por lo que evitó sus ojos, bajando el rostro y limitándose a ver su ensalada para ocultar la vergüenza que sentía en ese momento, en el cual de verdad detestaba tener a una hermana tan precoz, que no midiera sus comentarios. Culpaba a su padre por ello.
—Loamy, tenemos que irnos.
—Pero...
—Hay que irnos, tienes ensayo.
—Evonne, ¿estás bien? —inquirió Caleb, poniéndose de pie al mismo tiempo que ella.
—Gracias por todo, Caleb. —elude su pregunta, y toma la mano de la menor para ayudarla a ponerse de pie.
—¿Podemos hablar?
—Adiós, Caleb.
Loamy soltó su mano, y corrió hacia él para abrazarlo con fuerza. Caleb sonrió levemente mientras la cargaba y le correspondía el tierno abrazo. Y, una vez que ellas se marcharon, se sentó nuevamente en su silla, viendo con tristeza los platos a medio comer. Alzó la mirada nuevamente, y las vio pasando a través del gran ventanal ya en las afueras del restaurante.
Miró atentamente a la tímida chica que llevaba un abrigo, a pesar de que el día estaba relativamente cálido, y sintió curiosidad, combinada con un gran deseo de llegar a conocerla algún día, sin que terminara huyendo de él como hasta ese momento lo hacía.
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