Capítulo XIX
Eran las cinco de la mañana del lunes, y, a diferencia de otros días, Evonne había amanecido de muy buen humor. Luego de su tradicional ritual de levantarse y observar el amanecer desde su ventana, bañarse y alistarse para el trabajo, bajó a la cocina para prepararle el desayuno a su familia. Por suerte su padre había hecho la despensa el sábado, por lo que podría prepararles algo nutritivo que les diera la energía que tanto necesitaban para ese día.
Cuando terminó de preparar; huevos revueltos con tocino, pan tostado y jugo de naranja, lo colocó todo sobre la mesa, en donde se encontraban las rosas en un jarrón con agua. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras se inclinaba hacia las flores para olerlas, inhalando profundamente. Había algo en ellas, no solamente era su aroma natural, también tenían una leve fragancia suave y varonil.
—Vas a gastarles el olor. —comentó su padre al entrar en la cocina.
—Papá, estás despierto —dijo, sorprendida, mientras se incorporaba rápidamente. —. El desayuno está listo...
—Gracias, hija —la interrumpió. —. Tu hermana también lo está. Se está cepillando los dientes y bajará pronto.
Evonne frunció el ceño en confusión y rápidamente dirigió la mirada hacia el viejo reloj que colgaba de la pared, eran las 06:30 AM. Abrió la boca con sorpresa, ¿en qué momento había pasado el tiempo?
—Todavía no te he preguntado qué tal tu cita de ayer. —dijo él, mientras se sentaba a la mesa.
—Creo que lo sabrías si hubieras estado en casa cuando volvimos —musitó.
—Hija mía, no seas tan pesada, joder —dijo con acento español. —. Ya te he dicho que solamente perdí la noción del tiempo. Tampoco puedo quedarme en casa encerrado un fin de semana.
—Yo solo espero que no hayas hecho travesuras, señor Simmons. —se sentó en la mesa junto a él, viendo de reojo las flores.
—Bueno —canturreó Noah. —. Por lo que veo te ha obsequiado flores. Son muy hermosas.
—¿Verdad que sí? —chilló con emoción, aún más de la que pretendía demostrar. —. Le he enviado cantidades de fotos a Ivana y Romeo, y les han encantado.
—La pasaron bien, ¿eh?
—¡Bailamos Jazz! —exclamó Loamy, bajando las viejas escaleras. —. Papá, fue muy divertido.
—¿Evonne bailando Jazz en público? Eso es nuevo —comentó entre risas.
—Fue muy divertido. Al principio no quería, pero él es muy insistente. —suspiró, observando nuevamente las flores.
—Alguien está enamorada. —canturreó Noah.
Evonne volvió su mirada hacia él con una expresión estupefacta en el rostro, lo cual causó que su hermana estallara en risas. Noah se inclinó hacia la menor para acomodarle su chaqueta, y frunció el ceño al notar el accesorio que la niña llevaba colgando de su cuello.
—¿Qué es esto? —cuestionó, confundido.
—Me lo obsequió Caleb —respondió Loamy. —. ¿No es lindo?
—¿Está loco? —se dirigió a Evonne. —. Eso es oro.
—Lo mismo me pregunté cuando ella abrió el regalo. —respondió Evonne, posando la mirada en su hermana menor, quien solamente disfrutaba de su desayuno.
Noah torció un poco la boca, luciendo pensativo, pero luego se alzó de hombros y continuó desayunando tranquilo. Evonne por su parte, veía con mucha atención a Loamy, ya que la niña estaba perfecta, y ella no había tenido nada que ver con ello, sino que su padre se había encargado de todo, lo que causó un pequeño vacío en su pecho, ya que se sintió como una persona superflua en ese instante, y eso la hizo temer un poco.
—Llevaré a Loamy al jardín de niños, tú puedes irte al trabajo sin preocupaciones. De ahora en adelante soy el amo de casa —aseguró Noah. —. Y Evon... dile a Caleb que debe presentarse en casa y comer con nosotros.
—Papá, apenas nos estamos conociendo, no es como si tuviéramos una relación —respondió, sintiéndose un poco avergonzada. —. Y no te preocupes por Loa, yo puedo llevarla sin ningún problema y así nos ahorramos el dinero del pasaje. ¿Te parece?
—Quiero ir con papá. —reprochó la niña.
—Loa, papá irá por ti a la salida, ¿está bien, amor? Hay que irnos.
El hecho de que su padre estuviera disponible todo el tiempo, era algo nuevo y por lo tanto abrumador para ella, en lugar de sentirse aliviada debido a una responsabilidad menos.
***
—Entonces... ¿hubo baile? —cuestionó Ivana, mientras pasaba junto a Evonne con una bandeja de comida.
—Sí —sonrió —. Bailamos, comimos, fuimos al cine... Ivy, llevaba tiempo de no divertirme tanto.
—¡Te lo dije! —afirmó, al volver ya con las manos vacías. —. Por Dios, Evon, estoy tan feliz por ti. Y Romeo igual... ¡¿no es así, Romeo?!
El chico, quien se encontraba casi a cuatro mesas de distancia, alzó la libreta en la que estaba apuntando las órdenes, como respuesta afirmativa a los comentarios de Ivana. Evonne negó con la cabeza mientras reía por lo bajo.
—Y las flores, Dios mío, ¿sabes lo que cuesta un arreglo de esos? Son como cuarenta y tres dólares por doce rosas.
Evonne abrió la boca con sorpresa. ¿En serio costaban tanto? Santos Cielos, tenía exactamente veinticuatro rosas rojas.
—¡Bebé! —exclamó Ivana emocionada al ver a su novio llegar, avanzó hacia él y depositó cortos y castos besos en sus labios reiteradamente. —. Llegaste, qué emoción.
—Ivana, ya basta, si Adrián te ve nos mandará un misil —rio Evonne, mientras se acercaba a ellos. —. Hola, Elías.
—Hola, Evon, te extrañamos ayer en el club.
—Sí, me tomé un día libre. —se alzó de hombros.
La puerta del restaurante se abrió y, ante la mirada curiosa de algunos presentes, Caleb ingresó en el restaurante, vistiendo jeans, y una camisa de botones; él no pasaba desapercibido, era demasiado atractivo, físicamente y también por su carácter amigable, saludando a todos con una amable sonrisa mientras caminaba hacia una mesa.
—Evonne, tu novio está aquí. —murmuró Ivana, mientras abrazaba a Elías, quien también sonreía cómplice.
—Ve por él, tigresa. —dijo el chico, presionando sus labios para no estallar en carcajadas.
Evonne rodó los ojos, pero al mismo tiempo una sonrisa se posó en sus labios. Buscó a Caleb con la mirada, y éste se encontraba sentado en una de las mesas junto a la ventana. Suspiró profundo y, a pesar de las risitas pícaras de sus amigos, caminó hacia él.
—Evonne Simmons —dijo, al verla acercarse. —. Benditos los ojos que te miran.
—Hola, Caleb —sonrió tímidamente, mientras apartaba unas hebras de cabello de su rostro. —. ¿Qué quieres ordenar?
—Quiero, mmm, bueno —llevó la mano hacia su barbilla, luciendo pensativo. —. Quiero que te quedes a desayunar conmigo. Digo, si no puedes ir conmigo, como decía tu mensaje, entonces yo vendré a ti.
Evonne mordió su labio inferior, intentando no sonreír como boba. Él le extendió la mano, y ella no dudó ni un segundo en tomarla, mientras se sentaba en la silla de enfrente.
—¿Qué desean para desayunar? —cuestionó Romeo, acercándose a la mesa.
—Caleb, quiero presentarte a Romeo, es mi mejor amigo, el mejor de todos los tiempos. —alardeó Evonne, mientras le guiñaba un ojo al pelirrojo, quien le devolvió el gesto.
—Oh, bueno —respondió, un tanto desconcertado por dicha acción. —. Es un placer, Romeo —observó más allá del pelirrojo y le sonrió a la chica de largos rizos. —. Tú debes ser Ivana, ¿no es así?
—Oh por Dios, hasta que al fin tienes tiempo de conocernos —musitó, mientras se acercaba, tomada de la mano con Elías. —. Ivana Hernández, y él es mi novio, Elías Wilson.
—Es un verdadero placer —dijo Caleb, poniéndose de pie y saludando a los hombres con un apretón de manos y a la chica con un beso en la mejilla. —. La verdad, siento que los conozco a ambos, Romeo e Ivana, Loamy habla mucho de ustedes, de verdad que los adora.
—Sí, eso es porque somos una parte muy esencial en su vida, desde que era una bebé. —respondió Romeo, alzándose de hombros, un tanto presuntuoso.
Ambos hombres se observaron por cuestión de segundos, con sonrisas claramente fingidas. Evonne e Ivana cruzaron miradas, intentando comprender qué rayos le ocurría a los dos, hasta que la voz de Adrián los interrumpió a todos.
—¿Acaso no piensan atender a los clientes? —cuestionó, notoriamente molesto.
—Adrián...
—No, mira Ariel —se dirigió a Romeo, como referencia a la sirenita pelirroja. —. No les pago para que estén chismeando todo el día.
—Me disculpo por eso, fue mi culpa —intervino el mayor, caminó hacia él y le extendió su mano. —Mi nombre es Caleb...
—Oh, te conozco —dijo el hombre mientras estrechaba su mano. —. Eres el novio de Evonne, el que cantó en este lugar el otro día.
—Exactamente —sonrió. —. Es solo que lo de novio, aún lo estoy intentando —comentó, guiñándole un ojo a Evonne, quien cubrió su rostro con ambas manos, un tanto avergonzada. —. No quería interrumpirla en su trabajo, pero, como no puede salir, entonces vine aquí para que comiéramos juntos. Claro, si usted se lo permite.
Adrián se tomó del mentón, pensando; más bien, fingiendo que lo hacía. Claro que no le molestaba, ya que el joven pagaría por la comida, y ambos serían como cualquier otro par de clientes por un rato. En cambio, si se negaba, él se iría sin comprar nada, lo que sería mucho peor.
—Está bien, tienes una hora para desayunar, luego vuelve a trabajar, Evonne.
—Gracias, Adrián. —dijo, un tanto sorprendida de que aceptara.
—¡Bien, los demás a trabajar! —dio una palmada.
Luego de despedirse de Caleb, Elías y Romeo se alejaron de la mesa para que Ivana pudiera tomar las ordenes. La plática de los chicos se trataba de cosas triviales; gustos, preferencias, los trabajos de Evonne y, sobre todo, Loamy, quien volvería a la academia de baile después de una semana.
—Creo que le encantará que asistas a su presentación la otra semana —le dijo. —. Bailará Jazz,
—Me encantaría asistir. —respondió.
El celular de Caleb comenzó a sonar sobre la mesa, por lo que parecían ser mensajes entrantes. Él trató de ignorarlos para seguir platicando con ella, pero incluso estando en vibrador era realmente molesto, por lo que se disculpó, para luego revisar los mensajes. La expresión en su rostro se lo decía todo, él tendría que irse.
—De verdad lo siento, Evonne. Tengo que irme —habló apresuradamente, mientras se ponía de pie. —. Me ha gustado pasar tiempo contigo, por más corto que haya sido. Te prometo que te lo compensaré.
Besó su mejilla, y luego caminó hacia la caja para pagar por la comida, aunque aún no se la servían. Romeo lo atendió, y luego de pagar, él salió del restaurante como alma que llevaba el diablo.
La comida llegó por fin a la mesa en la que Evonne se encontraba, y ésta la observó, pensando en qué podría hacer con ella, era desayuno, por lo que no duraría hasta la noche. La puerta sonó y una pareja de ancianos ingresó en el lugar. Los conocía, sabía que eran personas de escasos recursos y que solo comían en ese restaurante para días especiales, comprando solamente lo más barato del menú.
Sin pensarlo, se puso de pie y avanzó hacia ellos, les dijo que había una mesa con comida, ya todo pagado, y que esperaba que lo aceptaran. Ellos dudaron un momento, pero terminaron aceptando la oferta de la chica, de todas formas, era el cumpleaños de la señora. Los empleados le cantaron feliz cumpleaños y ellos pasaron una linda velada.
Evonne se sentía feliz de que algo bueno hubiera salido de aquella incómoda situación. Pero no dejaba de repetir una y otra vez el momento en el que Caleb se retiraba con mucha prisa del restaurante, como si algo malo hubiera pasado. Le escribió varias veces, pero no respondió. Y, por primera vez en aquel cuento de hadas, no era la princesa quien salía huyendo.
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