Capítulo VI

La pequeña niña de cabello rizado, atado en dos coletas, caminaba por la calle luciendo un tanto temerosa, pero a la vez muy decidida. Ese era el día en que cumpliría su misión.

Salirse del jardín de niños no fue tarea difícil, solo caminó detrás de una mujer que poseía sus mismos rasgos y los guardias de seguridad creyeron que era su madre. Ya una vez afuera, comenzó con su búsqueda por una persona que fuese especial y que hiciera feliz a su hermana. No tenía un tipo en específico, Evonne no le aclaró aquello el día que la interrogó tratando de saber qué tipos de novios quería.

Ella solo rio y le dijo, para salir del paso: "alguien tierno como Romeo, o generoso como papá". No entendió a qué se refería con eso, pero supuso que podría ser caucásico o afrodescendiente; de ser como el primero, que fuese como Romeo, tierno y cariñoso. No estaba segura de sí el cabello también debía ser rojo... y, si era el segundo, quería que fuera divertido y carismático como su padre, sí, ese chico especial tenía que ser como los dos hombres más importantes en sus vidas.

Las calles estaban llenas de hombres y mujeres que salían a disfrutar de su hora de almuerzo. Loamy se unió a un grupo que cambiaba en la misma dirección y alzó la cabeza, esforzándose lo más que podía para observarlos y examinarlos. Pero, era muy difícil, su baja estatura no le ayudaba, y la mayoría de las personas no se daban cuenta de que ella se encontraba ahí, hasta que pisaban sus pequeños pies o la empujaban hacia un lado.

Comenzó a sentirse abrumada, todo aquello era sofocante. Y, los hombres que lograba ver no lucían felices, todos se veían tristes de alguna u otra forma, y eso no ayudaría a su hermana.

Comenzó a desesperarse, tenía que encontrar una salida de aquel río de personas. Resultó ser más difícil de lo que creyó, el miedo la invadió y sus ojos comenzaron a cristalizarse. Ya no quería estar ahí, quería irse a casa con su papá y su hermana.

Con mucha dificultad logró llegar hasta la orilla de la calle, algunas personas aún chocaban por error contra ella, por lo que se alejó lo más que pudo, adentrándose en la carretera, y corrió con tan mala suerte, que en ese momento un hombre que vestía de traje y llevaba un maletín chocó contra ella en su apuro por llegar pronto al trabajo, provocando que perdiera totalmente el equilibrio y cayera de rodillas contra el concreto, justo en el instante en que un ciclista alcanzaba la mayor capacidad de velocidad para intentar rebasar un auto.

La niña cerró los ojos y soltó un grito aterrador que hizo que el ciclista la notara. Éste amplió los ojos con terror, siendo consciente de que la velocidad adquirida no le permitiría frenar a tiempo. Algunas personas se detuvieron al oírla gritar, pero quienes la vieron seguían muy lejos como para poder hacer algo, por lo que solo comenzaron a decirle que se pusiera de pie. Y, en ese mismo instante, un hombre joven se armó de valor y se abalanzó hacia ella, cubriéndola con su cuerpo, mientras la aferraba entre sus brazos y se echaba hacia atrás, cayendo de espaldas contra la acera y evitando el atropello.

El ciclista avanzó unas cuantas cuadras, hasta que pudo frenar sin problema, y luego volvió a asegurarse de que todo estuviera bien.

Loamy estaba aterrada, mantenía los ojos cerrados con fuerza, mientras aferraba sus manos a la camisa de la persona que la sostenía contra su pecho. No se atrevió a abrir los ojos, su cuerpo entero temblaba y pequeños sollozos se escapaban de sus labios. No tenía idea de qué había pasado; si se encontraba bien, o ya estaba camino al cielo con su mamita, hasta que de pronto sintió una mano acariciar su mejilla con suavidad, y escuchó una dulce y masculina voz que le decía que se encontraba a salvo.

Lentamente abrió los ojos, su vista estaba nublada, y un par de lágrimas se escaparon de ellos. Cuando por fin logró enfocar su visión, se encontró unos ojos de iris marrones, pero extrañamente su circunferencia era de un azul muy intenso y notable que le pareció hermoso en el momento en el que lo notó. Frunció ligeramente el ceño, mientras observaba el rostro de aquel hombre de tez morena, quien la veía con una tierna sonrisa dibujada en sus labios.

—Cielos, viejo, ¿ella está bien? —cuestionó el ciclista al regresar. —. Lo siento, te juro que intenté frenar.

—Tranquilo, no fue tu culpa. Ha sido un accidente. —respondió aquel extraño, sin dejar de abrazarla de manera protectora.

—¿Seguro? De verdad lo siento, pequeña —el ciclista lucía angustiado. —. ¿No quieren que los compense? Podría invitarlos a comer algo en mi restaurante habitual.

La niña arqueo una ceja y fijó su mirada por cuestión de segundos en el hombre vestido de manera deportiva; él llevaba un casco en su cabeza, pero de este sobresalía su cabello rubio platinado. Aquel que la sostenía se puso de pie sin soltarla, y así ella tuvo un mejor panorama de ambos. Amplió los ojos al darse cuenta de que posiblemente su madre le había ayudado, y justo en ese momento tenía frente a ella al futuro novio de su hermana. Solo que debía saber cuál de los dos era el indicado. El rubio le recordaba a Romeo, y el otro a su padre tal y como lo había pensado.

—Gracias por la oferta, pero no podemos alejarnos mucho.

—Bien, de verdad lo siento, soy Arthur. Espero que tu hermanita esté bien.

—Lo estará —respondió, y ella lo observó fijamente, un tanto aturdida por su respuesta. ¿hermanita? —. Gracias por no haberte dado a la fuga.

El chico asintió con la cabeza y estrechó su mano, antes de volver hacia la calle para montar su bicicleta y luego seguir su camino hacia el restaurante de comida rápida que habitualmente visitaba a esa hora.

—Bien —dijo el joven, dejándola sobre sus pies. —. ¿Dónde está tu madre, niñita? —inquirió.

La niña alzó la mirada para verlo, era realmente alto, y un poco musculoso. Frunció ligeramente el ceño y ladeó la cabeza, luciendo muy pensativa.

—¿Qué ocurre? —cuestionó él, un tanto extrañado por la forma en que lo veía.

—¿Eres mi hermano? —le preguntó, inocentemente.

Una media risa se escapó de los labios del joven, y rápidamente negó con la cabeza, al mismo tiempo en que desviaba la mirada para observar en derredor, esperando encontrar a alguien que pareciera estarla buscando.

—Pero, eso le dijiste al chico. —insistió Loamy.

—No, pequeña, él lo dijo, y yo solo no lo contradije. Ahora, ¿dónde podría estar tu madre?

—¿Mi mamá? —su semblante decayó, lo cual alertó un poco al joven. —. Ella está en el cielo. Eso dice mi papá siempre.

Él entreabrió la boca un poco sorprendido, y arrepentido, de haber causado tal tristeza en la menor, ya que ella se mostraba algo decaída luego de su respuesta.

—¿P-Puedo invitarte a un helado? Luego buscaremos a tu padre. —dijo, mientras le extendía la mano.

La niña alzó su rostro hacia él y vio su mano por cuestión de segundos, se suponía que nunca debía ir con extraños, pero esa era la única manera en la que podría conseguirle un novio a su hermana. Por lo que, luego de asentir con la cabeza, tomó la mano del joven y juntos se encaminaron hacia la plaza del centro, en donde se encontraba el hombre con el carrito de helados.

A unas cuantas calles de distancia, Evonne y sus amigos se encontraban en la oficina de la directora del centro infantil. Ivana había asistido al lugar a buscar a Loamy, ya que era su turno, y se topó con la sorpresa de que la niña no se encontraba en el lugar, por lo que alertó a los otros, que no tardaron en llegar.

—¡¿Cómo rayos dejan a una niña de cinco años salir sola de este lugar?! —exclamó Evonne con histeria. Sentía como si el corazón golpeaba con violencia contra su pecho.

—Señorita, de verdad lo sentimos, pensamos que usted...

—No debieron pensar, tenían que asegurar. ¡Se trata de una niña! —gritó, con voz quebrada.

Ivana intentaba calmarla, mientras Romeo se encontraba viendo la pantalla del monitor, ya que la directora había ordenado a uno de los guardias revisar las grabaciones para saber quién se había llevado a la menor.

—Ahí está, ella es Loamy — el pelirrojo señaló la pantalla cuando la imagen de la niña apareció.

Todos se acercaron con prisa, esperando encontrar respuestas, y saber qué persona se había llevado a su pequeña. Pero, lo que vieron los dejó totalmente aturdidos.

—Ella se escapó —balbuceó, Evonne, helada. —. P-Pero, ¿por qué lo haría?

—No tiene sentido —opinó Ivana, luego de ver el video desde otro ángulo y notar cómo la niña avanzaba en otra dirección luego de salir detrás de una mujer extraña. —. ¿Adónde se dirige?

—¡Tenemos que encontrarla! —exclamó Romeo con una creciente angustia —. Iré a la plaza.

—Yo iré por el camino hacia el restaurante, tal vez ella logre encontrarlo. —anunció Ivana.

—Iré por el camino hacia la parada de autobuses que nos llevan a casa —Evonne sorbió su nariz. —. Cualquier cosa avisan, por favor. Tenemos que encontrarla pronto. Y ustedes... —se dirigió a las autoridades del lugar. —, también tienen algo de culpa en esto. Es una niña. —sollozó, mientras salía del lugar junto a sus amigos.

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