Capítulo IX

Los rayos del sol brillaron a través de la ventana, la cual había quedado abierta la noche anterior con la esperanza de que la brisa fresca ingresara en aquella habitación. Estaba comenzando el verano y el calor era muy fuerte en esas temporadas, a pesar de ello, Evonne ya se encontraba activa con los quehaceres, y preparando el desayuno para su familia con lo poco que quedaba en la despensa.

Cuando estaba en la cocina, comenzó a escuchar sonidos en las gradas, y por la ligereza de las pisadas supo que se trataba de su hermana menor. Por lo que se apresuró a colocar un plato sobre la mesa para que ella desayunara.

—Hola, Evon. —saludó, su voz reflejaba mucha melancolía.

—Pequeña, no estés triste —dijo su hermana mientras la ayudaba a sentarse en la mesa. —. Te preparé panqueques.

—Los panqueques no son capaces de sanar un corazón roto, Evon. —comentó su padre al aparecer en la cocina. Besó el cabello de la menor y la frente de la mayor, antes de sentarse a la mesa con el periódico en sus manos.

—Cariño...

—Prometió que volvería —masculló Loamy, viendo su plato con tristeza.

Evonne suspiró profundo. La niña llevaba días así, debido a que habían pasado tres semanas y Caleb no la visitó como había prometido. Ella no podía hacer nada, no conocía al joven ni entendía el lazo que había formado con su hermana en unas pocas horas. Eso era tan irrazonable.

—Seguro algo se presentó, cariño. No puedes estar triste todo el tiempo, recuerda que en septiembre será la presentación de baile y tienes que concentrarte en aprender la coreografía. —dijo antes de darle un toquecito en su nariz, lo cual la hizo sonreír.

—Ya quiero que me vean bailar... bailaré Jazz, y lo haré solita.

—¿Tienes un solo? —cuestionó su padre impresionado.

—Ajá, y me gusta bastante. Ya quiero que lo vean.

—Estaremos felices de verlo, cielo, sé que lo harás genial —la apoyó Evonne. —. Ahora, termina de comer para que nos vayamos. Se hace tarde.

***

La canción Blurred Lines de Robin Thicke, T.I. y Pharrell sonaba alto en las bocinas del restaurante. Ese día se celebraban los quince años de apertura del local y la comida estaba a mitad de precio. El lugar estaba por reventar, y las personas ya no cabían en el pequeño espacio.

Adrián se encontraba en la sala de empleados, con una botella de champaña en sus manos, mientras revisaba una de sus redes sociales desde el teléfono, dejando todo lo que ocurría afuera en las manos de tres jóvenes y las cocineras.

La verdad, ellos ya estaban acostumbrados a ello, Adrián lo venía haciendo desde hace ya un tiempo atrás, ¿Qué mejor fecha para deshacerse de todos los productos a punto de expirar que esa?

—Odio cuando Adrián hace estas cosas, y luego se desaparece. —bufó Romeo, mientras limpiaba el sudor de su frente con una toalla que recién había mojado en el lavaplatos.

—Solo respira, esto terminará pronto, y tendremos muy buenas propinas. —intentó animarlo Ivana.

—Es como si quisiera castigarnos por algo. —continuó quejándose el pelirrojo.

—Chicos, no quiero empeorar las cosas, pero creo que es tiempo de irme.

—¡¿Qué?! —se escuchó la voz de Adrián a sus espaldas. —. No, nadie se va. ¿Acaso no ven el gentío?

—Pero, debo ir por mi hermana al jardín de niños. ¿Olvidas lo que pasó la última vez?

—Se fue a buscarle un novio. —dijo Romeo.

—Y consiguió a un apuesto chico. —continuó Ivana.

—Que prometió que volvería a ver a Loa y no lo cumplió. —concluyó el pelirrojo.

—Suficiente información —musitó Evonne, posando la mano sobre su frente con irritación. —. Adrián, tengo que ir...

—¡Llama a tu padre, Evonne! —respondió, fastidiado. —. ¡Que ese ebrio sirva de algo!

Sus grotescas palabras sorprendieron al trio. Una punzada de dolor atravesó el pecho de Evonne, y se sintió realmente afectada por aquel comentario. ¿Qué ocurría con Adrián? Él conocía la situación del señor Simmons a la perfección y nunca antes lo había ofendido de alguna manera.

—Idiota —masculló Ivana mirándolo de mala manera. —. Eso era innecesario.

—El restaurante está lleno, el que se vaya lo despido —concluyó empinándose la botella para luego girar sobre su talón. —. Y el próximo que me critique también será despedido.

—¿Cuál es tu problema, Adrián? —preguntó Romeo, gritando a sus espaldas, y extendiendo sus brazos hacia los lados, de forma cuestionadora.

Pero el hombre no le respondió, al contrario, solamente alzó su mano derecha y le mostró su dedo del medio al chico.

—Algo le ocurre —opinó Ivana. —. Parece que estuviera sufriendo.

—Quizás su mujer le pidió el divorcio, y con justa causa. —continuó Romeo.

—Tengo que llamar a papá —Evonne mordió su labio tan fuerte, que comenzó a sentir el sabor a hierro en su boca. Se sentía nerviosa. —. Yo...

—Creo que lo hará bien, Evon. Solo tiene que traerla de la escuela y llevarla a la clase de baile. Le irá perfecto. —la animó Ivana.

—Hola, vaya, está muy lleno hoy. —comentó el rubio platinado acercándose a ellos.

Ambas chicas sonrieron en su dirección, al mismo tiempo en que Romeo se cruzaba de brazos y mantenía una expresión nula en su rostro. Evonne se excusó y rápidamente se retiró hacia la parte trasera del restaurante para poder llamar a su padre.

—¿Todo está bien? Ella parece algo angustiada.

—Ella está bien —se adelantó a hablar Romeo. —. No te preocupes. Mejor dime que quieres para llevar.

—¿Para llevar? —preguntó, confuso.

—Sí, no puedes quedarte, el lugar está lleno, tú mismo lo dijiste.

—¿Yo lo dije?

—Olvídalo, Romeo, mejor lo atiendo yo. —intervino Ivana, al ver la hostilidad que mostraba el pelirrojo, quien al parecer siempre estaba a la defensiva cuando del rubio se trataba.

—G-Gracias. —tartamudeó confundido por la actitud del chico y rápidamente se retiró a esperar su orden en otro lado.

—Parece que la amargura de Adrián se le pasó a alguien más. —Ivana arqueó una ceja dirigiendo su mirada hacia el chico y frunció las cejas al notar un atisbo de tristeza en su mirada. —. Romeo, ¿estás bien? —cuestionó angustiada.

—No quise hablarle así. —murmuró. —. No sé qué me ocurre, joder.

—Oye, tranquilo. —intentó animarlo. —. Aun puedes disculparte, sigue aquí.

Cuando el chico volvió a recoger su orden, el pelirrojo se disculpó con él, lucía muy avergonzado, pero de igual manera se negó a darle alguna esperanza de que existiera la posibilidad de que ambos salieran algún día. Ivana por su lado, no se dio cuenta de en qué momento se quedó atendiendo el restaurante ella sola, y comenzaba a abrumarse con tantas personas dictándole su orden.

—Si quieres puedo ayudarte.

Escuchó la conocida voz y se estremeció.

—¡E-Elías! —exclamó sorprendida. No lo veía desde que recién había llegado, luego de que ella lo rechazara. Eso hacía aproximadamente cuatro meses. —. ¿Qué haces aquí?

—No intento acosarte, solamente pasaba por aquí con...

—¿Ya conseguiste algo de comer? —una chica apareció a sus espaldas. —. Muero de hambre.

La imagen de Elías junto a otra chica era algo que sacaba a Ivana de lugar. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaban juntos? ¿qué rayos estaba pasando? ¿Que no se suponía que estaba enamorado de ella?

—Ahora mismo estoy pidiendo. —se apresuró a responderle Elías.

—¡Ya volví, lamento haberme tardado! Elías y... Natasha, ¿qué hacen aquí?

—Buscamos algo de comer. ¿Cómo estás, linda?, ¿iras a trabajar este fin de semana? —cuestionó la chica de cabello rojo encendido, muy amablemente.

—Ah —miró a Ivana, quien lucía realmente confundida. —. Sí, sí iré a trabajar y estoy bien. Me sorprende verlos aquí.

—Lo sé, tuve que invitarlo a salir porque él no se animaba a invitarme. —comentó entre risas, golpeando ligeramente el brazo de Alías con su codo.

—Ya está lista su orden —interrumpió Ivana, siendo más grosera de lo que pretendía. —. Aquí tienen, espero pasen bien día.

Ambos jóvenes comprendieron la indirecta, y con una expresión de confusión en su rostro, giraron sobre sus talones y se retiraron del lugar.

—¿Qué rayos fue eso? —cuestionó Evonne, estupefacta. —. ¿Elías con novia? Hace algunas semanas estaba preguntando por ti.

—¡Lo sé! —exclamó, con su corazón latiendo fuerte. —. No puedo creer que me haya reemplazado, no puede hacerme esto. —un puchero se formó en sus labios, avanzó hacia Evonne y apoyó la frente en su hombro, y ésta no dudó en envolverla en sus brazos. —. Sí lo quiero, Evon.

—Lo sé. —respondió, acariciando su espalda con ternura.

Pasada la tarde, los tres jóvenes se encontraban exhaustos luego del día agitado que habían tenido en el restaurante. Todavía había varias personas en el local; entre ellas Arthur, quien siempre se quedaba en ese horario para estudiar para su examen de admisión.

Noah Simmons ingresó en el local, cargando en sus brazos a su hija menor, lucía muy feliz y orgulloso de haber completado exitosamente su misión de ese día.

Los tres sonrieron ampliamente al ver a Loamy, y ella les devolvió el gesto, muy emocionada de verlos a todos juntos. No esperaban que Noah decidiera llevarla al restaurante luego de la práctica, pero estaban felices.

—¡Romeo! —gritó, siendo éste el primero al que saludó. Corrió para lanzarse a sus brazos, y él la cargó sin dudarlo ni un segundo.

—Hola, pequeña, te he echado mucho de menos. —dijo, besando su mejilla.

—Oh vaya, me siento tan traicionada en este momento —comentó Ivana. —. Realmente creí que vendría hacia mí primero.

—¡Ni me lo digas! —exclamó Evonne, fingiendo estar ofendida al igual que ella.

Romeo y Loamy comenzaron a reír ante la expresión en el rostro de ambas chicas. La verdad, los amaba a todos, pero, inevitablemente adoraba de más a Romeo; era tan lindo, tierno y carismático con ella. Adoraba en gran manera cuando la iba a traer al jardín de niños, porque la dejaba peinar su largo cabello rojizo y hacerle trenzas.

—Disculpen chicos, quería preguntarles algo sobre este folleto, esta cuestión de... —Arthur no pudo terminar la frase cuando sus ojos se encontraron con aquel rostro conocido. —¿Tú?

Romeo, Evonne e Ivana arquearon una ceja casi al mismo tiempo y lo observaron confundidos.

—¿La conoces? —cuestionó Romeo, curioso.

—S-Sí, hace unos días casi la atropello con mi bicicleta —les contó Arthur. —. Ella estaba de rodillas en la calle, supongo que alguien había chocado con ella.

Todos ampliaron los ojos con horror al oír sus palabras y dirigieron sus miradas estupefactas hacia la niña, quien no les había comentado nada al respecto. La sencilla razón; todos estaban alterados cuando ella volvió a casa, por lo que pensó en mejor evitar contarles esa parte porque el castigo sería peor.

—¿Eso es cierto? —balbuceó Evonne, impactada.

—Sí, así conocí a Carey, él me salvó.

—Espera... ¿no lo conocías? —inquirió Arthur, sorprendido. —. Yo volví a asegurarme de que estuviera bien, y, pensé que era su hermano mayor.

—Tú dijiste que era su hermana, él solo no te contradijo. —rio, repitiendo las palabras de aquel joven.

Todos parecían estar en estado de shock en ese momento. No lograban comprender la razón por la cual ninguno de ellos estaba enterado de que algo realmente grave estuvo a punto de pasarle a la pequeña, y que aquel extraño que había desaparecido no solo era su salvador por regresarla a casa, sino que también por regresarla a casa estando sana y salva luego de que casi fuera arrollada por un ciclista, que resultó ser el amigo de Ivana y Evonne, y el eterno enamorado de Romeo.

Era mucho que digerir en ese momento, y Evonne comenzó a sentir que no le había agradecido lo suficiente a aquel Joven.

Un par de risas llamó la atención de todos, sacándolos de sus pensamientos, y rápidamente dirigieron sus miradas hacia la puerta de la sala de empleados, en donde Adrián reía a carcajadas junto a Noah, tratándose ambos con mucha fraternidad.

—¡Será hipócrita! —exclamaron los tres jóvenes al unísono, mientras negaban con la cabeza.

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