Capítulo II


En el trabajo, las horas pasaban volando, como hoja que llevaba el viento, y Evonne Simmons se movía de un lado a otro con la misma rapidez. Trataba de ofrecer el mejor servicio posible a los clientes, esperando de esa forma conseguir más propinas.

Ese día, el restaurante de comida rápida Adrián 'places se encontraba lleno, lo que para ella era un buen presagio. Llevaba un año entero trabajando en aquel lugar y, aunque su jefe, Adrián, era un explotador, no tenía quejas, pues al menos contó con la fortuna de que el hombre la contratara junto a sus mejores amigos; Romeo e Ivana, y junto a ellos, sus días eran más llevaderos.

—¡Esto está de locos! —exclamó una chica de tez bronceada y largos rizos que llegaban hasta la mitad de su espalda., al ingresar en la sala de empleados del local, en donde Evonne tomaba un pequeño respiro.

Sus pies la estaban matando, luego de haber utilizado zapatos altos la noche anterior.

—Sí, Ivana, pero es bueno que lleguen más personas, significa más propinas. —comentó, viendo atentamente el teléfono que tenía en sus manos.

Alzó ambas cejas y se sobresaltó luego de leer un nuevo mensaje, y se apresuró a responder, luciendo realmente ansiosa. Presionó "enviar" y luego comenzó a morder sus uñas, nerviosa.

—¿Está todo bien? —cuestionó su amiga, extrañada.

—Sí, Jeremy envió un mensaje al grupo de chat del club, al parecer habrá un evento en el que podremos ganar mucho dinero por servir las mesas, pero solo necesita a cinco de nosotras, por eso me apresuré a responder para no perder esa oportunidad, pero mi mensaje llegó junto al de otra chica —le contó. —. Ahora espero para ver a quién elige.

Ivana asintió con la cabeza, comprendiendo, antes de sentarse junto a ella, a esperar juntas el mensaje. Cuando llegó, Evonne se puso de pie súbitamente, chillando y celebrando ya que su jefe la había elegido a ella.

—Ahora solo debo pensar en cómo encargarme de mi familia. —dijo, dejando de celebrar.

—Loamy se puede volver a quedar conmigo esta noche.

—Pero, no quiero abusar de la ayuda que me das, Ivy. —expresó con tristeza.

En su segundo empleo, Evonne trabajaba de mesera en un club nocturno, tres días a la semana; miércoles, viernes y domingo. Contrario a su trabajo en el restaurante, en donde debía asistir todos los días, por lo que, jueves, sábado y lunes, llegaba desvelada.

Esos días, debido a la inestabilidad de su padre, no por miedo a que le hiciera daño a su hija, sino por el hecho de que ante cualquier emergencia él no podría ayudarla, Loamy se quedaba con Ivana. Eso ya era demasiado, según Evonne, y agregarle otro día más a la lista ya le parecía un abuso.

—Oye, tranquila. Y, por favor, deja de morder tus uñas, ya te lo he dicho —resopló Ivana. —Loamy no es una molestia, mi abuela la adora, así que no te preocupes por eso. Y, respecto a tu padre, él estará obligado a responder el teléfono cada vez que Romeo y yo le llamemos, como todas las noches en que trabajas... amiga, tú ve a tu turno tranquila que esto nosotros lo tendremos controlado.

Evonne torció una pequeña sonrisa conmovida, y asintió con la cabeza mientras dejaba su teléfono sobre la mesa para avanzar hacia su amiga y envolverla en un fuerte abrazo lleno de agradecimiento. Realmente no sabía qué habría sido de ella, luego de la muerte de su madre, sino hubiese tenido a su lado a esas maravillosas personas. Sus amigos de la infancia, Ivana y Romeo, eran como dos piedras angulares que la ayudaban a sostener su caótica vida.

—¿En serio? Ustedes se encuentran aquí dándose amor mientras a mí me torturan los clientes allá afuera.

Ambas giraron el rostro para ver al chico esbelto que ingresó en la sala, lucía realmente agotado. Su cabello rojizo, lacio y largo, estaba atado en una coleta con algunas hebras que sobresalían de ella, sus manos, finas y delgadas, manchadas con aderezo y especies, al igual que su rostro, de piel tersa, con algunas pecas muy pronunciadas en sus mejillas y nariz, estaba manchado con salsa kétchup.

—Romeo, ¿qué te pasó? —cuestionó Ivana, realmente sorprendida.

—Un niño enojado, eso pasó.

Ambas presionaron los labios para no estallar en carcajadas.

—Ahora mismo volveremos al campo de batalla, hermoso. Lo sentimos —se disculpó Evonne, avanzó hacia él y lo abrazó con fuerza. —. Realmente no sé qué es lo que haría sin ustedes.

***

Al caer la noche, Evonne se preparó para irse al trabajo, debido a la hora, llevaba puestos jeans y zapatos deportivos, ya que solamente se ponía el uniforme de camarera dentro del club, en donde todas se vestían al llegar, y luego al momento de irse a la mañana siguiente. Eso era bueno, ya que no quería ni imaginarse tomando el autobús a las nueve de la noche, llevando un vestido de camarera y zapatos altos.

—Recuerda, papá, que debes responder el teléfono cada vez que suene, por favor. —pidió con súplica, una vez que se encontraban en la estación de autobuses, a donde siempre la acompañaba para cuidarla de noche, e incluso la iba a buscar a las cuatro de la mañana para que llegase en bien a casa.

—Déjame adivinar, si no contesto llegarán Romeo e Ivana a golpear mi puerta y a gritarme.

—Solo se preocupan por ti, al igual que yo. —esbozó una tierna sonrisa, antes de besar su mejilla y subirse al autobús.

Si bien se sentía segura al subirse, porque su padre estaba ahí para ella, no era lo mismo al bajarse en el centro de la ciudad. Ahí, algunas calles se encontraban oscuras, debido a que uno de los faros se había dañado, por lo que caminaba a toda prisa, casi corriendo, con las manos dentro de sus bolsillos, esperanzada en encontrar un poco de calor.

Finalmente pudo respirar con alivio una vez que se encontró en el club. Entró por la puerta del servicio y se reunió en el vestidor con las otras cinco seleccionadas, quienes ya se encontraban vistiéndose con sus vestidos negros, un tanto ceñidos, y sus zapatos altos.

Era un tanto incómodo para ella el vestir aquello, a pesar de que Jeremy, el dueño del club, les permitía utilizarlos hasta debajo de las rodillas. Pero tampoco era que tuviera muchas opciones, las noches en el club traían buenas ganancias y le permitían costear la escuela de baile de su hermanita.

Ella, al igual que sus compañeras, sentían curiosidad por lo que pasaría esa noche, era la primera vez que un evento tan exclusivo llegaba a esa zona de la ciudad. Morían por ver a esas personas extranjeras luciendo sus hermosos y caros trajes de etiqueta.

—Damas, tengo algo que informarles —comentó Jeremy, entrando a al vestidor. Parecía aturdido, y un tanto molesto; las líneas que se formaban en su frente eran la prueba de ello. —. Ganarán mucho dinero, si así lo desean, pero de la forma más denigrante que me he podido imaginar. Les juro que no tenía idea de lo que planeaban los anfitriones y es por eso que están libres de irse si así lo desean.

Evonne frunció el ceño en confusión, mientras avanzaba un par de pasos hacia él.

—No lo entiendo, Jeremy... ¿qué sucede? —se atrevió a preguntar, sintiéndose confundida por sus palabras.

—Evonne, mi niña, creo que tú eres la primera que deberá irse a casa.

—Pero dijiste que habría buena paga, sabes que la necesito. —continuó, y las otras chicas la apoyaron.

Él suspiró, intentando aliviar la tensión que dominaba su cuerpo. Avanzó hacia una de las sillas y se sentó viendo fijamente a las chicas.

—Oigan, para cumplir con las expectativas de estos... hombres —dijo, evitando soltar un insulto —. Deberán utilizar ropa que no deja nada a la imaginación. Me dijeron que para esta noche solo querían mujeres sirviendo mesas, pero no que tendrían que vestirse como bailarinas exóticas. —gruñó, presionando sus puños.

Todas las chicas se sorprendieron y espantaron a la vez. Si bien utilizaban vestido del largo que cada una prefería, se trataba de una vestimenta formal; como en cualquier restaurante de la más alta calidad. A pesar de ser un lugar de escasos recursos, ese club era sano para pasar la noche con amigos, lo que lo diferenciaba de un bar de mala muerte.

—No quiero exponerlas a esto, chicas. Cuando comencé con este club, y las contraté, les prometí un lugar libre de abusos, denigraciones, discriminaciones, u otras cosas que afectan a las mujeres en esta ciudad. Incluso contraté guardaespaldas para echar a cualquier degenerado, pero esto es algo que me supera, ellos están pagando bastante dinero por hacer su fiesta aquí. Aun así, no pienso obligar a nadie a quedarse.

Varios murmullos comenzaron a escucharse dentro del pequeño espacio. Evonne sintió el corazón acelerarse en su pecho ante la idea de quedarse a servir mesas en ese estado, nunca había hecho algo similar y eso realmente le aterraba. Pero, ¿qué podía hacer? Necesitaba ese dinero para pagar las cuentas, su familia dependía de ella.

—Yo me quedaré, Jeremy. —informó, sintiendo un poco de vergüenza.

El hombre de unos cuarenta y cinco años de edad, moreno, y de aspecto gentil, la observó con evidente sorpresa. Aunque esta no era tanta, debido al hecho de que conocía su condición de vida, y el peso que cargaba sobre sus hombros. Hacía un tiempo atrás, él y el señor Simmons eran muy buenos e inseparables amigos.

Y, de igual manera, conocía la situación del resto de las chicas. La mayoría de ellas eran apenas unas niñas cuando él volvió a la ciudad luego de servir a su patria, y las vio crecer rodeadas de tanta basura, por lo que quiso levantar un lugar para poder apoyarlas.

No le gustaba lo que estaba pasando en ese momento, ya que todas aceptaron quedarse, pero al final era decisión de ellas, y él no podía controlarlas, todas necesitaban el dinero. Así que, lo único que podía hacer, rogándole al cielo que todo saliera bien, era ordenarles a los guardias estar más pendientes que otras noches.

La desventaja era que se trataba de gente de afuera de la ciudad, de otro estado, y no sabía qué tipo de personas eran, eso lo angustiaba un poco ya que cualquiera que se fuese de su ciudad para hacer una fiesta en un club nocturno junto a mujeres semidesnudas, no era una alguien decente.


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