Álvaro
Apagué el iPod de sopetón y volví a llamar repetidas veces al ascensor. No me digáis que estos vecinos no son la repera, que se creen que las zonas comunes del edificio dejan de ser comunes en los momentos en los cuales ellos las usan. Cualquier día de estos se lo suelto.
Al final, para variar un poco, me tuve que resignar a subir por las escaleras. En el primero, descubrí que el ascensor no acudía a mis llamadas porque la "tan simpática"familia numerosa del edificio no encontraba la manera de meter el carrito del precioso nuevo (y quinto) bebé. Me saludaron con ese típico deje de quien ya está más que harto de intentar meter a presión un carro de bebe, mochilita llena de toallitas y bodys incluida, en un ascensor. Porque tendré yo ahora, encima, la culpa de todo lo que les pase por ignorar la cancioncita esa tan pegadiza, la de "Solo con condón solo con coco".Que lo digo porque relaciono conceptos, porque para nada sé lo que es eso porque para nada lo he utilizado, claro.
Aunque por Irene lo usaría. Claro que lo usaría. De hecho, sé que, de alguna forma,estoy predestinado. ¿O acaso no es casualidad que piense en condones cuando justo paso por su puerta? Aunque da igual lo que esté pensando; nunca puedo evitar hacerme un poco el chulo cuando paso por su puerta, imaginándome que está mirando por la mirilla, y que cualquier día de estos la abrirá y, por fin, se atreverá a hablarme.
Sí. Es el único inconveniente de la mujer de mi vida. Que es increíblemente tímida.Tímida de hablar cercana al tartamudeo si es que se ve capaz de articular palabra.Vamos, que entre unas cosas y otras me he tirado dos años enteros preguntándole todos y cada uno de los días de la semana algo tan simple como la hora (cosa que desgraciadamente ya no puedo hacer, puesto que además de no coincidir en el mismo grupo de amigos que ella, mi tía la de los gatos me ha regalado por navidad un reloj de estos súper caros que mi madre insiste en que utilice) .
En una ocasión, casi a mitad decurso, me atreví a preguntarle qué tal después de que ella respondiera las doce menos cuarto, pero como no me oyó o no se atrevió a articular palabra, pues como que me corté un poco (un poco más, quiero decir).
Bueno, vale, puede que yo también sea un pelín tímido, sobre todo en lo que se refiere a chicas.Pero estoy seguro de que tarde o temprano saltará la chispa, y es cuestión de tiempo.Además, el otro día se sentó en mi misma mesa en la biblioteca y, si de por sí ya estaba enamorado de esa melenaza rubia (que seguro que es por el champú ese del anuncio dela Sara Carbonero), ahora lo estoy aún más.
El examen lo suspendí, claro, pero a cambio, además de escuchar su estupenda dialéctica, que echaba de menos desde que ya no compartimos clase y no estoy delante cuando lee sus redacciones en voz alta,también descubrí que soy su chico perfecto. Sí, lo soy. Y lo sé porque explicó detalladamente su prototipo de chico a su amiga a raíz de una frase de un libro y lo que explicó detalladamente se parecía bastante a mí. Y cuando me conozca en serio, y tengamos conversaciones de esas largas como Dios manda, en seguida se dará cuenta...
Bueno, vale, a lo mejor algo me chirrió. Sobre todo eso de que le gustaría que su chico fuera implicado con las tareas del hogar. No, lo admito, muy implicado no soy. Pero ahora que lo sé, estoy trabajando en ello a conciencia. El otro día, ojo al dato, me planché una camisa (luego mi madre la dio un repaso, pero bueno, lo que cuenta es la intención, ¿no?), y lavé los cacharros, y ayer incluso intenté poner una lavadora. Y recalco intenté porque tuve serios problemas con el agua. Que no salía por ningún sitio,exactamente. Había ropa, había jabón, pero no había agua. Bueno, ni daba vueltas ni nada, y eso que apreté todos los botones habidos y por haber, y hasta la metí yo manualmente quitando una goma blanca de detrás. Pero nada, oye, nada de nada. Y por si fuera poco, el agua no sé dónde caería, pero a la ropa os puedo asegurar que no. Eso sí, tu dame tres semanas y una olla exprés, que te hago una paella (porque se hace en olla exprés, ¿verdad?).
Abrí la puerta de casa con sigilo, porque a estas horas mi madre casi siempre se acuesta un rato antes de volver a la universidad, si no es a dormir, es a leer. Y si ya de por si el ruido la molesta cuando duerme, imaginaos cuando lee; la casa tiene que ser un oasis de paz y de armonía (porque además mi madre es una de esas personas que se distrae con una facilidad increíble).
Sin embargo, cuando por fin mi cuerpo se encontraba por completo en el recibidor, y mi brazo izquierdo a punto de cerrar la puerta, Pilar (que así es como se llama mi progenitora) salió de la cocina, bastante despierta y activa.
-Mamá, ¿Qué tal?-Le dí un dulce beso en la mejilla, y me dí cuenta de que estaba empapada de sudor no, lo siguiente.- Pensaba que estarías dormida...
Antes de decir nada, soltó un leve suspiro que viajaba entre el cansancio y un "Huy loque te tengo que contar".
-Es que no te puedes imaginar lo que ha pasado.-Esperó unos segundos para explicármelo.-¡Que por casi se nos inunda la casa, cariño! Al poner la lavadora, la goma se habrá soltado o no se...-MIERDA.-Pero vamos, muy raro todo. Aunque también es verdad que esa lavadora está ya muy vieja, tengo que cambiarla.
Si. Cámbiala. Cámbiala, porque con todo el agua que metí da para otras tres inundaciones.
-¿La...goma?- Pregunté, intentando que no se me notase en la cara la culpabilidad.
-Sí, un tubito blanco que tienen las lavadoras por detrás, para que no se salga elagua.Ah,claro, que era para eso...
-Mira, este.- E incluso me llevó hasta la cocina y me lo enseñó. Y ya de paso, yo confirmé mi teoría de que soy irremediablemente gilipollas.Hice unas cuantas onomatopeyas ininteligibles para que mi madre no se coscara, acompañadas por unos cuantos "madre mías". Y más tarde, ya visualizando lo ocurrido desde un punto de vista más objetivo, la realicé un pequeño interrogatorio de una sola y simple pregunta:
-Oye, ¿pero... y estaba la casa sola?
-Qué va, qué va, estaba yo aquí.- Y de nuevo esperó unos cuantos segundos antes de seguir hablando.-Pero bueno, ya sabes que tu madre es muy despistadilla, me he puesto a...a leer y se me ha ido el santo al cielo. Menos mal que me ha venido a avisar la chiquita de abajo.
Aham.Espera.¿La chiquita de abajo? ¿¡IRENE!?
-¿Qué chiquita de abajo, mamá? ¿La del primero?
-Hem...Si, creo que sí. Puff...Es que nunca me acuerdo de cómo se llama, que rabia.
Su cara pensativa me avisó de que estaba intentando escarbar en su memoria, pero esta cambió de sopetón.
-En fin, da igual, me voy a duchar que tengo una clase a las cinco y media. ¿Tú que tal con tu padre, has comido bien?
Pero yo no estaba dispuesto a aparcar el tema.
-No, Mamá, por favor, responde, ¿Cómo se llamaba la chica?
-Ay, Álvaro, y yo que sé...-esa respuesta tan ansiada por mi parte llegó sin gran entusiasmo mientras se dirigía hacia el baño. Me quedaban aproximadamente cinco segundos para que mi madre cerrase la puerta y entonces nuestra conversación finalizase. No pensaba desaprovecharlos. Estaba a punto de insistirla una vez más cuando por fin ella se dignó a soltar prenda.- Iria, creo. ¡No, Ari!
-¿Irene?
-Mm...no, no, Irene no.
Y menos mal. Porque nunca me perdonaría haber tenido la oportunidad de coincidir con Irene en mi propia casa y no haber estado presente.
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