3. Un terrible experimento

Ese día, Yami volvió a sus tareas de ayudar a los demás y llevar instrumentos a la habitación y limpiar y lo de costumbre. Asistía en algunos experimentos alimenticios y apuntaba los resultados y hacía los cálculos. Al llegar la noche, preparó el bocadillo y también se llevó una barrita de chocolate. Cogió las llaves y el botiquín y se dirigió al sótano. Al llegar, vio que estaba tirado en el suelo, inconsciente. Abrió la puerta de la celda y entró rápidamente. Al acercarse, empezó a dudar y ponerse nerviosa, pero quería ver si seguía vivo. Se agachó y acercó su mano para darle la vuelta y colocarle boca arriba, pero en ese momento él reaccionó y la tiró al suelo, poniéndose encima de ella con una mano en el cuello. Se había acercado lo bastante como para que él pudiera atacarla y que le alcanzaran las cadenas. Yami se asustó y con sus dos manos trató de apartar la mano del ser y liberar su cuello.

- Te traigo comida, ¿por qué me haces esto?

Entonces se dio cuenta de quién era y la soltó. Pero no se apartó. Apoyó la otra mano en el suelo y la miró de cerca. Yami pensó que quizá pensaba que volvían a por él para llevárselo y como ella nunca entraba la confundió con los otros. Ella también aprovechó para mirarle más de cerca que otras veces. Aunque con la tenue luz de una bombilla del pasillo no bastaba para apreciar la hermosura de ese ser.

- ¿Me confundiste con ellos?- le preguntó.

Él se apartó en señal de respuesta afirmativa y Yami pudo incorporarse. Tosió un poco y se aclaró la garganta. Se llevó la mano al cuello, aún recuperándose del susto. Fue a coger la comida y el botiquín y regresó junto a él, aunque al principio guardó la distancia mientras le dejaba comer. Por suerte, el suelo era de madera y no estaba frío. Podían estar sentados en el suelo sin problema. Cuando terminó el bocadillo, Yami abrió la chocolatina y se la ofreció. Al ver que desconfiaba, le dio un mordisco primero y volvió a ofrecérsela.

- Es dulce y está muy rico. Se llama chocolate. Debe de ser el dulce favorito de todo el mundo.

Él cogió la chocolatina y acercó la punta de la lengua al borde. En un segundo ya se la había comido. Se lamió los labios, satisfecho. Yami sonrió sin poder evitarlo. Nadie podía resistirse al chocolate. Era una pena que no tuvieran de eso en su planeta. Por una parte, quería preguntarle muchas cosas y conversar, pero tras el trato con Troy, no estaba tan segura. Quizá era mejor que no hablara. Pero si no lo hacía, tarde o temprano accederían a su cerebro y podría ser fatal para él y para todos. El joven reparó en el botiquín y le interrogó con la mirada.

- Esto es para desinfectar y vendar las heridas y curarlas- le explicó ella mostrándole el contenido del botiquín-. ¿Me dejas?

Al principio, él dudó, no quería que le tocaran, estaba harto de eso, pero en ese mundo las infecciones no eran ninguna broma, sobre todo en un lugar así. Suspiró y asintió. Al sentir el escozor del desinfectante, apretó los dientes y giró la cabeza, cerrando los ojos. Solo quería que terminara cuanto antes. Yami le vendó el brazo con cuidado y él volvió a mirar, sin perder de vista cada movimiento. Terminó de desinfectar todos los cortes y heridas y le puso tiritas y le vendó el tobillo derecho y el muslo izquierdo, por encima del pantalón. Sin poder evitarlo, le rozó con los dedos una cicatriz del abdomen. No soportaba verle así. A él se le puso la piel de gallina. Al notarlo, Yami retiró los dedos y trató de contener la risa. No se lo había planteado, pero al parecer los extraterrestres también tenían cosquillas o sentían algo parecido a un cosquilleo si les tocaban con suavidad.

Sentados uno frente al otro, intercambiaron miradas durante unos segundos que parecieron eternos. Entonces, él acercó la mano al rostro de Yami y le pasó un dedo por la comisura de los labios. Luego se llevó el dedo a los labios con el rastro de chocolate que había limpiado de su cara. Se lamió el dedo mientras la miraba de reojo. Yami se sonrojó al instante y se levantó.

- Vaya, sí que te ha gustado el chocolate... Te traeré más mañana.

No podía dejar de recordar las reacciones de ese ser tan extraño y huraño pero fascinante a la vez. Tenía mucha curiosidad sobre lo que le hacía diferente. Quería hacer tantas preguntas... pero no podía. Tendría que contentarse con verle cada noche y llevarle comida y curarle. Esperaba que reaccionara un poco mejor la próxima vez.

Al día siguiente, Troy fue por la tarde a hablar con Yami.

- No se qué le haces, pero últimamente ha estado algo más tranquilo.

- Quizá porque ya no le intentáis tocar el cerebro- le reprochó ella.

- ¿Ha hablado?

- No. No ha sacado ni un sonido.

- Esperaremos unos días. Si en una semana no logras nada, habrá que pasar al plan B. Y a ti te tocará ser mi conejillo de indias- le dijo al oído.

A Yami le recorrió un escalofrío. Tenía un mal presentimiento sobre la clase de pruebas que quería hacer con ella.

- ¿Qué experimento quieres hacer conmigo?

- Llevo tiempo preparando algo... pero no sabía si hacer la prueba o no... Es interesante ver mutaciones genéticas, ¿no te parece? Y cuando es entre especies es aún más interesantes... Hasta ahora no se ha logrado cruzar animales de especies muy diferentes, pero lo que quiero intentar es cruzar humanos con animales.

- ¿Eso es posible?- se horrorizó Yami.

- En una fecundación natural no, pero he modificado el esperma de un gato para que sea compatible con un óvulo humano. Y tú vas a probarlo y veremos qué criatura sale de tu vientre...

- ¡Me rehúso a dar a luz a un monstruo para tus ridículos e inhumanos experimentos!- gritó Yami furiosa y asustada.

- Tienes una semana...

- De todas formas yo nunca estuve con un hombre, no puedes...

- Eso no es problema, yo me encargaré de esa parte. Y luego pasamos al experimento...

Yami enrojeció, pero no le pareció nada agradable, sentía repugnancia hacia Troy. Alguien así no merecía ser parte de la raza humana. Dejaba en vergüenza a todos aquellos que había hecho algo para contribuir al bien de la humanidad.

- No se te ocurra ponerme tus sucias manos encima- le advirtió ella.

- Solo necesito inyectarte esto para que no te me resistas- dijo con una sonrisa maliciosa mostrándole un botecito-. Dependerá de ti que prefieras hacerlo por voluntad o que tenga que recurrir a otros métodos.

- Conseguiré que hable, entonces me dejarás en paz. ¿Correcto?

- Correcto.

- Una semana... haré lo que pueda.

- Pues venga, a trabajar- le dio una palmadita en el trasero, apremiándola para que no perdiera ni un segundo más, cosa que a Yami le molestó en gran manera, pero no dijo nada, o podría empeorarlo.

"No lo logrará", pensó Troy, "pero si lo consigue, será todavía mejor. Aunque...", se miró la mano y luego la figura de Yami moviéndose al caminar. Hacía tiempo que no encontraba una chica interesante como ella. Se sonrojaba con sus acciones, pero parecía odiarle. Aquello era muy contradictorio. Sentía curiosidad hacia ella. "Ninguna chica se me resiste, ella también caerá en mis manos, por propia voluntad", se propuso. Y si no, siempre podría recurrir al experimento.

Esa noche, Yami regresó a la celda con dos bocadillos, uno de tomate y otro de mantequilla y queso, y dos barritas de chocolate, sin olvidar el botiquín, claro. Abrió la puerta dejando las llaves en la cerradura, como la otra vez, fuera del alcance del extraterrestre. Si se le escapaba, la cosa podía terminar muy mal. Pero acabarían mal de todas formas. Ojalá hubiera alguna forma de escapar.

- Hola. Soy yo. He vuelto- le sonrió mientras se acercaba a él.

Le revisó las vendas y le desinfectó de nuevo las heridas. Algunas se habían abierto de nuevo. Le dio el bocadillo de tomate y mientras le explicó de qué estaba compuesto el segundo. Por curiosidad, decidió probarlo y al parecer le gustó el queso. Ella mientras abrió una chocolatina y se comió la mitad. Le dio la otra a él y comieron juntos. Cogió un pañuelo y se acercó a limpiarle la cara. Él reaccionó echándose un poco hacia atrás, pero luego se dejó limpiar.

- Creo que no te he dicho mi nombre. Me llamo...

- Yami- leyó él la tarjetita de su bata.

Ella se quedó de piedra. ¡Acababa de hablar! ¡Y lo primero que dijo fue su nombre! No se lo podía creer. Y por si fuera poco, tenía una voz de barítono bastante atractiva.

- ¿Me dices tu nombre, por favor?

Él se quedó en silencio, mirando a otro lado y preguntándose si debía decírselo, pero tampoco podría hacer nada con esa información, y le había estado trayendo comida todo ese tiempo, podría al menos decirle su nombre. Aunque no quería acercarse mucho a ningún humano, luego le temblaría la mano a la hora de acabar con ellos, y eso no le convenía, pues aprovecharían su debilidad para usarlo en su contra.

- Slay.

- Encantada de conocerte, Slay- le tendió la mano, para estrechársela.

Slay miró su mano, preguntándose qué quería.

- Ahora tú me das la mano y respondes que tú también estás encantado de conocerme, bueno, en el caso de que sea así, pero es una formalidad que tenemos los humanos y siempre lo decimos. Puedes decir solo encantado o igualmente si no dices toda la frase.

Slay extendió su mano y ella la agarró y la movió.

- Encantado- dijo él, algo confuso por la acción de cogerse las manos y moverlas como saludo.

Yami no cabía en sí de alegría. Estaba emocionada por escucharle. Esperaba que a partir de entonces hablara un poco más.

- Oye, Slay... un compañero, Troy me ha dicho que hoy has estado más tranquilo... ¿qué te han hecho?

- Revisión... Análisis de sangre...

- No debes dejarles que te hagan nada, cualquier cosa que descubran será un paso más para que descubran el secreto a tu poder. Aquí no tenemos lo mismo que de donde vienes tú, pero no tienes idea de qué son capaces de crear los humanos...- se le quebró la voz al recordar la amenaza de Troy-. ¿Por qué no te resistes?

- Es inútil.

Le mostró las cicatrices de lo que usaban para contenerle y reducirle y a Yami se le ablandó el corazón. Creyó que las marcas eran por los experimentos, pero no se había dado cuenta de que le habían electrocutado, vistas las quemaduras del cuello y otros lugares del cuerpo, y que le habían golpeado, de ahí algunos moratones.

- Pero tú tienes más poder que ellos, provocaste una explosión que dejó a todos inconscientes... es verdad, tú también quedaste sin energías y para cuando te recuperaste ellos ya te habían sujetado de nuevo. ¿No hay alguna forma de vencerles sin que sufras?

- Necesito comida de mi tierra.

- Entonces la energía que usaste eran las reservas que le quedaban a tu cuerpo de los alimentos de tu planeta...

Él asintió. Ya no le quedaba energía para resistirse. La comida de la Tierra solo le mantenía con vida, pero no le servía para otras funciones.

- Intentaré traerte fruta mañana, quizá algo más natural te ayude.

- ¿Tú por qué...?- iba a preguntar Slay, pero se calló. Debía limitar su conversación con ella.

- No dudes en preguntarme lo que sea. Soy tu amiga aquí, ¿vale?

Slay la miró preguntándose qué pensar de esas palabras. No dijo nada más y Yami se marchó. Al día siguiente evitó como pudo encontrarse con Troy. No quería verle ni decirle que el extraterrestre había hablado. Por la noche le llevó fruta y el bocadillo de siempre. Slay parecía estar disfrutando las fresas, el plátano y la manzana más que el chocolate, y eso ya era raro. Yami concluyó que en su planeta estarían muy ligados a la naturaleza y las plantas, y su energía probablemente venía del producto de la fotosíntesis. Las plantas de ese planeta debían de ser muy especiales si les permitían tener esa clase de poderes. Esa noche y la siguiente no hubo mucha conversación, como ella esperaba, solo saludos, despedidas y respuestas cortas sobre cómo se encontraba y si le gustaba la comida. Yami empezaba a temer que Troy cumpliera su palabra.

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