2. Una nueva tarea

Había una puerta que daba a las escaleras que llevaban al sótano. Nunca había bajado ahí, pero sabía que había una especie de celdas para las personas en cuarentena, personas que perdían la cabeza y otras que merecían un castigo. No estaba muy iluminado, pero había una temperatura aceptable y las celdas tenían lo necesario, incluso baño, excepto las celdas para los que perdían la razón, solo tenían una cama y un retrete. El lugar era accesible, solo las celdas tenían cerrojo. Nadie la vio bajar, por lo que estuvo paseando tranquilamente entre las celdas, buscando la que pertenecía al extraño ser. Al fin llegó y le vio encadenado a la pared del fondo. Su celda ni siquiera tenía cama. Aquello le pareció muy cruel. Entonces, observó que había un montón de ceniza al lado de una pared lateral y entendió qué había ocurrido con la cama. Al parecer tampoco le dieron otra aunque fuera de metal o de piedra. Verle sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared, malherido y con moratones y cicatrices le ablandó el corazón. Aunque no fuera humano, no soportaba verle en ese estado.

Se acercó hasta los barrotes con cuidado. En ese momento, el ser se percató de su presencia y, en defensa propia, emitió una especie de onda de poder que arrojó a Yami contra la pared. Se tapó la boca para no gritar por el impacto. Cayó al suelo y vio que a pesar de estar muy débil, el ser aún tenía algo de fuerza provocada por la furia y el temor. Yami se incorporó lentamente y alzó los ojos hacia él. Sus miradas se encontraron por un momento. Una mirada irritada y cansada y una mirada triste y confusa. El ser se relajó un poco al percatarse de lo que transmitía la mirada de Yami. No parecía ser como los demás humanos locos. No la había visto antes. ¿O sí? Le sonaba que se encontrara en el momento que perdió los estribos en desesperación por defenderse. ¿Qué hacía ahí?

- Hola- fue lo primero que se le ocurrió decir a Yami.

Él solo la miraba con unos ojos de color rojizo que empezaban a cambiar a naranja. Yami pensó que quizá se estaba calmando, pero seguía alerta.

- Hola es como nos saludamos los humanos- explicó ella, aunque se dio cuenta de que no era algo nuevo para él, ya que enarcó una ceja, no muy impresionado-. No tienes que defenderte de mí, no te haré nada...

Volvió a acercarse un poco a los barrotes, pero al ver que se ponía tenso, decidió mantener la distancia y se echó un paso hacia atrás. Le hubiera gustado verle más de cerca, parecía un ser bastante bello, pero no podía estar segura desde esa distancia y con poca luz. Seguramente si estuviera curado y arreglado se le vería mucho mejor. Era una pena que le redujeran a ese estado. Todo por la ciencia. No tenían en cuenta su dignidad. Se sentó un momento en el suelo, para demostrar que no haría nada. Él no perdía de vista ni un solo movimiento. A Yami le hubiera gustado conversar un poco con él y ver que ella no era ninguna amenaza, pero mientras estuviera ahí, él no podría relajarse y descansar, y lo que más necesitaba era recuperar energías. Quizá podría traerle algo de comida. Pero no sabía qué alimentos aceptaría.

- ¿Puedo traerte algo para comer?

Él no dijo nada. Miró a otro lado y finalmente asintió.

- No sé si tu estómago digiere nuestra comida o si tu cuerpo necesita lo mismo que el nuestro... pero te traeré lo que pueda y será mejor que morirte de hambre.

Se marchó de regreso, escaleras arriba y fue a la sala de estar. Escuchó unos pasos y se tumbó en el sofá, fingiendo dormir. No supo en qué momento se abrió la puerta o si alguien entró, ya que acabó quedándose dormida un rato. Despertó de pronto, dándose cuenta de que iba a llevarle comida al ser. Hizo un bocadillo grande con una barra de pan y tomate rayado con aceite y sal. Lo envolvió en papel de aluminio y bajó sigilosamente. Llegó a la celda y él levantó la mirada.

- Te traigo un bocadillo, lo envolví para pasártelo sin que se descomponga- le explicó mientras se lo tiraba a través de los barrotes.

El bocadillo cayó delante de él y lo cogió. Miró curioso el envoltorio y la forma de la barra del pan que supuestamente se encontraba dentro. Lo abrió y dejó descubierta la mitad del bocadillo. Yami observaba expectante. Se le iluminaron los ojos cuando le vio dar el primer mordisco. Siguió comiendo en silencio tranquilamente. Ella esperaba que devorara ese bocadillo, pero parecía tener modales. No era ningún salvaje, eso seguro. Y tenía una especie de poderes. Quizá sí que era un extraterrestre al fin y al cabo...

- Será mejor que no descubran que te he traído comida o quizá me encierren a mí también y no podré traerte más. El aluminio es moldeable, haz una bola con él y pásamelo, no dejemos pruebas.

Él terminó de comer y recogió el aluminio, lo hizo bola y se lo tiró con una ligera brisa. Yami cogió la bola al vuelo y se emocionó por ello.

- ¡La he cogido!- se rió contenta.

Luego se cubrió la boca, pensando que no debería hablar tan alto ni debería mostrarse feliz por una tontería, sobre todo en la situación en la que estaba, al ser no le haría gracia. Este la miró con unos ojos de tono verde azulado. Yami se dio cuenta de que le cambiaba el color de los ojos según su estado de ánimo. Ese color debía de significar que estaba tranquilo. Quizá incluso mejorando el humor.

- ¿Cómo te encuentras? ¿Te ha gustado el bocadillo? ¿Te traigo más?

Él asintió. Al parecer entendía su idioma, pero ¿por qué no contestaba? Quizá simplemente no tenía fuerzas o no le apetecía hablar, esperaba que no fuera porque no pudiera o quizá se comunicara telepáticamente, lo cual sería todo un hallazgo. Que no supiera hablar su idioma pero sí lo entendiera no le parecía descabellado, pero lo descartó.

- Si todo va bien y no me pillan, volveré y te traeré más- le dijo despidiéndose con la mano.

Él se quedó quieto, mirándola mientras ella se iba. Haría falta más que un bocadillo para confiar en ella, pero desde luego le hizo un favor. Aunque, si no podía escapar, de nada le serviría. Acabaría muriendo en alguno de esos experimentos. No sabía qué era peor, eso o que consiguieran analizar su cerebro y descubrieran de dónde venía. Sería el fin para él y los demás. No podía permitirlo. Si no lograba evitarlo, o encontraba una forma de escapar, o iniciaría su autodestrucción, hundiendo el lugar y sepultando a todos con él. Esa información jamás debía salir a la luz. Esos humanos no debían conocer su avanzada tecnología y el origen de su poder. Y si alguna vez lograba escapar, se aseguraría de no dejar ni rastro de ese lugar y su gente. Notó que le empezaban a volver las fuerzas. De esa manera quizá sí podría llevar a cabo su misión. El bocadillo no era lo más exquisito que había probado, pero con hambre, todo era un manjar. No le importaba volver a probarlo.

Yami se dio cuenta de que no podría marcharse. Tendría que quedarse ahí y llevarle comida, como prometió. Durante algunas noches más, iba sigilosamente a llevarle el mismo tipo de bocadillo. Él se lo comía en silencio y le devolvía la bola de aluminio. Poco a poco iba teniendo mejor aspecto. Yami hubiera dado lo que fuese por verle en la luz. La tenía intrigada, al igual que deseaba oírle hablar. Decidió no intentar nada esos días, quería establecer un poco de confianza llevándole de comer. Poco a poco intentaría acercarse más, pero para eso necesitaría las llaves. Al final de la semana, regresaba a la sala con sigilo, pero de pronto oyó una voz a sus espaldas.

- ¿Cuánto tiempo llevas sabiéndolo?

Yami se dio la vuelta y dio un respingo. Ante ella se encontraba Troy, cruzado de brazos. Se guardó la bola de aluminio y retrocedió.

- Sí que viste algo ese día en la explosión, ¿verdad?

Yami no vio sentido en mentirle, por lo que asintió, bajando la cabeza.

- Sabes que no podrás irte nunca más de aquí ahora que conoces el secreto...

- Ya lo suponía- respondió ella.

- Nadie debe saber que tenemos a un extraterrestre en el laboratorio, el mundo entraría en pánico o estaríamos rodeados de curiosos. Sería un desastre.

- Creí que temíais que os condenaran por el maltrato que le estáis dando- se enfadó Yami.

- Eso no es asunto tuyo. Esto es por la ciencia, por el bien de la humanidad debemos...

- El fin no justifica los medios. Os merecéis el mismo trato que él, para saber cómo es estar en su lugar.

Al instante recibió una bofetada. Aquel joven que admiraba y con quien fantaseaba, se conviritió en objeto de odio. Desde el fondo de su corazón, Yami deseó que fuera él quien estuviera en lugar del extraterrestre. Era cruel, todos lo eran, y no merecían vivir. En verdad, no quería ver morir a nadie, solo deseaba justicia. Quería hacer algo, pero ¿qué? Ya no había vuelta atrás.

- Quizá debería usarte a ti de nuevo como conejillo de indias- replicó Troy.

Yami temblaba de rabia. Unas lágrimas asomaron cayendo por sus mejillas mientras apretaba los puños.

- Haz lo que quieras conmigo... pero déjame curarle. Quiero encargarme de él. No veo que eso pueda suponeros ningún inconveniente.

Troy se quedó pensativo. El ser no confiaba en nadie y era muy difícil sacarle información, pero quizá si veía que había alguien de su parte, se abriría y hablaría.

- Puedes encargarte de él con una condición. Tendrás que decirme todo lo que diga.

- Pero no habla.

- En cuanto lo haga, cualquier información útil, me la traerás inmediatamente. Si no fuera porque detecta cualquier aparato, te pondría una cámara o grabadora. Si te atreves a ocultarme algo, ten por seguro que serás mi conejillo de indias... para experimentos que aún no me he atrevido a hacer en ningún ser vivo, hasta que no quede nada de ti en pie. Y en cuanto a él... pasaremos a examinarle el cerebro de cualquier forma necesaria.

Yami tragó saliva al escuchar todo eso.

- Eso significa que le dejaréis en paz hasta entonces- concluyó ella.

- Dejaremos en paz su cerebro.

Suspiró y accedió. No le quedaba otra alternativa.

- Está bien.

Troy le entregó las llaves y le dijo que tuviera cuidado con los demás, no era prudente que todos supieran su misión, de momento quedaría entre ellos dos.

- Buena chica- le dijo mientras le acariciaba la mejilla, acercándose un poco a ella con mirada maliciosa.

Yami sintió un escalofrío. Ya no deseaba su contacto, pero no podía evitar sentir algo al notarlo. Se apartó y volvió a la sala para descansar. Troy la miró con interés. Quizá podría aprovecharse de esa situación en más de una forma.

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