Samurái

En una pequeña explanada rodeada por frondosos árboles, la luz del sol se filtraba entre las hojas, creando patrones brillantes sobre el suelo. Magnamalo, con su imponente figura y actitud vigilante, observaba atentamente a Ralts mientras este realizaba una serie de movimientos con una lanza improvisada, creada a partir de un grueso tronco.

Desde la sombra de un árbol cercano, Gardevoir observaba también, su mirada serena pero llena de concentración. Usaba sus poderes psíquicos para evaluar cada movimiento del pequeño Ralts.

"Tu avance es sorprendente, pequeño." La voz de Magnamalo resonó en la mente de los presentes, aunque cargaba con una mezcla de orgullo y dureza. "Tu manejo de la lanza es casi impecable...y con esas cuchillas dobles que creaste antes, demostraste que ya puedes adaptarte a múltiples estilos de combate."

Ralts respiraba profundamente, agotado pero determinado, sin dejar de practicar los movimientos indicados por Magnamalo.

"Y qué tal en mi área?" Gardevoir intervino con una sonrisa leve, inclinándose hacia adelante mientras flotaba elegantemente. "Te acuerdas de lo que practicamos ayer?"

Ralts asintió, cerrando los ojos por un momento. Una leve energía morada comenzó a brillar a su alrededor, y frente a él se abrió un pequeño portal del tamaño de una pelota de tenis. El portal parpadeó un par de veces, pero se mantuvo estable.

"Bien hecho." Gardevoir asintió aprobatoriamente, extendiendo una mano hacia el portal, que desapareció al instante. "A este ritmo, no solo tendrás control sobre la energía, sino que también podrás usarlo para transporte o incluso estrategias defensivas."

Magnamalo soltó un bufido, claramente satisfecho pero sin mostrarlo demasiado. "Es demasiado rápido...demasiado eficiente. No sé si debería alegrarme o preocuparme."

"Preocuparte?" Gardevoir giró su mirada hacia él, su tono claramente burlón. "Es que acaso te da miedo que Ralts termine siendo mejor que tú?"

El colosal Magnamalo dejó escapar un rugido bajo que podría interpretarse como una risa contenida. "Tendría que vivir mil años para alcanzarme...pero su potencial es innegable. En combate, ya tiene la disciplina de un guerrero, y tú has hecho maravillas con su control psíquico. Esto será interesante."

Gardevoir cruzó los brazos con una leve sonrisa. "Ralts tiene lo mejor de ambos mundos. Aunque no olvides que necesita descansar tanto como entrenar. No podemos empujarlo al límite todos los días."

Ralts, jadeando aún pero con una sonrisa de satisfacción, levantó la lanza improvisada como señal de que estaba listo para continuar.

"Míralo, ni siquiera sabe cuándo detenerse." Magnamalo chasqueó mentalmente. "Bien, pequeño. Hoy es solo el inicio...pero recuerda, el verdadero combate no perdona errores."

"Ni excusas" añadió Gardevoir suavemente, observando cómo Ralts se preparaba para lo que seguía. "Con disciplina y paciencia, serás capaz de superar cualquier desafío, Ralts. Pero primero, veamos si puedes mantener la concentración durante el resto del día."

El entrenamiento continuó, una mezcla de fuerza bruta y refinada precisión psíquica que no hacía más que fortalecer al pequeño Ralts, bajo la mirada de sus dos dedicados mentores.

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Después de varias horas de intenso entrenamiento, el sol comenzaba a descender en el horizonte, cubriendo el cielo de tonos cálidos. Magnamalo se sacudió, liberando pequeñas chispas púrpuras que flotaron en el aire.

"Debo ocuparme de algo importante" declaró con firmeza, observando a Gardevoir y luego a Ralts. "Confío en que continuarás con el entrenamiento. Sé que lo llevarás por el camino correcto."

Antes de que cualquiera pudiera responder, Magnamalo se giró y desapareció entre los árboles con una velocidad que dejó a ambos en silencio por un momento.

Gardevoir observó la dirección en la que había desaparecido, una sonrisa leve y serena adornando su rostro. Sus ojos brillaron un instante antes de girarse hacia Ralts. "Bien, pequeño, es nuestro turno. Vamos a cambiar un poco el enfoque."

Ralts inclinó ligeramente la cabeza, mostrando una mezcla de curiosidad y cansancio, pero sus ojos ocultos brillaban con la misma determinación que antes.

"Te has vuelto muy bueno en manipular energía y mover objetos con tu mente, pero eso no es todo lo que pueden hacer tus poderes psíquicos." Gardevoir se acercó flotando suavemente y se arrodilló a su nivel. "Quiero enseñarte a comunicarte mentalmente, como lo hacemos Magnamalo y yo. Es una herramienta crucial para conectar con otros y también una ventaja estratégica."

El pequeño Ralts asintió con entusiasmo, mostrando su disposición para aprender.

"Primero, relájate. Siéntate y cierra los ojos" indicó Gardevoir, mientras ella misma adoptaba una postura tranquila y cruzaba las piernas elegantemente. "Respira profundamente. Deja que tu mente se despeje...visualiza un hilo conectándote conmigo. Imagina que envías un pensamiento a través de él, como si fuera un mensaje entregado por el viento."

Ralts cerró los ojos, siguiendo las indicaciones. Al principio, solo escuchaba el suave susurro de las hojas y el distante canto de los pájaros. Lentamente, comenzó a sentir una conexión, un leve eco en su mente que parecía guiarlo hacia la voz de Gardevoir.

"Muy bien, lo estás haciendo excelente." Gardevoir hablaba en un tono suave, alentador. "Ahora, piensa en algo que quieras decirme. Solo forma la idea y empújala hacia mí con tu mente."

Ralts frunció ligeramente el ceño, concentrándose. Después de unos segundos, Gardevoir escuchó un débil eco en su mente: "...Gracias por entrenarme."

La sonrisa de Gardevoir se ensanchó. "Lo hiciste. Fue un poco débil, pero lo lograste."

Los ojos ocultos de Ralts se abrieron, brillando con emoción.

"Con práctica, podrás hablar con cualquiera que desees" continuó Gardevoir. "Y también podrás escuchar pensamientos, si te concentras lo suficiente. Pero recuerda, este poder no debe usarse para invadir la privacidad de otros. Es un privilegio, no un arma."

Ralts asintió, asumiendo con seriedad las palabras de su mentora. "Vamos a intentarlo de nuevo" sugirió Gardevoir, adoptando la misma postura relajada. "Quiero que esta vez lo hagas con más confianza. Piensa en mí como siempre lo haces, como alguien cercana con la que puedes hablar sin miedo."

El entrenamiento continuó, lleno de pequeños logros y progresos. Gardevoir no podía evitar sentirse orgullosa del crecimiento de Ralts, mientras el pequeño pokemon comenzaba a descubrir una nueva faceta de sus habilidades.

Mientras el entrenamiento continuaba, el ambiente se llenó de una luz cálida e intensa que emanaba de Ralts. Gardevoir abrió los ojos, sorprendida, observando cómo el pequeño cuerpo de Ralts era envuelto en un resplandor brillante.

"Es...posible?" pensó para sí misma, mientras el brillo se intensificaba.

Cuando la luz comenzó a desvanecerse, frente a ella ya no estaba el pequeño Ralts, sino un Kirlia. Su figura había cambiado: más alto, con movimientos más gráciles y elegantes, pero conservando esa esencia que Gardevoir había llegado a amar.

Gardevoir se cubrió la boca con las manos, incapaz de contener las lágrimas que comenzaban a caer por su rostro. Una mezcla de alegría, orgullo y emoción la envolvió. "Has evolucionado...! Mi pequeño..."

La conexión mental entre ambos ahora era más clara que nunca. De repente, escuchó una voz nítida, una voz que nunca antes había tenido una forma clara.

"Gracias por todo, mamá...estoy tan feliz de que seas mi madre."

La voz de Kirlia era cálida, llena de gratitud y emoción. Gardevoir no pudo contenerse más y lo abrazó con todas sus fuerzas, apretándolo contra ella como si temiera que este momento pudiera desvanecerse.

"Estoy tan orgullosa de ti...!" dijo entre lágrimas mientras acariciaba suavemente la cabeza de Kirlia. "Has crecido tanto...no solo como un guerrero, sino como un ser increíble. Estoy feliz de haber estado aquí para verte dar este gran paso..."

Kirlia devolvió el abrazo con sus brazos delgados, dejando que su energía fluyera hacia Gardevoir en un gesto de afecto puro. "Prometo que seguiré mejorando...por ti, por papá, por ustedes que confían en mi."

Gardevoir sonrió entre lágrimas, sintiendo cómo la conexión entre ellos se fortalecía aún más. "Y yo estaré aquí para apoyarte, siempre..."

Ambos se quedaron abrazados bajo la luz del sol que atravesaba las copas de los árboles, un momento de paz y felicidad que les recordaba cuánto habían avanzado juntos y cuánto más podrían lograr en el futuro.

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Magnamalo avanzaba a una velocidad vertiginosa, sus cuatro patas golpeando el suelo con la fuerza y precisión de un depredador en su máximo esplendor. Sentía cómo la energía de su cuerpo se intensificaba con cada paso, pero lo que lo impulsaba era esa sensación...una incomodidad que no podía ignorar. Algo en el aire estaba mal, una perturbación que no pertenecía a este mundo.

Finalmente, lo encontró.

Frente a él, una grieta luminosa pulsaba en el aire, emitiendo una energía que hacía que el entorno pareciera tambalearse. Magnamalo se detuvo abruptamente, sus garras dejando profundas marcas en el suelo. Un ultra umbral.

"Esto no es posible" pensó, su mirada fija en la anomalía. Sabía, por sus recuerdos, que estos portales no deberían aparecer hasta mucho más adelante en el tiempo. Algo o alguien había alterado el curso de los eventos, y eso solo complicaría las cosas.

Magnamalo dejó escapar un gruñido bajo, casi un rugido contenido, mientras su cola comenzaba a desprender un leve brillo púrpura, las llamas espectrales que lo caracterizaban danzando a su alrededor. Si destruir el umbral significaba restaurar el orden, lo haría sin dudarlo. Ya comenzaba a cargar su técnica más devastadora, Owari no Kikan, cuando de la grieta emergió algo.

La figura era imponente, enorme y musculosa, con una piel roja brillante que reflejaba la luz del portal. Dos grandes alas traslúcidas se extendían a sus costados, y sus ojos parecían brillar con una intensidad feroz. Al verlo, Magnamalo supo de inmediato lo que enfrentaba: un Buzzwole, uno de los ultraentes.

El Buzzwole no perdió tiempo en imponerse. Comenzó a flexionar sus músculos de forma exagerada, adoptando poses que habrían parecido ridículas de no ser por la evidente amenaza que emanaba de él. Cada movimiento era un despliegue de fuerza bruta, un desafío directo.

Magnamalo observó al Buzzwole con atención, sabiendo que no habría posibilidad de comunicación. Los ultraentes no eran seres con los que se pudiera razonar; estaban más allá de la lógica de este mundo.

"Esto es un problema" pensó, manteniendo su cuerpo bajo y preparado para el combate. Su mente se aceleraba. Si este ultraente llegaba a desplazarse hacia áreas habitadas, los estragos serían inevitables. No podía permitirlo.

Con un rugido que sacudió el aire, Magnamalo cargó hacia Buzzwole, su cola brillando intensamente mientras las llamas púrpuras se intensificaban alrededor de su cuerpo. Buzzwole, en respuesta, golpeó el suelo con sus puños, causando una vibración que arrancó pedazos del terreno, y luego se lanzó hacia Magnamalo con una velocidad que no parecía posible para su tamaño.

El choque fue inmediato, brutal. Garras y puños se encontraron, y el suelo tembló con la fuerza de su enfrentamiento. Magnamalo sabía que esto no sería un combate fácil. Buzzwole era un ser de fuerza descomunal, pero él no era un simple depredador. Él era un guerrero, uno que no retrocedía ante ninguna amenaza.

Con una maniobra ágil, Magnamalo saltó hacia atrás, usando su cola como un látigo para crear una explosión de llamas moradas que obligó a Buzzwole a retroceder. Los dos se miraron por un instante, midiendo al oponente.

Magnamalo dejó escapar otro rugido, esta vez más enfurecido, mientras se preparaba para usar todo su arsenal. Este ultraente debía ser eliminado, y lo haría antes de que pudiera causar un caos irreparable en este mundo. El cazador en él había encontrado a su presa.

Magnamalo dejó que sus llamas púrpuras rugieran con furia, liberando un torrente abrasador que rápidamente se expandió a su alrededor. El fuego formó una barrera circular que se extendía diez metros a la redonda y se alzaba como una muralla ardiente de más de treinta metros de altura, cercando el campo de batalla. El aire se llenó de calor y cenizas, creando un escenario asfixiante donde no había lugar para escapar si no se comenzaba a volar.

Buzzwole, aunque mantenía su actitud desafiante, no pudo ocultar el ligero cambio en su postura. Su cuerpo, normalmente seguro y altivo, mostró un destello de cautela. El ultraente estaba preocupado.

Magnamalo no perdió tiempo. Sus instintos de cazador tomaron el control mientras flexionaba sus poderosos músculos y lanzaba su cuerpo hacia Buzzwole con la fuerza de un proyectil balístico. Su velocidad era impresionante, como una sombra cubierta de llamas que atravesaba el aire con precisión mortal.

Las cuchillas de sus patas delanteras brillaban intensamente, envueltas en las mismas llamas púrpuras que ahora limitaban el terreno. Cada paso dejaba cráteres en el suelo calcinado, y las llamas parecían intensificarse con cada movimiento. Este ataque no era simplemente un golpe; era un intento deliberado de desbordar a su enemigo con un poder abrumador.

Buzzwole reaccionó levantando ambos brazos en una posición defensiva, dispuesto a recibir el impacto de frente. Sin embargo, Magnamalo sabía que tenía la ventaja. Estas llamas no eran comunes: eran la esencia de su furia, una fuerza que quemaba no solo el cuerpo, sino también la voluntad de su presa.

El impacto fue devastador. Las cuchillas encendidas de Magnamalo chocaron contra los brazos de Buzzwole con un estruendo que resonó como un trueno. Las llamas moradas se propagaron en todas direcciones, arrancando fragmentos del terreno y obligando a Buzzwole a retroceder varios metros, sus pies hundiéndose en el suelo por la fuerza del golpe.

Buzzwole soltó un alarido, pero no de furia, sino de dolor. La energía abrasadora de las llamas había atravesado su resistente exoesqueleto, dejando marcas visibles en su piel brillante. Magnamalo lo observó con atención, evaluando el efecto de su ataque.

Sin detenerse a celebrar su ventaja, rugió nuevamente, avanzando una vez más. Su plan era claro: no le daría tiempo a Buzzwole para recuperarse. Este combate debía terminar rápido, antes de que la criatura pudiera adaptarse o intentar escapar. Con un salto ágil, Magnamalo preparó su siguiente ataque, dejando que sus llamas se intensificaran aún más, listas para consumir completamente a su enemigo.

Buzzwole levantó la mirada mientras Magnamalo ejecutaba su salto. Lo que vio no fue simplemente a su oponente: en su mente, la figura de Magnamalo se transformó en un demonio aterrador. Una máscara demoniaca con una sonrisa cruel y voraz cubría su rostro, y sus llamas púrpuras parecían danzar como si fueran extensiones de su propio odio. Cada movimiento del monstruo irradiaba una fuerza imparable, una presencia que no podía ser enfrentada ni desafiada.

Buzzwole, por primera vez, sintió el miedo profundamente arraigado en su ser. El ultraente, conocido por su fuerza y arrogancia, vio sus propias limitaciones reflejadas en la sombra de Magnamalo. Su instinto de supervivencia se activó, y trató desesperadamente de huir. Sin embargo, las llamas purpuras de la barrera no solo quemaban; eran una prisión que le recordaba constantemente que no tenía escapatoria.

Con un alarido que delataba su desesperación, Buzzwole intentó contraatacar, buscando alguna abertura, alguna oportunidad. Pero el cazador no le dio respiro. Magnamalo, descendiendo como un meteorito envuelto en fuego, chocó contra Buzzwole con una fuerza descomunal.

El impacto fue brutal. Buzzwole no tuvo tiempo de reaccionar mientras su cuerpo era aplastado contra el suelo con un estruendo ensordecedor. La tierra se rompió bajo ellos, levantando una nube de polvo y ceniza que se mezcló con las llamas danzantes. El ultraente sintió un dolor indescriptible mientras su cuerpo se estremecía por la fuerza del golpe.

Magnamalo, sobre su presa, dejó escapar un rugido triunfante, sus ojos brillando con una ferocidad casi divina. Buzzwole intentó moverse, pero sus extremidades temblaban bajo el peso del monstruo. Era como si todo su ser hubiera sido aplastado, no solo físicamente, sino también mentalmente.

Magnamalo inclinó ligeramente la cabeza, observando al ultraente con una mirada penetrante. No había compasión ni tregua en su expresión; era la mirada de un cazador que no permitiría que su presa escapara. Buzzwole había aprendido una verdad ineludible: no estaba enfrentando a un oponente...estaba enfrentando a un monstruo, un cazador implacable, y sabía que la victoria era un sueño imposible.

Magnamalo observó a su presa por última vez antes de abrir sus fauces. Con una ferocidad digna de su naturaleza, se abalanzó sobre Buzzwole. Los sonidos que siguieron no eran más que el eco del crujir de su cuerpo bajo la fuerza aplastante del cazador, un sonido que resonaba en el aire como un oscuro recordatorio de su dominio absoluto.

La barrera de llamas purpuras comenzó a disiparse lentamente, su función completada. Con cada segundo que pasaba, Buzzwole desaparecía más y más, hasta que no quedó ni rastro de su existencia: nada, ni siquiera las marcas que debieron haber dejado su sangre o su caída. Era como si nunca hubiera estado ahí, como si el cazador lo hubiera borrado por completo del mundo.

Magnamalo, satisfecho, lamió sus patas delanteras con movimientos lentos y metódicos, como lo haría cualquier felino después de una cacería exitosa. Sus llamas se apagaron, dejando solo la imponente figura de un guerrero demoníaco en completa calma. Pero en su mente, los pensamientos bullían.

"Esto es solo el comienzo..." pensó mientras se enderezaba, preparando su cuerpo para regresar a toda velocidad. Pero algo más ocupó su mente: una identidad. Era consciente de que, en este mundo, su naturaleza y nombre real podían atraer la atención indeseada. No podía seguir siendo solo el Magnamalo. Necesitaba un nombre, algo que representara su nueva existencia...su renacer.

"Arkalion" murmuró mentalmente para sí mismo, saboreando el peso de esa palabra. Era fuerte, imponente, y contenía en su esencia la ferocidad de su ser. Pero no solo él necesitaba un nombre; su familia también debía merecer nombres, algo que reflejara su propósito y la conexión que compartían.

Mientras corría hacia su próximo destino, su mente ya comenzaba a trabajar en los nombres de Gardevoir y Ralts, nombres que se alinearían con esta nueva era que estaba construyendo para ellos. Era el inicio de algo más grande, un paso hacia un futuro donde Arkalion dejaría su marca imborrable en este mundo.

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