paradigma oculta (parte final)

La batalla comenzó en un parpadeo, un estallido de poder y voluntad que resonó en todo el campo de batalla. Los cuatro se lanzaron a matar sin titubeos, sus movimientos desatando una tormenta de caos que deformaba la tierra y el aire.

Kian se enfrentó a Vartan con una confianza inquebrantable. Aunque sabía que su oponente era una entidad que superaba la lógica, el poder del cazador radicaba en su creencia absoluta en lo imposible. Cuando Vartan lanzó un coletazo con una fuerza brutal que habría partido montañas, Kian no solo lo resistió, sino que aprovechó el impacto para impulsarse hacia adelante. El golpe aún le dolía, pero su cuerpo entrenado y su mente implacable lo mantenían firme.

—Eso es todo lo que tienes? —rugió Kian mientras esquivaba otro ataque y contraatacaba con su espada, un arma que el creía estaba diseñada para cortar incluso la esencia misma de sus enemigos.

Vartan soltó una carcajada oscura mientras bloqueaba el golpe con su cola, las llamas a su alrededor intensificándose.

—Crees que puedes ganar con determinación, humano? No eres más que una chispa en la inmensidad de mi fuego.

Pero Kian no se detuvo. Su habilidad para convertir lo que creía en realidad lo hacía impredecible, permitiéndole realizar maniobras que desafiaban las leyes del combate.

Mientras tanto, Asterion y Arkalion chocaban como dos titanes, su enfrentamiento una muestra pura de brutalidad y poder creciente. Asterion, cubierto por sus llamas de la inutilidad, lanzó un rugido mientras su espada llameante descendía en un arco que parecía cortar el espacio mismo. Arkalion, sin embargo, no retrocedió. Como depredador absoluto, su fuerza crecía con cada instante que creía superar a su oponente.

El Magnamalo se lanzó con una velocidad indescriptible, su cuerpo envolviéndose en llamas púrpuras mientras golpeaba a Asterion con tal fuerza que varias de sus escamas volaron en todas direcciones. Asterion retrocedió ligeramente, pero sus ojos se encendieron con una furia fría.

—Interesante...un rival digno después de tanto tiempo. Pero incluso los depredadores tienen su final.

Arkalion respondió con un rugido ensordecedor, sus llamas ardiendo más intensamente mientras sus movimientos se volvían más feroces y precisos. El choque de ambos generaba ondas de choque que deformaban el campo de batalla, cada golpe resonando como un trueno divino.

El enfrentamiento alcanzó un punto en el que las leyes mismas del tiempo y la realidad comenzaban a fragmentarse. Los movimientos eran tan rápidos que parecía que el flujo temporal se desvanecía, dejando tras de sí un vacío de pura velocidad y poder. Cada golpe resonaba como un eco eterno, cada movimiento parecía suceder en todas partes y en ningún lugar al mismo tiempo.

Asterion blandía su espada flameante, cada movimiento no solo partía el aire, sino que calcinaba la realidad misma. Los trazos de fuego creaban cicatrices en el espacio, marcas que no podían ser borradas por el tiempo. Sin embargo, Arkalion, con una ferocidad instintiva que desafiaba toda lógica, lograba esquivar los ataques.

Asterion gruñó al ver cómo Arkalion se movía, como si estuviera leyendo cada uno de sus pensamientos —tu instinto es admirable, pero hasta el mayor de los depredadores cae ante la espada del destino.

Arkalion respondió con un rugido que parecía desafiar a los cielos, lanzándose hacia Asterion en un estallido de poder. Sus garras se enfrentaron a la espada, creando explosiones de energía que lanzaban ondas de choque en todas direcciones. Las escamas del Magnamalo resplandecían, reflejando un orgullo implacable, mientras que sus ataques se volvían cada vez más brutales y precisos.

Mientras tanto, Kian y Vartan peleaban en un duelo que desafiaba la resistencia misma del cuerpo humano. Vartan lanzó un ataque devastador, un golpe que habría reducido a cenizas a cualquier ser común. Sin embargo, Kian lo recibió de lleno, su cuerpo soportando el impacto como si fuera una simple piedra lanzada con desgana.

Kian escupió un poco de sangre y sonrió —eso fue todo? Pensé que eras un dios...pero parece que solo eres un truco matemático andante.

Vartan entrecerró los ojos, su mente trabajando a una velocidad inimaginable, ajustando sus cálculos para maximizar su próxima ofensiva.

—Eres persistente, humano. Pero la persistencia no será suficiente para superar el infinito.

Sin embargo, Kian no cedía. Su capacidad para realizar lo imposible lo hacía impredecible. Aprovechando un instante, se lanzó hacia Vartan, encadenando movimientos que parecían desafiar cualquier lógica, obligando al monstruo a recalibrar sus estrategias.

Kian observaba atentamente a Vartan mientras ambos mantenían su enfrentamiento titánico. La barrera de vectores parecía impenetrable, una defensa absoluta que desafiaba cualquier intento de superarla. Sin embargo, Kian no era alguien que se rendía ante lo imposible. Mientras esquivaba un ataque calculado de Vartan, algo llamó su atención: un mechón de cabello plateado caía al suelo cuando hizo un ataque.

Sus ojos se entrecerraron al procesar lo ocurrido. Había logrado atravesar la barrera, no por fuerza, sino por algo que ni siquiera parecía existir dentro de los cálculos de Vartan —interesante... murmuró con una sonrisa —parece que no eres tan invencible como pensabas, verdad?

Vartan retrocedió un paso, tocándose con su pata el cabello donde el corte había sido evidente. Aunque superficial, el hecho de que Kian pudiera cruzar su defensa era un signo alarmante.
—No lo entiendes, humano. Tu hazaña no es una debilidad mía, sino un error en el flujo de las posibilidades. Un error que no se repetirá.

Kian se permitió una breve risa.
—No subestimes los errores. A veces, son lo único que necesitamos para ganar.

En otro punto del campo de batalla, Asterion luchaba con la creciente presión de Arkalion. Cada movimiento del depredador se volvía más agresivo, sus ataques cargados de una furia que parecía alimentarse de su propio instinto de superioridad. Asterion gruñía, sintiendo el peso del combate en su cuerpo. Pero en lugar de ceder, tomó una decisión que cambiaría el curso de la batalla.

Con un movimiento preciso, Asterion lanzó su espada flameante en un arco devastador, dirigiéndose directamente hacia la cabeza de Arkalion. Este logró esquivar por instinto, pero no lo suficiente. En un parpadeo, la espada se desvió, cortando parte del rostro de Arkalion, arrancando un fragmento de la máscara de hueso que decoraba su cabeza, junto con lo que parecía ser un cuerno distintivo.

El impacto fue inmediato. Arkalion retrocedió, llevando una garra a su rostro mutilado. La máscara, símbolo de su identidad y su orgullo como depredador, había sido destrozada en un solo golpe. Su respiración se volvió un rugido estruendoso, y sus ojos brillaron con una furia inhumana.

—GRAAAAHHHH!!!! —rugió Arkalion, su rugido resonando con un eco que parecía venir del mismo corazón de la creación —grrrrrrr!!!

Asterion sonrió con aparente cansancio, sosteniendo su espada en posición de combate
—vamos, depredador. Ven a mi.

La batalla se había convertido en un flujo interminable de movimiento, un entrelazado de ataques que trascendía cualquier sentido de tiempo o espacio. Cada instante era dividido y subdividido en fracciones infinitesimales, cada movimiento multiplicándose en millones de posibilidades que colisionaban y se anulaban mutuamente. El vacío infinito los rodeaba, engullendo cualquier destello de lógica o causalidad que pudiera existir.

Asterion, Vartan, Kian y Arkalion no solo se enfrentaban entre ellos, sino que parecían estar desgarrando las mismas leyes que sostenían el tejido de la realidad. El vacío, indiferente a sus hazañas, se abría cada vez más, amenazando con tragarlos en un abismo sin fin, donde incluso sus propias existencias se desdibujarían. Sin embargo, ninguno de los cuatro se detenía.

Cada uno sabía que, en ese instante, solo un movimiento realmente significativo podría decidir el desenlace. Un ataque capaz de desbordar la inmensidad del vacío, de romper las barreras que separaban las fases de la creación misma.

Kian, con su voluntad indomable, comenzó a formar un ataque que canalizaba el potencial infinito de su creencia en lo posible. Cerró los ojos por un instante y murmuró:

—Si puedo imaginarlo...entonces puedo hacerlo.

Al mismo tiempo, Vartan intensificaba sus cálculos, su mente procesando más allá de cualquier límite humano o incluso divino. Con cada vector que manipulaba, con cada ecuación que resolvía, se acercaba más a la creación de una reacción que reflejara y desintegrara cualquier intento de destruirlo.

Asterion, aún empuñando su espada que calcinaba la realidad con cada movimiento, elevó su mirada al vacío. El espiral de la creación giraba a su alrededor, fracturándose con cada golpe. Una idea cruzó su mente. Si el vacío lo envolvía, entonces él se convertiría en el catalizador que lo consumiera todo, un incendio que reduciría incluso al vacío a cenizas.

Arkalion, el depredador absoluto, confiaba únicamente en su instinto. Su poder crecía con cada segundo, con cada golpe recibido. El fragmento de su máscara destrozada brillaba como un recordatorio de su orgullo herido, de la necesidad de demostrar que él era el verdadero rey de esta batalla.

Y entonces, el momento llegó. Los cuatro, sincronizados en su deseo de culminar este enfrentamiento eterno, lanzaron sus ataques definitivos.

Kian extendió su mano, materializando una fuerza invisible que reescribía las reglas de la realidad misma, eliminando cualquier noción de límites.

Vartan proyectó una barrera perfecta que comprimía las posibilidades infinitas en un solo punto, reflejando cualquier intento de desbordarlo.

Asterion alzó su espada flameante, expandiéndola hasta abarcar todo el horizonte, convirtiéndola en un fuego que no consumía, sino que reescribía la existencia misma.

Arkalion se lanzó hacia adelante con un rugido ensordecedor, canalizando la totalidad de su poder en un impacto destinado a aplastar cualquier resistencia.

Los ataques chocaron. El espiral de la creación se detuvo, como si la misma existencia contuviera el aliento. El vacío infinito, antes inmutable, comenzó a desmoronarse, incapaz de soportar el peso de las fuerzas desatadas. Por un instante eterno, todo se detuvo.

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Y entonces, el mundo cambió.



FIN...del primer volumen.

Gracias...verán una nueva actualización...en quizás meses, porque el primer volumen a sido finalizado, gracias, en verdad muchas pero muchas gracias por apoyar este proyecto. No se alarmen, no es el final de la historia, si no del primer volumen de esta. Sucederán muchas mas cosas, pero mientras tanto, pueden pasarse a ver mis futuros proyectos, hasta que termine el guion del segundo volumen de esta historia...así que con este dicho.

Su autor se despide, de ustedes, y del primer volumen de esta historia.

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