paradigma oculta (parte 2)

La brisa marina soplaba suavemente mientras el barco cortaba las aguas en dirección a Melemele. En el casco, la zona exterior del barco, Lusamine disfrutaba del sol como si la misión fuera más un paseo que una tarea de investigación. Su traje de bikini, de diseño exótico y lleno de detalles elegantes, resaltaba su carácter llamativo, atrayendo miradas ocasionales de la tripulación. Sin embargo, Lusamine parecía estar más interesada en relajarse que en la atención que provocaba.

Kian, en cambio, permanecía de pie junto a ella, con una postura relajada pero alerta. Su espada larga colgaba de su espalda incluso en este ambiente tranquilo, un recordatorio constante de que no bajaba la guardia. Sus ojos azules miraban al horizonte, pero su mente parecía enfocada en algo más profundo.

Finalmente, rompió el silencio.

—Lusamine —dijo con su tono tranquilo pero directo— piensas visitar a tu hija mientras estemos en Melemele?

La pregunta hizo que Lusamine desviara la mirada del océano y lo observara con una ligera sorpresa, aunque rápidamente se recompuso, mostrando una leve sonrisa.

—Aún no —respondió mientras se recostaba un poco más en la silla que había traído consigo— no es el momento adecuado. Lillie...necesita tiempo, y yo también.

Kian asintió lentamente, sin expresar ninguna opinión sobre su respuesta. Sus ojos volvieron al horizonte, pero su mente seguía procesando lo que acababa de escuchar.

Lusamine suspiró suavemente, como si estuviera aliviada de que él no insistiera.

—Es curioso —añadió después de unos momentos— eres uno de los pocos que me pregunta por cosas personales sin rodeos.

Kian levantó una ceja, mirando brevemente a la presidenta de Æther.

—No veo razón para evitarlo. A veces es importante entender las prioridades de los demás.

Lusamine soltó una risa suave, más genuina de lo que había mostrado en mucho tiempo.

—Eres bastante directo, ¿sabes? Me gusta eso de ti. Aunque no puedo prometer que siempre te responderé con tanta franqueza.

—Eso depende de ti —respondió Kian, devolviendo la vista al horizonte— pero si crees que debes hacerlo, deberías hablar con ella eventualmente.

La conversación quedó en un silencio cómodo después de eso. Mientras el barco avanzaba hacia Melemele, ambos parecían sumidos en sus propios pensamientos, conscientes de que lo que les esperaba en la isla no era solo un encuentro con un pokemon misterioso, sino también una confrontación con aspectos de sus propias vidas que, tal vez, aún no estaban listos para enfrentar.

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En lo profundo de una cueva, el sonido suave del goteo del agua se mezclaba con el eco de los suspiros de Arkalion, quien permanecía inmóvil mientras sus lágrimas caían al suelo. Su imponente figura de Magnamalo, usualmente impenetrable e intimidante, ahora parecía vulnerable bajo la tenue luz que se filtraba desde la entrada de la cueva.

Gardevoir, con su habitual calma, observaba al depredador con una mezcla de compasión y preocupación. Junto a ella estaba el pequeño Kirlia, quien ahora se tambaleaba ligeramente al intentar acostumbrarse a su nuevo cuerpo. Ambos miraban a su protector, sin saber exactamente cómo consolarlo.

"Padre...no quería que se sintiera así" dijo Kirlia con su voz resonando suavemente en la mente de Arkalion.

El Magnamalo levantó la mirada hacia el pequeño, sus ojos aún brillantes por las lágrimas.

"No es tu culpa" respondió Arkalion con un pensamiento pesado, casi apagado "debí estar ahí. Era un momento importante para ti, y no estuve presente."

Gardevoir se acercó y colocó una mano delicada en el costado del monstruo. Su voz psíquica era suave, como una brisa tranquilizadora.

"Estuviste ahí en espíritu. Todo lo que Kirlia es ahora, y lo que será, es gracias a ti. No te castigues por algo que no podías prever."

Kirlia dio un paso adelante, tambaleándose un poco, pero decidido "padre, aprendí a comunicarme así porque quería agradecerle...por todo lo que ha hecho por mí. No importa si no estuvo en ese momento exacto; todo lo demás que ha hecho vale más."

Las palabras del pequeño hicieron que el pecho de Arkalion se apretara, y por un momento, permaneció en silencio. Finalmente, levantó una de sus enormes patas delanteras y la colocó cerca de Kirlia con cuidado, como si temiera lastimarlo.

"Gracias, pequeño...has crecido más rápido de lo que esperaba. Prometo estar contigo en cada paso a partir de ahora."

Kirlia sonrió, sus ojos brillando con determinación. Gardevoir observó la escena con una ligera sonrisa, sabiendo que aquel vínculo entre padre e hijo era algo que ninguna ausencia temporal podría romper.

Arkalion alzó la cabeza, con un brillo renovado en sus ojos. Su voz resonaba en las mentes de ellos, poderosa pero también cargada de calidez.

"Es momento de darles nombres. Nombres que representen quiénes son, cómo son y lo que significan para mí."

Primero, dirigió su mirada hacia Gardevoir. "Tú, con tu espíritu juguetón y tu naturaleza amable, pero con esa chispa de locura que siempre me arranca una sonrisa. Eres la calma en el caos, el equilibrio que no sabía que necesitaba. Te llamaré..."

Hizo una pausa, dejando que el momento se impregnara en el aire. "Lyridia. Un nombre que refleja tu gracia, tu fuerza y esa luz que brilla incluso en la oscuridad."

Gardevoir soltó una risa suave, sus ojos brillando con un matiz de emoción. "Lyridia...me gusta. Gracias, querido."

Luego, su mirada se posó en el joven Kirlia, quien observaba a su maestro y padre con una mezcla de expectativa y respeto.

"Y tú, pequeño guerrero. Eres la calma antes de la tormenta, un espíritu amable que arde con la pasión del combate. Te veo crecer día a día, y sé que tu camino será digno de leyendas. Tu nombre será..."

Una vez más, hizo una pausa, como si sopesara cada palabra con cuidado. "Kaelion. Un nombre que cargue con la fuerza de un guerrero, pero también con la sabiduría y la bondad que reflejas."

Kirlia sonrió ampliamente, emocionado y visiblemente honrado. "Kaelion...prometo estar a la altura de ese nombre, padre."

Arkalion inclinó levemente la cabeza, satisfecho. "Lyridia y Kaelion...ahora somos más que un grupo. Somos una familia, y juntos, enfrentaremos lo que este mundo nos depare."

La luz de la cueva parecía brillar un poco más cálida mientras los tres se miraban, unidos por lazos que iban más allá de palabras.

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Tras un día agotador pero lleno de emociones, Arkalion, Lyridia y Kaelion disfrutaron de una cena sencilla, compartiendo un momento de paz y cercanía. Al terminar, se acomodaron juntos en la cueva, buscando el calor del otro mientras la noche cubría el exterior con su manto estrellado.

Por otro lado, en Melemele, el barco que transportaba a Lusamine y Kian había atracado al anochecer. La brisa cálida de la isla era reconfortante, pero Lusamine tenía otras prioridades.

—Vas a regresar a tu mansión, Lusamine? —preguntó Kian, con las manos cruzadas detrás de la espalda mientras observaba las luces del puerto.

—Claro que no —respondió ella con una sonrisa altiva y un movimiento de cabello. Luego señaló un edificio lujoso cercano al puerto— voy a comprar ese hotel.

Kian alzó una ceja, divertido — el hotel? Por qué no simplemente alquilar una suite?

Lusamine le dirigió una mirada pícara, casi burlona —porque puedo.

Él soltó una carcajada breve, inclinando la cabeza ligeramente —esa actitud tuya me recuerda mucho a una vieja amiga de mi mundo. Siempre tan extravagante...aunque me sorprende que no hayas comprado la isla entera.

Lusamine rio suavemente, en un tono que mezclaba diversión y orgullo —por favor, Kian, una isla es un compromiso mayor. No tengo tiempo para esas trivialidades ahora mismo.

Mientras tanto, algunos empleados del hotel ya comenzaban a movilizarse al ver quién era su inminente huésped. Lusamine, sin siquiera esperar formalidades, comenzó a dar órdenes como si ya fuese la dueña.

—Quiero la mejor suite disponible. No, espera...quiero todo el piso superior. Háganlo acogedor. Y traigan algo para cenar.

Kian no pudo evitar seguir riendo mientras la observaba, apoyado casualmente contra una pared —de verdad, eres única, Lusamine.

—Lo sé —respondió ella con un guiño, caminando hacia el vestíbulo con una elegancia natural—  ahora ven. Tenemos cosas importantes que planear mañana, pero esta noche, merecemos un poco de lujo.

Kian la siguió, todavía sonriendo. No importaba cuánto la conociera, Lusamine siempre encontraba la manera de sorprenderlo con su extravagancia.

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Mientras esperaba afuera de la habitación de Lusamine, Kian observó el cielo nocturno de Melemele. La brisa cálida y la tranquilidad del entorno le recordaban los momentos previos a una cacería, cuando el mundo parecía calmarse antes del caos. Decidió aprovechar el tiempo y entrenar un poco.

Con un movimiento decidido, se quitó los guantes negros que llevaba puestos y los guardó en su cinturón. Adoptó una postura de combate de puños, firme y balanceada, mientras respiraba profundamente. En su mente, comenzó a construir una visión: un enemigo que había dejado una huella indeleble en su paciencia como cazador.

—Malditos Bullfangos... —murmuró mientras apretaba los puños.

Imaginó a uno de esos molestos jabalíes gigantes que siempre arruinaban sus cacerías. Recordó cómo, en los momentos más críticos de un enfrentamiento contra un monstruo colosal, esos seres surgían de la nada para embestirlo sin piedad, haciéndolo perder el equilibrio o incluso costándole la victoria.

—Siempre aparecían en el peor momento... —gruñó entre dientes.

Lanzó un golpe al aire, visualizando el rostro del Bullfango frente a él. El impacto imaginario resonó en su mente, dándole una extraña satisfacción. Siguió con una serie de golpes rápidos, combinados con fintas y movimientos fluidos, como si realmente estuviera esquivando los ataques de su odiado enemigo.

Cada golpe era un recordatorio de su frustración pasada y, al mismo tiempo, una forma de liberarse de ella. Sus músculos se tensaron y relajaron con cada movimiento, mostrando su experiencia como cazador.

—No importa cuántas veces aparezcan...siempre los mandaré a volar! —dijo con una leve sonrisa, perdiéndose en su propia simulación.

Mientras tanto, algunas personas que pasaban cerca se detuvieron a observarlo. No era común ver a alguien entrenando con tanta intensidad, especialmente con una técnica tan refinada. Aunque Kian no les prestaba atención, algunos incluso murmuraron que debía ser un experto luchador o un miembro de algún grupo de élite.

Finalmente, tras un par de minutos de ataques, fintas y movimientos estratégicos, Kian se detuvo, respirando profundamente. Relajó sus hombros y se permitió un momento para disfrutar la satisfacción de imaginar cómo destrozaría a aquellos Bullfangos si se le presentaran de nuevo.

—Bien, eso fue suficiente por ahora... —murmuró, colocándose nuevamente los guantes.

Justo entonces, escuchó el sonido de la puerta abriéndose detrás de él. Al voltear, Lusamine apareció, completamente arreglada con un vestido blanco elegante, lista para la noche.

—Entrenando en plena noche, Kian? —preguntó ella con una ceja arqueada y una sonrisa divertida.

—Siempre hay tiempo para estar listo, Lusamine —respondió con calma, mientras se giraba completamente hacia ella.

Ella solo sacudió la cabeza, acostumbrada ya a la dedicación de su ahora guardaespaldas— bueno, espero que eso haya sido suficiente ejercicio, porque mañana necesitaré toda tu atención para encontrar a ese "ultraente".

Kian asintió —estaré listo.

Y con esas palabras...ella lo mando a bañarse, mientras ella le iba a esperar en el salón buffet del último piso del hotel. Aunque el quiso protestar, ella lo mando a callar y le dijo que si no se bañaba no comería ni las migas de un pan, así que a regañadientes el se retiro a bañarse en una de las habitaciones aprovechando que ella compro todo el edificio.

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Kian salió del baño mientras se secaba el cabello con una toalla, murmurando para sí mismo con cierta frustración.

—De verdad era tan necesario? Ni siquiera estaba tan sucio...—gruñó mientras miraba su reflejo en el espejo.

A pesar de su queja interna, no podía negar que el agua caliente había relajado su cuerpo. Se colocó nuevamente su impecable uniforme, ajustándose los guantes negros y asegurándose de que su espada larga estuviera perfectamente asegurada en su espalda. Una vez listo, dejó escapar un suspiro de resignación antes de dirigirse al ascensor.

El hotel, como era de esperarse, era un lugar lujoso y perfectamente decorado. Cada detalle parecía hecho a medida para alguien del nivel de Lusamine. Kian, sin embargo, no le prestó demasiada atención mientras esperaba a que el ascensor llegara al último piso.

Cuando las puertas se abrieron, salió al gran salón buffet. La vista era espectacular: enormes ventanales mostraban la ciudad iluminada bajo la noche estrellada, y las mesas estaban llenas de platos que parecían sacados de un banquete real. Lusamine ya estaba sentada en una de las mesas centrales, luciendo su impecable vestido blanco, y se veía completamente en su elemento mientras sostenía una copa de vino.

Ella levantó la mirada al verlo acercarse —por fin, ya pensé que te habías quedado dormido en la ducha.

Kian simplemente suspiró y tomó asiento frente a ella, observando los platos frente a él —no soy de los que se toman tanto tiempo para estas cosas.

Lusamine sonrió con un aire de diversión —bueno, al menos ahora estás presentable. Un guardaespaldas tiene que estar a la altura de su jefa, no crees?

Él no respondió de inmediato, tomando un trozo de pan y dándole un mordisco mientras sus ojos analizaban la sala, asegurándose de que todo estuviera en orden.

—Entonces, ya tienes un plan para mañana? —preguntó, cambiando de tema.

Lusamine tomó un sorbo de su copa antes de responder.—claro. Primero vamos a contactar con los responsables del centro de investigación de Melemele. Quiero un informe completo de cualquier actividad inusual en la zona antes de que empecemos a buscar al supuesto ultraente.

—Entendido —dijo Kian con seriedad.

Lusamine dejó su copa sobre la mesa, inclinándose ligeramente hacia él con una sonrisa maliciosa —aunque, ahora que lo pienso, deberías relajarte un poco más esta noche. No todo tiene que ser trabajo y deber.

Kian arqueó una ceja, claramente confundido— relajarme?

—Sí, tal vez disfrutar de un buen postre, o tal vez... —Ella se detuvo un momento, mirándolo directamente a los ojos con una expresión entre seria y juguetona —Incluso podrías tomarte un poco de tiempo para divertirte...

Kian simplemente negó con la cabeza mientras tomaba un vaso de agua —no estoy aquí para eso, Lusamine.

Ella rio suavemente, moviendo una mano con elegancia —supongo que no. Aunque sería interesante verte en un ambiente menos...formal.

Él no respondió, pero una pequeña sonrisa se formó en sus labios mientras seguía comiendo en silencio. Lusamine lo observó por un momento antes de volver a enfocarse en su propio plato, satisfecha con la interacción.

La noche continuó con calma, ambos compartiendo el espacio sin necesidad de muchas palabras. Aunque sus objetivos eran distintos, había una sincronía en cómo se adaptaban al momento, preparando sus mentes para lo que les esperaba al día siguiente.

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El sol apenas había salido, y Kian ya estaba completamente despierto, entrenando en una amplia sala diseñada para combates pokemon dentro del hotel. A pesar de que la sala no estaba pensada para humanos, él la había adaptado para sus ejercicios. Con su espada larga desenvainada, ejecutaba movimientos precisos y fluidos, cada golpe resonando contra los blancos metálicos que había colocado estratégicamente.

Había pasado aproximadamente dos horas cuando escuchó pasos suaves y algo torpes acercándose. Bajó la espada, limpiando una ligera capa de sudor de su frente, justo cuando Lusamine apareció en el umbral de la sala.

Ella llevaba una pijama elegante de tonos claros que combinaba perfectamente con su porte, pero su cabello estaba ligeramente desordenado, y tenía una expresión adormilada que contrastaba con su habitual apariencia impecable. Bostezó, cubriéndose la boca con delicadeza, y miró a Kian con una mezcla de irritación y cansancio.

—Desde cuándo estás despierto? —preguntó con voz ronca por el sueño.

Kian envainó su espada y se giró hacia ella —desde las seis. Siempre entreno temprano.

Lusamine suspiró, apoyándose contra el marco de la puerta —deberías considerar usar ese tiempo para algo más productivo, como ayudarme con los papeles.

Él levantó una ceja, confundido— papeles? No sé nada de eso.

Ella se enderezó, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente —pues vas a aprender. Necesito que me ayudes a organizar unos documentos importantes para la misión de hoy.

Kian bufó, cruzando los brazos —Lusamine, soy un cazador, no un oficinista.

Ella avanzó hacia él con pasos ligeros pero determinados, y de repente, su expresión cambió. Sus ojos adoptaron un brillo inocente, y su rostro mostró una sonrisa suave y casi suplicante.

—Por favor? —dijo con una mirada que habría derretido a cualquiera.

Kian sintió como si hubiera recibido un golpe inesperado. Tragó saliva, apartando la mirada un segundo mientras intentaba resistir —yo...

Ella inclinó un poco la cabeza, acentuando aún más su expresión de "cachorrito abandonado".

—Está bien, está bien... —cedió finalmente, pasando una mano por su cabello con frustración.

Lusamine sonrió ampliamente, dejando de lado su fachada adorable —sabía que dirías que sí. Ahora, date prisa. Tienes que bañarte y cambiarte antes de que empecemos.

Kian la observó mientras salía de la sala, caminando con renovada energía. De alguna forma, sentía que había caído en una trampa, pero no pudo evitar sonreír levemente —definitivamente me recuerda a alguien... —murmuró antes de dirigirse a alistarse para su nueva y extraña tarea del día.

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El sonido de las hojas crujientes bajo sus pies y el canto de los pokemon en el bosque de Melemele creaban una atmósfera tranquila mientras Lusamine y Kian avanzaban por el sendero, escoltados por un pequeño grupo de guardias del Paraíso Æther. Los guardias mantenían una formación cerrada alrededor de Lusamine, observando cualquier señal de peligro, mientras Kian caminaba a su lado con una expresión relajada, aunque su mano derecha descansaba cerca de la empuñadura de su espada la cual había reposicionado en su cintura.

—No entiendo por qué necesitas tantos guardias —comentó Kian con tono despreocupado. Miró hacia los lados, evaluando la zona— estos bosques no parecen peligrosos. Si algo sucede, puedo protegerte fácilmente.

Lusamine soltó una risa suave, sin molestarse en disimular su escepticismo —oh, en serio? Hasta ahora, Kian, solo he visto cómo entrenas y hablas de tus habilidades, pero aún no me has demostrado nada.

Kian la miró de reojo, arqueando una ceja — crees que estoy fanfarroneando?

—No lo creo, lo sé —respondió Lusamine con una sonrisa juguetona— si realmente eres tan hábil como dices, me gustaría verlo en acción. Después de todo, apareciste en el Paraíso Æther a través de un portal extraño, afirmando ser un cazador de monstruos. Pero las palabras no son suficientes para convencerme.

Los guardias intercambiaron miradas nerviosas, no queriendo interrumpir la conversación entre la presidenta y el misterioso guerrero. Kian suspiró, rascándose la cabeza.

—Está bien, entonces. Si algo aparece, te prometo que tendrás tu espectáculo —dijo con un tono de confianza que hizo que Lusamine frunciera los labios en una sonrisa contenida.

El grupo siguió avanzando por el bosque, el ambiente se volvía más denso y oscuro conforme se adentraban. Lusamine parecía estar buscando algo específico, revisando los informes que había recibido en una tableta mientras caminaba.

De repente, un ruido fuerte rompió la tranquilidad del bosque. El sonido de ramas quebrándose y un rugido grave y profundo resonaron cerca. Los guardias se pusieron en alerta inmediata, formando un círculo protector alrededor de Lusamine.

—Parece que tienes tu oportunidad de ver! —dijo Kian, sacando lentamente su espada larga mientras una sonrisa emocionada aparecía en su rostro. Sus ojos azules brillaban con determinación mientras avanzaba hacia la fuente del ruido.

Lusamine lo observó con atención, curiosa y algo expectante, "veamos si realmente eres tan impresionante como dices, Kian" pensó mientras se mantenía en el círculo de los guardias, observando cómo él se preparaba para enfrentar lo que se avecinaba.

Cuando llegaron a la zona de los rugidos, el cazador se topo con algo que hace mucho no había visto...sus ojos se ensancharon en sorpresa, y Lusamine mostro sorpresa ante lo que veía, era un Magnamalo...atacando a un pokemon. 

El rugido ensordecedor del Tyranitar resonaba en la zona mientras aquel Magnamalo, se preparaba para lanzar un ataque devastador. Sus llamas púrpuras se intensificaron, rodeando su cuerpo como un aura que parecía devorar todo a su paso. Estaba decidido a acabar con su oponente y reclamar las bayas que ambos habían encontrado.

Sin embargo, antes de que pudiera ejecutar su golpe, algo inesperado sucedió. Una espada larga, brillante y bien afilada, interceptó su ataque con un sonido metálico que resonó por todo el bosque. La fuerza del impacto detuvo al Magnamalo en seco, obligándolo a retroceder unos pasos.

Kian estaba frente a él, su espada megrez's Asterism firme en sus manos. Su postura era impecable, la de un cazador experimentado, y su mirada azul estaba fija en el Magnamalo. Había una mezcla de asombro y emoción en sus ojos.

—Esto... —murmuró para sí mismo mientras evaluaba al wyvern— un Magnamalo. Nunca pensé que volvería a enfrentar a uno.

Desde la distancia, Lusamine observaba la escena con una mezcla de fascinación y temor. No entendía del todo lo que estaba viendo, pero podía reconocer que el Magnamalo era diferente a cualquier pokemon que hubiera encontrado antes.

—Qué demonios es esa cosa? —preguntó en voz baja, aunque sabía que Kian probablemente tenía la respuesta.

Magnamalo rugió con furia al ver que su ataque había sido interrumpido. Sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y sorpresa. Había sentido la resistencia de aquella espada y sabía que el humano frente a él no era un oponente ordinario.

"Quién se atreve a interrumpir mi combate?" pensó mientras sus llamas púrpuras se encendían aún más, y así revelando ser Arkalion.

Kian mantuvo su postura, sin mostrar miedo, pero con una sonrisa confiada —tienes algo diferente...en tu mirada —dijo, inclinando ligeramente la cabeza mientras ajustaba su posición— no eres como los demás Magnamalos que he enfrentado.

Arkalion frunció el ceño (o lo que sería su equivalente como Magnamalo) al escuchar esas palabras, aunque no podía entenderlas del todo. Sentía que el humano frente a él tenía una conexión con algo que le resultaba familiar...algo que no terminaba de comprender.

—Lusamine, quédate atrás. Esto será interesante —advirtió Kian sin apartar los ojos del wyvern.

Arkalion decidió no perder más tiempo y lanzó un rugido ensordecedor, sus llamas púrpuras transformándose en un ataque explosivo que lanzó hacia Kian. El cazador reaccionó al instante, esquivando con agilidad y contraatacando con un golpe preciso de su espada, el cual chocó contra la armadura natural del Magnamalo, generando chispas.

El bosque fue testigo de un enfrentamiento entre dos guerreros de mundos diferentes, cada uno tratando de descifrar al otro, mientras Lusamine y los guardias observaban desde la distancia, incapaces de apartar la vista de aquella escena que parecía sacada de otro mundo.

Kian ajustó su agarre en la empuñadura de su espada larga, su voz cargada de determinación mientras exclamaba hacia el imponente Magnamalo:

—Contempla esto!!! Porque será brutal...

Sus palabras resonaron en el aire como una promesa. En un instante, su mirada cambió, transformándose en algo feroz y primitivo. Sus ojos imitaron la intensidad de Arkalion, reflejando la misma hambre y determinación de un depredador.

Arkalion respondió al desafío con un rugido ensordecedor, sus llamas púrpuras incrementándose hasta cubrir su cuerpo como una segunda piel. Ambos combatientes se evaluaron durante un breve momento que pareció durar una eternidad, antes de que todo se desbordara en un estallido de velocidad y poder.

A una señal invisible, ambos se lanzaron al ataque. Lo que siguió fue una danza letal de movimientos que ninguna sombra podría seguir. Las hojas de los árboles cercanos temblaban con las ondas de choque mientras los dos guerreros se movían más rápido de lo que el ojo humano podía percibir.

El sonido de los ataques chocando era como un torrente frenético, una sinfonía de fuerza descontrolada. La espada de Kian se movía con precisión milimétrica, sus cortes buscando debilidades en la armadura del Magnamalo, mientras Arkalion usaba su cola y garras como armas devastadoras, cada movimiento dejando surcos en el suelo o arrancando pedazos de roca.

Kian, con un movimiento ágil, bloqueó un ataque con su espada antes de impulsarse hacia atrás, aterrizando con elegancia sobre una roca. Sus ojos brillaban con emoción mientras una sonrisa aparecía en su rostro.

—Eres realmente algo, eh? —murmuró, antes de dar un salto hacia adelante, su espada brillando con un destello afilado— pero esto no ha terminado!

Arkalion, por su parte, no retrocedió. Al contrario, parecía disfrutar del desafío. "Este humano...es diferente. Su mirada...su fuerza...es...un cazador!" Su rugido se alzó una vez más, mientras se lanzaba hacia el cazador con una velocidad que superaba incluso la anterior.

El choque entre los dos era tan intenso que los árboles cercanos crujían y caían, incapaces de resistir las ondas de impacto. Lusamine, desde su posición segura, observaba con una mezcla de asombro y preocupación.

—Es... como si fueran bestias salvajes luchando por el dominio —murmuró para sí misma, sin poder apartar la vista de la batalla.

El combate continuó, con ambos oponentes empujando sus límites. Kian, con sus movimientos calculados y mortales, parecía una tormenta imparable. Arkalion, con su instinto y poder bruto, era como un volcán en erupción.

La intensidad no mostraba señales de disminuir, y cada uno parecía ansioso por demostrar que era el depredador supremo.

La batalla escaló a un nivel que desafiaba la lógica. Sus movimientos, ya de por sí imposibles de seguir para un espectador promedio, alcanzaron un nivel completamente nuevo. La velocidad superó los límites del sonido, y luego incluso los de la luz misma.

El silencio reinó por un instante mientras las leyes del universo parecían doblarse ante los dos combatientes. El sonido de los choques de sus ataques llegaba sólo segundos después, como ecos tardíos de una tormenta lejana. La luz, atrapada en la inercia de sus veloces movimientos, fallaba en reflejarse, haciendo que ambos parecieran invisibles...excepto por las llamas moradas de Arkalion, que cortaban el aire como rastros de pura energía desatada.

Lusamine miraba la escena, su rostro una mezcla de asombro absoluto y miedo.

—Esto no es una batalla normal... —murmuró, incapaz de apartar la vista de los rastros incandescentes que dejaban los movimientos de Arkalion.

De repente, y con un ruido seco que marcó el retorno a la percepción normal, la figura de Kian apareció justo frente al Magnamalo. Con una habilidad marcial impecable y un movimiento más rápido de lo que el aire podía reaccionar, levantó ambas piernas y lanzó una patada doble directamente al estómago del wyvern de colmillos.

BOOM!

El impacto fue tan devastador que el suelo tembló, levantando una nube de polvo y escombros. El cuerpo masivo de Arkalion salió disparado como un proyectil, cruzando el bosque a una velocidad absurda antes de estrellarse contra una formación rocosa, haciéndola añicos en un solo instante.

Cuando el polvo finalmente comenzó a asentarse, Kian permaneció de pie, respirando con calma, su espada aún en su mano. Sus ojos mantenían esa mirada feroz de depredador, pero ahora estaban teñidos con una pizca de orgullo y desafío.

—Eso es todo lo que tienes, gran wyvern? —exclamó con una sonrisa mientras señalaba hacia las rocas destrozadas— vamos, muéstrame que puedes seguir el ritmo!

En las rocas, Arkalion se levantaba lentamente. El impacto había sido brutal, pero sus llamas púrpuras seguían ardiendo con intensidad, incluso más brillantes que antes. "Este humano...realmente puede seguirme. Quizás incluso superarme...pero esto aún no termina."

Con un rugido que sacudió la tierra, Arkalion se lanzó al aire, sus llamas ahora mezclándose con destellos rosados, indicando que estaba entrando en su estado más poderoso. Lusamine, aún observando desde la distancia, apenas pudo contener un grito al ver cómo la batalla se volvía aún más intensa.

—Esto...es una locura... —dijo para sí misma, su voz temblando mientras los dos combatientes se preparaban para la siguiente ronda.

Las llamas rosadas y moradas de Arkalion surgieron con una ferocidad nunca antes vista, iluminando el bosque como un infierno en plena noche. La intensidad de su poder envolvió la atmósfera, alterando el aire mismo. Kian, aún con su confianza intacta, notó un cambio extraño.

Su cuerpo comenzó a sentirse pesado, y una sensación de calor abrasador invadió sus brazos. Miró hacia abajo y vio cómo su piel tomaba un tono rojo intenso, como si estuviera al borde de derretirse.

—Qué...demonios...? —murmuró entre dientes, luchando por entender lo que estaba pasando. Entonces lo comprendió.

Ese Magnamalo no era común.

Arkalion, en su estado de furia extrema, había manipulado las partículas del aire, incendiándolas y forzándolas a infiltrarse en el cuerpo de su oponente. Era una técnica de combate que iba más allá del simple poder físico; era una habilidad diseñada para ignorar las defensas externas y atacar directamente al interior del rival.

Antes de que Kian pudiera adaptarse, una figura masiva apareció frente a él, como un relámpago.

CRACK!

El impacto fue instantáneo. Arkalion le propinó un golpe directo al estómago con su garra, un ataque tan brutal que el sonido de huesos rompiéndose resonó por toda la zona. Kian sintió cómo su mundo se tambaleaba. El dolor era indescriptible, como si algo hubiera explotado dentro de él.

Pero el ataque no terminó ahí. Las llamas explosivas de Arkalion, en su estado más intenso, comenzaron a desencadenarse. Miles, no, miles de millones de explosiones en miniatura surgieron en el interior de Kian, ignorando completamente cualquier tipo de durabilidad física que pudiera poseer. Cada explosión retorcía el espacio-tiempo, desafiando las leyes de la realidad y concentrándose en su interior, desgarrándolo desde adentro.

Kian cayó de rodillas, jadeando mientras intentaba recuperar el aliento.

—Este...monstruo... —logró decir, su voz cargada de esfuerzo mientras el dolor lo dominaba— no es un Magnamalo cualquiera...esto es otra cosa...

Arkalion, con las llamas rodeándolo como un aura de destrucción, lo observó en silencio. Sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y respeto.

"Humanos...siempre me causan interes."

Kian, a pesar del dolor, apretó los dientes y se puso de pie lentamente, tambaleándose pero sin rendirse.

—No creas...que esto me detendrá —gruñó, levantando su espada una vez más— si quieres ganar, vas a tener que destruirme por completo!

Las llamas de Arkalion rugieron con aún más intensidad, como si aceptara el desafío. Lusamine, observando desde una distancia segura, estaba completamente petrificada.

—Esto... ya no es una pelea. Es un desastre natural con forma de batalla... —susurró, apretando los puños mientras intentaba mantener la calma.

El choque entre el cazador y el wyvern estaba lejos de terminar. Y con cada segundo que pasaba, las consecuencias de esta confrontación se hacían más impredecibles.

Lusamine observaba desde su posición segura, con la mirada fija en la batalla que se desarrollaba frente a ella. Cada golpe que intercambiaban Kian y el Magnamalo resonaba como un trueno, sacudiendo el suelo bajo sus pies. Sin embargo, había algo que la inquietaba profundamente: Cómo podía Kian seguir de pie?

Ese último ataque de Magnamalo había sido demoledor, más que suficiente para dejar muerta a cualquier persona, incluso a pokemons de campeones. Lusamine, aún impresionada, frunció el ceño mientras recordaba algo.

—Es como aquella vez... —murmuró, cruzándose de brazos mientras su mente retrocedía en el tiempo.

Una semana atrás, Kian había soportado una descarga eléctrica de un millón de voltios proveniente de un poderoso Pokémon eléctrico. Era un ataque letal, capaz de freír a cualquiera al instante y matarla, y sin embargo, Kian había salido prácticamente ileso, levantándose como si no hubiera pasado nada.

"Esto no es normal" pensó Lusamine mientras el recuerdo cobraba más fuerza.

Entonces, una teoría comenzó a formarse en su mente.

—Podría ser que...Kian tiene una habilidad peculiar? —dijo en voz baja, mirándose las manos como si buscara explicaciones en el aire.

No podía ser una simple coincidencia. Cada vez que Kian enfrentaba situaciones que deberían haberlo matado, salía adelante de manera inexplicable. Y ahora, viéndolo luchar contra un Magnamalo con la fuerza de un desastre natural, parecía que esa capacidad se activaba de nuevo.

—Todo lo que cree poder hacer...simplemente se hace realidad —concluyó, hablando consigo misma.

Era como si el mundo mismo conspirara a su favor, permitiéndole superar cualquier obstáculo, por improbable que fuera. Sin embargo, Lusamine también se dio cuenta de algo crucial: Kian no parecía ser consciente de esta habilidad. Para él, cada hazaña que realizaba era producto de su entrenamiento, determinación y habilidades como cazador.

Mientras tanto, en el campo de batalla, Kian y Arkalion seguían intercambiando golpes con una ferocidad descomunal. Sus movimientos eran un espectáculo, más allá de lo que un simple humano debería ser capaz de realizar. Cada ataque de Kian era una muestra de técnica y precisión, mientras que los embates de Arkalion eran pura potencia devastadora, respaldados por sus llamas infernales y una técnica impecable.

—Vamos, wyvern! —gritó Kian, con una sonrisa cargada de adrenalina mientras bloqueaba un golpe con su espada y contrarrestaba con una patada— si eso es todo lo que tienes, te dejaré en ridículo.

Arkalion, con sus llamas danzando alrededor de su cuerpo, rugió con fuerza.

"Humano testarudo...este no es un simple combate, es un juicio de fuerza."

El Magnamalo redobló sus ataques, lanzándose con una velocidad que parecía imposible para su tamaño. Sus garras encendieron el aire con destellos morados, mientras Kian esquivaba por poco y lanzaba cortes rápidos con su espada, como un cazador experto enfrentando a un monstruo de leyenda.

Desde su posición, Lusamine seguía observando, cada vez más intrigada y preocupada.

—Si Kian no se da cuenta de lo que puede hacer, un día podría sobrepasar sus límites sin querer...y entonces, qué pasará? —se preguntó en voz baja.

Pero por ahora, la batalla continuaba. Un enfrentamiento entre el cazador indomable y el wyvern de colmillos, cada uno empujando al otro más allá de sus límites.

Mientras Kian y Arkalion se preparaban para lanzar otro ataque devastador, una poderosa aura psíquica envolvió a ambos, levantándolos del suelo como si fueran juguetes. Kian intentó forcejear, mientras que Arkalion rugió en señal de protesta, pero ambos quedaron suspendidos en el aire, incapaces de moverse.

El responsable de aquella interrupción no era otro que Lyridia, la gardevoir. Su figura elegante y etérea flotaba unos metros por encima del suelo, con una mirada cargada de molestia que inmediatamente recordaba a la típica esposa que debía intervenir para detener las locuras de su familia. A su lado estaba Kaelion, el pequeño kirlia que parecía observar todo con una mezcla de curiosidad y resignación.

—Qué demonios?! —exclamó Kian, aún intentando liberarse de la fuerza que lo inmovilizaba.

Arkalion lanzó un gruñido bajo, como si se sintiera insultado por haber sido interrumpido. Sin embargo, su mirada cambió cuando vio a Lyridia.

"Qué estás haciendo, Lyridia?"gruñó mentalmente, aunque su tono denotaba más incomodidad que enojo.

Lyridia no respondió de inmediato, simplemente dejó que su aura psíquica se intensificara, dejando claro que ninguno de los dos tenía opción de resistirse. Después de un momento, extendió su influencia para establecer una conexión mental entre los presentes, permitiendo la comunicación directa entre humanos y pokémon.

"lamento profundamente los problemas causados" dijo Lyridia, su tono calmado pero con una pizca de reproche, como si estuviera regañando a dos niños revoltosos "esto no es más que una muestra de impulsos innecesarios. Arkalion, deberías saberlo mejor. Y tú, humano...realmente crees que puedes enfrentarte a alguien como él sin consecuencias?

Kian, aún suspendido en el aire, soltó una carcajada nerviosa.

—Bueno, no es mi culpa que el wyvern haya empezado. Además, quién puede resistirse a un buen duelo? —respondió con una sonrisa confiada, aunque sabía que estaba metido en problemas.

Arkalion gruñó de nuevo, cruzando su mirada con Lyridia.

"Él fue quien me desafió. No iba a retroceder ante un humano que cree ser más fuerte que yo."

Kaelion, mientras tanto, flotaba en silencio al lado de su madre, como si estuviera tomando notas mentales para aprender cómo manejar estas situaciones en el futuro.

Lyridia cerró los ojos por un momento, tomando aire como si estuviera buscando paciencia en el fondo de su ser.

"No importa quién empezó, esto debía detenerse."

Arkalion y Kian sintieron cómo la presión del aura psíquica disminuía, dejándolos caer suavemente al suelo. Kian se levantó rápidamente, frotándose los brazos, mientras Arkalion sacudía su cuerpo con un bufido.

—Vale, vale, me rindo —dijo Kian, levantando las manos como en señal de paz— pero era necesario levantarme como si fuera un saco de papas?

Lyridia lo fulminó con la mirada.

"Si no hubiera intervenido, ambos habrían causado una catástrofe innecesaria."

Kaelion finalmente habló, aunque su tono era más juguetón que serio.

"Mamá tiene razón. Si siguen así, van a destruir medio bosque. Y luego, quién cree que tendría que arreglar todo?"

Kian y Arkalion se miraron por un momento, como si ambos reconocieran la validez del argumento, pero ninguno quería admitirlo en voz alta. Lusamine, que había permanecido en silencio durante todo el intercambio, finalmente habló.

—Esto es fascinante...quiénes son ustedes exactamente? —preguntó, mirando a Lyridia y Kaelion con una mezcla de curiosidad y admiración.

Lyridia inclinó ligeramente la cabeza, respondiendo con elegancia.

"Somos una familia. Y donde va Arkalion, vamos nosotros."

Arkalion, aún algo molesto por la interrupción, simplemente asintió, como si lo que Lyridia acababa de decir fuera una verdad absoluta. Lusamine esbozó una sonrisa ligera, aunque su mente estaba llena de preguntas.

Kian, por su parte, miró a Arkalion con una nueva apreciación.

—Un Magnamalo con una familia como esta... supongo que no eres cualquier monstruo, verdad?

Arkalion no respondió directamente, pero sus llamas moradas parpadearon con una intensidad renovada, como si se sintiera orgulloso. La tensión se disipó poco a poco, aunque Kian y Arkalion sabían que este duelo estaba lejos de terminar. Solo era cuestión de tiempo antes de que sus caminos se cruzaran nuevamente.





FIN.


Espero les guste el combate.

Y al que no deje su estrellita y comparta:


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