paradigma oculta (parte 1)

Vacío. Esa palabra era suficiente para describir a Asterion, el rey que gobernaba desde la cúspide del cielo, desprovisto de emociones, imponente y distante como el propio aire que rodeaba su reino. Sentado en su trono de obsidiana pulida, su mirada era fija, pero carente de interés. No importaba lo que sucediera a su alrededor; nada parecía mover su espíritu.

Delante de él, su hija, Negin, hablaba con precisión y confianza, su voz resonando en la inmensa sala. Ella era la única que se atrevía a cruzar ese silencio ensordecedor que siempre reinaba en presencia de su padre. A diferencia de él, Negin era un modelo de energía y liderazgo, canalizando la voluntad que a Asterion parecía faltarle.

"Los cultivos se encuentran en excelente estado" reportó, con una ligera inclinación de cabeza que denotaba respeto y responsabilidad "las expediciones hacia la tierra también han sido exitosas. Hemos conseguido grandes cantidades de materiales que fortalecerán nuestras defensas y expandirán nuestra infraestructura. Los chicos también han regresado ilesos, listos para la próxima misión."

Asterion no respondió de inmediato. Su semblante permanecía tan impasible como siempre, pero su mente procesaba cada palabra con la precisión de un reloj. Vimoksha, el reino flotante sobre los cielos de Unova, no podía permitirse debilidades. Su existencia era un desafío a la naturaleza misma, un lugar que solo podía prosperar con planificación y control absolutos.

Finalmente, sus labios de monstruo se movieron, su voz baja y profunda, como el eco de una tormenta distante "continúen las expediciones. La tierra aún guarda más de lo que necesitamos...no dejen que la avaricia o la imprudencia sean nuestra perdición."

Negin asintió, sin mostrar sorpresa. Sabía que su padre rara vez expresaba algo más allá de órdenes y observaciones frías. Para muchos, él era un rey distante, una figura inalcanzable que gobernaba con una lógica implacable. Para ella, sin embargo, era algo más: un hombre que cargaba un peso que nunca compartía, un vacío que ningún reino ni riqueza podía llenar.

Con los informes terminados, Negin esperó en silencio, buscando alguna señal de despedida de su parte. Pero Asterion ya había desviado la mirada hacia los ventanales que mostraban las nubes infinitas bajo Vimoksha. Su mente estaba lejos, en algún lugar donde ni siquiera el viento del cielo podía alcanzarlo.

El silencio gobernaba la inmensa sala, tan vasto y pesado que parecía absorber incluso el sonido del aire. Asterion permanecía inmóvil en su trono, su imponente figura envuelta en un aura oscura y majestuosa que delataba su verdadera naturaleza.

Finalmente, su voz se alzó, grave y resonante, quebrando la quietud como un trueno en la distancia "instruyan a los pokémon tipo planta para que aumenten la producción de los cultivos. Nuestra supervivencia depende de su eficiencia. Los pokémon tipo tierra, roca, eléctrico y acero deben centrar sus esfuerzos en preparar recursos y reforzar los suministros. Quiero todo almacenado en el almacén real antes del próximo ciclo de expediciones."

Negin escuchó con atención, inclinando ligeramente la cabeza en señal de aprobación. No cuestionó sus palabras; las decisiones de su padre rara vez eran arbitrarias. Cada instrucción estaba cargada de precisión, una pieza más en el complejo engranaje que mantenía en funcionamiento al reino de Vimoksha.

Sin embargo, lo que dijo a continuación la tomó por sorpresa.

"Voy a bajar..." Asterion se levantó de su trono con una fluidez que desmentía su imponente tamaño "hacia la tierra. Hay un asunto que debo resolver personalmente."

Negin lo miró con una mezcla de asombro y preocupación. No era común que su padre abandonara el reino, mucho menos para ir a la superficie, un lugar que él solía considerar lleno de caos e imperfecciones.

"Puedo saber de qué se trata, padre?" preguntó con cautela, su tono firme, pero con una pizca de inquietud que no pudo ocultar del todo.

Asterion no respondió de inmediato. Sus alas, que brillaban de manera intensa, se desplegaron lentamente mientras giraba hacia los ventanales que mostraban el infinito mar de nubes bajo Vimoksha. Finalmente, habló, sin siquiera mirarla.

"Es algo que solo yo puedo manejar...el cielo puede esperar, pero lo que acecha en la tierra no debe ser ignorado."

Sin dar más explicaciones, Asterion comenzó a avanzar hacia la salida de la sala del trono. Cada paso resonaba con una autoridad que hacía temblar el suelo bajo su peso, como si el mismo reino temiera su partida. Negin permaneció en silencio, sabiendo que no podía detenerlo ni cuestionar su decisión.

El rey de los cielos descendía hacia la tierra, y con él, la promesa de que el equilibrio entre los mundos estaba a punto de cambiar.

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El instante en que Asterion abandonó las puertas del castillo, sus alas se desplegaron con una magnificencia que eclipsó al cielo mismo. Con un poderoso batir, se impulsó hacia el vacío celeste, alcanzando una velocidad tan prodigiosa que parecía romper las leyes de la realidad. Solo una palabra podía describirlo: trascendental, una velocidad más allá de la luz misma.

Desde las alturas de Vimoksha, los habitantes pokémon alzaron sus miradas con asombro. Algunos, más lentos, apenas vieron una estela fugaz desaparecer en el horizonte, mientras que aquellos dotados de mayor fuerza y agudeza apenas lograron vislumbrar la imponente figura de su rey en su ascenso y desaparición.

En el cielo, las llamas de la inutilidad cobraron vida, envolviendo a Asterion en un ardor espectral que parecía consumir todo lo que carecía de propósito. A medida que descendía, su cuerpo ardía como un meteorito colosal, teñido de un fulgor de oscuridad profunda que presagiaba destrucción.

Finalmente, impactó contra la tierra. El lugar elegido fue un bosque tranquilo, hasta ese momento ajeno al caos. El choque fue apoteósico: una explosión de proporciones inimaginables se desató al contacto. El suelo tembló como si el planeta mismo protestara ante semejante fuerza. El cráter resultante abarcó un área equivalente a varios bloques de una ciudad, con árboles convertidos en cenizas y el paisaje completamente devastado.

En el epicentro del desastre, el aire se llenó de un silencio sepulcral. Asterion se alzó entre las cenizas, su figura intacta, irradiando un aura de poder absoluto. Sus ojos escarlata brillaban con una intensidad ominosa mientras barría el área con la mirada, buscando aquello que lo había llevado allí.

El tiempo pareció detenerse. Asterion, el rey santo, había descendido.

Asterion comenzó su andar imponente en sus cuatro patas, avanzando sin prisa pero con una determinación que era imposible de ignorar. Cada paso resonaba como un eco de autoridad, haciendo temblar ligeramente el suelo bajo su peso. Su mirada, neutral y fría como la más profunda de las noches, no dejaba traslucir emoción alguna. Su aura desprendía un poder insondable, como si fuera el juicio encarnado, mientras se abría paso entre los restos del bosque que acababa de reducir a cenizas.

A dónde se dirigía?

Su destino era un lugar lejano, un rincón de Sinnoh que albergaba la paz y la grandeza de la región: el pueblo Caelestis, un enclave casi místico que servía de hogar a la campeona más venerada de la liga pokémon. Allí residía ella, la mujer cuyo nombre había quedado grabado en su mente como una cicatriz eterna: Cynthia.

Mientras caminaba, el nombre resonaba en su interior como un eco lejano, un recuerdo desdibujado por el paso del tiempo y la oscuridad de sus propios pensamientos. Cynthia. La imagen de la mujer, elegante y poderosa, se materializó en su memoria, devolviéndolo a un tiempo pasado, a cuando su mundo aún no había cambiado.

Dos años atrás, en un momento que ahora parecía pertenecer a otra vida, la había conocido. En ese entonces, no era el rey de Vimoksha, ni un ser definido por el vacío. Era diferente, aunque los detalles se le escapaban como arena entre los dedos. Ella lo había impresionado, no solo por su fuerza como campeona, sino por algo más profundo, algo que resonaba en su interior de una manera que no lograba comprender completamente.

Pero todo cambió cuando le robaron su corazón. Fue en ese instante, en medio de la carencia de emoción, que había decidido construir su reino en los cielos, lejos de la tierra que tanto le había arrebatado. Desde entonces, su vida se había convertido en un lienzo vacío, un espacio donde las emociones no encontraban cabida, excepto por aquella tenue chispa de un recuerdo.

Ahora, después de tanto tiempo, volvía a ese mundo terrenal, guiado por una mezcla de propósito e interés. No había rastro de nostalgia en su mirada, solo una vaga intención de resolver aquello que aún quedaba pendiente. Cynthia, su nombre era un hilo que lo conectaba a una época que ya no le pertenecía, pero que todavía tenía un peso que no podía ignorar.

La campeona de Sinnoh no tenía idea de lo que se aproximaba...pero él sí.

Cuando Asterion llegó al pueblo Caelestis, su imponente figura se hizo imposible de ignorar. Su aura desprendía un poder tan abrumador que los habitantes y entrenadores no pudieron evitar detenerse a mirarlo con asombro.

—Miren eso! Es un pokémon legendario?—
—Es gigantesco! Nunca había visto algo así en Sinnoh...—
—De dónde ha salido? Es posible atraparlo?—

"Inútil ruido...como si sus palabras pudieran afectar en algo."

Los murmullos y exclamaciones se intensificaron mientras Asterion continuaba avanzando, ignorando por completo a la multitud que comenzaba a seguirlo. Entrenadores y sus pokémon intentaron acercarse, algunos incluso se atrevieron a lanzar pokébolas, pero cada intento fallaba. Las esferas se calcinaban contra la barrera imperceptible de sus llamas que lo rodeaba.

"Perecen insectos rodeando una llama. Nada de esto importa."

Sin cambiar el ritmo de su marcha, siguió avanzando con un único propósito. Las casas del pueblo se alzaban a su alrededor, pero sus ojos estaban fijos en una estructura específica, una residencia aislada y rodeada de tranquilidad: el hogar de Cynthia.

Cuando finalmente llegó, deteniéndose frente a la puerta, la multitud que lo seguía se mantuvo a una distancia prudente. Los entrenadores se susurraban entre ellos, temerosos de hacer algo que pudiera provocar a la criatura que parecía tan majestuosa como peligrosa.

Asterion levantó una de sus patas delanteras y la dejó caer con un golpe firme contra la puerta. El sonido resonó como un trueno en el silencio que había caído sobre el lugar.

Unos segundos después, la puerta se abrió lentamente, y allí estaba ella. Cynthia, la campeona de Sinnoh, apareció en el umbral con una expresión de sorpresa y desconcierto al verlo.

—Qué...espera...eres tú?— murmuró con voz suave pero cargada de asombro.

La mujer dio un paso al frente, sus ojos grises recorriendo cada detalle de la criatura que tenía delante. Era una presencia que no podía ignorarse, un ser que parecía haber salido de una leyenda olvidada.

—No me equivoqué al pensar que algo inusual estaba ocurriendo en Sinnoh...pero jamás habría imaginado que serías tú quien viniera aquí— dijo, su tono más firme mientras su curiosidad comenzaba a mezclarse con precaución.

Asterion se mantuvo inmóvil, sin mostrar ninguna reacción aparente. No tenía forma de hablar, y tampoco lo necesitaba. Su mera presencia bastaba para transmitir lo que las palabras nunca podrían expresar.

—No sé por qué has venido hasta aquí, pero si hay algo que necesites...espero que puedas hacerlo saber de algún modo— continuó Cynthia, sin apartar la mirada de él, intentando comprender las intenciones de aquel ser enigmático que una vez conoció de forma muy distinta.

"Ella sigue siendo la misma...aunque mi mirada no sea la de entonces."

Cynthia dio otro paso adelante, acortando la distancia entre ambos, con una mezcla de respeto y cautela evidente en sus movimientos. Sabía que lo que tenía frente a ella no era un simple pokémon, sino algo mucho más complejo, algo que parecía haber dejado atrás todo rastro de humanidad.

Cynthia soltó un suspiro al ver la creciente multitud y, con su habitual carisma, levantó una mano para llamar la atención de los presentes.

—Está bien, todos, por favor regresen a sus actividades. No hay nada que temer aquí— dijo con una sonrisa tranquilizadora, aunque su tono dejaba claro que no estaba dispuesta a aceptar objeciones.

Sus palabras surtieron efecto, y poco a poco la multitud comenzó a dispersarse, aunque muchos no podían evitar lanzar miradas curiosas hacia el imponente dragón. Con la situación bajo control, Cynthia se giró hacia Asterion, sus ojos grises brillando con esa chispa de entusiasmo que la caracterizaba.

—Supongo que entrar por la puerta principal no es la mejor idea para alguien de tu tamaño, verdad?— comentó con un toque de simpatía. Luego, con un gesto de su mano, señaló hacia el lado de la casa —en el patio trasero hay una entrada especial, pensé que podría ser útil si alguna vez volvías. Te gustaría pasar por ahí?—

Asterion la miró en silencio, su mirada capturando cada detalle de la mujer frente a él. "Sus ojos...aún poseen esa luz que nunca comprendí completamente."

Sin decir una palabra, asintió con un movimiento lento y elegante. Cynthia sonrió ante su respuesta, un gesto cálido que parecía encender una chispa olvidada en el dragón.

—Perfecto. Sígueme, entonces— dijo mientras comenzaba a caminar hacia el patio trasero, moviendo su cabello rubio con gracia.

Asterion la siguió, sus pesadas patas apenas haciendo ruido contra el suelo, como si incluso el peso de su cuerpo estuviera controlado por una fuerza impecable. La casa de Cynthia tenía un diseño práctico pero elegante, y el camino al patio trasero estaba flanqueado por flores cuidadosamente mantenidas, que añadían un contraste peculiar al imponente Malzeno que caminaba junto a ella.

Cuando llegaron al patio, Cynthia se detuvo frente a una gran entrada especialmente diseñada, amplia y reforzada para soportar criaturas de gran tamaño. Se giró hacia Asterion con una sonrisa.

—Aquí está. Espero que no sea demasiado incómodo para ti— dijo, con ese tono amable que hacía que incluso las situaciones más inusuales parecieran normales.

Asterion inclinó ligeramente la cabeza, un gesto que podría interpretarse como gratitud. Luego, avanzó hacia la entrada con la misma neutralidad que siempre, mientras Cynthia lo observaba con una mezcla de fascinación y nostalgia.

"Esto...no es como antes. Pero, por ahora, bastará."

Asterion avanzó con calma a través de la entrada espaciosa, notando inmediatamente cómo el interior de la casa estaba diseñado con un sorprendente nivel de detalle. El techo era alto, las habitaciones amplias, y cada espacio parecía cuidadosamente planeado. Aunque no podía expresar su curiosidad verbalmente, sus ojos recorrieron cada rincón con interés, analizando las proporciones y los acabados.

Cynthia, observándolo de cerca, captó el ligero brillo inquisitivo en sus ojos carmesíes. Con una sonrisa que denotaba cierta complicidad, comenzó a hablar mientras cerraba la puerta detrás de él.

—Supongo que te estarás preguntando por qué todo aquí es tan espacioso— comentó mientras se acercaba a una silla alta que estaba junto a una mesa igualmente adaptada —hice algunos cambios hace tiempo, pensando en mis pokemons. No quería que se sintieran limitados o incómodos dentro de la casa.

Asterion giró levemente su cabeza hacia ella, como si estuviera escuchando con atención.

—Por ejemplo, Milotic necesita bastante espacio para sentirse cómoda— explicó mientras señalaba hacia un área en el extremo opuesto de la habitación, donde una gran piscina interior relucía bajo la luz natural que entraba por un tragaluz —y Garchomp...bueno, ya sabes cómo es. Siempre está lleno de energía, así que necesita moverse con libertad para no sentirse agobiado.

Sus palabras eran fluidas y cálidas, llenas de ese toque humano que parecía chocar con la frialdad inherente de Asterion. Sin embargo, el dragón no apartaba la mirada, como si cada palabra estuviera siendo cuidadosamente archivada en su mente.

"Esto es lo que siempre fue para ella...crear un espacio donde todos puedan existir sin restricciones. Algo semejante en vimoksha...supongo...que aún ella sigue con su influencia en mi de alguna manera."

Cynthia dejó escapar una risa suave al notar su postura aparentemente contemplativa.

—A veces me pregunto si estoy exagerando, pero cuando los veo moverse felices por aquí, sé que valió la pena el esfuerzo— añadió mientras lo observaba con una mezcla de nostalgia y admiración.

Asterion permaneció en silencio, pero sus ojos parecían transmitir una tenue conexión. Algo en sus palabras resonaba en él, aunque fuera como un eco lejano, perdido en el vasto vacío de su ser. "No puedo entenderlo completamente, pero parece...lógico."

—Bueno, espero que este espacio sea lo suficientemente cómodo para ti también— concluyó Cynthia, dándole una palmada cariñosa en uno de sus costados antes de dirigirse hacia otra habitación —si necesitas algo, estaré aquí.

Asterion la siguió con la mirada mientras se alejaba, antes de examinar nuevamente el lugar. Aunque no era capaz de sentir comodidad, la casa de Cynthia parecía irradiar una sensación de armonía que incluso él no podía ignorar del todo.

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en otro lado, en alola, específicamente en el Paraíso Æther. En el elegante entorno de la oficina de Lusamine, rodeada de decoraciones pulcras y detalles minimalistas que reflejaban su carácter perfeccionista, la voz firme y molesta de la presidenta resonaba claramente. Ella estaba sentada detrás de su escritorio, con los brazos cruzados, mientras miraba a Kian con una mezcla de frustración y curiosidad.

—Es que acaso piensas vivir en esa armadura para siempre?— exclamó, haciendo un gesto hacia el caballero, que estaba de pie frente a ella, imponente como siempre, con su espada larga descansando contra su espalda —Kian, llevas dos semanas aquí, y aún no he visto ni un solo indicio de que planees relajarte o al menos adaptarte un poco.

Kian, con su casco que ocultaba cualquier posible reacción de su rostro, permaneció en silencio por un momento antes de hablar con su voz grave y neutra.

—No es cuestión de relajación, señorita Lusamine. Mi armadura es una extensión de mí, y mi espada es mi responsabilidad. No puedo permitirme dejar de lado aquello que me define.

Lusamine suspiró profundamente, llevándose una mano a la frente.

—Extensión de ti?— repitió, más para sí misma que para él — qué clase de caballero o cazador insiste en ir de un lado a otro con una armadura pesada en un lugar como este? El Paraíso Æther es un santuario, no un campo de batalla. Nadie aquí tiene la intención de atacarte, y ciertamente no vamos a robarte la espada.

Kian inclinó ligeramente la cabeza, pero su postura seguía siendo inquebrantable.

—Agradezco su preocupación, pero no puedo bajar la guardia, incluso en un lugar tan pacífico como este.

Lusamine frunció el ceño, pero no podía evitar sentirse intrigada por la obstinación de Kian. Se levantó de su silla, caminó lentamente hacia él y señaló su armadura.

—Si insistes tanto, voy a tener que tomar medidas drásticas. A este ritmo, te confeccionaré un uniforme personalizado que te permita al menos parecer más...integrado con el entorno. Qué opinas de eso?

Kian permaneció inmóvil, pero si pudiera, probablemente habría parpadeado ante la propuesta.

—Con todo respeto, señorita, no creo que un uniforme sea apropiado para un guerrero.

Lusamine arqueó una ceja, mostrando una sonrisa ligera pero desafiante.

—Oh, créeme, haré que lo sea. Y será tan práctico como elegante.

Mientras Lusamine regresaba a su escritorio, ya comenzaba a planear en su mente diseños que podrían satisfacer tanto a su sentido del estilo como a la terquedad de Kian. Por su parte, el cazador simplemente permaneció ahí, rígido como siempre, pero con una leve sensación de incertidumbre en su interior "uniforme...? No estoy seguro de cómo reaccionar ante eso."

Kian estaba sumido en sus pensamientos, un remolino de memorias que lo transportaban de vuelta a las vastas y peligrosas tierras de su mundo original. Cada cacería era un capítulo de supervivencia, donde un solo error podía costar la vida. Recordaba vívidamente su enfrentamiento contra un Magnamalo, una bestia cuya ferocidad y poder no tenían igual. La batalla había sido encarnizada, cada golpe intercambiado resonando como un eco de su voluntad por prevalecer. Al final, había salido victorioso...pero apenas.

Su armadura de Rathalos plateado, brillante y resistente, seguía intacta, un testimonio de su habilidad como cazador. A cada paso, el peso familiar de la Megrez's Asterism en su espalda le recordaba que siempre debía estar preparado. Había cuidado su hoja con dedicación, manteniéndola tan afilada como el día en que la forjó. Sin embargo, en su ensimismamiento, no se percató de su entorno inmediato.

—Qué...?— murmuró al sentir las manos de dos guardias Æther sujetándolo por los brazos. Antes de que pudiera resistirse o reaccionar, lo estaban llevando a través de los pasillos del Paraíso Æther.

—Señor Kian, la presidenta ha solicitado que lo acompañemos— dijo uno de los guardias, esforzándose por mantener un tono neutral, aunque la imponente figura del cazador parecía intimidarlo.

El cazador intentó detenerse, pero la firmeza con la que lo llevaban lo obligó a continuar. No tenía intención de hacerles daño, claro, pero tampoco comprendía el propósito de este traslado. En su mente resonaban pensamientos de desconfianza y confusión "Qué es todo esto? Lusamine...esto no tiene sentido."

Cuando finalmente llegaron a su destino, Kian se encontró en una sala amplia, con espejos altos y un vestidor lleno de prendas elegantes y sofisticadas, que contrastaban enormemente con su robusta armadura. Frente a él, Lusamine lo esperaba con una sonrisa triunfal en el rostro, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y determinación.

—Perfecto!— exclamó la presidenta, cruzándose de brazos —sabía que si te distraías con tus recuerdos lograríamos traerte mas fácil aquí. Ahora, querido Kian, es hora de un cambio de vestuario.

El cazador se tensó de inmediato, su mirada fija en Lusamine, quien parecía disfrutar de la situación.

—Qué significa esto, Lusamine?— preguntó con tono serio, aunque mantenía la compostura.

Lusamine soltó una pequeña risa, ignorando deliberadamente el tono del cazador.

—Oh, vamos, no te pongas así. Te advertí que haría algo al respecto si insistías en llevar esa armadura todo el tiempo. Así que decidí que un pequeño "empujón" sería necesario. Estas prendas están hechas a medida, son funcionales y adecuadas para el entorno de Æther.

Kian soltó un suspiro pesado. "Esto es una pérdida de tiempo...pero si esto la mantiene tranquila, quizás pueda salir de aquí más rápido."

Sin embargo, Lusamine no tenía intención de que aquello fuera rápido. Con un gesto, indicó a los guardias que le ayudaran a quitarse la armadura, mientras ella observaba con evidente satisfacción el inicio de su plan maestro.

El momento que Lusamine había planeado cuidadosamente tomó un giro inesperado cuando los guardias retiraron el casco de Kian. Lo primero que notó fue su cabello rojo como el fuego, que caía con elegancia y parecía brillar bajo la luz de la habitación. Pero lo que realmente capturó su atención fueron sus ojos azules, profundos y serenos, como un océano tranquilo que escondía secretos insondables. Por un instante, Lusamine sintió que su propia respiración se detenía.

"Demasiado guapo..." murmuró en su mente, sus mejillas adquiriendo un leve tono rosado.

Kian, por su parte, simplemente observaba a los presentes con una mirada estoica, ignorando las reacciones que causaba. Su semblante no mostraba ni una pizca de incomodidad, aunque internamente deseaba que todo este asunto terminara pronto.

Sin embargo, la situación se intensificó aún más cuando los guardias comenzaron a retirar la parte superior de su armadura, revelando su torso. El contraste era impactante: un físico musculoso, resultado de años de entrenamientos y batallas, marcado por numerosas cicatrices que narraban historias de enfrentamientos contra bestias imposibles.

Lusamine, que había estado luchando por mantener su compostura, sintió cómo su sonrojo se intensificaba. Cada cicatriz parecía añadir una capa de misterio y valentía a su figura, y aunque su rostro carecía de imperfecciones, su cuerpo contaba un relato de fuerza y sacrificio.

"Cómo puede alguien ser tan...perfecto?" pensó, intentando desviar la mirada para no parecer demasiado evidente, pero su curiosidad y fascinación la traicionaban.

Kian notó el cambio en la expresión de Lusamine, pero no dijo nada. Su rostro permaneció tan neutral como siempre, aunque en su mente surgió un leve pensamiento burlón. "Esto parece más incómodo para ella que para mí."

Finalmente, uno de los guardias, visiblemente nervioso por la tensión en el ambiente, habló.

—Señorita Lusamine, procedemos con el cambio de vestuario?

Lusamine, sacudida de sus pensamientos, se aclaró la garganta y respondió rápidamente, intentando sonar profesional.

—S-sí, claro. Escoge algo que le quede cómodo, pero que también sea...adecuado para la imagen del Paraíso Æther.

Mientras los guardias continuaban con su tarea, Kian soltó un suspiro apenas audible. Aunque no entendía del todo las intenciones de Lusamine, podía ver que la situación estaba tomando un rumbo más personal de lo que ella probablemente esperaba. "Esto será más largo de lo que creía..." pensó con resignación.

Lusamine salió de la habitación apresuradamente, intentando disipar los pensamientos que comenzaban a inundar su mente. "No necesito saber...eso. Definitivamente no necesito saberlo." Pero justo cuando lograba calmarse un poco, un grito atravesó la puerta, cortando su intento de serenidad:

—Diablos, amigo, es jodidamente grande!

El rostro de Lusamine se encendió de inmediato, y un calor abrasador subió hasta sus orejas. Intentó ignorar el comentario, pero su imaginación traicionera ya estaba trabajando horas extras. "Por qué tenía que decir eso en voz alta?!" pensó, llevándose una mano a la frente en un intento de recuperar la compostura.

Pasaron unos minutos que se sintieron eternos, y Lusamine trató de distraerse mirando cualquier cosa en el pasillo, aunque sus pensamientos seguían regresando a lo que acababa de escuchar. Finalmente, la puerta se abrió, y Kian salió con su nuevo atuendo.

El cazador lucía impecable. Su nuevo uniforme, compuesto por un abrigo blanco adornado con detalles dorados, se ajustaba perfectamente a su figura atlética, dándole un aire de nobleza y autoridad. La espada larga, asegurada a su espalda, no hacía más que reforzar su imponente presencia.

Lusamine lo observó de arriba abajo, tratando de mantener una expresión neutral, pero sus ojos traicionaron una breve chispa de admiración. "Es como si hubiera nacido para llevar ese traje."

—Es...cómodo? —preguntó, esforzándose por sonar profesional mientras su voz temblaba apenas perceptiblemente.

Kian, con su usual expresión estoica, asintió ligeramente.

—Es funcional. No me molesta.

El simple y directo comentario de Kian contrastaba con la tensión que Lusamine sentía por dentro. Sin embargo, no podía negar que verlo así reforzaba aún más su imagen como alguien fuera de lo común.

—Perfecto. Entonces, espero que te adaptes rápidamente a tu nueva apariencia —dijo, recuperando parte de su confianza mientras cruzaba los brazos— ahora sí pareces parte del Paraíso Æther.

Kian no respondió, pero asintió nuevamente, dejando claro que no tenía ninguna objeción. Lusamine, por su parte, tomó aire profundamente, lista para continuar con su agenda, aunque en el fondo sabía que no podría olvidar este peculiar momento tan fácilmente. "Definitivamente necesito un café después de esto..." pensó, intentando enfocarse en el trabajo.

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Lusamine revisaba un informe en su oficina, sus delicados dedos recorriendo las hojas mientras trataba de concentrarse en los detalles. Pero un tema destacaba entre el montón de datos: un extraño pokemon que, según los reportes, habitaba en la isla Melemele. El informe era ambiguo, describiendo avistamientos de sombras en los bosques y una presencia que los testigos definían como intimidante, casi sobrenatural.

—Un ultraente, probablemente —murmuró Lusamine mientras leía, apoyando el mentón en una mano pensativa.

Sin embargo, los detalles eran insuficientes; no había imágenes ni descripciones claras, solo rumores de entrenadores y lugareños que no pudieron acercarse lo suficiente. Algo en este caso la intrigaba profundamente, quizás la conexión con los portales de los que los ultraentes emergían.

Kian, de pie cerca de la puerta con su espada larga asegurada en su espalda, captó el comentario.

—Ultraentes? —preguntó, su tono neutro pero con una chispa de curiosidad en sus palabras.

Lusamine asintió mientras le ofrecía el informe.

—Es solo una posibilidad. Lo describen como algo fuera de lo común, una criatura poderosa y misteriosa. Parece estar en Melemele, en un área boscosa.

Kian tomó el informe, revisándolo con rapidez. Su rostro permaneció sereno, pero Lusamine percibió un cambio en su actitud. "Los portales..." pensó, recordando que Kian había mencionado antes su interés en cualquier fenómeno relacionado con ellos, ya que le recordaban su llegada a este mundo.

—Los portales podrían ser clave, —dijo Kian después de un momento, devolviendo el informe— si esto está relacionado, podría haber pistas sobre cómo funcionan aquí.

Lusamine asintió, organizando sus pensamientos.

—Creo que deberíamos investigar personalmente. Melemele no está tan lejos, y si este pokemon realmente es un ultraente, podría ser vital para mis estudios...y quizás para tus objetivos también.

Kian no respondió, pero su mirada lo decía todo: estaba dispuesto a acompañarla. Lusamine no pudo evitar sentirse más segura teniendo al cazador a su lado.

—Bien, entonces preparémonos. Informaré al equipo de campo. Partiremos en cuanto todo esté listo.

Kian se limitó a asentir, ajustando la espada en su espalda. Mientras Lusamine comenzaba a organizar los detalles del viaje, ambos sabían que este encuentro podría cambiar más de lo que imaginaban.





FIN.


Y para el que se pregunta, sorpresivamente repararon mi PC mas rápido de lo que pensaba, así que aprovecho para publicar la primera parte de este arco.

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