Ninja

En la profundidad del bosque en Kanto, la quietud de la noche se rompía solo por el susurro del viento y el suave crujir de las hojas. Entre las sombras, una figura majestuosa y amenazante se movía con una precisión mortal. El Nargacuga lunar, con su pelaje plateado brillando tenuemente bajo la luz de la luna, se deslizaba entre la espesura del bosque como un espectro. La luz que tocaba su pelaje parecía desaparecer, volviendo a Vartan prácticamente invisible.

Sus ojos, afilados y atentos, estaban fijos en su objetivo: un Xatu, que permanecía inmóvil sobre una rama alta, con la mirada fija en el horizonte. La reputación de este pokemon como un vidente era conocida, capaz de observar el futuro con sus ojos penetrantes. Para cualquier depredador ordinario, Xatu habría sido un desafío inalcanzable, pero Vartan no era un depredador ordinario.

Él sabía lo que enfrentaba y, más importante, sabía cómo contrarrestarlo. Cada movimiento estaba calculado, cada paso dado con una precisión casi artística. Sus garras, afiladas como cuchillas, no emitían ni un solo ruido al tocar el suelo.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Vartan ajustó su posición. Su cuerpo se tensó como un arco, los músculos listos para liberar una explosión de velocidad y fuerza. Era un ataque que no permitía errores, y lo sabía.

Con un movimiento que fue tan rápido como silencioso, Vartan se lanzó hacia el Xatu. Su figura era una sombra en la noche, imposible de detectar incluso para los ojos de un vidente como su presa. Las hojas apenas se movieron con su velocidad, pero la presión en el aire fue suficiente para alertar al Xatu un segundo antes del impacto.

El Xatu giró su cabeza rápidamente, sus ojos brillando con una luz intensa mientras intentaba proyectar su poder para prever el movimiento de su atacante. Pero era demasiado tarde. El Nargacuga lunar había planeado esto perfectamente, utilizando la oscuridad, el silencio y el momento exacto para superar incluso el don del futuro de su objetivo.

Sus garras cortaron el aire con una fuerza aterradora, y en un instante, el Xatu fue derribado del árbol. Aunque herido, intentó levantarse, en un intento por escapar. Sin embargo, Vartan ya estaba sobre él, sus ojos brillando con una intensidad fría y calculadora.

Era un depredador perfeccionado, y su presa, a pesar de su sabiduría, no tenía escapatoria.

El movimiento de Vartan fue rápido y certero, sus garras atravesaron el pecho del Xatu con una precisión brutal, terminando el combate en un instante. El pokemon, con su mirada fija en los ojos del Nargacuga lunar, no pudo evitar sentir un extraño escalofrío, incluso en los últimos momentos de su vida. Con un tono suave pero impregnado de frialdad, Vartan murmuró:

—Lo siento, amigo, pero eres simplemente insignificante en esta creación.

El cuerpo de Xatu cayó sin vida al suelo, la quietud de la noche envolviendo nuevamente el bosque. Vartan se quedó inmóvil por un instante, observando el cadáver de su presa con una aparente sonrisa en su rostro, aunque no había ni rastro de alegría en su mirada. Era simplemente parte de su existencia: una victoria más, un fragmento más para añadir a su ser.

—Siempre obtener la victoria...sin importar cómo —dijo en voz baja, casi como un mantra que repetía para sí mismo.

Se inclinó sobre el cuerpo del Xatu, cerrando los ojos un instante mientras su habilidad, aquella condición que lo definía, entraba en acción. Era un proceso extraño, casi intangible, pero para él tan natural como respirar. Extendió sus sentidos hacia el fragmento que buscaba, aquella capacidad única del Xatu: su visión del futuro. Al tomarlo, sintió un cambio sutil, como si la habilidad misma se adaptara a su ser, transformándose en algo nuevo, algo que se ajustara a él.

Cuando Vartan abrió los ojos, una ola de comprensión lo invadió. La visión del futuro no era suya...pero lo era el pasado. Podía ahora ver los hilos de eventos que llevaron a cualquier cosa a donde estaba, un conocimiento profundo que, combinado con su astucia y perspicacia, le permitiría anticipar lo que estaba por venir.

—Interesante... —murmuró, su voz teñida con un leve tono de satisfacción— el pasado, el origen de todo lo que será. Esto me servirá más de lo que imaginé.

Se enderezó, dejando el cuerpo inerte del Xatu detrás mientras miraba hacia el cielo, donde la luna brillaba intensamente. En su mente, los engranajes de su plan comenzaban a girar. Comprender el pasado para dominar el futuro...esa era ahora su nueva herramienta, una pieza más para su propio ser.

—Gracias por tu contribución, amigo. No será en vano. —dijo finalmente, antes de desvanecerse entre las sombras del bosque, invisible bajo la luz de la luna.

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Vartan se deslizó por las sombras hasta el borde del acantilado, donde la vasta extensión del horizonte se teñía con los colores de la noche. La luna, su compañera constante, colgaba alta en el cielo, derramando su luz plateada sobre el paisaje. Sus ojos dorados brillaron por un instante mientras cerraba los párpados, dejando que su nueva habilidad fluyera como una corriente que se deslizaba por su mente.

En ese momento, su percepción cambió. El mundo físico desapareció, y en su lugar se encontró en el centro de un espiral inmenso, un torbellino que giraba con una energía tan antigua como el tiempo mismo. Los colores que danzaban a su alrededor eran indescriptibles, cada uno portador de una emoción, un recuerdo, una verdad. Pero en el centro de todo, allí donde el alfa y el omega convergían, vio algo que pocos podrían soportar: la verdadera forma de Arceus.

Un ser infinito, incomprensible en su totalidad, compuesto de luces y sombras que se mezclaban en perfecta armonía. Cualquier otro que hubiera presenciado aquello habría caído en la locura instantáneamente, pero no Vartan. Él no retrocedió, no se rompió. Por el contrario, pudo comprenderlo, pudo traducirlo en algo que su mente podía procesar.

—El comienzo...el fin...todo... —murmuró, su voz resonando en aquel vacío como un eco.

Sin embargo, algo interrumpió su comprensión. En medio del torbellino, notó una figura que ascendía, moviéndose hacia lo alto del infinito como si desafiara las leyes de todo lo que conocía. Era una figura imprecisa, su contorno apenas visible en la tormenta de energía que los rodeaba.

"Qué...es eso?" Pensó, su curiosidad superando cualquier otra emoción.

Por un instante, quiso moverse, intentar seguir esa figura, pero se dio cuenta de que él no ascendía. Estaba inmóvil, atrapado en ese lugar intermedio. Quiso preguntar, quiso entender, pero antes de que pudiera formular un pensamiento coherente, todo desapareció.

El torbellino se desvaneció, y Vartan abrió los ojos para encontrarse de nuevo en el acantilado, la brisa nocturna acariciando su pelaje plateado. Su respiración era profunda, como si hubiera corrido una larga distancia, y el brillo de sus ojos estaba teñido con una mezcla de sorpresa y fascinación.

—Qué fue eso...? Por qué estaba allí...? Y quién era...esa figura?

El Nargacuga lunar permaneció en silencio por unos instantes, mirando el horizonte como si buscara respuestas en las estrellas. Aunque su entorno no había cambiado, él sabía que algo había despertado en su interior, algo más grande que él mismo. Y aunque no tenía todas las respuestas, una certeza lo llenaba: aquello no era un simple vestigio del pasado. Era un fragmento de algo mucho más grande, y él estaba destinado a encontrar su lugar en esa vastedad.

Con un último vistazo al cielo, Vartan dio media vuelta y se adentró nuevamente en las sombras del bosque, sus pensamientos envueltos en la incógnita de lo que acababa de presenciar.

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El sol apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos cálidos, anunciando el inicio de un nuevo día en Kanto. Vartan se movía entre los árboles con la agilidad propia de su especie, sus pasos ligeros resonando levemente contra el suelo cubierto de hojas. No tenía un destino claro; simplemente se dejaba llevar por su instinto, como siempre lo hacía. A veces, daba saltos tan altos que su figura desaparecía entre las copas de los árboles para luego aterrizar suavemente, sus ojos observando el horizonte.

Fue durante uno de esos saltos cuando sus ojos divisaron algo que rompía con la monotonía del paisaje natural: una ciudad o tal vez un pueblo, con estructuras que se alzaban contra la luz naciente del sol. Su curiosidad se despertó al instante.

"Qué será este lugar...? Merece la pena explorarlo?" Pensó, aunque ya sabía la respuesta. Claro que lo haría.

Con pasos silenciosos, comenzó a acercarse. No tenía miedo de ser descubierto ni de causar una impresión, porque en el fondo, no le importaba lo que los demás pensaran de él. Era un errante, un espíritu libre que seguía su propio camino. Al llegar a las afueras de la ciudad, su mirada se posó en un letrero que daba la bienvenida a los visitantes. Las letras estaban claramente escritas:

Bienvenido a Ciudad Azafrán.

Vartan detuvo su andar. Por primera vez en mucho tiempo, sus ojos reflejaron algo más que la fría indiferencia a la que estaba acostumbrado. Sorpresa. Él conocía este lugar. Los recuerdos eran difusos, pero lo suficiente para saber que este nombre tenía significado.

—Ciudad Azafrán...aquí es donde está ella, no? —murmuró para sí, su voz apenas un susurro.

Recordó de inmediato: la líder de gimnasio, una psíquica poderosa que dominaba esta ciudad con su habilidad. Cómo se llamaba? Sabrina? Sí, ese era su nombre.

Mientras avanzaba más hacia la ciudad, notó cómo las miradas de los habitantes comenzaban a converger en él. Sus rostros eran una mezcla de sorpresa y temor, probablemente nunca habían visto algo como él: un nargacuga lunar, una criatura tan fuera de lugar en este mundo. Pero a Vartan no le preocupaba. No alteró su andar, ni miró directamente a los curiosos.

"Deberían estar agradecidos de que no tengo hambre..." pensó con una media sonrisa que casi parecía burlona.

Cada paso lo acercaba más al corazón de la ciudad, a aquel gimnasio que seguramente contenía respuestas. Aunque no tenía claro qué buscaba exactamente, sabía que debía verla. Sabrina, de alguna manera, formaba parte del rompecabezas que ahora era su vida.

Mientras continuaba su camino por la ciudad, Vartan pronto comenzó a captar la atención de los entrenadores locales, aquellos que rondaban las calles como si fueran héroes en busca de gloria. Para él, eran ruido innecesario en un mundo ya lo suficientemente caótico.

—Qué es eso? Un pokemon nuevo?

—Debe ser salvaje! Seguro que puedo atraparlo!

Las exclamaciones resonaban a su alrededor, llenas de la emoción típica de quienes no comprendían lo que realmente tenían frente a ellos.

"Estupideces..." pensó Vartan, frunciendo ligeramente el ceño mientras les lanzaba una mirada que, aunque silenciosa, dejaba clara su desaprobación.

Aún así, decidió no detenerse, pero ya consideraba retirarse de la ciudad. No le interesaba lidiar con una avalancha de entrenadores inútiles. Sin embargo, justo cuando giraba ligeramente para retroceder, una voz femenina cortó el aire, clara y autoritaria:

—Cállense de una vez.

La voz, aunque tranquila, tenía un peso que hizo que los entrenadores se quedaran en completo silencio. Vartan levantó la mirada hacia la fuente, y ahí la vio. Sabrina.

La líder de gimnasio caminaba hacia ellos con un porte que destilaba amenaza. Sus ojos, oscuros y profundos, parecían perforar a cada uno de los presentes, como si estuvieran evaluando sus almas. Su sola presencia hizo que los entrenadores retrocedieran ligeramente, sus rostros cambiando de emoción a puro nerviosismo.

Vartan permaneció inmóvil. No necesitaba más que un vistazo para saber que ella no era alguien con quien jugar. A su manera, ella era un monstruo, uno que no temía utilizar su inmenso poder para hacer valer su autoridad.

—Así que aquí estás... —murmuró Sabrina, su tono calmado pero con una pizca de algo más, tal vez interés o sospecha, mientras sus ojos se fijaban en Vartan.

Él sabía que cualquier palabra que saliera de su boca en este momento podía empeorar la situación. Sabrina no era alguien que se pudiera impresionar fácilmente, ni alguien que se dejara llevar por tonterías. Así que decidió quedarse callado, manteniendo su postura relajada pero alerta.

—Bien... —continuó ella, acercándose un poco más mientras los entrenadores seguían paralizados—Eres un ser interesante...pero no harás lo que quieras aquí sin mi permiso.

Vartan no respondió. Simplemente la observó en silencio, como si intentara descifrar sus intenciones. Por dentro, sabía que no estaba en posición de provocar un conflicto, no con ella. Sus instintos le decían que Sabrina no era alguien con quien querría enfrentarse, al menos no ahora.

Sabrina se dio la vuelta y comenzó a caminar, con un leve movimiento de su mano, apartó a los entrenadores y transeúntes como si fueran hojas al viento, usando su poder psíquico con una facilidad que dejó claro quién tenía el control en esa situación. Vartan no pudo evitar rodar los ojos internamente. "Esta mujer no pierde el tiempo..." pensó, mientras sentía una presión invisible que lo obligaba a caminar tras ella.

El silencio entre ambos era denso, incómodo incluso para alguien como él, que no era precisamente fan de las conversaciones. Por más que lo intentara, no podía resistirse a la fuerza que lo guiaba, así que se limitó a seguirla con resignación.

Cuando llegaron al gimnasio, Sabrina cruzó las puertas sin problema alguno, mientras que Vartan...no tuvo tanta suerte. Al intentar pasar, su tamaño y sus alas terminaron rompiendo el marco de la entrada. Un crujido resonó, acompañado de trozos de concreto cayendo al suelo.

—Arreglaré eso después —dijo Sabrina sin inmutarse, como si algo así fuera parte de su rutina diaria.

Vartan solo suspiró y siguió caminando detrás de ella hasta que finalmente llegaron a la sala de entrenamiento. El lugar estaba vacío, amplio y perfectamente acondicionado para cualquier tipo de combate o práctica. Sabrina se giró hacia él, sus ojos fijos en los de Vartan como si intentara leerlo por completo.

—se que puedes hablar, así que habla.

Vartan la observó en silencio por un momento, evaluando si realmente valía la pena responder. Sabía que no era una petición, sino una orden disfrazada. Finalmente, con un ligero bufido, abrió la boca:

—Qué es lo que quieres que diga?

—Quiero saber por qué estás aquí y qué buscas —respondió Sabrina con frialdad.

Vartan dejó escapar una leve risa irónica.

—No estoy "buscando" nada. Simplemente estaba caminando sin rumbo, disfrutando del día...hasta que decidiste arrastrarme aquí.

—Eso es todo? —Sabrina arqueó una ceja, claramente dudando de sus palabras.

—Eso es todo —repitió Vartan con un tono seco, manteniendo la mirada fija en ella.

Sabrina cruzó los brazos, sin apartar la mirada.

—Eres diferente a cualquier otro pokemon que haya visto. No solo por tu aspecto, sino por cómo actúas...como si no pertenecieras a este lugar.

—Quizás porque en verdad no pertenezco a este lugar —respondió Vartan, sin dar más detalles.

La líder de gimnasio lo estudió por un momento más, sus ojos entrecerrándose ligeramente como si intentara profundizar en su mente.

—Seguiremos hablando. Pero te advierto, no voy a tolerar problemas en mi ciudad. Si tienes intenciones ocultas...lo sabré.

—Intenciones ocultas... —Vartan repitió con una sonrisa burlona— eso suena como mucho trabajo. Créeme, no estoy interesado en jugar a los villanos.

Sabrina no respondió, pero algo en su mirada dejó claro que no terminaba de confiar en él.

Vartan dejó escapar un suspiro y dejó caer su pesada cola al suelo con un golpe suave, rompiendo momentáneamente el silencio incómodo.

—Sabes, me parece fascinante tu poder —dijo de repente, sin quitar la vista de Sabrina— la forma en que manipulas a los demás, cómo controlas cada pequeño detalle de este lugar...incluso ahora puedo sentirlo, todo el gimnasio está empapado de energía psíquica.

Sabrina mantuvo su mirada impasible, aunque había un brillo curioso en sus ojos.

—Y qué tiene eso de fascinante para ti? —preguntó con un tono neutro, sin mostrar interés ni desaprobación.

Vartan mostró una sonrisa aparente, su expresión a medias burlona y a medias intrigada.

—Bueno, para empezar, es un espectáculo digno de admirar. Pero lo que realmente me intriga es ese pequeño hábito tuyo... —Vartan hizo una pausa deliberada, observándola con atención— aún tienes esa costumbre de "convertir" a la gente en muñecos?

La reacción de Sabrina fue sutil, un pequeño cambio en su postura y una ligera elevación de su barbilla, pero no dijo nada.

—Oh, no te preocupes, no estoy aquí para juzgarte —continuó Vartan con un tono despreocupado— sé que no es una transformación literal. Es más como una ilusión, verdad? Algo tan realista que hasta los observadores lo creerían.

Sabrina finalmente rompió el silencio, aunque su tono era igual de frío y calculador que siempre.

—Parece que sabes demasiado para alguien que afirma no pertenecer a este lugar.

—Digamos que soy buen observador —respondió Vartan, encogiéndose de hombros, aunque la acción se vio torpe debido a sus alas— además, tu fama te precede. Aunque tengo que admitirlo...me intrigas.

Sabrina arqueó una ceja, pero no mostró emoción alguna ante la declaración.

—Intrigar? Esa palabra suele usarse cuando hay un interés que va más allá de lo superficial.

—Exacto —Vartan sonrió con una confianza que rayaba en la osadía— digamos que alguien como tú no aparece todos los días, Sabrina.

—Me pregunto si eso es un cumplido...o un intento de manipulación —murmuró Sabrina, sus ojos brillando con una luz tenue.

—Ni lo uno ni lo otro. Solo estoy siendo honesto —respondió Vartan, inclinando levemente la cabeza en una reverencia sarcástica— y si me disculpas por la pregunta anterior...no es que me importe si decides convertir este gimnasio en tu propia casa de muñecas. Es tu reino, después de todo.

—Debería considerarlo una advertencia?

Vartan soltó una carcajada seca.

—Para nada. Solo me gusta saber dónde estoy pisando. Pero dime algo...cómo decides quién se queda y quién entra en tus juegos?

Sabrina no respondió de inmediato. En cambio, se giró hacia el centro del gimnasio, observando su entorno como si estuviera evaluando algo invisible.

—Aquellos que no entienden mi poder...o los que intentan desafiarlo sin respeto —respondió finalmente, su voz resonando con una calma que ocultaba un filo afilado.

Vartan asintió, satisfecho con la respuesta.

—Bueno, parece que no tengo nada de qué preocuparme. No tengo intención de desafiarte, Sabrina...solo de observar. Por ahora.

Aunque no lo admitiera, algo en la tranquilidad calculada de Sabrina lo hacía sentir incómodamente fascinado. Había algo más profundo en ella que no podía descifrar. Y eso, para alguien como Vartan, era un reto demasiado tentador como para ignorarlo.




FIN.

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