Enseñanzas.
Un nuevo día iluminaba el bosque, el sol apenas se asomaba por el horizonte cuando Magnamalo y Gardevoir se preparaban para comenzar el entrenamiento de Ralts. Solo faltaban unas horas para que Ash llegara a la isla, y la tranquilidad que habían experimentado hasta ahora pronto cambiaría. Magnamalo estaba decidido a aprovechar el tiempo al máximo.
Ralts, aunque pequeño, estaba listo para el duro entrenamiento. Gardevoir se mantuvo cerca, su presencia suave pero protectora, mientras Magnamalo observaba con atención. El contraste entre los métodos de ambos era claro: Gardevoir guiaba a Ralts con ternura, enseñándole a perfeccionar sus habilidades psíquicas con paciencia, mientras Magnamalo lo empujaba a ser más fuerte físicamente, enseñándole a controlar su cuerpo y moverse con agilidad.
Para los pokemon que observaban desde lejos, todo parecía un caos. Veían a Ralts siendo rodeado por las imponentes figuras de Gardevoir y Magnamalo. Los rugidos de Magnamalo resonaban a través del bosque, mientras que Gardevoir, de vez en cuando, exclamaba su nombre de vez en cuando. Ninguno de los pokémon alrededor entendía qué estaba ocurriendo realmente, pero desde la distancia, se percibía algo más: una armonía algo extraña.
"Concéntrate en tus pies, Ralts." La voz de Magnamalo resonaba mentalmente, la conexión mental entre los tres permitiendo que Ralts escuchara claramente. "Tus ataques físicos necesitan precisión. Usa el entorno, siente el terreno."
—Ralts...— murmuró el pequeño pokémon, esforzándose por seguir las indicaciones. Las hojas crujían bajo sus pies mientras intentaba moverse con la agilidad que Magnamalo le enseñaba.
—Garde Gardevoir~! — Exclamó Gardevoir con dulzura, animando a Ralts mientras manipulaba las energías psíquicas a su alrededor. "Tu mente es tu mayor herramienta, no olvides que el control mental es tan importante como la fuerza física, así que...esfuérzate!"
Magnamalo soltaba leves rugidos y gruñidos, observando cómo Ralts intentaba combinar los movimientos. No era fácil para el pequeño pokemon equilibrar ambas disciplinas, pero él sabía que con tiempo lo lograría. "Debes sincronizar ambos aspectos, fuerza y mente, cuerpo y espíritu. Es un camino largo, pero si te concentras, alcanzarás el poder que necesitas."
Ralts, sudando y con una expresión decidida, continuó practicando. El entrenamiento físico exigente que Magnamalo imponía contrastaba con la calma que Gardevoir aportaba al proceso.
Los pokemon que miraban desde lejos se confundían aún más cuando Gardevoir y Magnamalo, aparentemente tan opuestos, continuaban entrenando en perfecta sincronía. Rugidos y susurros suaves entrelazados, una dinámica extraña pero efectiva aparentemente.
A medida que el día avanzaba, los esfuerzos de Ralts comenzaban a rendir frutos. Cada movimiento era más fluido, cada habilidad psíquica más precisa. El pequeño pokemon comenzaba a encontrar el equilibrio entre el rigor físico de Magnamalo y la sabiduría mental de Gardevoir.
—Ralts...Ralts!— dijo el pokémon pequeño, jadeando pero con una chispa de satisfacción en su ser.
"Bien hecho mi pequeño." Respondió Gardevoir mentalmente, irradiando una sensación de orgullo.
Magnamalo soltó un rugido de aprobación, aunque el brillo en sus ojos mostraba que estaba complacido con el progreso del joven Ralts. "Has avanzado, pero esto es solo el principio. El verdadero desafío está por venir justo ahora..."
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Magnamalo, decidido a aportar su propia sabiduría en el entrenamiento de Ralts, comenzó a aplicar su toque personal. Sabía que el pequeño pokémon debía aprender ataques físicos si deseaba ser un combatiente completo, así que se dispuso a enseñarle algunos trucos esenciales. Con sus garras afiladas, Magnamalo cortó un tronco con precisión quirúrgica, creando un muñeco de prueba rudimentario. Los cortes eran limpios, perfectos, y el tronco estaba lo suficientemente firme como para soportar el entrenamiento.
Ralts observaba con curiosidad mientras Magnamalo inspeccionaba el muñeco improvisado.
"Este será tu oponente por el momento." Dijo mentalmente Magnamalo, su voz grave pero paciente resonando en la mente de Ralts. "Es importante que entiendas dónde golpear. No necesitas ser el más fuerte, pero sí el más preciso. Uno nunca llega al máximo perfeccionando un solo aspecto en esta vida."
—Ralts! Ralts!— dijo el pequeño pokémon, asintiendo con seriedad. Se paró frente al muñeco, esperando las instrucciones.
Magnamalo usó su cola para señalar los puntos clave del tronco, sus garras rozando suavemente la superficie mientras hablaba mentalmente. "Aquí, en los puntos más vulnerables. Las articulaciones, el centro del cuerpo. No pierdas el tiempo en lugares donde harán poco daño. Un golpe bien colocado es mejor que diez golpes débiles y sin técnica."
Ralts intentó imitarlo, lanzando un pequeño puñetazo hacia el tronco. Sin embargo, el impacto fue débil, apenas movió el tronco. Gardevoir observaba a su pequeño con ojos llenos de apoyo, pero sabía que este proceso requería tiempo.
"Con más fuerza. Usa tus piernas para impulsarte, no solo tus brazos, puedes hacerlo mejor." Instruyó y exclamó Magnamalo mientras se acercaba más, mostrando con sus propias garras cómo debía ser el ataque. "Tienes que sentir cómo fluye la energía desde tus pies hasta el golpe. Todo tu cuerpo debe trabajar como una unidad. Imagina múltiples posibilidades en ese mismo proceso."
Ralts asintió nuevamente, ahora con un mayor enfoque. Dio un pequeño salto y, usando su cuerpo completo junto con el imaginar múltiples posibilidades, lanzó un nuevo golpe, esta vez más fuerte. El tronco tembló levemente ante el impacto. Era un avance, aunque aún faltaba mucho.
Magnamalo rugió suavemente en señal de aprobación. "Así es. No solo golpees por golpear. Cada movimiento debe tener un propósito, cada golpe debe contar. Todo debe tener una posibilidad, siempre habrá algo que podrá suceder."
—Ralts...Ralts!— respondió el pequeño, jadeando un poco mientras volvía a su postura inicial. Gardevoir, desde la distancia, sonreía con orgullo, viendo cómo su pequeño avanzaba en su entrenamiento físico.
Magnamalo continuó observando a Ralts, y con un rápido movimiento de su cola, lanzó un ataque al muñeco de prueba, dividiéndolo en dos partes perfectas. "Eso es lo que quiero que logres, pero a tu manera. No tienes que ser como yo en todo. Debes encontrar tu propio estilo y si deseas, combinarlo con el mío."
Ralts miraba el tronco partido con asombro y un toque de determinación. "Toma tu tiempo, pasarán muchas cosas así que no te preocupes por el futuro." Continuó Magnamalo, mentalmente. "Pero no te detengas hasta que puedas sentir la conexión entre tu cuerpo y tu golpe. Una vez lo consigas, no habrá oponente que te pueda resistir. Continua imaginando las posibilidades, cada una cuenta, analiza cada una y ponla en tus ataques a la hora de que te toque enfrentarte a un enemigo."
El entrenamiento continuó con Magnamalo guiando cada movimiento de Ralts, asegurándose de que el pequeño pokemon entendiera la importancia de la precisión y la fuerza combinadas. Con cada golpe que Ralts daba, sentía que estaba un paso más cerca de convertirse en el guerrero que Magnamalo veía en él.
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El día anterior había transcurrido en calma. La noche llegó, y los tres disfrutaron de una tranquila cena alrededor de la hoguera. Para Gardevoir y Ralts, Magnamalo había cocinado bayas a la parrilla, mientras él se dedicaba a devorar los huesos y la carne que tanto necesitaba para mantener sus llamas y su fuerza.
Sin embargo, la paz se quebró a la mañana siguiente. Una inquietud lo sacudió, despertándolo antes del amanecer. Con cuidado, Magnamalo se acercó a Gardevoir, quien se levantó ante su urgencia.
"Que paso...? Sucede algo...?" le cuestiono la pokemon con confusión de manera mental, sus ojos abriéndose levemente puesto que el brillo del sol se asomaba por la entrada de la cueva.
"Hay algo ahí afuera...algo que podría amenazar esta zona." Le explicó mentalmente, sus pensamientos cargados de intensidad. "Necesito ir ahora, pero regresaré pronto."
Gardevoir le devolvió una mirada comprensiva y asintió suavemente, dándole su aprobación. "Ten cuidado, sí?"
Magnamalo asintió rápidamente y salió al instante, sus pasos resonando en el bosque con gran rápidez, convirtiéndose pronto en un eco que se perdía en la distancia mientras aceleraba su paso, sus garras y músculos llevándolo a toda velocidad entre los árboles.
La sensación en su pecho crecía con cada paso que daba, su instinto y experiencia guiándolo hasta una parte aún más remota del bosque. Finalmente, se detuvo, ocultándose entre la maleza mientras observaba a su objetivo: un Tigrex guadaña, que devoraba brutalmente el cadáver de un pokemon caído. La criatura, con sus enormes garras afiladas y sus colmillos goteando, desgarraba la carne con una fuerza descomunal, ignorando completamente el desorden que provocaba a su alrededor.
Magnamalo gruñó bajo, con la vista fija en el Tigrex. "Una bestia así..." pensó, observando la escena. "...traerá el caos al ecosistema si no hago algo ahora."
En silencio, comenzó a rodear a su enemigo, sus ojos evaluando el terreno y las posibles estrategias para atacar. Este no era un oponente cualquiera; el Tigrex guadaña era tan peligroso como él, capaz de destruir todo a su paso. Magnamalo se agazapó, controlando su respiración, y una energía intensa comenzó a acumularse en su cuerpo, avivando las llamas moradas alrededor de sus patas y de su cola en preparación para el ataque.
"Acabaré contigo antes de que seas una amenaza para todos." Pensó, sus garras listas para liberar el primer golpe.
Sus miradas chocaron por un segundo, analizándose entre si, pero de inmediato soltaron unos fuertes y guturales rugidos. El impacto de sus rugidos resonó con una fuerza abrumadora, sacudiendo los árboles y alertando a todos los pokémon cercanos. Los dos monstruos, Tigrex guadaña y Magnamalo, se lanzaron al ataque con una velocidad que apenas dejaba un parpadeo de reacción, sus garras chocando con un sonido metálico y despiadado, como si se enfrentaran dos espadas gigantescas.
Magnamalo sabía que esta cosa no podía ser un rencarnado como el, si no que posiblemente ha sido transportado hasta aquí. Cada vez que se cruzaban, el suelo temblaba y las chispas surgían de los golpes, iluminando el bosque como si de un combate ancestral se tratara. Magnamalo se movía con una precisión casi instintiva, bloqueando y esquivando cada embate feroz del Tigrex guadaña. En el fondo de su mente, sentía una chispa de nostalgia y una emoción difícil de contener. "Este Tigrex...siempre fue un reto en mis días como cazador en Generations...ahora lo tengo frente a mí. Qué ironía tan perfecta."
La bestia ante él no era consciente de estrategias ni del pasado, pero eso no le quitaba su brutalidad. Magnamalo esquivó por poco un mordisco desgarrador, sus pensamientos enfocándose aún más. Su cola giró en un arco poderoso, intentando clavar su punta en el flanco del Tigrex, que, sin embargo, retrocedió rápidamente, evitando el golpe. Ambos se detuvieron apenas un segundo, intercambiando miradas llenas de pura determinación.
"VAMOS, TIGREX! MUÉSTRAME TODA TU FURIA!!!" pensó Magnamalo, sus llamas purpúreas comenzando a volverse intensamente rosadas al liberar su energía más agresiva.
El Tigrex no se hizo esperar. Con un rugido ensordecedor, la bestia se abalanzó de nuevo sobre Magnamalo, quien respondió con un ataque envolvente de su cola, esta vez buscando más velocidad y precisión.
En respuesta el Tigrex guadaña de igual manera giro en su propio eje para lanzarle un ataque con su cola. El impacto de sus colas generó una onda de viento tan intensa que arrancó hojas y ramas, dispersándolas como si fueran plumas en una tormenta. Magnamalo observaba cada movimiento del Tigrex guadaña, analizándolo con precisión y evaluando si este oponente realmente merecía enfrentar su técnica más letal, el Owari no Kikan. Sin embargo, decidió que aún no era el momento. Debía guardar esa técnica como último recurso, solo si el Tigrex demostraba ser una amenaza insuperable.
Mientras intercambiaban golpes, Magnamalo ajustaba su estrategia. Había notado que el Tigrex guadaña protegía su torso y espalda con menos agilidad que sus duras patas y su frente, que parecían tan resistentes como una armadura. Usando esta observación, Magnamalo atacó las zonas más vulnerables, haciendo profundas heridas en el torso y la espalda del Tigrex.
"¿Debería dejarlo todo a un solo golpe...? No...aún no. Cada ataque que conecta me da una ventaja. Pero...¿qué sentido tiene esta pelea si la termino de un solo golpe? Es un combate que quería desde hace mucho..."
En un movimiento rápido, Magnamalo intercepto un garrazo por parte de aquel Wyvern, sus ataques continuaban chocando entre si sin parar. Al impactar sus garras contra las de Tigrex guadaña, Magnamalo aprovechó el instante y se lanzó hacia adelante, abriendo sus fauces para morder el pecho del monstruo con una fuerza implacable. Su peso y poder bastaron para empujar al Tigrex y tumbarlo contra el suelo, donde Magnamalo comenzó a atacarlo sin piedad, hundiendo sus garras en el pecho del wyvern mutado en un intento de debilitarlo rápidamente.
Pero en un giro inesperado, Tigrex guadaña dejó escapar un rugido atronador, una vibración ensordecedora que reverberó en cada fibra del bosque y que impactó con fuerza a Magnamalo, obligándolo a retroceder con sus sentidos aturdidos por el estruendo. En un instante, pudo ver cómo el cuerpo del Tigrex parecía cambiar; su mirada ahora era pura furia desatada, y el aire a su alrededor vibraba con una energía brutal y descontrolada.
"Esto... no es bueno." Magnamalo comprendía la gravedad de la situación: Tigrex guadaña había entrado en su estado de ira.
Aún aturdido, Magnamalo se preparó, sabiendo que los ataques de Tigrex serían ahora mucho más rápidos y devastadores.
Magnamalo respiró profundo al darse cuenta que tendría que usar su técnica, calmando su mente y dejando que sus sentidos se alinearan con cada posibilidad que vislumbraba en su mente. En el instante en que Tigrex guadaña se lanzó hacia él con su furia descontrolada, Magnamalo activó su técnica definitiva: Owari no Kikan.
El mundo a su alrededor pareció detenerse cuando los nueve ataques simultáneos cobraron vida, distorsionando el espacio y el tiempo en una espiral de vacío absoluto. Las cuchillas de sus patas y el filo letal de su cola golpearon como destellos invisibles, multiplicándose y expandiéndose en un caos meticuloso. Cada corte, preciso e infalible, convergió en un único punto donde todas las posibilidades yacen contenidas, manifestando un espacio que parecía plegarse y romperse al mismo tiempo.
Las leyes mismas del espacio temblaban ante el poder de la técnica, como si el entorno de batalla hubiera quedado encapsulado en un sueño sin forma ni límites. Y en un solo instante, Tigrex guadaña sintió el impacto de los nueve golpes simultáneos en su cuerpo, cada herida marcada como una convergencia de todas las posibilidades...las heridas se abrieron como fisuras en el cuerpo del Tigrex guadaña, cada una nacida de la nada...y a la vez de todo. Las posibilidades se habían materializado en cortes profundos y letales, como marcas de un destino ineludible, rasgando su carne y escamas desde adentro hacia afuera. El Tigrex guadaña se retorcía, sus ojos llenos de una mezcla de furia y terror, incapaz de comprender la magnitud del vacío que lo consumía, esa paradoja de expansión y contracción infinitas.
El rugido de Tigrex resonó en eco, no como un grito de combate, sino como una declaración de derrota ante algo más allá de su comprensión. Ante los ojos de Magnamalo, el mundo recobró su estructura. Al final de ese instante, la técnica Owari no Kikan había cobrado su precio en el wyvern. Tigrex guadaña cayó, cada movimiento en su cuerpo un esfuerzo final y vacilante, hasta que la quietud lo reclamó, y el vacío dejó solo silencio en el bosque.
"Este es el final de una bestía..." Magnamalo, siendo aquel que comprendió el vacío, sabía que no tardaría mucho antes de que todo el cuerpo de aquella bestia sea consumida por el espacio debido a las infinitas anomalías creadas en tan solo un instante.
Con el eco del combate aún resonando en su mente, Magnamalo sintió un profundo respeto por el Tigrex guadaña, una criatura que había sido digna de enfrentarse a él. Había traído consigo un desafío que había despertado la esencia guerrera que latía dentro de su ser, recordándole la adrenalina de sus días pasados en la caza.
Esa lucha, aunque breve, le había ofrecido algo que había estado buscando: la emoción del combate y la certeza de que aún podía superar sus propios límites. El respeto y la gratitud hacia el Tigrex guadaña se convirtieron en un nuevo impulso dentro de él, una chispa que iluminaba su camino hacia adelante.
Con la calma regresando al bosque y el viento acariciando su cuerpo, Magnamalo se dio la vuelta y comenzó su camino de regreso. La cueva que había elegido como hogar lo esperaba, junto con Gardevoir y Ralts.
FIN.
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