Destrucción?

El tiempo transcurrió rápidamente en la tranquilidad de los bosques de Akala. Los días se mezclaban unos con otros mientras el Magnamalo seguía su nueva rutina, perfeccionando cada aspecto de su poderoso cuerpo. En lugar de seguir el caos de su mente humana, ahora se encontraba enfocado en lo que debía hacer para sobrevivir...y prosperar.

Cada día comenzaba igual: con el primer rayo de sol, se ponía de pie y salía de la cueva, su refugio natural. Después de unos momentos para desperezarse, se lanzaba a su entrenamiento. Movía su cola como una lanza, realizaba cortes precisos con sus garras y practicaba el control de sus llamas, que con el tiempo, había aprendido a regular mejor. Las explosiones controladas eran ahora menos peligrosas para él mismo, y más letales para cualquier cosa en su camino.

Después de horas de entrenamiento físico, la siguiente prioridad era la caza. Al principio, se había conformado con pequeñas presas, pero pronto se dio cuenta de que necesitaba algo mucho más grande para mantener su fuerza y alimentar su energía. Tauros y otros grandes pokemon herbívoros se convirtieron en sus principales objetivos. Los cazaba con precisión, sus técnicas mejorando con cada presa que arrastraba de vuelta a su cueva.

Cada mordisco en la carne y huesos le recordaba lo diferente que era esta vida...y lo mucho que había cambiado. Comer ya no era una simple necesidad. Era parte de su supervivencia, parte del ciclo de poder que lo mantenía en equilibrio.

Después de cada cacería y entrenamiento, llegaba el momento del descanso. Dormía profundo, envuelto en la seguridad de su guarida, siempre alerta por si algo o alguien se atrevía a acercarse demasiado.

A lo largo de estos días, también intentaba descubrir más sobre el mundo en el que estaba. Durante sus patrullas y exploraciones, había empezado a notar pequeños detalles: rastros de humanos, sonidos lejanos de vehículos, y la aparición de ciertos pokemon que no encajaban con el entorno salvaje. "Definitivamente no estoy lejos de los pueblos humanos..." pensaba con certeza cada vez que veía indicios de vida humana, aunque siempre se mantenía alejado. Sabía que estaba en la isla de Akala, pero la pregunta que le rondaba la cabeza era: "¿En qué momento de la historia me encuentro? No creo que sean los juegos..."

El tiempo seguía avanzando, y el Magnamalo lo aprovechaba al máximo. Cada día, su control sobre su cuerpo mejoraba. Sus movimientos se volvían más fluidos, sus ataques más devastadores, y su conexión con su nueva existencia más profunda. Ahora, más que nunca, se sentía como un verdadero guerrero. Aún no entendía completamente su propósito en este mundo...pero tenía la sensación de que pronto lo descubriría.

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Habían pasado varios meses desde que el Magnamalo había despertado en los bosques de Akala. Sus días de entrenamiento, caza y observación del entorno habían convertido al antiguo humano en una verdadera máquina de combate. Su dominio sobre las habilidades de su nuevo cuerpo seguía mejorando, pero en todo ese tiempo también había estado recolectando información.

A lo largo de sus exploraciones, había notado cosas que le habían ayudado a situarse temporalmente. Los pokemon de la región eran los primeros en dar pistas...pero los humanos también dejaban rastros: pequeños asentamientos en crecimiento, obras en construcción y, de vez en cuando, algún comentario escuchado a lo lejos cuando pasaba cerca de una ruta frecuentada.

Entonces, después de una cuidadosa evaluación, llegó la revelación: estaba en el mundo del anime de pokemon...dos años antes de que Ash llegara a Alola.

"Dos años antes de la llegada de Ash..." murmuraba para sí mientras su mente trabajaba a toda velocidad. "Eso significa que aún hay tiempo antes de que la historia principal comience. Qué hago con este tiempo?" La respuesta llegó de inmediato: prepararse.

Durante esos meses, el Magnamalo había desarrollado un plan. Si iba a sobrevivir en este mundo, necesitaba saber más, aprender más. Akala era su hogar temporal, pero Melemele, la isla donde eventualmente llegaría Ash y donde se encontraba el Laboratorio del Profesor Kukui, era su nuevo destino.

"Necesito llegar a Melemele." Lo tenía claro. Melemele era el corazón de Alola en muchos aspectos, y si planeaba ser parte de este mundo de alguna manera, ese debía ser su próximo objetivo. El viaje no sería fácil, pero ahora que había dominado sus habilidades, sabía que podría lograrlo.

Se dio un año como plazo. En un año, debería llegar a la isla Melemele. Sería un tiempo de preparación final, perfeccionamiento de sus habilidades y aprendizaje de lo que significaba vivir en un mundo lleno de pokemon...y humanos.

Con esto en mente, el Magnamalo dejó salir un resoplido decidido, sus llamas violetas brillando intensamente a medida que su determinación crecía. El tiempo avanzaba rápido, pero él avanzaría más rápido aún.

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El Magnamalo había pasado la mayor parte del día entrenando en un claro apartado del bosque. Movía su cola como una lanza, golpeando con precisión imaginarios enemigos. Sus garras cortaban el aire, mientras sus llamas moradas danzaban alrededor, creando una atmósfera de caos controlado. Cada movimiento fluía como si fuera parte de una coreografía mortal...y en medio de este espectáculo, no había notado una presencia cercana.

Un crujido de hojas secas lo hizo detenerse en seco. Giró la cabeza bruscamente, con los sentidos alerta. A través de los árboles, una figura se movía rápidamente hacia él. Un humano.

-Increíble, un pokemon que nunca había visto!-gritó el joven entrenador quien utilizo su pokedex para intentar descubrir que pokemon era aquella bestía frente a el...pero la pokedex no poseía registro alguno.-Ehhhh?! Quizás es un pokemon legendario!-Su rostro mostraba una mezcla de asombro y determinación, y en su mano ya sostenía una pokebola lista para lanzar.

El Magnamalo dejó salir un gruñido bajo, avisando de que no tenía intenciones de retroceder. Ya había evitado a los humanos todo lo que había podido hasta ahora, pero este joven no parecía dispuesto a dejarlo en paz.

-Pelea conmigo!-Dijo el entrenador, lanzando la pokebola al aire. De ella salió un pokemon que el Magnamalo reconoció de inmediato: un Lycanroc diurno. El lobo de roca aulló mientras se preparaba para el combate, sus ojos brillando con un fuego competitivo.

"En serio...?" pensó el Magnamalo, mirándolo con incredulidad. No era alguien que disfrutara luchar por nada, pero este humano parecía no darle otra opción. La adrenalina comenzó a recorrer su cuerpo. "Muy bien, si esto es lo que quieres...".

El Lycanroc fue el primero en moverse, lanzándose con un A Bocajarro a una velocidad impresionante. El Magnamalo reaccionó de inmediato, esquivando hacia un lado y usando su cola como un látigo. La explosión de fuego morado que siguió hizo retroceder al pokemon lobo, pero no lo derribó.

-Lycanroc, usa roca afilada!-Ordenó el entrenador.

El lobo aulló, invocando una lluvia de piedras afiladas que se dirigieron con violencia hacia el Magnamalo. Este, en lugar de esquivar, dejó que las rocas se impactaran contra su armadura natural, resistiendo el golpe sin inmutarse demasiado.

"¿Eso es todo lo que tienes?", pensó, su irritación creciendo. Había dejado pasar varias oportunidades para atacar, pero ahora su paciencia estaba agotándose. Las llamas moradas comenzaron a brillar con más intensidad a medida que su cuerpo se cargaba de energía, y en cuestión de segundos, una explosión de fuego rosa estalló a su alrededor.

Modo enfurecido.

La explosión de energía no solo intimidó al Lycanroc, sino también al propio entrenador, que retrocedió un paso, con la boca abierta. El Magnamalo se lanzó hacia adelante con una velocidad que no parecía posible para una bestia de su tamaño. Su cola cortó el aire como una lanza cargada de energía explosiva, golpeando al Lycanroc y lanzándolo hacia atrás. El golpe fue contundente, y el pokemon lobo cayó al suelo con un gemido de dolor.

-Lycanroc, no!-Gritó el entrenador mientras corría hacia su pokemon, claramente preocupado.

El Magnamalo se detuvo, observando la escena por un momento. Sabía que había ganado, pero no sentía satisfacción en ello. No había aprendido nada de este enfrentamiento, y lo único que había ganado era la molestia de tener que lidiar con un humano innecesariamente.

"No vales la pena", pensó mientras giraba, dejando atrás al entrenador y a su pokemon derrotado. Sus llamas se apagaron lentamente mientras se alejaba, su mente ya en su próximo entrenamiento.

-...-el joven entrenador miro su mano donde poseía una ultraball, estaba sorprendido y atemorizado, aunque pensó por un momento en usarla, sabría que ni siquiera podría capturarlo a menos que tuviera una Masterball, así que solo observo como la figura del monstruo se alejaba entre los árboles.

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La tranquilidad que había dominado la isla de Akala en los últimos meses se rompió de golpe. El rumor sobre la aparición de un legendario se esparció como un reguero de pólvora, y en cuestión de días, la isla se llenó de entrenadores. Grupos de ellos rondaban los bosques, las montañas y las rutas, todos ansiosos por ser los primeros en descubrir al misterioso pokemon.

El Magnamalo había sentido la diferencia de inmediato. Los sonidos de los humanos invadían los paisajes que antes consideraba suyos. Voces, pisadas, y el eco de las batallas entre los entrenadores y pokemon locales resonaban constantemente. Para alguien como él, que había pasado meses cultivando su fuerza en solitario, esta invasión era insoportable.

"No puedo seguir entrenando aquí..." pensó, su mirada recorriendo el denso bosque que lo rodeaba. Ya había evitado a varios grupos de humanos, pero sabía que su tamaño lo hacía difícil de ocultar por mucho tiempo. Decidió que debía actuar antes de que uno de ellos lo encontrara por accidente.

Con el tiempo en contra, sabía a dónde debía ir: los volcanes de Akala. Las tierras más peligrosas y profundas de la isla, donde solo los más valientes se atrevían a aventurarse. Un refugio perfecto.

No tardó mucho en llegar a las faldas del volcán. El aire se volvió más pesado y caliente, y el suelo bajo sus patas comenzó a emitir un calor familiar. Aquí, donde el suelo ardía y la lava brotaba en ríos incandescentes, se sentía más en casa que en ningún otro lugar de Akala. Magnamalo, con su gruesa armadura y control sobre el fuego, podía caminar sobre la lava como si fuera parte del paisaje. Para él, este lugar era tan seguro como cualquier otro.

Encontró una cueva lo suficientemente grande como para albergar su imponente tamaño. Estaba rodeada por ríos de lava que se deslizaban lentamente por las paredes. Las rocas, ennegrecidas y casi derretidas, formaban un refugio natural perfecto para alguien que no le temía al calor.

"Aquí estaré bien hasta que toda esta locura se calme..." pensó mientras se acomodaba en el interior de la cueva. El ambiente ardiente no le afectaba en lo más mínimo, e incluso le resultaba reconfortante. Cerró los ojos por un momento, dejando que el calor lo envolviera mientras planeaba sus próximos movimientos.

En este lugar, alejado de los humanos y de las constantes interrupciones, el Magnamalo podía concentrarse en su entrenamiento y en la búsqueda de respuestas. Aunque su presencia había atraído la atención no deseada, sabía que podía permanecer oculto aquí hasta que los entrenadores se dieran por vencidos.

"Tarde o temprano, las cosas volverán a la calma."

Y mientras tanto, él seguiría preparándose. Para cuando saliera de este refugio volcánico, estaría más fuerte y listo para lo que viniera.

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Time Skip:

Tres meses exactos habían pasado desde que Magnamalo encontró su refugio en el volcán. Cada día que pasaba lo acercaba más a su objetivo, y todo lo que había planeado durante ese tiempo finalmente estaba en marcha. Su patrullaje habitual lo había llevado a descubrir algo inesperado: ese volcán, su escondite, no estaba lejos de la playa. Este descubrimiento abrió una nueva posibilidad para salir de Akala.

Una tarde, mientras cazaba cerca de la costa, notó un movimiento en la arena. Al acercarse, vio un Wailmer atrapado en la orilla, luchando inútilmente por regresar al océano. Magnamalo se detuvo, observando al pokemon que se retorcía. Aunque las criaturas pequeñas no le llamaban la atención, supo que esto podría ser una oportunidad. Decidió ayudar al Wailmer, pero no sin un plan.

Utilizando una de sus garras, comenzó a trazar en la arena. Los dibujos eran toscos, pero claros: una representación de la isla de Akala, su posición y una línea que se dirigía hacia Melemele. Era un breve resumen de lo que necesitaba. El Wailmer lo observaba, parpadeando con curiosidad. Una vez terminado el dibujo, Magnamalo lo empujó suavemente de vuelta al agua, observando cómo la criatura volvía a nadar en el océano. Sabía que necesitaría tiempo...y suerte.

Tres meses después, el día llegó. Magnamalo, que había continuado su entrenamiento y fortalecimiento, volvió a la playa, esperando la llegada de su nueva esperanza. No tuvo que esperar mucho. A lo lejos, emergiendo del océano, una inmensa figura apareció. El Wailmer había crecido, evolucionando en un majestuoso Wailord, listo para cumplir su parte del trato.

Sin dudar, Magnamalo avanzó hacia la orilla. Con un impulso, se subió a la enorme criatura marina, sus garras finalmente contraídas. "Es hora." pensó mientras el Wailord comenzaba a avanzar hacia el horizonte, dirigiéndose a la isla Melemele. 

Su viaje hacia una nueva fase había comenzado.




FIN.

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