Curiosidades!

En medio del tranquilo paraíso dorado, el sol iluminaba suavemente el jardín donde Battler y Beatrice compartían una escena apacible. Rodeados de flores eternamente florecientes y la calidez de una tarde perfecta, estaban disfrutando de un picnic cuando una idea chispeante cruzó la mente de Battler. 

—Qué tal si compartimos algunas curiosidades de los personajes de mi historia? Podría ser una excelente forma de entretenernos! —sugirió, mirándola con una mezcla de entusiasmo y un brillo astuto en los ojos— pero...quiero que seas parte de esta actividad también, Beatrice! Sería mucho más interesante si lo hacemos juntos.

Beatrice, con una sonrisa enigmática y divertida, se inclinó hacia él, asintiendo lentamente mientras jugaba con un mechón de su cabello dorado.

—parece una idea encantadora, Battler...—respondió, alzando la mirada con una chispa de intriga— me encargaré de añadir ese toque especial que solo una bruja puede aportar.

Battler rió, sabiendo que con Beatrice de su lado, las curiosidades serían algo inolvidable. Alzó una mano, haciendo aparecer un antiguo libro encuadernado en cuero con detalles dorados, donde sus personajes parecían cobrar vida con cada página.

—Empecemos, entonces. Presentemos estas curiosidades como si reveláramos un secreto que nadie más en el mundo debería conocer...—dijo, guiñándole un ojo a Beatrice antes de abrir el libro en la primera página, donde el imponente Magnamalo y la elegante Gardevoir aparecían en imágenes detalladas.

—Vamos, querido! —lo alentó Beatrice, en tono teatral— presentemos sus secretos a lo grande.

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Battler observo el libro en la primera página con una sonrisa reflexiva. Al ver la ilustración de Magnamalo y Gardevoir juntos, comenzó a compartir el origen de la relación de estos dos personajes, revelando detalles sobre cómo había sido moldeada a partir de varias fuentes de inspiración.

—Para crear la relación entre Magnamalo y Gardevoir, tomé fragmentos de varias historias y personajes que siempre me han fascinado...—dijo, con una mezcla de nostalgia y admiración en su voz— por ejemplo, me inspiré en la dinámica de Momo y Okarun de Dandadan, en cómo logran equilibrar sus personalidades distintas. También me basé en la conexión entre Saber y Shirou en la ruta de Artoria en Fate/stay night, con esa mezcla de respeto y atracción mutua, y, claro, en un toque de mi relación con Beatrice aquí presente —le lanzó una mirada cómplice a su amada—

Beatrice soltó una pequeña risa encantada, disfrutando de que su propia historia de amor con Battler también influyera en las creaciones de él.

—Y no podía faltar algo de la relación entre Fuji Ren y Marie de Dies Irae, con ese trasfondo de devoción en situaciones oscuras...me gusta esa idea de enfrentar juntos la adversidad.

—Entonces, podríamos decir que Magnamalo y Gardevoir llevan una mezcla de esas historias en su esencia —añadió Beatrice, acariciando las páginas— esas inspiraciones se sienten en cada uno de sus momentos?

—Exacto, aunque no profundicé demasiado en cada aspecto. Solo quise darle ese matiz especial que cada una de estas relaciones tiene —concluyó Battler, mirando la imagen de Magnamalo y Gardevoir con una satisfacción evidente.

Battler dio vuelta la página con cuidado, revelando una adorable ilustración de Ralts, pequeño y radiante en su inocencia, junto a la solemne figura de Magnamalo y la protectora Gardevoir. Al ver esa imagen, una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Ahora, algo curioso sobre este pequeño —dijo señalando a Ralts— su presencia en la historia fue, digamos, una especie de giro afortunado para Magnamalo...y, claro, no nos podemos olvidar de Gardevoir. La existencia de Ralts no solo le añadirá algo de ternura a la historia, sino que además fue una oportunidad crucial para Magnamalo, que realmente necesitaba una chispa de bondad en su vida nueva.

Beatrice asintió, mirando la imagen con dulzura.

—Eso sí, aún no revelaremos los detalles de cómo este pequeño se convirtió en una pieza tan importante junto con Gardevoir —agregó Battler, con un guiño de complicidad— ya llegará el momento en el que Magnamalo tenga su turno de contar su versión. Solo diré que, en muchos sentidos, Ralts y Gardevoir se convirtieron en el lazo que une a estos tres seres de mundos tan diferentes.

Cuando Battler pasó la página, una nueva figura apareció ante los ojos de ellos dos y de los espectadores: Asterion, el Malzeno primordial, con una apariencia digna y majestuosa, irradiando una elegancia intimidante. Su mirada severa y su postura imponente dejaban ver por qué era conocido como el santo rey de Vimoksha, y Battler no pudo evitar notar el aura de poder latente que emanaba de él.

—Asterion...—comenzó Battler con un tono serio— este personaje tiene una profundidad y complejidad que va mucho más allá de lo que puede parecer. Su verdadera esencia está marcada por lo que yo llamo "amor inmutable", un núcleo puro y poderoso que yace desaparecido. Si llegara a recuperar su "corazón", su poder alcanzaría niveles inimaginables.

Beatrice lo miraba atentamente, comprendiendo el peso de esas palabras. Asterion no era solo un personaje con gran fuerza; su carencia de comprensión de las emociones lo hacía alguien aterrador en todos los sentidos.

—Es curioso, no? —prosiguió Battler, con una media sonrisa— las llamas que vemos ahora, las "llamas de la inutilidad", apenas son un reflejo débil y patético de lo que Asterion realmente podría ser. A simple vista, estas llamas parecen solo un recurso de batalla, pero para él son una expresión de lo tan incompleto qu esta, de la ausencia de aquel amor que lo llenaba de propósito. Sin ese amor inmutable, su poder se desvanece en algo incompleto, casi trágico. Y, en el fondo, es casi como si Asterion prefiriera no recordar el porque de la existencia de estas llamas...quizá por algo mas? Quien sabe.

Beatrice observó la ilustración de Asterion, pensativa, mientras que Battler continuaba explicando la paradoja de este santo rey:

—Así que, en resumen, Asterion aún se mantiene lejos de su verdadero potencial. Sus llamas actuales solo muestran cuánto ha perdido de sí mismo, y es precisamente su amor lo que podría restaurarlo. Pero si ese momento llegara, sus poderes no solo serían inmensos; se convertiría en algo que iría mucho más allá de la comprensión de quienes lo rodean. Un santo rey capaz de renacer con una fuerza inquebrantable.

La imagen de Asterion parecía cobrar vida con cada palabra, y ambos observaban al santo rey, sumidos en la reflexión sobre el camino incierto que tenía por delante y el enigma que planteaba su incompleto y, al mismo tiempo, colosal poder.

Al pasar la página, el perfil de Negin se reveló con detalles: una Hatterene con una gracia gélida y una elegancia serena, con ojos que, pese a su calma aparente, parecían guardar secretos de un pasado tumultuoso. Beatrice, con una sonrisa de satisfacción, no tardó en explicar la relevancia de Negin en la historia, aclarando que, de hecho, fue idea suya darle vida a este personaje.

—Negin no es solo una seguidora y consejera de Asterion—comentó Beatrice con un toque de orgullo— su origen tiene raíces bastante profundas y emocionales. Hubo una época en la que Asterion, cuando aún poseía su "corazón" y todo lo que eso significaba, la rescató de una situación que la hubiera llevado a la muerte. En ese instante, Asterion, movido por ese amor inmutable, no solo la salvó; la acogió como su propia hija.

La figura de Negin, con su expresión solemne y la lealtad casi sagrada que demostraba hacia Asterion, cobró un nuevo matiz. Battler sabía que ella no era solo una seguidora; entre Asterion y ella, existía esa conexión de padre e hija.

—Aun cuando Asterion ha perdido ese "corazón" que le daba un propósito tan claro y poderoso —continuó Beatrice con ternura— algo en su naturaleza de padre sigue intacto. Hay un instinto, que lo mantiene atento a Negin, que lo hace cuidar de ella a su manera, incluso sin ser consciente de que lo hace. Tal vez sea lo último que le queda, aunque sea solo como un tipo de guía de su mente...un pequeño reflejo de lo que alguna vez fue, y un vínculo que lo conecta con su pasado.

Battler asintió, observando la imagen de Negin y considerando la peculiar dualidad en la relación que mantenía con Asterion: ella le era fiel sin reservas, lo aconsejaba y lo apoyaba, pero en el fondo, lo hacía con la devoción de alguien que veía en él una figura paternal. Esa conexión tenía un tinte casi trágico, pues Negin recordaba al Asterion con corazón que ya no existía, mientras Asterion seguía siendo, en esencia, el padre que alguna vez la salvó, aunque ahora incompleto y distante.

—Y eso es lo fascinante—reflexionó Battler—, cómo incluso sin su "corazón", hay algo en Asterion que todavía lo liga a Negin. Quizá ella sea la única que conserva una parte de aquel santo rey que, en su momento, era capaz de darlo todo por amor.

Y así, ambos quedaron en silencio, admirando la complejidad de la relación entre el rey y su consejera, marcada por la ausencia, la memoria y un instinto paternal que aún persistía, como un eco del ser que Asterion alguna vez fue.

La imagen de Vartan, el Nargacuga Lunar, adornaba la página siguiente del libro, mostrando su pelaje plateado bajo una luna resplandeciente. Su apariencia irradiaba tanto misterio como majestuosidad; un ser nacido de sombras, pero cuya presencia parecía brillar con una luz propia, ajena a las leyes de la naturaleza. Beatrice, con un toque de solemnidad y orgullo en su voz, empezó a revelar más sobre él:

—Vartan es...una anomalía—explicó con calma, observando la ilustración mientras sus dedos deslizaban la página— noo pertenece ni ahí ni allá, ni siquiera al plano de existencia de ese mundo. Su mera existencia desafía las normas de la realidad...es, después de todo, el más extravagante del "número 7".

Battler, intrigado, levantó una ceja y comenzó a preguntar qué era ese "número 7", pero Beatrice se limitó a sonreír enigmáticamente, colocando un dedo sobre sus labios en señal de silencio. Sin querer arruinar el misterio, él no insistió, aunque la curiosidad se le escapaba en la mirada.

Beatrice continuó, cambiando el tono al revelar las habilidades únicas de Vartan:

—Vartan posee la capacidad de adquirir ciertos rasgos de otros seres cuando los derrota en combate. No solo toma algo tangible...sino también cualidades intangibles. Así es como obtuvo el habla: arrebatándosela a un humano tras una victoria. Es una habilidad inusual, un tipo de "robo existencial", por llamarlo de algún modo—explicó, haciendo una pausa mientras Battler procesaba lo que eso implicaba, a fin de cuentas, su esposa también escribía los cápitulos.

—¿Y eso significa que también podría adquirir emociones?—aventuró Battler, recordando lo que habían mencionado antes sobre el "corazón" de Asterion.

Beatrice asintió lentamente, su expresión tornándose seria.

—Justamente. Vartan también robó un fragmento de Asterion, ese "corazón" inmutable que alguna vez definió al rey santo. Al tomarlo, se convirtió en un ser con emociones, algo que, en teoría, un ser como él jamás debería haber experimentado. Su naturaleza le debería haber hecho indiferente a tales cosas...pero ahora, esas emociones lo atan, lo cambian, y hasta lo confunden demasiado. Así, con cada ser que vence, Vartan no solo se fortalece; en cierto sentido, también se convierte en algo nuevo, aunque...quizá nunca llegue a ser completo.

Battler contempló esta complejidad en silencio, pensando en la vida de un ser condenado a absorber fragmentos de otros para encontrar una identidad propia. El destino de Vartan parecía cruel y fascinante a la vez; aunque ganara habilidades, siempre sentiría la carencia de algo, como un rompecabezas cuyas piezas nunca encajan del todo.

—Entonces...Vartan es mucho más que un simple reencarnado—concluyó Battler en voz baja, impresionado.

—Mucho más—afirmó Beatrice, su mirada resplandeciendo de un modo casi maternal hacia el libro— el es el traductor del Ω y  ω.

La página siguiente del libro se abrió con múltiples signos de interrogación dispersos en un fondo oscuro, cada uno de ellos destacando en dorado y púrpura. Era evidente que el contenido de aquella sección permanecía oculto a los ojos de los lectores. Battler soltó una risa nerviosa, sabiendo que ese misterio había sido planeado desde el inicio.

—Bueno, parece que algunos secretos aún están bajo llave—dijo con una sonrisa mientras pasaba la mano por el borde de la página, como si intentara mantener a raya su propia curiosidad. Beatrice, siempre cómplice en su juego, compartía su expresión cómplice y misteriosa.

—No sería divertido revelar todo de una vez, verdad, querido?—dijo ella con una voz suave, aunque en sus ojos brillaba un destello de anticipación.

Battler asintió, sintiendo la emoción de dejar esas piezas en suspenso, sabiendo que, eventualmente, cada uno de esos misterios cobraría vida en el momento perfecto.

—Ciertamente habrá intriga, pero todo valdrá la pena—explicó, mirando a Beatrice— así que, por ahora, estos signos de interrogación serán un pequeño recordatorio de que lo mejor...aún está por venir.

Ambos sonrieron ante la promesa implícita que dejaban tras esa página y avanzaron en el libro, cada vez más inmersos en la travesía de sus propios personajes y misterios.

Al avanzar de página...algo curioso se presentaba. Battler observó con una seriedad inusual la imagen de ese Magnamalo oscuro que adornaba la página, dejando un silencio tenso en el aire. Esta versión de Magnamalo era una sombra de lo que el protagonista era en la actualidad: un ser tétrico, atrapado en un abismo de vacío. La imagen proyectaba una visión aterradora, reflejando un cuerpo desgastado que, incluso si no tuviera carne ni sangre, continuaría moviéndose bajo una voluntad implacable.

—Magnamalo enfrenta dos posibles destinos—explicó Battler, sin quitar la vista de aquella figura tenebrosa— la primera ruta es la que ahora sigue, aquella en la que ha encontrado algo de paz y pertenencia junto a Ralts y Gardevoir. Una ruta en la que su humanidad aún brilla a pesar de la fiereza de su nueva forma.

Sin embargo, sus palabras se tornaron sombrías al mencionar la otra opción.

—Pero...la segunda ruta, la que llamo "la carnicería", es su caída total—continuó en un tono más bajo— si sucumbiera por completo a los instintos oscuros de su nuevo cuerpo, Magnamalo perdería la poca razón que le queda, convirtiéndose en un ser sin rastro de humanidad. Atrapado en un abismo de carnicería y matanza sin fin, un vacío inmutable que lo consumiría hasta no quedar nada más que una cáscara sin vida, movida únicamente por la necesidad de destruir.

Beatrice lo observaba en silencio, comprendiendo el peligro de una senda así, una donde el mismo destino de Asterion amenazaba con repetirse en una forma incluso más cruel. no un amor inmutable, si no un vacío inmutable, donde no hay carne ni sangre.

—Un cuerpo sin mucha consciencia que sigue adelante, impulsado por un deseo de muerte absoluto...es como si el alma misma se apagara, dejando solo una máquina de odio y devastación—murmuró Beatrice, con una nota de empatía en su voz.

Battler se detuvo un momento, sopesando cada palabra antes de adentrarse en la oscura visión de lo que podría ser este "Magnamalo de la carnicería".

—Si Magnamalo hubiera tomado esta ruta—empezó, dejando escapar un suspiro— habría seguido entrenando, empujando sus habilidades a un límite impensable. Imaginen que, en su deseo de poder, hubiera logrado algo inconcebible: cortar y manipular a los espíritus mismos, y con ello, consumir sus almas a través de su fuego prácticamente sobrenatural. Al principio, esta habilidad habría parecido inofensiva, quizás hasta justa si la usaba contra amenazas que lo superaran.

Beatrice lo miraba con intensidad, mientras Battler continuaba su narración.

—Sin embargo, cada alma que absorbía no desaparecía por completo; se adhería a su ser, como un peso silencioso y sombrío que se acumulaba sin que él lo supiera. Con el tiempo, esas almas comenzaban a resonar en él, sus deseos de vivir, sus miedos y desesperaciones penetraban en su mente, impulsándolo cada vez más a consumirlo todo, como si en ese consumo hubiera alguna redención. Y así fue como poco a poco Magnamalo dejó de ser él mismo, hasta que la compulsión de destruir y absorber se convirtió en su única razón de existir.

El silencio de Battler era casi fúnebre mientras explicaba el final de ese camino.

—Consumió todo, hasta que no quedó nada. Su ansia creció de tal manera que él mismo fue una plaga para el universo, devorando cada alma que se cruzaba en su camino...hasta que, finalmente, quedó completamente solo. Magnamalo se había condenado desde la primera alma que consumió; al absorber todas las almas del universo, había alcanzado un poder absoluto, sí, pero también un vacío absoluto. El vacío de quien, al final, es el único ser vivo...un ser que ya ni siquiera está vivo, pues al final, él mismo es un cadáver andante, uno que solo existe en la nada absoluta que creó.

Beatrice suspiró, sus ojos reflejando una mezcla de horror y compasión.

—Es un destino en el que la misma fuerza de su alma se convierte en su perdición—añadió ella suavemente— en este escenario, él se destruyó al buscar dominar la muerte misma.

Battler asintió, ambos comprendiendo que, en esa ruta alterna, la esencia misma de Magnamalo se había desvanecido, dejando solo una sombra eterna, atrapada en el eco de las almas que un día consumió.

Battler manifesto una pantalla donde se podía ver en aquel vacío la figura de Magnamalo, donde su propia voz comenzó a hablar, llena de un tono sombrío y profundo que parecía provenir de un lugar remoto y quebrantado. La imagen de ese Magnamalo despojado de todo rastro de humanidad llenaba el espacio, su figura apenas reconocible, más una sombra retorcida que una criatura viva.

—"La gente a menudo me entiende mal..."—repitió la voz, su eco envolviendo la sala—"...no soy particularmente aficionado a las batallas y no disfruto matando. Había simplemente demasiadas personas con las que no lograba llevarme bien y me llevó mucho tiempo lidiar con ellas."

Cada palabra estaba cargada de una resignación oscura y de una calma inquietante, como si cada pensamiento estuviera impregnado de la agonía de los millones de almas que había consumido.

—"Nunca tuve el lujo de ignorarlos desde el día en que consumí la primera alma..."—La voz parecía temblar, o tal vez era el peso de los recuerdos infinitos que vibraban en ella—"seguramente, con paciencia, no habría hecho ninguna diferencia."

Battler y Beatrice intercambiaron una mirada silenciosa, ambos conscientes de la profundidad de aquel vacío que ahora definía a esta retorcida existencia de Magnamalo.

La voz de Magnamalo se volvió más serena, casi melancólica, mientras relataba con una calma inquietante aquella desgarradora rutina que lo había consumido por completo.

—"Por eso tomé la opción de la pelea y me entregué con todo mi corazón a esta forma de vida"—continuó, como si estuviera compartiendo una simple anécdota—"no había nada más que decir ni pensar. Me golpearon, me apuñalaron y me acuchillaron...así que les devolví esa situación. Miré a los ojos a mis enemigos, escuché sus gritos de muerte, derramé mi propia sangre y la de los demás."

Mientras hablaba, la crudeza de sus palabras parecía desvanecerse, como si todo aquello fuera algo natural, una serie de actos tan básicos como respirar o beber agua. El relato comenzaba a fluir con la extraña cadencia de quien ha encontrado en la violencia una función vital.

—"Para mí, eso era como comer o respirar: una función básica necesaria para la vida"—continuó, su voz deslizándose en un tono más personal, casi reflexivo—"luego estaban los que me decían tonterías sobre que debía descansar, que ya había hecho suficiente...e incluso que estaban preocupados por mí."

La calma en su voz contrastaba con el horror implícito en sus palabras. Era una resignación fría y desprovista de culpa, como la lógica implacable de una tormenta. Y aunque el tono no tenía ya rabia, había en él un vacío desconcertante, como si aquellas memorias no fueran de un ser consciente, sino del eco de un espectro condenado a vagar sin fin.

—"No eran unos pocos, ni mucho menos..."—murmuró, dejando sus palabras suspendidas en el aire como cenizas dispersas por el viento.

Battler permaneció en silencio unos segundos antes de desaparecer la pantalla, contemplando el espacio vacío donde hasta hace poco flotaban aquellas sombrías palabras de Magnamalo. No había mucho que decir. Incluso en sus incontables viajes y confrontaciones, esa visión de la criatura era...irreversible. Un caso perdido, uno que quizá ni él mismo habría querido intervenir.

Con un suspiro, volvió la mirada hacia Beatrice, quien le devolvía una expresión comprensiva, aunque también con el mismo toque de desolación. Sin decir nada, ambos compartieron un silencioso acuerdo y se volvieron hacia la cuarta pared, sus miradas atravesando la realidad de su escenario y posándose en aquellos que observaban desde el otro lado. Era como si, por un instante, aquella conexión invisible traspasara las dimensiones, recordando que había cosas en las historias que no siempre necesitaban de una resolución o un cierre perfecto.

—"Eso será todo por hoy,"—declaró Battler con una sonrisa amable, aunque teñida de un deje de melancolía. Beatrice asintió junto a él, dejando caer suavemente su mano sobre la suya.

Ambos sabían que el descanso, al menos por esta vez, era la única opción sensata.


FIN.

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