Ataque

Al entrar en la cueva, Magnamalo observó a Gardevoir y a Ralts concentrados en su entrenamiento. Gardevoir estaba enseñándole al pequeño Ralts a canalizar su energía psíquica, mostrándole cómo crear un pequeño escudo para protegerse. Al notar la presencia de Magnamalo, sus ojos se iluminaron, y le dio una suave bienvenida con un gesto amistoso.

"Magnamalo!" Saludo ella, acercándose con curiosidad. "¿Qué ha pasado, Magnamalo? Sentí una energía extraña en el ambiente y luego tu ausencia por un momento."

Magnamalo, a través de la conexión mental que Gardevoir mantenía, le relató lo sucedido en el bosque. Explicó cómo había enfrentado a una bestia salvaje, un oponente tan formidable que lo obligó a llevar sus habilidades al límite. Describió la intensidad de la batalla, los rugidos que hicieron retumbar la tierra, y cómo, en el momento crucial, recurrió al "Owari no Kikan" para superar la ferocidad de su adversario.

"Fue una prueba, una de las mayores que he enfrentado desde que llegué aquí." Explicó Magnamalo, su voz mental transmitiendo el respeto que sentía por el desafío enfrentado. "No te preocupes ahora; he regresado en una sola pieza, y he confirmado que mi técnica está a la altura...aunque fue agotador."

Gardevoir asintió, comprendiendo la importancia de ese combate para Magnamalo. Aunque él no mencionó el nombre de su adversario, podía percibir la gratitud que sentía, como si hubiese encontrado un propósito renovado en aquel enfrentamiento.

"Ya veo." Dijo ella suavemente, sus pensamientos llenos de aceptación. "Siempre encuentras la manera de mejorar y protegernos a Ralts y a mí. Estamos orgullosos de ti."

Magnamalo observó a Gardevoir y a Ralts y se sintió reconfortado por su presencia. Esta familia que había encontrado en ellos le recordaba la razón por la que decidió continuar con su entrenamiento para protegerlos de este mundo.

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Unas 4 horas pasaron, donde comieron y entrenaron de manera muy activa. Gardevoir observaba el entorno con tranquilidad, sentada junto a Magnamalo en el suelo mientras Ralts jugaba despreocupado con unos Pikipek cercanos. Ella miraba a Magnamalo, pensativa, antes de romper el silencio con una pregunta que había estado rondando su mente desde hacía un tiempo.

"Magnamalo..." comenzó, en un tono tranquilo pero cargado de curiosidad y algo de seriedad. "Hay algo que me intriga profundamente...por qué, cuando trato de leer tus pensamientos, me encuentro con una especie de barrera? No logro ver más allá de lo que decides compartir. Quién eres realmente, Magnamalo?"

Magnamalo, recostado en el suelo, sintió que la pregunta de Gardevoir tocaba una parte de él que había intentado mantener oculta. Pensó con cuidado, sintiendo la presión de encontrar la respuesta adecuada. Sabía que no podía contarle su verdadera naturaleza, aquella de haber sido un humano de otro mundo, pues eso podría desconcertarla y quizá llevar a situaciones que prefería evitar. En lugar de eso, decidió compartir algo que pudiera dar contexto sin revelar toda la verdad.

"Es...complicado, Gardevoir. Mis recuerdos y pensamientos son difíciles de desentrañar, incluso para mí." Comenzó Magnamalo con una pausa. "Vine de un lugar que no tiene nada en común con este mundo; es como un sueño al que he despertado sin entender cómo llegué aquí. He visto cosas y he aprendido a pelear de maneras que no sabría explicar...pero no son recuerdos que quieras tener."

Gardevoir lo miraba en silencio, analizando cada palabra, como si intentara comprender la esencia de lo que decía. Magnamalo sabía que aún podía sentir su duda, pero ella no presionó, respetando el espacio que él había pedido.

"Entiendo entiendo." Respondió finalmente. "Sé que debes tener tus razones para ser reservado. Aun así, quiero que sepas que puedes confiar en mí. Aunque sea un poco difícil para los dos, he llegado a valorar lo que eres y lo que haces."

Magnamalo la miró, sintiendo un peso menos en su espíritu. "Gracias, Gardevoir. No puedo contarte toda la historia...pero te prometo que siempre seré honesto en mis acciones."

En ese momento, ambos quedaron en un silencio cómodo, entendiendo que, aunque las palabras no lo dijeran todo, el lazo entre ellos seguía fortaleciéndose a través de su confianza mutua.

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Magnamalo estaba atrapado en un torbellino de pensamientos cuando se fue a cazar como de costumbre, entre su naturaleza destructiva y el resquicio de humanidad que aún albergaba. La combinación de su vida anterior y el instinto asesino de su cuerpo actual era una paradoja que, aunque extraña, lo definía de alguna manera, dos conceptos extranjeros que buscaban crear algo nuevo. Este conflicto interno era algo que siempre llevaría consigo, un reflejo de lo que había sido y lo que ahora era. Sin embargo, sus pensamientos se disiparon al instante cuando un nuevo adversario emergió ante él: Tapu Koko, el guardián de Melemele, surcando el aire con un aura de electricidad chispeante y mirándolo con una intensidad desafiante.

Tapu Koko lo observaba desde lo alto, sus ojos resplandecientes de determinación y un toque de advertencia. Era claro que su presencia había sido percibida como una amenaza al equilibrio de la isla. La presión en el ambiente era palpable, y Magnamalo comprendió que este no sería un enfrentamiento cualquiera. El aire se cargó de energía eléctrica cuando Tapu Koko soltó un rugido agudo, exigiendo respeto y preparándose para la batalla.

Magnamalo se tensó, sus garras listas para el combate mientras un fuego púrpura comenzaba a surgir desde su espalda y cola, intensificando su aura destructiva. En su mente, aceptó el desafío. "Así que tú también buscas proteger..." pensó, sintiendo una extraña conexión al comprender la misión de Tapu Koko, aunque sus razones fueran completamente opuestas. "Entonces ven...te mostraré lo que significa enfrentarse a una verdadera bestia."

Tapu Koko descendió en picada, lanzando un rayo que se dispersó en el suelo, mientras Magnamalo esquivaba y respondía con un rugido que hizo vibrar el entorno. Ambos se lanzaron al ataque, la deidad guardiana y el monstruo legendario, dos fuerzas de la naturaleza que, aunque diferentes en propósito, chocaban en una batalla donde ambos lo darían todo.

Cada embate entre Magnamalo y Tapu Koko creaba un estruendo que reverberaba a través de el bosque circundante, como si un grupo de espadas de obsidiana se enfrentara a una muralla inquebrantable. Las cuchillas de las patas delanteras de Magnamalo y su cola se movían con la precisión de un guerrero consumado, encontrando resistencia en los impenetrables escudos de los brazos de Tapu Koko, que brillaban con la energía de su habilidad. Era como si el mismísimo aire se partiera cada vez que los dos chocaban, su velocidad y poder reflejando la intensidad del combate.

"Tu defensa es formidable, guardián...no esperaba menos" pensaba Magnamalo, sin dejar de concentrarse en cada movimiento de su adversario. Pero no le molestaba en lo absoluto; por el contrario, ese desafío solo encendía más su espíritu. Tapu Koko emitía chispas en cada movimiento, desatando potentes descargas eléctricas que electrificaban el entorno. Pero Magnamalo no retrocedía: la adrenalina lo invadía, cada fibra de su ser estaba comprometida en demostrar su poder.

Magnamalo mantenía su postura firme, observando cada uno de los movimientos de Tapu Koko. Los ataques frontales y la posición defensiva del guardián dejaban poco margen para un enfrentamiento directo, pero cada milisegundo de combate le brindaba a Magnamalo una nueva perspectiva. La atención de Tapu Koko parecía centrarse principalmente en sus ataques desde el frente, mostrando una leve vulnerabilidad en su retaguardia que, con una estrategia precisa y controlada, podría aprovechar.

"Tu defensa es fuerte, pero todo escudo tiene un punto débil..." pensó Magnamalo, sintiendo cómo su entusiasmo crecía al imaginar un movimiento perfecto. Concentró su energía, fijando su mirada en la posible apertura. Rápidamente, con una velocidad que casi desafió su propio límite, ejecutó un salto giratorio, lanzando un coletazo con potencia hacia el costado de Tapu Koko para desestabilizarlo y, en el mismo impulso, posicionarse detrás de él. El guardián apenas tuvo tiempo para reaccionar, girándose con una fracción de segundo de retraso. Fue ahí donde Magnamalo lanzó una serie de ataques rápidos y precisos, apuntando a las zonas menos protegidas de Tapu Koko.

Tapu Koko, sacudido pero no vencido, contraatacó lanzando un destello de energía eléctrica que resonó por el bosque. Magnamalo retrocedió un instante, "Bien...sigamos, guardián...aún tenemos más por dar" pensó, con una mezcla de admiración y ansias de continuar el combate.

Los dos combatientes se adentraron cada vez más en el corazón del bosque, donde la luz apenas atravesaba las copas de los árboles y el suelo se volvía húmedo y enmarañado. Rayos y llamas cruzaban el aire en una danza frenética, iluminando las sombras con destellos de energía pura. Magnamalo, concentrado en cada movimiento de Tapu Koko, se abstuvo de usar su técnica definitiva. Este no era un combate para la destrucción, sino una prueba de fuerza y habilidad.

"No te subestimaré, guardián...pero no es mi intención destruirte", pensó, manteniendo un ritmo firme pero sin llegar a desbordarse en poder. Aunque ambos estaban extenuados, sus ataques seguían con la misma precisión, como si cada golpe fuera una extensión de su voluntad. Magnamalo no podía evitar una leve sensación de respeto por Tapu Koko, quien defendía su territorio con una fuerza y convicción que incluso él podía admirar.

Finalmente, en un instante de tregua, ambos se detuvieron, jadeando en sus posiciones opuestas. Tapu Koko mantenía la guardia alta, pero había en sus ojos una chispa de reconocimiento hacia el extraño y poderoso visitante. El bosque, ahora silente, parecía también contener la respiración en espera de cuál sería el siguiente movimiento.

Magnamalo y Tapu Koko se observaron con intensidad, sus miradas cruzando un entendimiento silencioso. Ambos sabían que la batalla había sido suficiente para medir el poder y las intenciones de su oponente; no había necesidad de más. En un simple asentimiento, acordaron la tregua.

"Este combate fue suficiente...hemos comprobado nuestras fuerzas," pensó Magnamalo, reconociendo en Tapu Koko la fiereza de un verdadero guardián. Los rayos que rodeaban al legendario comenzaron a disiparse, y su figura se relajó mientras observaba al guerrero forastero, su expresión mostrando que ya no lo veía como una amenaza para Alola.

Mientras ambos se retiraban, Magnamalo sentía una extraña paz. Había ganado algo más que un simple combate: el respeto del protector de la isla. Sin necesidad de palabras, los dos partieron en direcciones opuestas, el uno sabiendo que el otro siempre sería un rival digno.

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De regreso en la cueva, Magnamalo se sumergió en sus pensamientos. Sabía que los ataques físicos, por devastadores que fueran, no siempre alcanzarían a aquellos que habitaban más allá del plano tangible: los tipo Fantasma. Sentado en la oscuridad, cerró los ojos, sumergiéndose en un entrenamiento mental profundo, buscando visualizar el concepto de un corte que trascienda la materia.

Mientras tanto, Gardevoir y Ralts observaban en silencio. Con sus habilidades psíquicas, ambos sentían las olas de concentración y determinación que emanaban de Magnamalo, un aura intensa y casi insondable.

"Tu persistencia es admirable." Transmitió Gardevoir en un susurro mental, como una muestra de apoyo.

Magnamalo respondió agradecido, sintiendo la compañía de su prácticamente familia como un pilar para su evolución. 

Magnamalo profundizaba en sus pensamientos mientras intentaba comprender el misterio de la muerte. En su mente, se formulaba una verdad filosófica inquietante: la muerte no era simplemente el fin de una vida; era el destino intrínseco de toda existencia. Lo veía en cada ser, en cada proceso que lo rodeaba. El tiempo, esa fuerza inevitable, moría lentamente mientras se expandía el universo...nada era inmortal en realidad, ni siquiera los legendarios que parecían eternos, ni siquiera los mas grandes mundos.

"La muerte...es algo mas allá de mi comprensión en realidad" murmuró mentalmente. "No es solo un fin; es una transición. Todo termina, y en ese fin...quizá hay algo más de lo que puedo comprender..."

Para ir más allá de lo físico y desafiar a los fantasmas, debía asimilar que el concepto de muerte no era un enemigo, sino un elemento inevitable, un balance. Visualizó sus ataques cruzando no solo el aire y la carne, sino también el velo que separaba lo tangible de lo etéreo. Gardevoir, percibiendo su concentración, se mantuvo en silencio, respetando ese momento introspectivo mientras Ralts escalaba por el cuerpo de Magnamalo.

"Quizá, para tocar lo intangible debo entender el vacío..."

Magnamalo se sumergió en la contemplación de ese concepto absoluto: el vacío. La nada, la ausencia de toda materia, la suspensión de todo significado...era el misterio que se escondía en el espacio entre las estrellas y en el abismo de un agujero negro. Aquel silencio eterno y frío era, en esencia, la culminación de la existencia. Nada, ni el tiempo ni el espacio, existía en aquel vacío; era la frontera donde incluso la realidad se difuminaba.

"Qué es en verdad?" meditó. "Es solo la ausencia de todo...? Quizás la ausencia en absoluto..."

Comprendía que, si lograba abrazar esa ausencia, podría transformar su técnica en algo que trascendiera lo físico. Para hacerlo, debía despojarse de su apego a lo tangible. Si comprendía el vacío como un elemento de la realidad, podría canalizar esa energía invisible en sus movimientos, en sus cortes...tal vez, hasta en su propia voluntad.

"El vacío no es una debilidad..." continuó, "es la esencia de todo lo que algún día no será..."





FIN.

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