Un momento incómodo
Una fría mañana de invierno en el castillo de Hogwarts, Remus Lupin divisa a lo lejos un gran perro negro corriendo alrededor del lago. Se fija un poco más; muy cerca del animal, distingue a un joven de gafas sentado en el césped. El chico tiene la espalda apoyada en un árbol. Lupin se lo imagina riendo mientras ve corretear al perro. Piensa en acercarse, pero no se atreve.
Después de lo que ocurrió ayer, no sabe si le va a poder mirar a los ojos de nuevo.
***
Lupin le besa con fiereza y con ganas de devorar cada parte de su cuerpo. Tan suave y a la vez tan áspera y real, la piel de Sirius se eriza con cada roce de las yemas de los dedos de su lobo. Sus lenguas luchan por dominar la pelea de besos en la que se están perdiendo los dos.
No importa que James esté a punto de venir a buscar a Sirius para ir a entrenar.
No importa que Peter le dijera a Lupin que se pasaría a por unos apuntes que necesitaba.
No importa que Lily lleve media hora esperando a Remus en la Sala Común para ir a dar un paseo que con toda probabilidad acabe en la biblioteca.
Nada importa más que los brazos de Black rodeando la cintura de Lupin mientras este último suelta de vez en cuando el nombre del chico que le tiene enamorado desde su segundo curso juntos en Hogwarts.
Remus abre los ojos y la imagen cambia radicalmente: solo ve el techo de su habitación. Se da cuenta de dónde está su mano y de que está sudando, y comprende que solo ha sido un sueño. Un maravilloso sueño que le ha puesto tan contento que ha empezado a tocarse y ni se ha dado cuenta.
Como tampoco se había dado cuenta de que no está solo en el cuarto y de que, a juzgar por la cara de Sirius, probablemente ha dicho su nombre de verdad.
La expresión de sorpresa de Canuto solo se compara con la de vergüenza de Lupin.
El silencio se extiende y se coloca entre ellos, poniéndose cómodo. Remus casi se olvida de sacarse la mano del pantalón, pero cuando lo hace tiene que resistirse mucho para no volver a meterla al ver a Sirius mirando fijamente la zona.
Ninguno sabe qué hacer ni qué decir. Lupin intenta no mirarle y Sirius no puede apartar su vista de él.
Black jamás pensó que olvidarse la camiseta del equipo le permitiría ver semejante espectáculo. Al entrar vio a Lunático dormido y cogió las cosas deprisa para no molestarle. Estaba casi saliendo cuando escuchó su nombre, pensando que su amigo le llamaba. Cómo explicar lo que sintió cuando descubrió que seguía dormido y que estaba diciendo su nombre en sueños. No tenía excusa alguna para quedarse presenciando algo que seguramente Lupin no quería que viera, pero no era capaz de apartar la vista de una zona en la que no se había fijado antes y que su amigo mimaba mientras repetía su nombre.
Sirius Black era incapaz de explicar por qué ver a su amigo masturbarse pensando en él le había puesto más caliente que cualquier polvo que hubiera echado en su vida.
La situación se estaba volviendo realmente incómoda. Ninguno de los dos se atreve a romper el silencio. Poco después, ambos escuchan a James llamando a Sirius desde el pie de la escalera, gritándole que se diera prisa para que no llegaran tarde al entrenamiento.
Black tiene intenciones de despedirse, de decir algo, lo que sea; pero Remus no le mira, se le nota muy avergonzado y Sirius decide marcharse sin más, a sabiendas de que ahora no tiene tiempo para la conversación que deberían tener.
En cuanto su amigo desaparece por la puerta de su habitación, Lupin empieza a sollozar de puro pánico. Puede que se haya cargado la mejor amistad que ha tenido en su vida.
***
Lupin no había conseguido dormir casi nada esa noche. Probablemente su amistad con Sirius se acabaría para siempre por ese estúpido sueño húmedo. ¿Cómo iba a poder hablar con él ahora? La tarde anterior después del incidente no se habían atrevido a mirarse a la cara. Remus había fingido estar demasiado cansado y se había acostado prontísimo. Lily y James se habían preocupado, pero él se las ingenió para convencerles de que solo estaba cansado por su examen de Aritmancia.
Sirius también había estado raro toda la tarde. Demasiado pensativo, había dicho Lily, y Sirius nunca piensa nada. James no había podido evitar darle la razón, pero no consiguió sacarle el motivo de su comportamiento. Ya me lo contará, pensó.
Por la mañana, al despertarse y comprobar que Lupin no estaba en su cama, Black pidió a Potter que le acompañara a dar un paseo por el lago. Quería pensar, y cuando se transformaba en perro todo era mucho más simple. Podía dejarse llevar mucho más por sus sentidos y decidir qué hacer para que esta situación no continuara así. No podían pasarse todo lo que les quedaba en Hogwarts evitándose.
Pero lo cierto es que también quería hablar con él sobre lo que había ocurrido. Sirius había rememorado la escena por la noche y no había podido evitar tocarse con la imagen de Lupin diciendo su nombre. Hasta hubo un momento en el que su imaginación hizo variar la escena: en vez de tocarse a si mismo, la mano de Sirius se paseaba por los pantalones de Remus. Esas imágenes le asustaron, pero no podía negar que también le habían gustado. ¿Qué pasaría si se metiera en su cama y empezara a tocarle? ¿Le apartaría o le seguiría? ¿Quería comprobarlo? Sí. Sí que quería. Le asustaba lo mucho que quería y le molestaba no haberse dado cuenta antes. Con lo listo que era para unas cosas y lo lento que era para otras.
Black corre por el lago mientras James le observa. Esta mañana él se ha despertado antes que Sirius, y ha visto que lo primero que ha hecho su amigo al levantarse ha sido mirar a la cama de Remus. Sus sospechas han sido confirmadas; algo ha pasado entre ellos dos.
—¡Canuto! – James recibe un ladrido por respuesta mientras el perro se acerca a él.
De repente, el animal se convierte en un muchacho de pelo negro y cara traviesa. Se pone de nuevo su ropa y se sienta en la misma postura que Potter.
—¿Qué pasa, Cornamenta? – Sirius se siente algo mejor. Ha decidido que quiere hablar con Lupin y aclarar lo que sienten ambos.
—No, ¿qué pasa contigo y con Lunático?
Sirius se queda callado, consciente de que no le va a servir de nada negarlo. No quiere contarle los detalles para no propagar la intimidad de Remus, pero le vendría bien su visión externa aunque a la vez algo interna del asunto.
—Ayer pasó algo.
—No hace falta que lo jures. ¿Os liasteis? – Pregunta con tono esperanzador.
—¡No! – Suelta nervioso. - ¿Por qué lo dices con ese tono?
—Tío, eres el único que no se da cuenta.
—¿De qué?
—De que a Remus le gustas, Canuto.
Black se vuelve a quedar en silencio. Está acostumbrado a gustar, pero gustarle a su mejor amigo es algo muy serio. Podría perderle si algo sale mal.
—Oye tío, no pasa nada. – Intenta tranquilizarle James al ver su expresión. – Puedes contarme lo que ocurrió, y vemos que hacemos.
—Digamos que le encontré en una posición comprometida. Estaba soñando conmigo de esa manera. – Sirius agacha la cabeza, avergonzado. Pero es demasiado tarde, su amigo ya se ha dado cuenta.
—¡Te has puesto rojo! ¡Colorado! ¡Como un tomate! Nunca jamás te había visto así, Canuto.
Black golpea a James en el hombro por la exageración en sus palabras, pero sonríe. Los dos mantienen el gesto durante unos momentos. Potter vuelve a hablar con la intención de ayudar a sus dos amigos.
—¿Qué sentiste?
—¿Qué es esto, Potter? ¿Un consultorio sentimental?
—Ponte serio por una vez en tu vida, Black. – Su mirada no deja lugar a réplicas. Alguna vez tenía que ser la primera.
—Más caliente que en toda mi vida. – Mas sincero imposible.
James se empieza a reír.
—¿Dónde está tu seriedad ahora, Potter? – Sirius le mira enfadado y sin entender su repentina carcajada. - ¿Qué te hace tanta gracia?
Cuando consigue calmarse un poco, contesta.
—Me parece gracioso que, teniendo tan claro eso, estés ahora mismo aquí y no buscando a Lupin para follártelo en cualquier rincón del castillo.
James se mete las manos en los bolsillos y sonríe a Sirius como si acabara de hacerle descubrir el mejor secreto del mundo. Y es que probablemente lo haya hecho.
Sin dudar un momento más, abraza brevemente a su mejor amigo y echa a correr en dirección a la biblioteca.
Esa noche la Casa de los Gritos resuena con los aullidos de un lobo y los gemidos de un perro.
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