Capitulo 13: Propuesta Invertida
Los días transcurrían como una tortura lenta. Dondequiera que iba, Tobirama estaba ahí, siguiéndome como una sombra.
Desde aquella noche en el bar, podía sentir su mirada fija en mi espalda, persistente, como si al observarme pudiera reconstruir lo que había perdido. Intenté ignorarlo al principio, convencerme de que se cansaría con el tiempo, pero Tobirama no era de los que se rendían fácilmente.
Había sido una decisión difícil, pero necesaria. Mi mente regresaba una y otra vez a las palabras de Hashirama: "Si realmente lo amas, déjalo sanar. Darle respuestas ahora podría destruirlo más." Había asentido en ese momento, creyendo que sería sencillo. Pero con cada mirada furtiva de Tobirama, cada destello de confusión en sus ojos, me daba cuenta de que esta distancia me estaba destruyendo a mí también. Esto era difícil también para mi, ya no soportaba.
No sé en qué momento la paciencia que me quedaba empezó a romperse. Tal vez fue al verlo esperarme fuera del dojo después de entrenar, o al cruzarlo en el mercado por cuarta vez en la semana. Me estaba empujando al límite, y no podía más.
Fue una tarde, mientras caminaba hacia casa, cuando lo vi de nuevo. Él estaba allí, fingiendo casualidad, aunque sabía que no lo era. Algo dentro de mí simplemente explotó.
—¡Basta! —le grité, deteniéndome en medio del camino. Mi voz resonó más fuerte de lo que esperaba, atrayendo miradas curiosas, pero no me importó.
Él se detuvo también, sorprendido, pero no retrocedió. En lugar de eso, avanzó un paso hacia mí.
—Izuna, solo quiero hablar.
—¿Hablar? ¿De qué quieres hablar? —espeté, mi respiración agitada por la furia contenida—. ¿De cosas que no recuerdas? ¿De algo que yo no quiero recordar? ¡Déjame en paz, Tobirama! No estoy interesado en ti ni en ayudarte a recuperar lo que sea que pienses que tuvimos.
Sentí cómo mis palabras lo golpearon, pero no se movió. Sus ojos me miraron con una mezcla de confusión y determinación que casi me hizo vacilar. Casi.
—No puedo dejarte en paz —dijo al fin, su tono bajo, pero firme—. No puedo, porque no he dejado de pensar en ti desde que desperté en ese hospital.
Por un momento, no supe qué decir. Mi garganta estaba seca, mi corazón latía con fuerza, pero no podía permitirme ceder.
—Eso no es mi problema —respondí finalmente, tratando de sonar indiferente.
Él dio un paso más hacia mí, acortando la distancia que me esforzaba tanto por mantener.
—Entonces dame un mes.
Sus palabras me descolocaron. Lo miré, confundido, creyendo que había escuchado mal.
—¿Qué?
—Dame un mes para intentar enamorarte.
Mi respiración se detuvo. Sentí como si el tiempo retrocediera, llevándome de vuelta a aquella misión, cuando yo mismo le dije esas mismas palabras. Mi mente me traicionó con el recuerdo de su rostro confundido y mi propia voz temblorosa al pedirle lo mismo. Era como si el universo hubiera decidido devolverme mi propia propuesta, pero en el peor momento posible.
El peso de su mirada era insoportable, pero no podía apartarla. Vi en sus ojos algo que me desgarró: una sinceridad tan pura que me rompió. Mi mente quería gritarle que no, que era una locura, que no podía permitirme caer de nuevo. Pero mi corazón estaba en guerra conmigo mismo.
Finalmente, le sonreí. No fue una sonrisa feliz, sino una débil, cargada de tristeza y nostalgia. Una que sabía que él no comprendería.
—Está bien, Tobirama… —murmuré, apenas capaz de formar las palabras.
Asentí, sintiendo cómo mi garganta se cerraba con las lágrimas que amenazaban con salir. Antes de que él pudiera decir algo más, me giré y caminé hacia casa. Cada paso era más difícil que el anterior, pero no me permití detenerme.
Al llegar, cerré la puerta tras de mí y me apoyé contra ella, dejando que el peso de la situación finalmente me derrumbara. Mi cuerpo se deslizó hasta el suelo, y entonces las lágrimas cayeron, silenciosas al principio, pero pronto se convirtieron en sollozos desesperados.
Tobirama no lo sabía, pero en ese momento yo también recordé lo que era amar y perder. Y aunque accedí a su propuesta, sabía en el fondo que el final no sería diferente. Mi decisión seguía siendo la misma: alejarlo era lo mejor para él, aunque me destrozara en el proceso.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top