Capítulo 010;
Me alegro que hallas decidido salvarle el pellejo a tu viejo padre y en aventurarte a pasar un mes conmigo. Eres una mujer muy inteligente, sinceramente es un placer, en muchas formas.
Tal vez no nos veremos mucho por el dia ya que normalmente trabajo, pero por la noche te aseguro que nos veremos, y mucho.
Te diré algunas reglas para que puedas pasar este mes.
Primero, no puedes utilizar tu móvil para llamar a tu padre, amigos o cualquier otra persona.
Segundo, no podrás salir a la ciudad al menos que te acompañe yo mismo.
Por último, como había dicho antes, tienes que cumplir tu mes entero, nada de largarte antes, un trato es un trato.
Espero que tú lo cumplas, así tú también disfrutaras de este mes. Aunque dudo que no lo hagas.....
P.D: En la caja hay otra cosa que quisiera que vieras, te aseguro que te gustará.
Jos'.
Madison arrugó rápidamente el papel y lo tiro contra la pared con fuerzas. El muy imbécil la iba a tratar como si fuese una esclava, no la dejaría utilizar su móvil, no podría salir si quiera, estaría como una esclava. Cómo su esclava.
Era un absoluto idiota, en aquellos momentos ella simplemente queria salir de aquel lugar y volver a Houston. Todos los planes que tenía para sus vacaciones terminaron en la basura y ahora estaba allí. En una mansión de Nueva Orleans, esperando, para que la utilizara como juguete.
Maldijo en voz alta y se sentó en la cama. ¿Ahora que tenía que hacer? ¿Esperar a que se hiciera noche para que se acostara con ella? Dios santo, en serio que estaba loca, a veces dudaba de su inteligencia. Una persona inteligente no haría eso....¿O si?
Estaba segura que no volveria a dirigirle la palabra a su padre después de esto. Se suponía que un verdadero padre no ofrecía su hija para que no lo chantajeara. Se rió al pensar que John la trataría como una hija alguna vez, solo intentaba controlarla como si tuviese aún dieciséis. Observo la caja abierta y saco lo que había adentro. Sabía que era algo liviano, como tela, y le dió curiosidad ver qué era.
Puso una mano en su estómago cuando este gruño reclamando comida.
Tal vez después de todo debería pasarse por la cocina a comer algún bocadillo, dejo a un lado el envoltorio.
Salió de su habitación y se dirigió a la cocina. Cómo se lo imaginaba aquella cocina era el sueño perfecto de cualquier chef. Un delicioso olor se apoderó de las fosas nasales de Madison haciéndola suspirar.
Una señora mayor estaba guardando algunos platos y se giró a verla. Le sonrió, formándose algunas suaves arrugas por sus ojos.
--Hola cariño. Debes de ser Madison, ¿cierto? --ella asintió.--Me llamo Diana, mi esposo me dijo que te guardará algunas de mis magdalenas de chocolate.--se acercó hasta el microondas y saco una pequeña bandeja con algunas magdalenas sobre ella.
La boca de Madison se hizo agua al percibir su exquisito olor, sin duda que le vendría bien probar una. Estiró su mano y agarró una, a continuación le dió un mordisco.
Cerró sus ojos por el sabor celestial de la magdalena. Dios, esa mujer sí que sabía cocinar.
--¡Están deliciosas!
--Gracias.--le sonrió y se quitó el delantal.--Me tengo que ir. Nos veremos mañana, cariño.--dicho eso, salió.
Termino de comer su magdalena y cogió otra para comérsela en su habitación. Al sentarse en la cama volvió a ver el envoltorio a un lado y decidió abrirlo. Sus ojos se abrieron al ver lo que contenía.
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