Día 18 ⚔ Noche

Uno de los tantos frutos que Melkor cosechó fue la huida de los Noldor. Muchas vidas inocentes mermaron aquella vez, en honor al precio que la obstinación de los Noldo tuvo que pagar, pero para Fëanor esto era tan poco; al verse por fin en Beleriand, mandó a quemar los navíos porque para él los fuertes habían viajado y los débiles, como Fingolfin, se merecían quedar en Valinor y regresar avergonzados. Pero el pueblo de Fingolfin y los hijos de Finarfin eran fuertes, y cuando vieron las llamas subir al cielo supieron de la traición. Ahora más que nunca y sin conocer el sufrimiento verdadero, querían llegar a Beleriand y por tanto, su única opción fue cruzar el Helcaraxë. Crueles montañas de nieve en donde se perdió más de una vida y con ellas, la pobre Elenwë, pareja de Turgon.

Sucedió también que Melkor se regocijaba en su alto y oscuro trono cuando hubo forjado la corona con los tres Silmarils, al mismo tiempo que los Poderes del oeste celebraban un concilio. Muchos y entre ellos, Manwë, lloraron no sólo por la decisión de Fëanor sino por los árboles que ahora perecían secos y en amargura. Entonces Yavanna y Nienna hicieron hasta lo imposible pero reavivarlos, más sólo se hicieron de un fruto y una flor.

No era mucho pero al menos sirvieron de consuelo. Aulë mandó a sus seguidores a que confeccionaran dos barcas y más tarde éstas se levantaron en el cielo y fueron conducidas por Arien y Tilion, el sol y luna respectivamente.

Así fue como al mismo tiempo en que Fëanor quemó los navíos que los Valar dieron su primer golpe contra Melkor y se hizo la noche. Un hermoso resplandor surcó el cielo, llevando un camino de luz entre tanta penumbra y las estrellas le hacían compañía.

—Señor, algo extraño está sucediendo afuera. Los nuestros se arrojan al suelo suplicantes y temerosos... —gruñó un orco, uno de sus muchos capitanes.

Melkor se levantó y un fuerte estruendo en la acción con él, corrió y se enteró de lo que esos malditos había hecho. Se amilanó porque el resplandor de Telperion lo obligaba a retroceder. Tomó al orco del cuello, con tal fuerza que éste prefería estar sufriendo bajo la luna y no en las manos de su señor.

—Diles que bajen a lo más profundo, la fortaleza aún tiene más espacio. ¡Rápido! —ordenó el Vala soltando a su presa y ella corrió despavorida lanzando alaridos.

Cuando se hubo encontrado solo, dio una última vista a Telperion. Aseguró que muy pronto haría algo en contra y que por el momento era menester esconderse.

—Esos cabrones cobardes comen hasta de las migas de sus migas después de sus derrotas. Pero cuando al fin ves a esas cosas lanzar su último aliento, eso es ser un Dios y Señor de todo.

Y volvió la espalda para ocultarse y no volver hasta tener un plan seguro junto con su lugarteniente. Más tarde volverían a saber de Melkor, el Enemigo de la Tierra Media.

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