Día 16 ⚔ Celos

Era obra de la suerte y la fama que el rumor de las joyas concebidas por Fëanor recorriera todas las tierras. Más temprano que tarde llegó a los sucios y astutos oídos de Morgoth, quien, en medio de la curiosidad acudió un día a presenciar y juzgar si el peso de las palabras con las que las describían eran justas.

Así lo fue; nada más posó su mirada en estos artífices, los codició con demasiada fuerza.

—¿Puedo sostenerlos un poco? —se atrevió a preguntar al dueño.

Pero Fëanor siempre fue un elfo ceñudo y bastante cruel con sus palabras. Rápido en juzgar y supo quién era ese Vala frente a él y no pudo sino sentir cólera. De tener las piedras en lo alto, con el brazo extendido para satisfacer a un agradecido público, de repente se volvió mañoso. Bajó la diestra y guardó sus joyas bajo los ropajes.

—Yo presto favores cuando la buena fama me habla a los oídos —respondió secamente.

—¿Y qué es lo que escuchas sobre mí?

—Nada bueno he de mencionar.

Y Fëanor terminó con la conversación dándole a Melkor la espalda. El Vala sonrió y despidió de la mejor manera al Noldo, pero en ese momento se había profundizado aún más su odio por los Hijos de Ilúvatar y aún más por Fëanor y su descendencia.

Pasó el tiempo, y el tormento del recuerdo del brillo de los Silmarils se apoderaba de Melkor. Entonces los deseó aún en medio de un mar sangriento y desde entonces, comenzó a trabajar en la ruina de Fëanor. Ahora sus paseos incrementaron y con ellos sus mentiras.

Entonces cuando había logrado conseguir la atención de todos los Eldar de la plaza, incluido a Fëanor; un torrente de celos lo invadió e invitó a hablarles sobre la llegada de los hombres, los Segundos Hijos de Ilúvatar. Les infundió el miedo y las verdaderas como cobardes razones de los Valar para tenerlos encerrados en Valinor.

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