Capítulo 37: Denuncia
Itachi Uchiha
Cuando llegué a casa de trabajar, todo estaba en silencio y oscuro. Pensé que quizá Deidara estaría acostado, que se habría cansado y se habría ido a dormir un rato pero cuando llegué al dormitorio no le vi tampoco. Recorrí todo el apartamento, no era muy grande pero no lo encontré en ningún sitio. Miré en el armario y todas sus cosas estaban aún aquí, incluida su maleta, la que recogimos después de que saliera del hospital. ¿Dónde se había metido? Estaba claro que no se había ido así sin más, sino habría recogido todas sus cosas y se las habría llevado. ¿Habría salido a la calle a por algo? No me gustaba que saliera solo por el simple motivo de que Orochimaru había salido bajo fianza, una denuncia contra él no era suficiente pero yo estaba dispuesto a denunciarle las veces que hicieran falta hasta que lo considerasen un reincidente y lo metieran preso, algo tenía que poder hacer por Deidara a parte de mantenerle prisionero aquí.
Esto no era vida para él y lo sabía. Yo quería que Deidara pudiera ser feliz, que saliera a la calle sin tener miedo de encontrarse a ese desgraciado, todo eso es lo que quería para él, una vida dónde pudiera hacer lo que quisiera. Ahora mismo me había dedicado a mantenerle a salvo dentro de esta casa, a salir conmigo, pero eso no era libertad, era estar preso de mí, ser dependiente de lo que yo hiciera con él, yo era quien le mantenía seguro y eso no era bueno. Necesitaba su espacio y sobre todo, volver a sentirse útil, seguro y aumentar su autoestima, esa que le había roto hasta los cimientos, tenía que volver a creer en sí mismo si quería recuperarse de verdad de este duro golpe.
Pensé que quizá hubiera bajado a comprar algo que hiciera falta o que echase de menos así que cogí las llaves de casa de nuevo y bajé en un momento a la calle mirando las tiendas más cercanas y preguntando a los dependientes por Deidara. Era característico... un chico rubio como él no solía pasar desapercibido precisamente, alguien tendría que haberle visto si hubiera salido.
Nadie lo había visto y eso que pregunté en todas las tiendas que encontré en el vecindario. ¿Es que se lo había tragado la tierra? No podía ser posible. Al final uno de los dependientes salió tras de mí corriendo mientras me llamaba y me detuve esperando hasta que llegó a mi lado.
- Perdone – me dijo – Creo que vi al chico que buscas, era un chico rubio y llevaba un abrigo marrón – me comentó.
- Si, es él – le dije aunque no sabía lo del abrigo, pero imaginé que lo habría cogido, a mi casa sólo se trajo uno marrón.
- El chico ese se marchó en aquella dirección pero no estaba solo, alguien le acompañaba.
- ¿Alguien? – pregunté alarmado
- Sí, un hombre que le superaría bastante en edad, era un hombre ya maduro, lo recuerdo porque me llamó la atención al verle con un chico tan jovencillo. Se subieron en un coche y se marcharon. El chico parecía un poco asustado.
- Muchas gracias – le agradecí subiendo de nuevo hacia mi casa.
Me dio la impresión de que había sido Orochimaru, una persona que casi le doblaba la edad tenía que ser su esposo o su padre pero si tenía miedo como dijo el dependiente, entonces descartaba que hubiera venido su padre a verle, tenía que ser su esposo. Yo sólo lo había visto por fotografía cuando fui a acompañar a Deidara a hacer la denuncia a la comisaría, pero estaba convencido de que tenía que ser él quien se lo había llevado tan rápido y asustado.
Cogí mi documento de identidad, mi cartera y me cambié de ropa para irme a la comisaría porque esto tenía que acabar, yo mismo pondría la denuncia contra ese tipo si era necesario, pero no iba a permitir que Deidara estuviera en esa casa ni un minuto más. Todo lo que había ganado con él, ese hombre si es que se le podía llamar así... lo iba a tirar por tierra. Si Deidara ya no podía luchar más contra él, yo lo haría, pero no dejaría jamás que le hiciera más daño del que ya le había hecho. Ese chico necesitaba salir de este problema y yo le ayudaría con lo que fuera.
Uno de los policías que me atendieron la otra vez al reconocerme vino corriendo hacia mí y me preguntó si podía ayudarme. Le respondí que sí, que tenía que ver con la última denuncia y me condujo hacia su mesa para que le detallase los hechos. No tardaron en poner una orden de búsqueda y una de las patrullas salió con una orden de registro hacia la casa de Orochimaru. Yo acompañé al amable policía en su coche hasta la casa de aquel tipo y me quedé allí dentro hasta que terminaron de arrestarle y veía como sacaban a Deidara de esa casa lleno de heridas y sangrando, temblaba de miedo y salí del coche corriendo hacia él, quien al reconocerme se agarró a mí con fuerza hundiendo su rostro en mi pecho llorando.
- Ey, ya está pequeño – le dije intentando calmarle – todo ha terminado, de esta no podrá salir.
- Tiene mucho dinero – me dijo Deidara – mucha influencia, seguro que volverá a salir bajo fianza.
- No, porque esta vez es reincidente, no le dejarán acercarse a ti y le condenarán a algún tiempo en prisión. No voy a permitir que te haga nada malo Dei. Te amo.
- Y yo a ti – me dijo intentando sonreír mientras metían a Orochimaru en uno de los coches patrulla bien esposado.
Sólo esperaba tener razón y que esta vez con más cargos contra él por haber sido pillado literalmente con las manos en la masa, pudieran encarcelarle como era debido y no saltarlo bajo fianza. La ambulancia llegó en aquel momento y acompañé a Deidara hasta ella para que le mirasen esas heridas. Lo llevaron al hospital como era la obligación pero allí enseguida le dieron el alta y me lo llevé a casa.
Le comenté a Deidara que se duchase mientras yo preparaba la cena, sé que querría hacerlo después de haber pasado un infierno en esa casa, no sé lo que le había hecho, pero por las heridas que tenía sé que no había sido nada bueno. Salió vestido con mi albornoz únicamente y yo miré su labio cortado, su mejilla amoratada que se notaba aún más con ese rubio cabello mojado cayendo sobre su rostro.
- Ven aquí – le dije pasando mi mano por su nuca y acercándole a mí para abrazarle, dejando que su mejilla buena reposase en mi pecho – todo ha pasado. Estás a salvo Dei.
Le escuché llorar y sentí como sus manos se agarraban a mi camiseta sin querer soltarme. Tenía que descargar todo ese miedo, toda esa desesperación que había sufrido y yo sólo pude abrazarle y sostenerle para que sacase todo ese dolor.
Cenamos juntos en silencio, yo no quería molestar a Deidara hoy después de todo por lo que había pasado pero él rompió el tenso silencio preguntándome por mi día. Le dije que había ido bien por mera formalidad, pero no quise continuar con el tema. No quería hacerle daño diciéndole lo bien que me había ido a mí cuando él había pasado un calvario.
Cuando nos fuimos a dormir y se puso el pijama, me fijé en las marcas de su cuerpo haciéndome una idea del trato que había recibido. Le dolía levantar el brazo y es que bajo sus costillas tenía un fuerte hematoma. Intentaba ponerse la camiseta pero el brazo no levantaba todo lo que podía levantarlo si estuviera bien, se notaba que le dolía cuando se estiraba.
- Déjame a mí – le dije ayudándole a colocarse bien la camiseta con menor esfuerzo – ya está Dei.
- Lo siento – me dijo.
- ¿Por qué? No es tu culpa. Además... así puedo mimarte un poco – le dije dándole un suave beso en la mejilla – vamos a dormir, necesitas descansar.
- Sí – me dijo casi en susurro.
Pasé mi brazo por encima de su cintura y lo agarré con firmeza pero sin mucha fuerza para no hacerle daño. Tembló levemente ante mi contacto y dudé si apartarme y darle algo de espacio, pero él se acercó más a mí y cogió mi mano impidiendo que la apartase de él, así que le cogí de nuevo y apoyé mi frente en su nuca quedándome profundamente dormido dejándome inundar por su fresco aroma. Amaba a Deidara y estaba dispuesto a hacer lo que fuera para que ese chico volviera a recuperar la sonrisa que había perdido, para que volviera a ser el de antes, aquel chico de gran vitalidad que conocí.
Cuando me desperté por la mañana me extrañó no estar cogido a Deidara. Moví mi brazo intentando localizarle en la cama pero llegué hasta el otro extremo sin encontrarle y me preocupé. Me preocupé tanto que me incorporé como alma que lleva el diablo y miré para ver la cama vacía ¿Se había despertado ya y me había dejado aquí solo? La sábana me cubría únicamente hasta el dobladillo del pantalón, dejando ver mi abdomen desnudo y es que hacía mucho calor ya para dormir con todo el pijama, aunque Deidara se empeñaba en dormir bien cubierto, seguramente para que no viera sus heridas, estaba avergonzado de su cuerpo amoratado, lo sabía aunque no me lo dijera.
La puerta se abrió de golpe y miré hacia allí para ver a Deidara con su cabello ya perfectamente recogido en una coleta y con una bandeja en sus manos con los desayunos. Me sorprendí porque normalmente era yo quien hacía los desayunos.
- ¿Te has despertado? – me preguntó ruborizado.
- Sí. Me he asustado de no verte.
- Estabas muy cansado y no quise despertarte. Te he preparado el desayuno.
- Gracias Dei. Ven, tómatelo conmigo en la cama – le dije sonriendo.
- No quiero manchar la cama.
- No pasa nada si se mancha Dei – le dije – lo pondré todo a lavar y ya está. Vamos, pasa un rato conmigo.
- Vale – me dijo sonriendo al fin.
- Tienes una sonrisa preciosa – le dije sonriendo acariciándole la mejilla cuando se tumbó a mi lado - ¿Estás bien?
- Sí – me dijo.
Desayunamos juntos en la cama y le manché la nariz con la espuma del café sacándole una sonrisa. Al menos tenía una cosa clara... iba a recuperar la sonrisa de ese chico, con el tiempo, un poco de cariño y mucha paciencia, Deidara acabaría volviendo a ser el que era, aquel chico con mucho carácter.
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