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«Narra Vanessa»
Desperté a las once treinta y cuatro de la mañana exactamente. No pude dormir en casi toda la noche pensando en lo qué iba hacer con todo ésto, hasta que por fin como a las cuatro de la madrugada me quedé dormida.
Tenía una cara de perro atropellado y un humor pésimo, ¿Y cómo no tenerlo?, si no dormí casi nada, y encima tenía un matrimonio obligatorio encima. No creía que a nadie en su sano juicio le hiciera feliz saber que no iba a tener la oportunidad de elegir a su esposo, aunque ni siquiera estaba pensando en tener una relación, pero aún así me molestaba lo que mis padres hicieron, por lo menos merecía saber desde hace tiempo que tenía que contraer matrimonio con mi mejor amigo (o ex mejor amigo, ya ni eso tenía completamente claro), no hace menos de veinticuatro horas, como si fuese quien menos importaba en todo ésto.
Luego de maldecir internamente que el día haya llegado tan rápido, fui al baño y me lavé los dientes, me di un baño de esos que te relajaban hasta lo inimaginable, y luego me puse algo simple, una camiseta con una especie de tigre-perrito, y unos jeans claros.
Salí de la habitación cerrando la puerta detrás de mí, y arrastré mis pies hasta la cocina, donde encontré a Génesis sirviendo el desayuno muy tranquilamente, como si la vida fuese lo mejor del mundo. Luego de que ruidosamente arrastré un taburete de la barra y me senté, se dio cuenta de mi presencia y de la cara que tenía.
—Génesis: buenos días bella durmiente —ella y su buen humor tan temprano—. ¿Cómo amaneciste?
Casi le dije algo grosero por lo molesta que era, pero en vez de eso se me ocurrió algo mejor, o por lo menos que no involucraba violencia verbal.
—Vane: muy bien, dormí toda la noche y siento que es el mejor día de toda mi existencia —comenté con una sonrisa sarcástica—. ¿Y tú?
Dejó el desayuno sobre la barra en la que estaba sentada, y sin importarme lo que pensara tomé un vaso de jugo de fresa y me lo llevé a la boca, lo cual no le molestó, y bueno, si lo hubiese hecho tampoco me importaría mucho, ambas pagamos este departamento, así que podía tomar lo que quisiera cuando quisiera.
—Génesis: de maravillas —se sentó del otro lado de la barra ignorando por completo mis sarcasmo—. Tengo que contarte algo, y no puede esperar más.
—Vane: ¿Qué? —levantó la vista mientras yo volvía a tomar un poco de jugo. Aquí iba la fastidiosa parte de mí que Génesis odiaba— ¿Estás embarazada?
—Génesis: ¿Qué? No.
—Vane: ¿Tienes herpes?
—Génesis: No.
—Vane: ¿Hepatitis B?
—Génesis: No.
—Vane: ¿Gonorrea?
—Génesis: No.
—Vane: ¿Cáncer? —se estaba enojando, lo veía en sus ojos. Ya se dio cuenta de lo que estaba haciendo y lo estaba tomando tal y como quería.
—Génesis: ¡No! —solo una más.
—Vane: ¿Te violaron? —me llevé una mano a la boca fingiendo espanto. Lo sabía, adoraba molestarla. Hoy no era mi mejor día y la única que iba pagar de alguna manera por mi desgracia es mi mejor amiga.
—Génesis: ¡Claro que no!
Estaba enojada, muy enojada. Eso le pasaba por tener tan buen humor por la mañana y por querer burlarse de mí por mi cara.
—Vane: ¿Entonces qué? —pregunté con toda la normalidad que era parte de mí.
Aunque le haya hecho pasar un mal rato, no se me olvidaba que tenía que decirme algo, y por más enojada que estuviese, siempre me iba a interesar todo lo de mi mejor amiga, principalmente cuando me decía que no podía esperar para decirme.
—Génesis: no te lo diré —se cruzó de brazos ante mis ojos, como si estuviese sellando lo que dijo.
—Vane: vamos, Génesis, por favor, ¿síííííííí? —hice mi mejor cara de perrito atropellado, intentado persuadirla para que de su boca salgan esas palabras que me estaban dando tanta curiosidad.
—Génesis: no, ¿querías molestarme?, pues afronta las consecuencias —me miró casi eliminándome de esta tierra. Lo sabía, era muy exagerada, pero aún así la quería. Pero quería más saber que me tenía para decir.
—Vane: no. Ya tengo curiosidad, y si no me dices por las buenas no te dejaré en paz hasta que lo hagas —la reto con el ceño fruncido.
Ella sabía que era verdad, yo podía llegar a ser insoportable si me lo proponía, se lo había demostrado muchas veces.
—Génesis: está bien —dijo con resignación, haciéndome sonreír.
Estaba segura que aceptó al recordar aquella vez en la que no la dejé dormir en toda una noche porque ese mismo día Ben y ella se había pasado todo el día juntos y no me había dado detalles de nada. Pero entiendan, la relación de estos dos fue muy extraña desde el principio, y tenía curiosidad de saber qué había pasado.
—Vane: te escucho —volví a beber jugo mientras la miraba con toda mi atención, preparándome mentalmente para cualquier cosa. La vi suspirar y luego abrir la boca para...
—Génesis: Ben me pidió matrimonio anoche —no pude evitar atragantarme con el jugo. Comencé a toser cuando el jugo no entró como debía en mi garganta. Estaba lista para todo, menos para eso—¿Estás bien?
—Vane: sí —cuando estuvo mejor asimilé sus palabras—. ¡Estoy muy feliz por ti! No puedo creer que te vayas a casar.
Si supieras que yo también. Además de nacer el mismo día también tenemos ir mismo día de propuesta, ¿qué loco no?, evité decirle, porque para empezar lo mío no fue una propuesta, fue una imposición.
—Génesis: ¡Lo se. Estoy tan feliz! —y sí que lo estaba, tenía un brillo especial en los ojos que no había visto antes en ella.
A pesar de mi situación estaba feliz por ella. Era mi mejor amiga y saber que por fin iba a estar con el hombre de su vida como quería me hacía feliz, y me hacía feliz que fuese porque ambos quisieron. Era una romántica, así que lo diría claro: porque triunfó el amor.
—Vane: ¿Y cómo fue?, dímelo por favor, por favor, por favor, por favor —junté mis manos en forma de suplica y ella sonrió.
—Génesis: esta bien, está bien —coloqué mis codos sobre la barra y me incliné para escuchar mejor—. Estábamos viendo una película en mi habitación, tenía varios días comportándose extraño como te había dicho, y bueno, aproveché la idea de estar solos para ver qué le sucedía. Él me dijo que no le pasaba nada, y que iba a la sala a buscar algo que había olvidado. Esperé un rato, pero él no volvía. Ya sabes como soy, pensé que me había dejado en el sofá, y con la idea de confirmar para después ir a su departamento a encararlo y preguntarle directamente si me quería dejar, fui a la sala a buscarlo. Estaba levantando algo del suelo, no me dejó verlo por más que le insistí y cuando renuncié dispuesta a irme a la habitación me llamó, ¿y a qué no sabes?
—Vane: ¿Qué?
—Génesis: estaba arrodillado frente a mí, con un anillo de compromiso. Podrás imaginar el gritó que pegué cuando lo vi. ¡Ay Dios mío! Es que si te cuento. Me miró a los ojos y comenzó a hablar. ¡Dios míooo! Se me salió el alma escuchando a ese hombre. Me dijo que me amaba a pesar de mi locura, a pesar de hacerlo pasar un infierno y a pesar de mi extraña obsesión. Me dijo que quería pasar cada día conmigo y que ya no quería esperar más. ¡Aaaaah! —se le llenaron los ojos de lagrimas y a mí se me removió el corazón de felicidad—. Me dijo tantas cosas que todavía hoy no lo puedo creer. Habló sobre nietos, sobre nuestros alocados días juntos, y al final me hizo la pregunta. Me dijo que me amaba como ochenta veces y casi me muero ahí mismo. Estaba tan impactada que casi me caigo a su lado. ¿Y adivina qué le dije?
—Vane: ¿Qué, qué?
—Génesis: Nada —se me cayó la película.
—Vane: ¿Cómo?
Ella se encogió de hombros, sin saber lo que eso significaba para mi salud mental.
—Génesis: eso, no dije ni A en un minuto completo. Ben se comenzó a poner nervioso, pensaba que lo iba a rechazar y hasta se levantó y me preguntó que si era muy rápido para mí —suspiró dramáticamente, sin saber que mi salud mental dependía de sus palabras—. Dios, es que me muero de amor por ese hombre. ¿Qué si era muy rápido para mí? —volvió a suspirar antes de verme—. Y claro que le dije que sí, ¿qué pensabas?
Me mostró el anillo que traía en el dedo anular y si no fuese porque no lo hacía, estuviese llorando como ella en ese momento. Se le veían los ojos brillantes mientras miraba el anillo como si no creyese todavía que haya pasado. Me sentí tan nostálgica que me levanté y la abracé con fuerza.
—Vane: ¡Estoy tan feliz por ti!
—Génesis: ¡Yo también estoy tan feliz por mí!
Me reí antes de volver a mi lugar, donde mi cara de felicidad desapareció poco a poco al recordar lo de anoche. Ella recibió una propuesta de matrimonio hermosa, a mí sólo me dijeron que debía casarme por problemas económicos. Incluso eso me afecta. No me sentía mal por Génesis, en verdad estaba muy feliz por ella, después de tantas cosas que pasaron ella y Ben por fin se casarán, eso era grandioso. Lo que me hacía sentir mal era saber que yo no iba a tener esa felicidad al decir que me iba a casar, ni al ir a la iglesia a decir sí, ni que ni siquiera tuvieron la decencia de disimular fingiendo una propuesta. ¡No tenía un anillo por Dios!
No era lo que más preocupaba, pero en ese momento no pudo evitar pasar por mi cabeza. Todo esto era un plan bien estructurado. ¿Pero y mi emoción qué? ¿mi satisfacción? ¿mi felicidad? No pensaba casarme, pero eso no quería decir que si en algún momento pasara no fuese feliz. Pensaba que si pasaba querría una propuesta romántica, una cena, una noche inolvidable y que él estuviese ahí, seguro de querer pasar el resto de su vida conmigo. Me hubiese gustado estar ahí, segura de amarlo y de estar con él el resto de mi vida.
Y no tenía nada de eso.
—Génesis: y cuéntame, ¿cómo te fue en la cena de anoche? —me miró con un poco de preocupación, dándose cuanta también de mi cara—. Y no me vengas a decir que bien, porque no es cierto, sólo mírate —me señaló por completo—, estás hecha un asco.
Se llevó el vaso de jugo a la boca, y pensé, ¿por qué ponerle anestesia a esto?
—Vane: yo también me voy a casar —murmuré cabizbaja, y al parecer me escuchó, porque también se atragantó y comenzó a toser. Eso hasta que analizó lo que murmuré, y respiró para calmarse, o por lo menos intentó calmarse.
—Génesis: ¡¿Qué?!... ¿Cómo?, ¿Cuándo?, y la pregunta más importante de todas, ¿Con quién?
Suspiré sin verla.
—Vane: cálmate. A ver. Primero, te entiendo. Segundo, mis padres son la única respuesta. Tenían problemas y para solucionarlos negociaron a su propia hija —eso último dolió decirlo porque muy en el fondo sabía que no era verdad—. Tercer, anoche, por eso la cena. Y cuarto, con nada más y nada menos que Jayden.
Se quedó en shock, lo cual supuse, ¿en que estaban pensando mis padres a querer casarme con mi mejor amigo, o al que creía mi mejor amigo? Era una completa locura.
Después de estar anonada por un minuto, se levantó de su asiento, vino al mío y me abrazó. Ella sabía lo que sentía en este momento, eso me ayuda mucho porque la tenía, y sabía que ella siempre me iba a apoyar en todo, no importaba lo que fuese.
Nos quedamos así un rato, después le conté todo lo que sucedió y también se indignó a saber que Jayden no hizo nada y aceptó ésto sin problema alguno, como si no le importara nada, ni siquiera su novia.
Nos pasamos todo el día hablando y pensando en que íbamos a hacer. Ella me dio muchas ideas que claramente iba a poner en práctica, porque por supuesto no quería casarme con Jayden, sería como estar con un familiar. Pero creía que nuestro padres no pensaron que nos trataríamos como familia al pasar prácticamente toda nuestra vida juntos, como familia, no como una pareja.
¡Dios!, hasta eso sonaba extraño. No podía imaginarme a mí siendo la pareja de Jayden, y no sólo debía ser su pareja, sino su esposa que era mucho más loco, una completa locura que al final terminará volviéndome loca a mí.
En la noche llegó Ben. Era un amor y lo adoraba. Me alegra que mi mejor amiga haya decidido bien con quién pasar el resto de su vida.
Las amenazas no faltaron, le dije que tengo un cuchillo de cocina, una pala, un jardín muy grande en casa de mis padres, y un hermano dispuesto a ayudarme a esconder su cadáver en caso de que le rompiera el corazón a mi mejor amiga, él solo asintió. Después de pasar un buen rato hablando con nosotras Ben se fue a su departamento, prometiendo volver mañana, y nosotras decidimos ir a dormir.
Me fui a mi habitación, me senté en la cama, y comencé con la primera fase del plan... Llamé...
—¿Hola?
—Vane: hola, Jayden, soy Vanessa... Debo hablar contigo —mi voz salió fría pero lo cierto era que estaba ardiendo en ira. Me molestaba escuchar su voz.
—Jayden: yo también debo decirte algo —se notaba un poco nervioso, pero no la tomé importancia.
—Vane: bien, entonces nos vemos en el restaurante al que íbamos a cenar con nuestros padres, ese que está en el centro de la ciudad, ¿Lo recuerdas? —consulté, deseando terminar con la corta llamada.
—Jayden: Sí, aún lo recuerdo.
Fue suficiente para mí.
—Vane: bien. Nos vemos ahí pasado mañana.
—Jayden: espera, debo decirte que... —lo interrumpí. No iba a escucharlo después de todo lo que hizo, o más bien, lo que no hizo.
-Vane: a las tres treinta. No llegues tarde.
Colgué.
No quería hablar con él ahora, estaba muy decepcionada de su comportamiento y de cómo aceptó sin ningún tipo de oposición o reclamo a esta estupidez. Pero aún debía reunirme con él, así que debía prepararme mentalmente para ello.
Me quedé despierta algún tiempo, pensando un poco en cómo cambiarán las cosas a partir del día en el que dijera el sí.
Al final el sueño me venció.
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