50) Capítulo especial
Holaaaa. Lamento la tardanza, este capítulo se tomó un poco más de lo que esperé.
Como dice el título, es un capítulo especial, así que espero que lean hasta el final y abran sus mentes. No que dejen sus sentimientos hacia ciertos personajes de lado, porque eso es imposible de pedir. Pero sí que abran su mente a posibilidades. De ante mano muchas gracias. (Y escuchen la canción, plis. Ya eso es lo último que les pido).
Bueno, ya vayan a leer.
«Narra Erick»
Entré en la habitación de hotel que me tocó.
Mi idea era lanzarme a la cama y olvidar la estupidez que le dije al idiota hace un rato en la fiesta, y dejar se sentirme culpable por eso. Yo no debía sentirme culpable. Él debía hacerlo después de todo lo que le hizo a Vanessa, y aun así dice quererla. Sin embargo, y como si no tuviese suficiente de esto, encontré a cierta pelinegra sentada en una de las camas.
En cuanto cerré la puerta se giró a verme, y la sorpresa que había en sus ojos era la misma que sentía yo.
¿Qué hacía la novia del idiota aquí?
No pienses en eso, Erick, no pienses en eso. No es tu problema.
Me acerqué con intenciones de arrojarme a la cama y olvidar por un día que la mujer que quiero está casada con un imbécil que no es capaz de dejar a su novia, y que juega con ambas como si fuera pimpón. Sin embargo, sus ojos se centraron en mí.
Y sin más me tendió algo..., una nota.
—Vero: Te dejaron esto aquí. No lo abrí, por si acaso.
Me lo tendió una vez más.
Lo tomé y, mientras me sentaba en la cama que quedaba libre, lo abrí.
Lamento que ella sea tu compañera por esta noche. En serio. No fui yo quien asignó las habitaciones, fueron mamá y la abuela. Y cuando la vi recordé que revisé superficialmente la lista y vi su apellido junto al tuyo. Lo siento, te prometo que te compensaré por esto.
Pd: Duerme con un ojo abierto. No quiero encontrar tu cuerpo con la mordida de una serpiente.
Me reí. Esa mujer era sensacional, y tenía un serio problema con esta chica. Chica que no dejaba de verme.
Sabía por qué Vanessa le decía víbora a Verónica, ella jamás se lo admitiría, pero está celosa, y su mejor forma de manejarlo es odiando a la supuesta novia de ese sujeto, que realmente no entiendo qué demonios está haciendo. En fin. Verónica, según la misma Vanessa, es una mujer inteligente, hermosa, cosa que confirmo, y no parece villana, y creo que eso es lo que más molesta a Vanessa, no encontrar razones para odiarla.
Verónica dejó de verme y comenzó a sacar algunas cosas de un bolso que tenía al lado, sobre la cama.
—Vero: Seguro se disculpó porque te toqué como compañera ¿cierto?
—Erick: ¿Dijiste que no la habías abierto? —pregunté con las cejas alzadas.
Ella dejó lo que estaba haciendo y me miró como si fuese a explicarme algo que nunca me entró en la cabeza.
—Vero: No lo abrí, pero es obvio. En cuanto me vio y recordó cuál era mi apellido se sentó a escribir algo... Algo como lo que tienes en las manos justo ahora. —Sonrió con inocencia—. Y dado que no soy de su agrado, no creo que haya sido una carta de agradecimiento por venir a la fiesta.
Le di la razón. Además, la nota estaba sellada cuando la tomé.
—Vero: Y el hecho de que no me hayas dicho que no es una carta de esas, me confirma que sí es una carta de esas. —Sonrió aún más.
—Erick: ¿Alguna vez te han dicho que eres una persona muy sarcástica?
—Vero: No soy sarcástica —contestó, dejando el sarcasmo de lado—. Bueno, no normalmente.
—Erick: ¿Y ahora lo eres porque...?
—Vero: No tengo la más mínima idea.
Asentí y ella se volvió a sacar sus cosas del bolso. Algunas las dejó sobre la mesa de noche entre los dos, y el resto lo dejó dentro, o lo dobló de forma casi obsesiva. Yo me limité a buscar el mío para asegurarme de que estaba aquí. Y si estaba, sobre uno de los sofás a unos metros, justo al lado de la mesilla de centro. La habitación no estaba mal, menos si era para dos personas.
Ella volvió a hablar mientras doblaba sus cosas de forma obsesiva.
—Vero: ¿Tú crees que soy mala?
Su pregunta me descolocó.
—Erick: ¿Qué?
Ella dejó lo que estaba haciendo y me miró con atención. Tenía unos ojos realmente azules.
—Vero: Sé que todos los amigos de Vanessa creen que soy mala persona. ¿Tú también lo crees? ¿Qué soy capaz de cosas malas?
Me encogí de hombros.
—Erick: Si algo me ha enseñado la vida es que las personas no siempre son lo que parecen.
—Vero: ¿Y yo qué te parezco? —Se acomodó mejor.
Analicé un momento sus facciones, sin saber por qué demonios estaba teniendo esta conversación con prácticamente una desconocida, que a propósito, era la novia del sujeto al que odio.
—Erick: Tienes cara de ser capaz de lo que sea —contesté al final—. Son tus cejas, y tu cabello. Es demoniacamente negro.
Ella se rió y yo sonreí ampliamente.
—Vero: Y mis ojos, y mi boca, y la forma de mi nariz y rostro. —Rodó los ojos.
—Erick: Sí, para ser exactos —le di la razón con diversión.
Sonrió, divertida.
—Vero: ¿Sabes? Creo que me agradas. Y que tú eres el sarcástico.
—Erick: Yo no soy sarcástico... No normalmente —contesté con un guiño, sin saber por qué demonios le estaba guiñando.
Verónica guardó silencio durante un momento.
—Vero: Y además de lo obvio, ¿crees que soy mala?
La miré una vez más.
—Erick: Creo que no quieres serlo, pero no ves la forma de evitarlo.
Sus ojos se abrieron ampliamente.
—Vero: Esa es una suposición bastante asertiva.
—Erick: Digamos que tú no eres la única con un gran coeficiente. —Ella asintió analítica. Pensaba en mis palabras, y yo no dejaba de analizar su rostro.
—Vero: ¿Y por qué crees que no tengo forma de evitarlo? —preguntó esta vez.
—Erick: Porque tienes un secreto.
—Vero: ¿Qué secreto? —Se inclinó hacia adelante como si esperase a que lo dijera en voz alta. Sin embargo...
—Erick: Eso es lo que no sé. ¿Cuál es el secreto? ¿Por qué todavía sigues con alguien que está casado? ¿Por qué él no te deja si...? —Al ver sus cejas alzadas preferí callar.
—Vero: ¿Tú qué crees que sea? —preguntó en cambio, unos segundos después—. ¿Por qué crees que aún estoy con él?
—Erick: Creo que es algo importante. No sé qué tan importante —Ella asintió, a la espera de que dijera algo más—. ¿Quizás un asesinato?
De inmediato rió.
—Vero: Para nada. Así como me ves apenas puedo matar mosquitos.
Mis cejas se alzaron. Sin embargo, ella quiso seguir con la adivinanza.
—Erick: ¿Cualquier cosa? —le pregunté y asintió—. Tal vez un robo. Complicidad, un pacto con satanás. Un reto que aun no termina. ¿Algo por el estilo?
Ella negó.
—Vero: Podrías suponer algo más real quizás. Algo que empieza real y se vuelve... mágico.
—Erick: ¿Mágico? —le pregunté con las cejas alzadas. Esto era lo último que me faltaba—. ¿Qué? ¿Ahora ese idiota es como el hombre araña o qué?
Y ella soltó la carcajadas más estruendosas que he escuchado en mi vida. Me sirvió de negación. Y por un momento, por un segundo, me permití disfrutar hacer reír aquella chica de la que no sabía nada. Se veía como una mujer con malas intenciones, con capacidad para hacer lo que sea, pero por muy retorcido que pareciera en sus ojos veía una tristeza que se empeñaba por ocultar a toda costa.
—Vero: Estás... estás. —Se sostuvo el estómago y se dejó caer hacia atrás—. Estás muy equivocado.
Tras soltar una larga exhalación se incorporó otra vez.
—Erick: ¿Y bien? ¿Qué es? Es obvio que no voy a adivinar.
Ella me miró con una sonrisa ladeada, estudiando si decírmelo o mandarme al infierno por interferir en su vida.
—Vero: Algo más real. Algo entre tres personas. —Mi ceño se frunció. ¿Tres? Ella alzó tres dedos, y mientras iba hablando los fue bajando—. Jayden, yo... y mi hermano.
Con eso se levantó junto al bolso y lo dejó en el otro sillón que quedaba. Me quedé esperando a que volviera.
—Erick: ¿Tu hermano? —¿Ella tiene un hermano?
—Vero: Eso dije.
—Erick: ¿Y dónde está?
Ella se detuvo con una pila de ropa en las manos, dispuestas a colocarla junto al sofá, ya que había dejado un espacio meticuloso. Se notaba que era una obsesiva por la limpieza y la perfección.
Sus ojos se volvieron más tristes, y sus labios tiraron en una sonrisa nostálgica.
—Vero: Muerto —soltó, y mi mente se quedó en blanco.
Me debatí entre insistir y descubrir todo esto, o quedarme callado y no ahondar en una herida que estaba latente por sus ojos. Sus ojos me lo decían todo. Y al parecer los míos hacían los mismo porque ella soltó un suspiro y, dejando la pila de ropa junto al bolso volvió a la cama y se sentó frente a mí.
—Vero: Era una gran persona. La mejor que conozco. Siempre alegre, siempre sacando sonrisas. Sería un gran hombre —dijo, mirando sus manos y entrelazándolas. Era como si no pudiese hablar y mirarme a la vez—. Cuando Jeyson llegó apenas íbamos a iniciar la universidad, así que nos encontramos juntos en la entrada, con la misma mirada de no saber a dónde ir. Hablamos un rato. Bueno, mi hermano y él, yo no era muy dada a conversar. Y se hicieron amigos, se pasaron los números y todo. A las semanas vi a Jayden pasar la puerta de mi casa junto a mi hermano. —Una sonrisa tiró otra vez de sus labios. Eran gestos tristes para quien conocía el dolor—. Te sorprendería saber que al principio Jayden y yo no compartíamos más que unos saludos, y de vez en cuando, cuando estábamos obligados a permanecer en el mismo espacio, alguna que otra pregunta, todo muy incómodo. Y después todo eso cambió. —Guardó silencio un segundo. Una pequeña gota escapó de sus ojos, y tras ella otra, pero ella se negaba a llorar. Pero por el tinte triste que iba adquiriendo su voz le costaba no aflojar y soltarse a llorar frente a mí, o delante de nadie—. Era un día muy tranquilo. Tres años después. Todo estaba tan bien. Y de repente me dio una sensación extraña. No sé si la conoces, es como si supieras que algo malo va a pasar, una sensación que no te deja tranquila y te hace temer. Yo la tenía. —Soltó una risa trémula—. Aquella noche después de que mi hermano fue a dejar a su novia a casa una oficial de policía llegó a la nuestra y nos dijo... —Se estremeció, y las lágrimas comenzaron a bajar.
Sintiendo un impulso que no conocía me acerqué a la cama de inmediato y la abracé con todas mis fuerzas. Quería que dejara de llorar. Quería que dejara de sufrir.
—Erick: Está bien —susurré mientras ella me abrazaba de vuelva—. No tienes que hacerlo.
—Vero: Nos dijo que había muerto. Encontraron su auto en la carretera..., solo. Quien lo hizo nunca dio la cara... Nunca.
—Erick: Verónica —susurré.
—Vero: No sabes lo difícil que fue. No tienes idea de las noches que creí que era mentira, que en cualquier momento vería a mi hermano pasar la puerta y abrazarme, decirme que me quería, prometerme que nunca me dejaría. Durante mucho tiempo estuve encerrada en mi habitación. No comía, no dormía, no existía. Y un día simplemente Jayden llegó —susurró—. Me comprendió, y me dijo que él también lo extrañaba. Aquel día sentí una pequeña luz. Y desde entonces empezamos a hablar, él iba a visitarme, conversaciones que se transformó en una amistad. Me convenció de volver a la universidad.
«De rehacer mi vida otra vez, cosa que ni siquiera mi novio hizo —Soltó una risa irónica—. Él no estuvo en ese momento. De hecho, gracias a eso fue que me enamoré de Jayden. Y vaya que le cayó mal cuando lo dejé. Pero prefería hacerlo antes de engañarlo y vivir con ese cargo de consciencia.»
Guardó silencio durante un minuto, y cuando pensé que no hablaría más preguntó:
—Vero: ¿Quieres escuchar la parte en la que la historia se vuelve mágica?
No le respondí. Solo lo diría si quería. Y ella quiso.
—Vero: En navidad fuimos a visitarlo a su tumba. Y lo sentí. Como si estuviese con nosotros, como si me estuviese hablando. Como si estuviese..., vivo. Era como si estando con Jayden Alex volviera a la vida. Desde entonces vamos cada navidad a visitarlo, pero desde que Jayden volvió ha sido imposible. —Se alejó de mí y se limpió las lágrimas. Se hacía la fuerte—. Por eso no puedo dejar a Jayden. Porque no lo quiero perder, y tampoco quiero perder a mi hermano otra vez. No podría soportarlo.
Otra vez no supe qué decir. Y ella lo notó.
—Vero: No te preocupes. No te pido que me comprendas ni mucho menos. Sé que no tengo justificación para las cosas que he hecho. Pero quiero que al menos una persona sepa que me arrepiento de ellas, y sepa por qué las hago.
Asentí.
—Erick: ¿Sabes? Una vez alguien me dijo que no sabemos lo que siente el otro hasta que pasamos por ello. Así que no te diré que lo siento, ni que espero que todo mejore. Te digo que eres una persona y las personas comenten errores. Que puedes superar todo aquello, y que si quieres que los demás vean que no eres una mala persona, que lo demuestres.
Ella asintió, pensando en mis palabras. Yo me quité los zapatos. Fue mucho por un día, y aunque no pareciera ya tenía unas copas en la cabeza. No fue una buena noche.
—Vero: ¿Qué crees que haces? —preguntó cuando me quité los calcetines.
—Erick: ¿Dormir?
Ella negó de inmediato.
—Vero: Ahora necesito que me animes. —Mi ceño se frunció. Pero sí, todavía seguía esa tristeza en sus ojos, aunque ya no estuviese llorando—. A ver, cuéntame tu historia.
—Erick: ¿Qué historia?
—Vero: La de cómo se enamoraron Vanessa y tú. —Me atraganté y ella lo notó—. Vamos, no me digas que no pasa nada. Los vi aquella vez que nos encontramos en el cine ¿recuerdas? —Cómo olvidarlo—. Se veían cómodos el uno con el otro, y ella se veía feliz... Hasta que nos vio.
—Erick: Creo que todos estábamos felices hasta que nos vimos.
Ella asintió en acuerdo.
—Vero: ¿Y cómo fue? —No daría el brazo a torcer. De hecho acomodó las sábanas y se metió en ellas. Apenas entonces fui consciente de que usaba pijama. Me miró, a la espera de que empezara—. Adelante.
Yo solté un suspiro.
Vamos, Erick, se lo debes.
—Erick: No es demasiado impresionante, la verdad. Pero como aparentemente todo, tiene que ver con Jayden. —Ella me dio una cara de: "Obvio tenía que ver con Jayden", y sin poderlo detener sonreí. Ella también me agradaba—. Fue justo después de que se fue. Vanessa se veía desanimada, no era ella. Y este imbécil de aquí se propuso animarla.
—Vero: Estabas enamorado, es entendible —colocó ambas manos como su fuese a orar y las puso bajo su mejillas, acostada. Esa mujer estaba preparada para escucharme dar un discurso y yo no tenía nada preparado.
—Erick: Es que ese es el punto. —Me rasqué la nuca, repentinamente nervioso—. Aun no sentía nada.
—Vero: Entonces como amigo. ¿Sabes que no cualquier hombre hace algo así por un amigo? Eso dice mucho de ti.
—Erick: Me lo han dicho —Vanessa lo dijo—. El punto es que me propuse animarla. Durante un tiempo me dediqué por completo a ella. ¿Y adivina qué?
—Vero: Caíste.
—Erick: Como un idiota. ¿Sabes que es una mujer increíble? —Ella asintió aunque de seguro no tuviera una idea—. Un año después no me veía sin ir a recogerla a la universidad, sacarla por ahí para que sonriera. Hablar durante horas. Con Vanessa es muy fácil hablar.
—Vero: Estás loquito por ella —dijo con una sonrisa cariñosa—. ¿Y qué pasó?
—Erick: ¿Qué iba a pasar? Me enamoré, compliqué las cosas.
—Vero: ¿Se lo dijiste? —preguntó impresionada, pero muy metida en la historia.
—Erick: Para nada. Se lo hubiese dicho y muero de un infarto. Me paraba delante suyo y cuando abría la boca el corazón me hacía TUM TUM TUM. —Ella sonrió y me di por satisfecho—. Jamás me atreví, incluso cuando ella me lo dijo.
—Vero: ¿Te lo dijo? ¿Y por qué no se lo dijiste?
—Erick: Porque poco antes me había enterado de que se tenía que casar con el idiota. Y no podía hacernos eso ¿entiendes? Yo no quería a Vanessa por una noche o dos, o por un año. Yo la quería de por vida. Hacer planes juntos, aprender juntos muchas cosas. No la dejaría cuando tuviese que hacerlo, y por eso me fui.
Ella asintió.
—Vero: Te fuiste a Housten.
—Erick: Según dije por trabajo. Solo volví para la boda de su hermano. Él fue quien me dijo que se tenía que casar con el idiota.
Ella se acomodó mejor, esperando la parte buena. Al parecer no sabía que conmigo todo era decepciones.
—Erick: Y no pasó nada —le aclaré—. Ni siquiera supo que estuve aquí, después de la ceremonia me fui.
—Vero: ¿Y por qué volviste ahora, Erick? —hizo la pregunta.
Sonreí con tristeza.
—Erick: Porque ya no quería ser un cobarde que huye de la mujer que quiere. Y porque ya no resistía la distancia. No sirvió de nada. Vanessa es como un bizcochito de miel para un adicto al azúcar. Si la pruebas no puedes detenerte, aunque te digas que no está bien, que te hace daño. Por poner un ejemplo.
—Vero: Cuando más tratas de olvidar a una persona más presente la tienes —Se acomodó bocarriba con pose pensante—. ¿También tienes esa sensación de que te interpones en algo que podría ser maravilloso? ¿En la felicidad de dos personas que se aman?
—Erick: Sí. —Me quité la camisa y me acosté con un amargo saber en la boca.
Me dejaba la camiseta de franela y el pantalón para no hacerla sentir incómoda.
—Vero: Y aun así no puedes alejarte. Tus sentimientos te piden a gritos que des un poco más. Crees que aun hay esperanza, aunque no la haya.
—Erick: Y es una mierda.
—Vero: Y es una mierda —concordó y después se giró a verme—. ¿Sabes? No suelo usar la palabra mierda, así que gracias por agregarla a mi vocabulario. Ahora no me la sacaré de la cabeza durante un tiempo.
La miré con las cejas alzadas.
—Erick: ¿No dices mierda? —Ella negó—. ¿Eres de la realeza o qué? Tampoco es un delito ¿sabes?
Ella sonrió otra vez. Me gustaba hacerla sonreír.
—Vero: Para que lo sepas, tengo ascendencia de la realeza —bromeó... espero.
—Erick: ¿Ah sí? En ese caso me disculpo, su majestad.
—Vero: Deberías disculparte, por esto puedo mandarte a la orca. Pero hoy me siento benevolente, así que deberías estar agradecido.
—Erick: Lo estoy, créeme. —Ella sonrió con diversión, y después me hizo consciente de que pasaba de las dos de la mañana. Apagué la lampara que estaba en medio, pero antes le dije en un susurro que parecía comenzar una historia, no terminar una noche—: Buenas noches, chica mala.
Escuché su leve risa en la oscuridad. Y después su voz haciendo la misma promesa.
—Vero: Buenas noches, bizcochito de miel.
Bueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeno. Las cosas empiezan a tomar un rumbo algo diferente. ¿No?
No quise hacer este capítulo muy largo (aunque sí salió jeje), y no solo quise fuera el descubrimiento de la razón por la que Jayden no deja a Verónica (aunque falta más, gente, falta un poco más), ni el enamoramiento de Erick por Verónica. Quise hacer de este un encuentro entre dos personas en una habitación de hotel que por cuestiones del destino terminaron hablando de cosas que para ellos eran personales sin sentirse incómodos ni forzados. Que se notara que entre ellos ¿pasa algo? Bueno, eso ya lo veremos.
Les quiero agradecer profundamente a todo el que llegó a esta parte, porque sé que unos cuantos se saltarán el capítulo al ver quién narra, o lo dejarían a la mitad y se perderían de una de las verdades más importantes de la historia. Así que muchas gracias a todos ustedes por llegar hasta aquí.
¿Qué piensan de esta nueva parte?
¿Y de cómo se tratan Erick y Verónica?
En un rato subo el siguiente capítulo.
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