5) La noticia

Estaba nerviosa y la mirada en sus ojos comenzaba a asustarme. Mamá me acababa de llamar Vanessa, y sólo hacía eso cuando algo malo pasaba, como la muerte del abuelo. Me sentaron en el sofá, casualmente en el mismo en el que estaba sentada ahora, me miraron como lo estaban haciendo ahora, y me dijeron que el abuelo ya no estaba.

Con los nervios cada vez más presentes en mi estómago fui capaz de hablar.

Vane: ¿Qué tienen que decirme?

Papá fue quién se animó dando un paso al frente.

Fer: ¿Recuerdas aquellas vez que te contamos sobre problemas económicos que tuvimos antes que nacieras? – asentí sin entender a qué venía eso. Según me habían dicho eso pasó hace como veintiséis años, y desde aquellas vez que me hablaron de ello no abordamos más el tema— ¿y que los Hernández nos ayudaron con nuestras deudas?

Vane: sí, ya sé todo eso —le respondí, intentando que los nervios no me jugaran una mala pasada.

Pero papá no parecía estar de acuerdo conmigo, más bien parecía dispuesto a alterar mis nervios mucho más.

Fer: ¿También recuerdas cuando mencionamos el proceso del proyecto y que tuvimos que poner muchas cosas en juego?

Vane: sí, pero ¿cuál es el punto? 

Fer: hay algo en esa historia que no te hemos contado —hizo una pausa y suspiró, después me miró como si no quisiera decir aquello pero debía hacerlo—. Nuestras empresas se unieron y eso nos salvó de la quiebra. Pero había algo. En ese momento estábamos teniendo ciertos problemas más allá de los económicos, y por esa razón además del bienestar de todos, decidimos...

Vane: Habla de una vez.

Fer: hicimos un contrato, en el cual se estipula, que para que nuestras empresas puedan unirse, Jayden y tú deben casarse.

Durante los primeros cuatro segundos ni siquiera pude descodificar sus palabras. Lentamente mi mente comenzó a comprender: Jayden—y—tú—deben—casarse.

¿Qué?

Vane: ¿Puedes por favor repetir eso?, creo que escuché mal.

Esta vez fue mamá con cara de martirio quien se acercó a tomar mi mano.

Vale: no, no escuchaste mal, querida... Jayden y tú deben casarse.

No, no podía ser. Esto era, era... Una locura.

Eso era. ¿Cómo que debía casarme? ¿y con Jayden? ¿con el hombre al que no veía desde hace siete años? 

Y de repente todo cobró sentido en mi cabeza.

Las cenas.

Las salidas.

Que siempre estudiáramos en la misma escuela.

Que siempre estuviésemos juntos aunque no quisiéramos.

Todas las navidades juntos.

Todo cobró sentido en ese momento. Pero me negué a aceptarlo, porque era imposible. Ellos no podía prescindir de mi de aquella forma, no podía decidir que de un momento a otro debía casarme ¡con mi mejor amigo! ¿Es que ni siquiera pensaban en eso por Dios?

Pero caí en otra realidad... La única sorprendida aquí era.

Vane: ¿Todos lo sabían? 

Intenté mantener la calma, pero es muy difícil, en especial si la respuesta que me darán es la que estaba pensando.

Vale: sí.

De la nada comencé a reír muy fuerte por la situación, con tono sarcástico. Todos me miraron confundidos, preguntándose qué me habrá hecho reír. Cuando ya no lo soporté más dejé de reír y me levanté.

Esto era surreal.

Vane: ¿Ésto es en serio? 

Jugaban con mi vida como si fuese un muñeco de intercambio.

Vale: lamento decir que sí, mi vida. Lo lamento mucho —bajó el rostro y creí que estaba triste. Pero lamentablemente su tristeza no iba a cambiar lo que estaban haciéndome.

Fer: no te alteres por favor, nosotros so... —sus palabras se quedaron en el aire gracias a mi interrupción.

Vane: ¡me quieren obligar a que me case sólo por problemas económicos del pasado, y para rematar, soy la única estúpida que no lo sabía!... ¡¿En serio quieres que calme?! —exploté. 

Estaban arruinando mi vida, mis planes.

Vale: lo sentimos mucho, cariño —eso sólo me hizo enfurecer más.

Vane: ¡Ustedes no sienten nada, de lo contrario no me hubiesen hecho ésto! —estaba furiosa, con ellos y con todo. 

Tal vez eran mis padres, pero no podían tomar esas decisiones por mí, y mucho menos hacerlo como si no valiera nada. Porque lo hicieron por su amada empresa, por no perderla. Y claro, lo más fácil siempre era negociar con su hija como si fuese una cualquiera que se puede vender.

Los pensamientos se iban por todos lados. Muy dentro de mí sabía que no era así, pero en ese momento no me importó. Lo que me importó fue saber que estaba negociada, ¡como un inmueble!

Vale: no hagas ésto por favor, hija... Entiéndenos —me miró con tristeza, y eso no me afectó por más cruel que sonara. Ellos no pensaron en mi antes, yo no tenía por qué hacerlo ahora.

-Vane: ¡Es que no puedo. Entiendan ustedes, quieren casarme con Jayden, y no es porque yo quiera ni mucho menos, sino porque ustedes lo decidieron. Porque su empresa es más importante que mi felicidad, eso es lo que me quieren decir con todo este espectáculo!

-Fer: Vanessa por favor cálmate, podemos hablar sobre ésto- se levantó para sujetarme, pero no lo dejé, y lo fulminé con la mirada.

Vane: ¿Qué vamos a hablar, Fernando? ¿cómo están arruinando mis planes? 

Fer: Vanesa..

Vane: y no es solo eso, porque duele lo que me están haciendo. Se supone que son mis padres, deben protegerme, cuidarme, no dejar que  nada malo me pase y no hacer esto, ¡esto! Pero además dejaron que me hiciera una vida, dejaron que hiciera planes como si mi vida fuese mía y pudiese hacer con ella todo lo que quisiera. ¿No les da vergüenza? —lo miré a todos con los puños apretados, conteniendo el nudo en mi garganta— ¿no les avergüenza a ninguno jugar con la vida de sus hijos de esta forma?

Un silencio se apoderó de la sala durante algunos minutos, uno que me dio tiempo de pensar en lo que estaba sucediendo, y cómo debía solucionarlo.

Por más que me doliera no podía pelear contra ellos, no funcionaría, por más que discutiera, refutara o renegara, el supuesto contrato existía y no podía hacer nada contra eso porque ni siquiera sabía dónde estaba. Tampoco podía resistirme, tarde o temprano iban a obligarme a hacerlo, y no tenía idea cómo evadir la situación porque ni siquiera tenía a alguien que me sirva como excusa. Si tuviese novio podría inventar cualquier excusa y saldría ilesa de toda esta locura. Y menos puedo tomar cargos legales, primero porque a pesar de todo era mi familia, y segundo porque ellos eran cuatro adultos y yo sólo una. Además, no creía que le interesara mucho a un juez un caso como éste, con los que seguro debía lidiar a diario. Al final la respuesta siempre sería la misma... Una boda.

¿Escapar? No, me encontrarían aún si me fuera a Shanghái.

Las ideas se me estaban acabando, y para cuando me di cuenta de lo que debía hacer sentí un gran golpe en el pecho. Me va a doler mucho decirlo, pero no tenía más opción. Tampoco quería esforzarme por evitar algo que sabía, al final terminará sucediendo. Porque sabía que al final esa boda se llevaría a cabo y saberlo me llenó el estómago de un ácido casi insoportable.

Pero dentro de aquel mal de emociones algo salió a relucir. Ellos siempre me habían dicho que en el mal momento siempre salía algo bueno, en ese mal momento algo salió, algo que podría aprovechar, y si todo salía bien, esa desfachatez que estaban haciendo podría arreglarse con el tiempo.

Vane: todo ésto es por la empresa, ¿verdad? —pregunté después de unos minutos en los que nadie se atrevió a decir nada. Él asintió con el ceño fruncido. Me dije que podría soltar aquella palabra, podría decirla sin que me molestara tanto como me molestaba ser usada de esa forma— ¿Sabes qué?... Acepto. Me voy a casar con Jayden, pero me entregarás la empresa por la cual fuiste capaz de negociar a tu propia hija. Yo la dirigiré a partir de ahora. Esa es la única condición que pido para llevar a cabo esta locura, ¿de acuerdo? —volvió asentir, tan impresionados como todos en la sala—. Me voy, Génesis debe estar esperándome —comuniqué y me giré con intenciones de marcharme, pero la voz de mi mamá me detuvo.

Vale: pensé que te quedarías – se levantó para acercarse. Se lo impedí poniendo una mano en frente... No quería que ella se acercara, nadie en realidad.

Vane: se me quitaron las ganas de estar un minuto más aquí —dirigí mi vista hacia Jayden, quien no había dicho nada en todo este tiempo, dejándome ver que estaba de acuerdo con que nuestros padres decidieran unirnos como si fuéramos sus juguetes—. Estoy muy decepcionada de ti. No hiciste nada para impedirlo y estuviste de acuerdo con arruinarme la vida... Pensé que eras mi amigo —Iba a hablar pero me adelanté porque no quería escuchar más—. Buenas noches.

Antes de que pudieran decir una palabra salí de allí. No quería verlos más, en parte por eso acepté. Y sabía que si me quedaba ahí comenzaría a llorar y eso no lo hacía por nadie.

Después de haber tomado aire fresco por un rato y pensar en cómo me lastimó saber que el que suponía era mi mejor amigo estaba de acuerdo con arruinarme la vida, me calmé un poco y decidí ir al departamento a descansar. Entré despacio para no despertar a Génesis, ingresé en mi habitación luego de pasar la sala en completo silencio, y me acosté en mi cama, intentando no pensar en nada.

«Narra Jayden»

Estos años habían pasado demasiado lentos o rápido, todavía no determinaba bien cuál de las dos. Habían pasado muchas cosas, entre ellas que papá me enseñó a dirigir la empresa, ya tenía un título universitario y había estado dirigiendo la empresa familiar. Aprendí varios idiomas, conocí a muchos empresarios, y también estaba el hecho de que ya tenía una novia increíble. Verónica era maravillosa, y aunque no tuvimos un buen comienzo la vida terminó por juntarnos. El problema fue que tuve que dejarla en Reino Unido.

Regresamos hace dos días a California y mañana tendríamos una cena con la familia de Vanessa. La verdad la extrañé mucho, tanto a ella como a Génesis. Pasamos tantas cosas juntos que extrañarlas sería imposible. Me emocionaba mucho volver a verlas, también me ponía un poco nervioso, pero estaba seguro que las cosas se darían como siempre había sido.

Papá me llamó a su despacho hace algunos minutos, ahora estaba yendo a ver qué quería. Toqué la puerta dos veces y cuando escuché un "pasa " de su parte entré. Me hizo una seña para que pasara y me acercara. Me senté en la silla frente a su escritorio. Él estaba sentado en su sillón de cuero negro, detrás del escritorio mármol marrón.

Jayden: ¿Qué pasa? —pregunté sin interés.

La verdad no me interesaba en absoluto lo que tuviese para decir. Probablemente sería algo relacionado al trabajo que estaríamos haciendo aquí a partir de ahora, y no quería hablar sobre eso en este momento, sobre todo por el estrés que sentí al tener que dejarlo todo organizado en Reino Unido para poder venir a vivir aquí.

Robert: tengo que hablar contigo con respecto a la cena de mañana —dijo más serio de lo común en él.

Jayden: te escucho.

Le presté más atención, ahora sí interesado en el tema. Cuando el hombre se ponía serio era porque el tema también lo era, y sí el tema era serio, entonces no estaba relacionado con la empresa, algo que aprendí hace algunos años ya.

Robert: lee ésto —me extendió un documento de dos o tres páginas.

Leí todo lo que decía el contrato y con cada palabra que mis ojos veían me ponía más tenso. Era un contrato que hablaba sobre uniones, empresas, deudas y...

Jayden: ¿Qué significa todo ésto? —pregunté con la voz grave sin soltar el contrato que estaba entre mis manos, esperando a que todo esto tan sólo fuese una broma.

Robert: significa lo que acabas de leer. Jayden no eres idiota, sabes lo que significa el contrato, todo está muy explícito —hablaba como si lo que acababa de leer era lo más común que existía

Jayden: ¿Es en serio? —estaba perdiendo la paciencia. Y no sólo la paciencia, también el raciocinio.

Robert: ¿Acaso crees que estoy jugando?

Sólo hizo falta que me retara con la mirada como lo estaba haciendo para que mi cordura se esfumara de mi cuerpo.

Jayden: esto es lo que creo —dije antes de romper ese estúpido contrato delante de sus ojos—. No pienso —me acerqué un poco para que me escuchara claro— casarme con Vanessa, papá. Y no hay nada que puedas hacer para que cambie de opinión —rectifiqué mi postura, viendo como mi comentario no le afecto en lo absoluto.

Robert: claro que lo harás. Y no sirve de nada que lo hayas roto, tan sólo era una copia. 

Me miró de manera fría, al parecer no comprendiendo lo que le dije.

Jayden: ya te dije que no va a pasar.

Me estaba empezando a fastidiarme más de lo que se debería permitirme.

Robert: y yo ya te dije que sí va a pasar. Escúchame una cosa, no me interesa que te niegues, que te enojes, o que comiences a reprochar, porque al final el resultado va a ser el mismo... te vas a casar con Vanessa —remarcó la última oración, haciendo que algo dentro de mí se activara.

Jayden: ¡¿Es que acaso estás paranoico?!, ¡No pienso casarme con Vanessa, papá! ¡Sabes perfectamente que tengo una relación con Verónica, y no la voy a terminar!  

Sin poder quedarme sentado me puse de pie. Él imitó mi acción y golpeó el escritorio con los puños.

Robert: ¡Claro que lo harás!, ¡Te casará con Vanessa Méndez y terminaras con esa chica!, eso no está a discusión —ordenó, como si yo pensara quedarme cayado ante la locura que me estaba diciendo.

Jayden: ¡Estás loco si crees que voy a hacer eso!

Por primera vez en mi existencia estaba contradiciendo a mi padre en algo, pero que ni creyera que iba a aceptar esta locura. Casarme con Vanessa sería la cosa más ridícula que me podría pasar. También la más irónica, pero no aceptaría jamás obligarla a ella o a mí mismo a algo como eso. No estábamos en el siglo pasado y el hombre frente a mí debía comprenderlo de una buena vez.

Robert: lo harás. Si no lo haces te quedas sin herencia y me encargo de que te quedes en la calle. Eso sin contar que me aseguraré de que no vuelvas a ver a esa chica —eso logró preocuparme. ¿Qué sería capaz de hacer? 

No demostré que me afectó, más bien lo reté.

Jayden: No serías capaz.

Sabía que era capaz de cualquier cosa, pero solo quería ver si era capaz de jugar con mi vida ya hecha de esa forma, sin importarle nada.

Robert: claro que sería capaz. Tú más que nadie lo sabe —volvió a sentarse como si ya todo estuviese listo—.Tienes el día de hoy para hacerte a la idea, mañana tendrás que estar presentable  ante Vanessa, presentable y dispuesto... Ah, y no pienses decirle nada. Ella no lo sabe, de eso se encargarán sus padres. Puedes irte, no se habla más del tema.

Salí de ahí furioso y con la sangre hirviendo, ¡¿Cómo demonios podía hacerme ésto?! ¡Era un maldito imbécil! Nunca creí que sería tan estúpido, pero me di cuenta de que me equivoqué. Robert Hernández era capaz de cualquier cosa cuando se lo proponía.

Fui a un bar para despejar mis ideas y pensar un poco. Llamé al único amigo que tenía aquí y que casualmente también era mi mejor amigo desde hace muchos años.

Llegué como a las tres de la mañana a casa. No estaba ebrio, pero sí había tomado más de lo necesario. Me lancé a mi cama en cuanto entré a mi habitación y me quedé dormido al instante.

( * )

Desperté como a las once cincuenta aproximadamente. Me pasé todo el día evitando hablar con papá, no quería verlo, no sabía qué sería capaz de hacer sí lo tenía frente a mí, y por la salud de ambos preferí la distancia.

Estuve en mi habitación pensando en cómo iba a hablar con Verónica respecto a ésto. Todo el día se me fue en eso, y al final no pensé en nada con coherencia, más que llegar y decirle:

—"Oye Verónica, mis padres quieren que me case con mi mejor amiga y por eso tú y yo debemos terminar... Perdón ".

Tomé una ducha, y me puse un traje formal negro de tres piezas. No estaba emocionado por lo que pasaría esta noche, podía querer ver a Vanessa, pero sentía que algo no iba bien. No sé, sabiendo lo que sabía ya mi percepción de ella cambiaba por completo y ni siquiera la había visto. Otras de las cosas que arruinaron nuestros padres.

Debía pensar con mente fría al respecto de la situación, porque así como Robert era capaz de ser el mejor papá del mundo, también podía llegar a ser la persona que podría acabar con tu vida. Un beneficio que le daba tener contactos y un lugar importante en la sociedad.

Agregué perfume, me acomodé un poco el cabello y bajé. Salimos a la casa de los Méndez en cuanto todos estuvimos en la sala de estar. En el camino nadie dijo ni una palabra y eso para mí estuvo bien, era suficiente con tener que compartir el auto con papá, y con mamá. No podía creer cómo se había dejado llevar de esa forma. Era una mujer dulce, cariñosa, y sabía que esto me molestaría, no sé por qué no se opuso.

La llegada a la mansión detuvo mis pensamientos. No cambió en nada, seguía teniendo un inmenso jardín, y en el centro de todo ese espacio lleno de hierba y árboles bien cuidados, la mansión igual que siempre, elegante y muy imponente.

Entramos, saludamos a los padres de Vanessa y sin resistir más las ganas de ver a mi mejor amiga, le pregunté por ella a su madre. La señora Valeria le envió un mensaje provocando que mis nervios comenzaran a crecer.

¿Cómo se lo tomaría?

Sabía que Vanessa podía ser buena, pero era tan volátil como yo y por esa razón las cosas podría salirse de control. Eso era lo que esperaba, que se salieran de control y evitar toda esta locura.

Minutos después ella bajó las escaleras y... ¡vaya, cambió mucho! Se veía muy hermosa y más madura. Por más que lo intenté no puedo dejar de verla bajar. Me impresionó, ahora expresaba madurez por todas partes. Sin poderlo evitar hice una análisis de todo lo que no tenía y ahora poseía. Pero algo no había cambiado, esos ojos seguían siendo los mismos y ese aire que siempre había estado en ello seguía ahí.

Se me removió el mundo.

Me dieron ganas de subir las escaleras y abrazarla, porque a pesar de todo estaba aquí con ella y eso era algo maravilloso. Me hubiese gustado tenerla en Reino Unido todos estos años, las cosas hubiesen sido un poco diferente y tal vez mejor.

Al llegar abajo su hermano salió de la cocina y se comenzaron a pelear como siempre. Su mamá los detuvo para que nos saludaran, y cuando escuché sus palabras se me cayó toda la emoción que tenía.

¿Buenas noches?, ¿Era en serio? Después de siete años sin ningún tipo de contacto ¿lo único que era capaz de decir es buenas noches?... Eso no se iba a quedar así, no podría permitirlo.

Después de un saludo como se debía comenzamos a comer. En medio de la cena me dio curiosidad saber si ella está en la misma situación que yo, con respecto de tener que terminar con alguien, pero me decepcionó cuando me dijo que no. Ese iba a ser un inconveniente a la hora de refutar. Su padre nos interrumpió cuando le iba responder algo, y lo más que pude hacer fue fulminarlo con la mirada. No podía creer que el muy hipócrita fuese capaz de sonreír sabiendo que le iba a arruinar la vida a su propia hija. Siempre respeté al señor Méndez, incluso llegué a tomarle cariño porque siempre pasábamos tiempo juntos y éramos como una familia, pero lo que estaba haciendo ya era demasiado.

Después de cenar fuimos a la sala de estar, antes de entrar mi padre me llamó y me dijo que me comportara, que no volviera a hacer lo hice. Sólo asentí y me senté.

( * )

A parecer esto no iba como ellos pensaron, lo que me estaba gustando de sobremanera. Vanessa les estaba gritando a sus padres y muy dentro de mí lo agradecí. Si ella no aceptaba entonces no iba a tener que terminar con Verónica y las cosas con Vanessa no se complicarían por un matrimonio que lo único que logrará es perjudicarnos a ambos. Pero sobre todo a mí.

¿Pero qué?, ¿ella... aceptó? No pude ser. ¡Demonios no! Mi única esperanza era que ella no aceptara. Lo poco que tenía en la mente para evitar esto se fue con esa simple y ahora asquerosa palabra. ¿Por qué? ¿Por qué no peleó más? No la tenían amenazada y aunque el contrato existiera, tenía la esperanza de que si se rehusaba no se podría hacer más que anularlo. 

Algo que hizo que mi sangre hirviera y saliera de mi estado de estupefacción fue cuando me dijo que estaba decepcionada de mí, ¡¿Qué se creía?! Ella no sabía nada de lo que pasó para estar juzgándome de esa manera tan estúpida.

Después de que se fue su madre comenzó a llorar. Decidimos que era mejor dejarlos solos. Así que nos despedimos de la familia y regresamos a casa en completo silencio, yo pensando en que tal vez ella ya no era la persona que era antes, ni que me conocía como yo creía que lo hacía.

( * )

Tan sólo unos minutos después de que llegáramos a casa alguien tocó el timbre. Como mis padres no se levantaron del sofá en el que se sentaron para hablar sobre el tema de Vanessa, tuve que ir yo a abrir. En cuanto la persona que había tocado el timbre quedó ante mis ojos quedé atónito.

Jayden: Verónica.

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