47) Imposible
[3/3]
Por un momento pensé que veía mal. Jayden no podía estar aquí, menos en esta habitación y diciendo esas palabras. Pero la ira en sus ojos, su mandíbula tensa y las ganas de acabar con Erick casi palpables, me confirmaron que no era una ilusión ni un mal sueño... Era real.
Me levanté, sintiendo el corazón ir mucho más rápido de lo normal. Me sentía nerviosa. Erick no parecía tener miedo, todo lo contrario, parecía haber estado esperando ese momento desde hace mucho tiempo, y que estuviese aquí lo hacía sentirse satisfecho.
Debía detener esto antes de que empezara.
Pero yo no podía controlar lo que pasaba mi alrededor, ni la decisiones de los demás, por esa razón no pude controlar cuando Jayden se le vino encima a Erick, y menos cuando este le respondió con la misma fuerza.
Desde el primer puñetazo sentí mi estómago revolverse. No me gustaban las peleas, me recordaban a ese día, me recordaban a cómo quedó mi cuerpo. Jamás me rompí una costilla hasta aquel día. Y aunque traté de hacer real el recuerdo, sus puños, la forma salvaje en la que se golpeaban, poco a poco me transportaron a ese momento. Los golpes, las bofetadas, los puñetazos, las patadas... Las palabras.
—Vane: ¡Ya basta!, ¡Deténganse! —les grité, sintiendo a mi corazón oprimirse con mucha fuerza. Me llevé una mano ahí, dolía mucho, dolía y me asustaba lo que estaba sintiendo, lo que estaba viendo y lo que recordaba. De repente comenzó a faltarme el aire, de repente no quise estar ahí, no quise que ella me golpearan más. Quería que se detuvieran. Que no me golpearan más, por favor, que no me golpearan más—. Por favor —susurré, antes de ser consumida por un oscuridad interminable.
«Narra Jayden»
Esta mañana llegué a casa con dolor de cuello, me acaricié mientras entraba. Ni siquiera pude dormir.
Subí las escaleras con la única intención de llegar, darle un beso en la frente a mi esposa, y dormir hasta que dieran por lo menos las diez de la mañana. Necesitaba la paz que esa mujer me daba, necesitaba sentirla cerca para estar bien, necesitaba mi esposa y a la mujer de...
No estaba, no estaba en la habitación.
Me decepcioné cuando no la encontré ahí. Ese era otro entre los malditos problemas que tenía encima. Necesitaba resolverlos todos o terminaría perdiendo algo más que un anillo.
Me acosté en la cama, decidiendo dejar todo de lado. Estaba harto de pensar.
( * )
Me levanté precisamente a las diez. Ni siquiera sé qué fue lo primero que pensé, pero sí sé lo primero que necesité... La necesitaba a ella.
Bajé a la cocina después de ir al baño y cambiarme, con la esperanza de encontrarla ahí. Solo necesitaba una sonrisa de su parte y sería capaz de seguir con todo esto. Pero mis esperanzas se fueron por el drenaje cuando no la encontré ahí. Me pareció extraño no verla. Como Esmeralda ya estaba de vacaciones no podía preguntarle si estaba aquí.
Fui a la habitación de abajo, pero al abrir la puerta tampoco la encontré. Como estaban las cosas en ese momento mi mente me jugó una mala pasada. Lo primero que pensé fue que se marchó, tomó sus cosas y se fue. Un miedo irracional me circuló la piel... El divorcio, ¡Maldición, el divorcio!
Salí de la casa sintiéndome cada vez más infeliz por no llegar anoche y evitar que tomara su cosas para irse hasta que me llegaran esos malditos papeles. Y mis nervios se crisparon más cuando no vi su auto ahí.
Con una última esperanza subí a nuestra habitación a ver si su ropa estaba ahí, y suspiré con alivio cuando así fue. No podía perder a esa mujer, podía estar haciendo las cosas mal, podía estar ocultando cosas por su bien, pero no la podía perder. Vanessa era parte de mí y si la perdía a ella algo dentro de mí se iría con ella, algo importante.
Dejando una nota por si volvía (cosa que dudaba), fui a casa de mis padres. La idea era ir con Vanessa, como cuando éramos pequeños, un año en mi casa, un año en la suya. El año pasado recibimos el año nuevo en su casa, era mi turno de llevarla con mis padres. Pero dada las situaciones no podía pensar en siquiera llamarla.
Aunque algo tenía seguro... No la dejaría. Me costara lo que me costase, esa mujer se iba a quedar conmigo y yo estaría ahí para hacerla feliz, aunque tuviese un hijo de otra en camino. Sabía lo cruel que sonaba eso, pero no podía rechazar a mi hijo, fue algo que hice y debía ser responsable con mis actos. En mi mente nunca estuvo dejar a un hijo sin padre, y aunque la situación se complique más con la noticia, estaba dispuesto a buscar un equilibrio en varias cosas.
Cuando llegué a la casa estaba decorada, como siempre que mis padres estaban aquí. Entré y encontré los encontré preparando galletas en la cocina, bueno, mamá preparándolas, y Robert haciendo un desastre con la harina y lo que sea que tuviese en la cabeza.
Un momento. ¿Por qué tenía algo en la cabeza?
Negué y me hice notar, entrando a la cocina. Mamá sonrió al verme. A Robert ni le importó. A mí tampoco, la verdad.
—Jayden: Hola, mamá —saludé antes se acercarme y abrazarla. Miré a Robert con una ceja alzada—. Papá. —Asentí.
—Robert: Hijo. —Asintió.
—Lucía: ¿Qué haces aquí? Pensé que pasarías noche buena con Vanessa. —Retuve el suspiro que amenazó con salir de mi boca. De solo escuchar su nombre en voz alta alteraba todo mi sistema.
—Jayden: Tuvo que hacer algunas cosas —le contesté, intentando no entrar en detalles que a fin de cuentas yo tampoco sabía—. ¿Te ayudo? Creo que te serviría más que papá.
Ella odiaba que lo llamara por su nombre delante suyo. Aun no asimilaba bien que mi relación con Robert no era cariñosa ni mucho menos, y después de que me obligara a casarse con Vanessa simplemente dejé de verlo como un padre.
Miré hacia Robert con diversión, él hizo un gesto con la boca.
—Lucia: ¿Y desde cuándo tú sabes hacer galletas? —Me miró con una ceja arqueada, inquisidora.
—Jayden: Vanessa me enseñó.
Me obligué a sonreír, quitando esos recuerdos donde nos pasamos todo un día haciendo galletas en navidad y terminamos hechos un desastre porque para nosotros mantener las cosas normales era un reto muy difícil.
—Lucia: Bueno, por lo menos alguien sí aprendió algo de su esposa —le acusó con la mirada a Robert, quien le sonrió y se acercó a besar su mejilla.
—Robert: Perdón, cariño. Tú sabes que lo mío no es la cocina. Mejor voy a darme un baño.
Salió de la cocina, dejándonos a mamá y a mí preparar las galletas. No era un profesional, y tal vez todavía era un asco en eso de repostería, pero por lo menos era capaz de pasarle las cosas que necesitaba y hacer las figuritas esas sobre la masa. Era un gran trabajo.
El resto del día estuve algo distraído, esperando una llamada de Vanessa, y cuando yo lo hacía me enviaba al buzón una y otra vez. En eso se resumió mi noche buena, en llamar sin respuesta a mi esposa, llamar a mis abuelos para saludarlos, pasar tiempo con mis padres, y pensar en Vanesa, mi hijo, Verónica, y toda esa mierda que teníamos detrás.
( * )
Esta mañana desperté con mucha pereza, apenas sí dormí como cuatro horas pensando en lo que iba a pasar de ahora en adelante. Tomé un baño y me cambié, luego bajé a desayunar con mis padres y a darnos los regalos navidad. Como somos una familia pequeña los regalos no tardaron mucho. Si soy sincero, me gustó más el regalo de mamá, ella siempre se esmeraba más con los obsequios, y si fuese por Robert me diera dinero envuelto en papel y listo.
Era un gran padre, pensé con sarcasmo.
La mañana y parte de la tarde me la pasé revisando las publicaciones en las redes, no era lo más entretenido, pero tampoco tenía mucho que hacer. Eso hasta que una foto de Vanessa y su familia me llamó mi atención. No era nada malo, a decir verdad, ella estaba demasiado bella, y sonreí al ver que estaba bien. El único inconveniente, era que el imbécil estaba ahí, sonriente, y cerca de suyo.
Sentí como mi cuerpo se llenó de impotencia, y como la ira se entró en mí.
¡Maldición!
Odiaba a ese maldito, odiaba que estuviera cerca de Vanessa, y odiaba no poder estar ahí para alejarlo de ella.
¿No poder?
Claro que podía, y lo haría
Me disculpé con mis padres, y no dudé en ir a buscarla. No iba a dejar que ese maldito tomara ventaja, siempre supe que él sentía algo por ella, y ni en mis peores pesadillas dejaría que él me la quitara. Ni ciego, ni loco, ni tuerto ni muerto. De ninguna forma ese imbécil me alejaría de Vanessa.
( * )
Cuando llegué a su casa todo el lugar estaba lleno de autos, así que tuve que buscar un lugar dónde estacionarme. Cuando bajé del auto me fijé que estaba junto a una habitación. Una sonrisa se formó en mis labios cuando supe cuál era. Esa era la habitación favorita de Vanessa. Siempre me tomaba de la mano, me llevaba a esa habitación, me sentaba en la cama y me hacía ver las estrellas con ella. En ocasiones usábamos un telescopio, en otras simplemente nos sentábamos uno junto a otro y al recordar cómo me ponía me hacía sonreír mucho más. Era un autentico cobarde. Aunque ahora era un auténtico imbécil.
Sintiendo añoranza me acerqué a ella, con la idea de darle un vistazo a la habitación que fue testigo de mis nervios por esa chica. Pero el recuerdo de desvaneció cuando la vi ahí... Con él.
Estaba hablando hasta que él le dijo algo, ella contestó, y cuando parpadeé, ese maldito demonio la estaba besando. ¡La estaba besando!
La sangre comenzó a correr por mi cuerpo como el veneno, mis puños se formaron solos, y con las ganas que tenía de arrancarle cada maldito nervio que tuviera, comencé a ver muchos puntos rojos. Quise romper la ventana, quise entrar ahí y partirle la cara como el imbécil que era.
Caminé hacia la entrada y toqué el timbre. No tenía paciencia para esperar, necesitaba alejar a ese imbécil de mi esposa y después desfigurarle la boca hasta que no quedara nada de esta.
La mamá de Vanessa abrió, al verme frunció el ceño.
—Vale: Jayden, ¿Qué haces aquí?, Vanessa nos dijo que estabas con tus padres. —Se hizo a un lado, y con mi propio permiso entré.
No tenía ganas de hablar, así que disculpándome con ella caminé por ellos pasillos que también conocía. Abrí la puerta, y por fin hice lo que tenía ganas de hacer desde que conocía a ese imbécil.
Le estampé el puño en la cara con todas mis fuerzas, y no conforme con eso volví a hacerlo. No iba a decir era fácil, pues el imbécil sabía defenderse y era bueno encestando golpes, pero eso no me detuvo, ni siquiera la sangre que comenzó a bajar por mi ceja. Le estampé el puño en la boca una y otra vez. Quería acabar con ella.
Sentía una adrenalina proveniente de infierno circular por mi ser, quería más, más sangre, quería acabar con él, y mientras más lo golpeaba más quería. Me retuve de escupir cuando sentí la sangre en la boca, y seguí golpeando al hombre debajo de mí, uno que terminó por subirse encima de mi cuerpo, y al que golpeé de igual forma.
Su puño se detuvo a medio camino de mi cara. Se giró hacia el lado derecho de la habitación. También lo hice, y toda la adrenalina que sentí en el cuerpo pasó a un segundo plano cuando la vi tiraba en piso, inconsciente. Mi cuerpo se tensó, y, después comprender lo que pasó, hice un lado a imbécil y me acerqué a ella.
Se me hundió el corazón.
La tomé entre mis brazos. Sentía la necesidad de hacer algo para que estuviera mejor, y para que después me dijera por qué demonios se desmayó de la nada. La impresión no pudo provocarlo, desmayarse no era cosa de querer o no querer.
Dejando de lado al imbécil la saqué de la habitación.
No fue necesario dar muchos pasos, pues su familia venía hacia a nosotros, seguro el escándalo que provocamos. Se detuvieron al ver a Vanessa entre mis brazos, mi rostro, y posiblemente el del imbécil, quien venía siguiéndome los pasos. No era una imagen fácil de asimilar.
La abuela de Vanessa fue la primera en reaccionar.
—Margaret: Llévala a la sala y acuéstala en el sofá. Valeria busca el botiquín de primera auxilios, alcanfor, y agua.
Tanto yo como su hija asentimos e hicimos lo que nos pidió. Dejé a una Vanessa vulnerable, frágil sobre uno de los sofás. Quise quedarme cerca por si necesitaba algo. Aunque para ser sincero solo quería estar a su lado, hacerla reaccionar, pedirle perdón y decirle que sería el mejor hombre del mundo, solo necesitaba tiempo para arreglar las cosas.
No obstante me, alejé de ella cuando su mamá llegó con lo pedido y lo dejó junto a su mamá, quien se había acercado a Vanessa y en ese momento la estudiaba a profundidad.
La abuela de mi esposa hizo algo que no pude captar. Todo lo demás se fue por un tubo cuando ella volvió en sí y sus manantiales azules se abrían con pesadez. Después de un momento, de llevarse la mano hacia la cabeza y soltar una queja, sus ojos se abrieron de par en par, y nos sorprendió a todos cuando intentó incorporarse.
Su abuela la detuvo colocando una mano sobre su hombro y haciéndola volver a recostarse en el sofá.
—Margaret: Calma, hija, no te alteres.
—Vane: No puedo. Tengo que ir a la habitación. Jayden y Erick están... —Margaret la interrumpió cuando Vanessa trató de incorporarse otra vez.
En ese momento fui consciente de la estupidez que cometí.
—Margaret: Ya todo está bien. —El ceño de Vanessa se frunció.
—Vane: No, ellos estaban... —De repente se detuvo, nos buscó hasta que nos encontró, y lo que vi en sus ojos no me gustó.
Trató de levantarse, quise ir con ella y ayudarla, mi cuerpo reaccionó antes que yo. No habían pasado cuatro segundos cuando ella se tambaleó un poco y como si no resistiera su cuerpo, cayó sobre el sofá otra vez.
Otra vez se me apretó el pecho.
¿Qué demonios le estaba pasando?
Su abuela nos hizo un gesto para que no nos acercáramos, y apenas entonces noté que todos estaban ahí, incluso la tía insufrible de Vanessa. Margaret se sentó junto a ella y tomó sus manos con cariño.
—Margaret: ¿Estás bien?
Vanessa asintió, pero al instante hizo una mueca.
—Vane: Sí, sólo me mareé un poco.
—Margaret: Vanessa. —La llamó de una forma extraña, tanto así que todos nos pusimos alertas. Sobre todo yo— ¿No estarás embarazada, o sí?
Se me tensó hasta el alma.
¿Qué demonios...?
-Vane: ¿Qué? —Se sentó otra vez. Mi cuerpo estaba paralizado. Apenas registrar el movimiento—. Claro que no abuela
Me relajé, sentía como si hubiese quitado un enorme peso de encima. Incluso tuve ganas suspirar estruendosamente, pero me contuve, así como contuve la sonrisita que quería escapar de mi rostro. Sonrisa que se borró cuando su abuela decidió hablar.
—Margaret: No podemos estar seguros. Es una posibilidad.
Siempre respeté a esa señora, incluso la apreciaba, pero en ese momento me dieron ganas de mandarla a callar y dejar ese tema de lado.
No. No, no estaba embarazada, entiéndalo, Margaret. VANESSA NO ESTABA EMBARAZADA.
—Vane: No, abuela, eso sería imposible. —Los ojos de su abuela se abrieron en suspicacia.
—Margaret: ¿Por qué sería imposible, Vanessa?
Vi a todos a mi alrededor tensarse.
La mirada de Vanessa se dirigió a la mía en un acto reflejo, como si buscara una respuesta en mí, una que no era capaz de dar. Me tensaba cuando mencionaba la palabra embarazo, ¿Cómo la sacaría de ese aprieto?
Y hasta aquí el maratón. Espero que les haya... ¿gustado? Bueno, espero que les haya entretenido y hecho sentirse compenetrado con la lectura.
Estamos a ley de cinco capítulos para que acabe la historia y las cosas parecen ir cada vez peor. Jayden no deja de arruinarlo aunque ya lo haya arruinado, y Vanessa tendrá que explicarle a su abuela por qué es imposible que esté embarazada. Además de que Erick por fin admitió sus sentimientos, y miren en qué momento.
¿Ustedes cómo creen que termine la historia?
¿Y cómo quieren que termine?
Bueno, hasta aquí llego yo. Nos veremos el lunes con un nuevo capítulo que me gusta por cierta cosilla por ahí, ya lo verán.
Y sin más que decir, aquí se despide su escritora, editora, y publicadora. ¡Hasta el lunes, personitas del mundo! ¡Muchas gracias por todo el apoyo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top