43) De regreso


«Narra Jayden»

Estaba en un grave aprieto, y lo peor era que no sabía cómo lidiar con todo. Le había dicho a Verónica que lo resolvería, pero no sabía si podría hacerlo. Ella estaba tan devastada ahora mismo que mi confusión de hace algunos días quedó en un segundo plano. Lo más importante éramos nosotros, nuestros problemas y la forma de solucionarlo, después estaría todo lo demás, aunque todo lo demás no dejaba de rodar por mi cabeza una y otra vez sin descanso.

Me acostaba y pensaba en ella.

Me levantaba y pensaba en ella.

La veía e incluso ahí pensaba en ella.

No podía dejar de traerla a mi mente y ese era un gran, gran problema. Todo estaba claro entre nosotros, yo había dejado las cosas claras hace tiempo. Vanessa Hernández era una amiga, debía ser solo una amiga.

Pero a una amiga no se la cela como yo lo estaba haciendo en ese momento. De solo pensar en lo que pasó en aquella habitación, de solo recordar los brazos de Brook sobre ella, me daban ganas de gritarle que no la volviera a tocar, que era mi esposa y nadie tenía derecho salvo yo a tocarla.

Pero no era así, yo no tenía ningún derecho y ese anillo que llevaba en la mano no significaba nada entre nosotros. Y era eso, no había y no iba a haber un nosotros, no podía permitirlo.

Con suspiro le pedí a Verónica que fuésemos a la playa. Estaba tan desanimada que me sentía no solo mal por mí, sino también por ella. Quería que estuviese bien, quería resolver todos sus problemas así como los míos, y no poder hacerlo me estaba torturando la cabeza. Las cosas se estaban saliendo de control, y por más que lo intentaba nada volvía a su lugar, solo se descontrolaba más.

Ella aceptó salir, también pensó que despejarse un poco le serviría para aclarar la mente.

Salimos de la habitación una vez estuvimos listos y bajamos al lobby. La playa se encontraba en frente y sólo caminamos hacia ella, una gran ventaja para el hotel, un excelente punto debía admitir. Ya del otro lado de la calle caminamos por la arena, buscando un lugar dónde sentarnos. Y sin preverlo vi a Brook en una de las tumbonas a unos metros, llenando algo con mucha concentración.

Mi mente de inmediato hizo lo que siempre hacía... Pensar en ella.

Está aquí, lo sé, lo siento. En contra de todo lo que me he autoimpuesto, comencé a buscarla en todo el lugar, con la creciente necesidad de verla y sentirla cerca. Mi cuerpo me exigió su cercanía, me ordenó buscarla y acercarla a mí. Y cuando miré a Verónica señalarme dos tumbonas libres, se me hundió el corazón.

Era un miserable, y merecía irme al infierno. No podía seguir haciendo eso, no podía seguir queriendo a Vanessa cuando tenía a Verónica. Ella no merecía eso, no merecía que no la respetara. Y Vanessa tampoco merecía eso. Las engañaba a las dos y no sabía cómo dejar de hacerlo, cómo solucionar todos los malditos problemas de una vez.

Yo quería estar con Vanessa, mi cuerpo, mi mente y mi corazón la necesitaban, pero no podía dejar a Verónica, no solo porque la quería, sino también porque cargamos mucho sobre nuestros hombros. Lo que nosotros tenemos no es algo que muchos entiendan, y ese hecho me frena a hacer, me mantiene en vilo.

Con un suspiro, dejando de pensar en aquella mujer que no debía, me senté junto a Verónica e intenté prestarle atención y ser la mejor persona para ella.

Sin embargo, por una especie de magnetismo que solo sentía por una persona, mi vista terminó en el mar, donde estaba ella.

Mi corazón decidió irse a correr a toda velocidad.

¡Demonios!

Se veía tan sexy. El agua en su cuerpo, en sus piernas y en esa forma de salir de ella era tan... Y entonces me di cuenta.

Maldición.

No era el único que la miraba, habían más vistas sobre ella, vistas de imbéciles que no sabían quién era. ¡Era mi esposa maldición! ¡Debían respetarla!

Apreté los puños.

Como si sintiera mi mirada taladrándola, se giró hacia mí. No podía ver sus expresiones porque estaba bastante lejos, pero sabía que no le agradaba verme aquí. Desde hace unos días estábamos peleados y aunque no me gustara estar así, no podía dejar pasar lo que vi en esa habitación como si nada.

Nos iba a ignorar, estaba seguro de ello. Pero había un problema... No fui discreto, y Verónica notó dónde estaba puesta mi mirada. Su ceño se frunció un momento, su mirada pasó a la aflicción, y al final se obligó a sonreír.  Jamás fue tonta, de hecho era alguien astuta, me gustaba eso de ella. Sin embargo, ahora era un problema porque sabe lo que siento por Vanessa, se da cuenta de lo que pasa y eso me hace sentir peor.

Vanessa, todavía impresionada por todo, se acercó a nosotros. Mi cuerpo reconoció su cercanía de inmediato. Me pidió besarla como de costumbre, abrazarla, acariciarla, tocarla durante horas. Me pidió tantas cosas que me molestó. Me molestó no poder sentir esto por Verónica, me molestó que lo nuestro se estaba volviendo más una obligación ahora mismo, que algo por gusto. Me molestó no ser capaz de dejar las cosas claras y seguir complicando todo. Y me molestó no ser capaz de detenerme.

Vane: Hola —saludó con una sonrisa, una sonrisa falsa–. Qué sorpresa verlos aquí.

Vero: Lo mismo digo. Con Jayden queríamos venir a la playa. Bueno, Jayden quiso venir, y al final acepté. Y al parecer hiciste lo mismo con tu guardaespaldas, ¿Cómo van las cosas con él?

 Me tensé.

Mis ojos se fueron a los de ella, pero evitaba verme a toda costa.

Me sentí inestable.

Vane: Bien. Quisimos venir a pasar un rato en la playa antes de volver mañana. —Volvió a sonreír.

Dentro de mí sentí algo bullir, algo peligroso.

¿A qué se refería con bien? Brook era su guardaespaldas, le dejé las cosas bastante claras, y él me prometió hacer simplemente su trabajo,

Sentí la urgente necesidad de huir de ahí. 

Jayden: Voy por algo de beber —Me levanté—. ¿Quieren algo? 

Ambas negaron, así que fui de ahí sintiendo mi sangre hervir. En bar tomé haciendo en uno de los taburetes, pedí una bebida, y resoplé, tratando de calmar mis sentimientos.

Minutos después alguien se sentó a mi lado, y más por aburrimiento que por otra cosa, me giré a verlo. Mi ceño se frunció cuando creí reconocerlo.

Jayden: ¿Jack Phillips? —cuestioné, captando su atención.

Durante unos segundos me analizó, hasta que por fin me reconoció.

 —¿Jayden? Jayden Hernández, eres tú. —Sonrió con todos los dientes. Era un chico muy alegra, idiota, pero alegre—. Qué bueno verte, hermano.

Jack Phillips: Jugador del equipo de fútbol americano en la escuela, no sólo porque parecía consumir esteroides, también porque su papá era muy influyente en la escuela. Típico rubio de ojos verdes, bronceado y con la personalidad de un sol, siempre brillando. Un idiota que buscaba meterse con Vanessa constantemente. Pero cierta persona se lo impidió más de una vez. Él chico no era malo, solo se pasaba de estúpido de vez en cuando, y digamos que la idea de Vanessa con alguien en ese entonces no me hacía muy feliz.

Así como ahora tampoco, me recordé.

Jayden: Lo mismo digo. Por lo que veo sigues consumiendo esteroides. —Mi broma lo hizo reír. 

El barman llegó con mi bebida, la tomé con mi mano dominante, consiguiendo que Jack se le quedara viendo durante algunos segundos, antes de abrir los ojos grandemente y mirarme, como si no pudiera creerlo.

Jack: ¡¿Té casaste?! Ay, hermano —se burló mientras se llevaba el puño a la boca—. Y dime... ¿Quién es la desafortunada? 

Esta vez fue mi turno de sonreír.

Jayden: No me vas a creer —Me llevé la copa a la boca, haciendo el momento más intrigante—. Mira allá. —Le señalé con la cabeza hacia las tumbonas en las que se encuentran las mujeres con las que estuve hace un instante... A una de ellas en específico.

Su ceño se frunció cuando la vio.

Jack: ¿Esa no es Vanessa?

Me llevé la copa otra vez a la boca. Debía admitirlo, decir aquello me hacía sentir bien, me daba un poder que no creí, podía sentir. Me gustaba decirles a las personas que ella era mi esposa, y aunque estuviese mal, disfruté el momento.

Jayden: La misma.

Se quedó en boquiabierto.

Jack: ¡Oh, hermano! —exclamó, eufórico—. Siempre supe que te gustaba. Por siempre me amenazabas cuando intentaba salir con ella. —La sonrisa en su rostro era de auténtica felicidad, lo que me descolocó un poco.

Jayden: Aun no entiendo cómo funcionaba. Tú eras mucho más grande que yo, y lograba intimidarte.

Jack: Digamos que conocía tu reputación. Jamás quise ser víctima de las bromas de Jayden Hernández. —Una sonrisa maliciosa se formó en mis labios. Disfrutaba mucho de hacer bromas en la escuela, en especial a aquellos que se lo merecían—. Hiciste una buena elección, tu esposa es un verdadero bombón.

Apreté con más fuerza la copa que tenía entre mis manos. La alegría desapareció en un segundo. Tenía ganas de gritarle que lo sabía, sabía lo sexy y magnética que era mi esposa, sabía sobre esa capacidad que tenía para atraer a los hombres. Sabía malditamente bien cómo se sentían cuando la veían y cuando les sonreía. 

Volví a sentir la sangre correr por mi cuerpo. Ahora pensaba en Brook. No podía creer que yo haya traído al enemigo a mi propia casa. Lógico, todo el día juntos ¿y él no se va a enamorar de ella?, ¡¿cómo no lo pensé antes?!, ¡Soy un maldito estúpido! Incluso tiene sentido que sus habitaciones estén una al lado de la otra... Un momento.

¡Maldición!

Una al lado de la otra, podían hacer lo que quisieran y lo de las habitaciones sería una buena tapadera.

Jayden: debo irme. —Necesitaba resolver eso de una buena vez, o estamparle el puño en la cara a Brook. Me levanté, le pagué al barman y bajo la mirada desconcertada de Jack hablé—. Espero volver verte.

Jack: Claro. Adiós, hermano.

Con los puños apretados caminé de vuelta hacia las tumbonas, pero Vanessa ya no estaba ahí, solo Verónica, quien miraba su celular con algo de añoranza. Miré hacia el frente en busca de Brook. Y cuando no lo encontré en su lugar algo dentro de mí ardió como el infierno. Quise encontrarlo y estrangularlo. Le di la confianza, le di mi amistad, ¡Le dije que únicamente hiciera su maldito trabajo!

Miré a Verónica. Ella tenía que decirme dónde estaban, ella debía darme una respuesta.

Jayden: ¿Dónde está Vanessa? —pregunté con la voz contenida. Me estudió durante unos segundos,  pero lo último que quería era su silencio. Quería respuestas y las quería ya.

Vero: Se fue —contestó con simpleza.

Mi cuerpo entró en un estado en el que con mucha suerte lo contenía. Quería hacer tantas cosas en ese momento, que las cosas comenzaron a verse borrosas y en mi mente comenzaba a repetir una frase... Acaba con Brook.

Jayden:  ¿A dónde?

Se acomodó mejor en la tumbona.

Vero: A San Francisco. Brook se acercó con el celular de Vanessa hace un rato. Al parecer tuvieron un problema con algo de lo que no escuché bien, algo referente a una empresa de modas.

Mi mente se aclaró un poco más, pero todavía tenía dudas, y ganas de golpear a Brook, y a ella quería encerrarla en una habitación y hacerla entrar en razón para que me hiciera las cosas más sencillas. Estaba muy estresado en ese momento, y aunque no se lo hubiese dicho, necesitaba de su cooperación para sobrellevarlo todo con más calma. 

Jayden: ¿Se fue? —pregunté atónito. Verónica asintió—. ¿Cómo?

Ella se encogió de hombro.

Vero: Supongo que en un vuelo comercial. Ambos traían pasaporte, ¿no? —Solo me restó asentir, derrotado. Ella me miró, de inmediato supe sus intenciones, y la verdad, no estaba condiciones de refutar—. ¿Qué tal si también volvemos? Ya no hay nada que hacer aquí y tendríamos más tiempo.

Jayden: Como quieras. —Le sonreí.


( * )

Bajé del avión junto a Verónica. Le notifiqué a Juanca que habíamos llegado antes de lo planeado, y él con un suspiro de alivio dijo que me necesitaba en la empresa, estaba rebosado de trabajo y lamentaba no darme un descanso, pero era importante que estuviese ahí. Lo entendí y volví a la empresa junto a Verónica.

Varias veces pensé llamar a Vanessa. Se me hacía extraño que no me dijera nada. Bueno, dada nuestra situación actual lo entendía, pero no quería aceptarlo, y aunque traté de mantenerlo en un lugar oscuro, todavía rondaba por mi mente la idea de ella y Brook. Sin embargo, comprendiendo que ella también debía estar atareada de trabajo, decidí dejarlo pasar. En la noche llegaría a casa y hablaríamos.


( * )

No puedes pasar de esa forma —escuché fuera mi oficina. Esa era la voz de Verónica.

—Claro que puedo y eso haré. —Esa voz provocó que mi bolígrafo quedara suspendido en el aire.

Era ella. ¿Pero qué estaba haciendo aquí?

No me dejó responderme cuando entró a la oficina con Verónica detrás suyo. Por su mirada supe que estaba furiosa. No, estaba más que furiosa. Se cruzó de brazos, parar dar a entender que esto era algo entre ella y yo... Sin Verónica.

Jayden: Verónica puedes dejarnos solos. —Me miró durante unos segundos. Pero finalmente asintió y salió. Miré a la mujer que me robaba el sueño con el ceño fruncido—. ¿Qué sucede?

—¿Que qué sucede? —Se rió con ironía durante unos segundos. Cuando volvió a verme había odio en sus ojos, y también en sus próximas palabras—: ¡Que quiero el divorcio, eso sucede!

Mi cuerpo olvidó cómo reaccionar.

Jayden: ¿Qué?

Ella me fulminó con la mirada.

Vane: Que nos vamos a separar.

En ese momento lo comprendí, y la sensación que se instaló en mi pecho no me gustó. Menos me gustaron sus palabras, o más bien... Esa palabra.

Jayden: ¿Por qué?

Su cuerpo me expresó el error que cometí al preguntar.

Vane: ¡¿Cómo qué por qué?! ¡Una cosa es que seas un maldito, pero otra muy diferente es que quieras ocultarlo!

Para este punto ni siquiera sabía dónde estaba parado. ¿Por qué quería el divorcio? ¿Por qué estaba furiosa? ¿Por qué me gritaba? ¿Y qué demonios estaba pasando? No entendía nada, salvo la desesperación que me invadió al pensar en ya no estar con ella, en no poder abrazarla en la noches, no poder hacerla reír o darle caricias, no tenerla cerca cuando me despertara, no ver cómo se desesperaba con la alarma y la arrojaba contra una pared... En ya no poder estar con ella.

Jayden: ¿De qué me estás hablando? —pregunté con el poco aire que todavía me quedaba en los pulmones.

Ella cambió por completo su actitud, parecía más cariñosa, más comprensiva... Era una mentira.

Vane: Déjame refrescarte la memoria, cariño —habló con suavidad, un segundo antes de volver a cómo estaba antes y soltar aquello—: ¡Me abandonaste en Puerto Rico, maldito!

¿Qué?

No, yo no... Yo jamás...

«Verónica  —vino a mi mente.

Jayden: Yo no te abandoné en  ninguna parte. Y por ningún motivo te vas a separar de mí, ¿comprendes?

Ella sonrió con superioridad.

Vane: Por si no te das cuenta, de cualquier forma nuestro trato terminará en seis meses, y después de eso tú y yo no volveríamos a vernos. Es lo mismo.

¿Trato? ¿Qué trato?...

En ese momento lo recordé.

Jayden: No me interesa ese o ningún trato. No nos separaremos, y esa es mi última palabra, Vanessa. —Me puse de pie mientras apoyaba los puños en la madera de mi escritorio.

Vane: Eso veremos. Mi abogado te va a estar llamando para acordar detalles... Permiso. —Antes de que pudiese detenerla salió de mi oficina, dejando algo en el aire.

Ira, era ira.

Quise salir detrás de ella y gritarle que jamás se separaría de mí. Ese anillo que llevaba en la mano corroboraba nuestro matrimonio. Nos casamos por la iglesia, y eso debía significar algo, ¡Debía significar algo maldición!

Con mi manos arrojé todo lo que estaba encima de mi escritorio al suelo.

¡Maldición!

Jayden: ¡Verónica! —grité, a un paso de tomar lo primero que tuviese en frente y golpearlo hasta que no quedase nada de ello. Al verla entrar a la oficina mi estomago se retorció—. ¡¿Quieres explicarme por qué demonios mi esposa me acaba de decir que la abandoné en Puerto Rico?!

Sus ojos se abrieron con sorpresa. No esperaba eso. Estoy seguro de que quería guardar eso como un secreto, pero no le salió, y en ese momento me importó poco lo que tuviésemos. No podía confiar en una mujer así, que me mentía, que era capaz de hacer esas cosas... Una mujer que no conocía.

Vero: Todo esto tiene una explicación.

Su nerviosismo provocó más mi furiosa.

¡¿Acaso no veía que mi matrimonio se estaba yendo al infierno?!

Jayden: ¡Explícamelo entonces, maldición! —grité.

No podía entender me lo que estaba haciendo, viendo todo lo que yo hice por ella, todo lo que he estado sacrificando, ¡Todo lo que he estado haciendo mal!

Verónica: ¡Estaba celosa ¿Bien?! —Cuando se dio cuenta de que estaba gritándome se miró las manos, y con voz más ameno dijo—: El doctor dijo que estos arranques eran normales.

Mi cuerpo se trancó.

Jayden: ¿De qué demonios me estás hablando?

Ella suspiró, antes de soltar algo que lo cambiaría absolutamente todo.

Vero: No quería que lo supieras de esta manera pero, Jayden... Estoy embarazada.


Hasta aquí el maratón de tres capítulos. Sé que es bastante tarde y que ya nadie leerá este capítulo hasta mañana, pero prometí que los iba a publicar, y los publiqué.

Las cosas se están poniendo muy mal aquí. Quienes ya leyeron la historia ya sabían que esto iba a pasar, pero quienes están leyendo actualmente, bueno, todo el mundo se cansa alguna vez, y Vanessa acaba de hacerlo.

La historia aun no acaba, le quedan nueve capítulos, y próximamente haré otra maratón. Así que ya estamos en la recta final, señores, vayamos preparando nuestros corazones.

Muchas gracias por cada lectura que han hecho hasta ahora, por cada voto que han dado, por cada comentario que me hace sonreír, y por haber explotado el capítulo treinta y nueve con ellos, jajaja. Muchas gracias por todo lo que me dan.

Nos vemos el lunes con una nueva actualización, y el punto de vista de Vanessa ante todo esto.

Adióoos, personitas del mundo, lxs quiero muchoooooooo 🖐

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