30) Aceptar las culpas con honor
¿Alguien se preocupó de que no continuara la historia? ¿O confían en mí y en que sí lo haré?
Lamento la tardanza. Es como si cada vez que digo que voy a actualizar pronto la vida se empeñara en decir: Yo no lo creo.
Espero esta vez no irme por tanto tiempo, después de la actualización siguiente claro, porque este era un solo capítulo pero salió tan largo que tuve que dividirlo en dos, así pude explayar más en ciertas cosas que quería mencionar y divertirme un poco más, porque hago esto para darles una historia agradable, pero también para divertirme y ver qué tantas locuras puede sacar mi cabeza.
Espero que disfruten el capítulo, me digan su opinión o cualquier cosa que quieran decir, y si no hay inconvenientes, mañana en la noche nos veremos otra vez con la otra parte.
Ya vayan a leer, personitas del mundo 😏
En cuanto los pasos de Jayden se hicieron más próximos a la sala mi corazón se aceleró de forma descontrolada, y sin ser apenas consciente las luces fueron encendidas y todos salieron de su escondite, deseándole un feliz cumpleaños.
Yo apenas me levanté pensante.
Fue cruel. Es lo único que está en mi mente.
Lo miré, buscando su reacción a todo esto. Él se quedó mirándonos a todos, la decoración, los invitados, la comida. Su rostro no expresaba nada...
Hasta que sonrió.
Mi cuerpo soltó la presión que estaba conteniendo.
—Jayden: Debieron decirme que Scarlett Johansson se quedó sin gasolina a unas cuadras y también hubiese venido. Son realmente crueles —nos acusó consiguiendo que riéramos.
Yo me relajé, pues no salió tan mal como esperé. Se suponía que esto era una sorpresa, por lo que esta mañana solo yo, sus padres y Juan Carlos lo felicitamos para que no sospechara nada. Juanca fue el único que le dio un regalo. Queríamos hacerlo sentir olvidado pero no demasiado, y aquí estaba, mirándonos con una sonrisa y bromeando.
Lo vi acercarse a los invitados y saludarlos con una abrazo y agradeciendo las felicitaciones. Mis manos de forma inconsciente empezaron a retorcerse. Sentía el estómago apretado y quería y no quería que se me acercara.
Cuando llegó el turno de Juanca ambos se abrazaron con más cariño del que esperé, Jayden no era de los que era cariñoso con sus amigos, mucho menos con Juanca. Y cuando lo apretó mucho más y Juanca hizo una mueca, comprendí por qué. Jayden se acercó a su oído sin dejar de abrazarlo, y en tanto le decía algo sus ojos viajaron a los míos como si supiera el lugar exacto en el que estaría y por qué.
Me quedé estática.
Él soltó a su mejor amigo mientras mi corazón latía mucho más rápido, y con una seriedad en los ojos y sonrisa en los labios, se acercó a mí. Inconscientemente di unos pasos atrás, pero después acepté lo que hice y me envaré, en tanto él se acercaba a mí.
Aceptaría mi culpa con honor.
—Vane: Fue Juan Carlos —solté en cuanto lo tuve en frente, y poco me faltó para señalarlo. La seriedad de se fue de viaje y en su lugar llegó la diversión.
—Jayden: Eres más manipulable de lo que pensé.
Mi ceño se frunció.
—Vane: ¿Qué?
—Jayden: Que eres más manipulable de lo que pensé. No dije nada y lo acusaste. —Terminó de acercarse, provocando la intranquilidad de mi cuerpo. Su rostro se acercó a mi oído, y sin dejar de sonreír lo dijo—: Ya lo sabía.
Me quedé estupefacta.
—Vane: ¿Qué?
—Jayden: ¿Es todo lo que vas a decir? —Se alejó para darme el frente.
Estaba de tantas formas que apenas lo entendía. ¿Qué sabía? ¿Lo de la sorpresa? ¿Qué era culpa de Juan Carlos? Sin saber qué decir solté lo primero que se me vino a la mente.
—Vane: ¿Feliz cumpleaños?
Él rio y sin esperar me arropó entre sus brazos. Me sentí tan bien que mi cuerpo se relajó de forma involuntaria. Necesitaba ese abrazo como el aire para respirar. Y hablando de respirar, mi nariz olisqueaba esa fragancia que estaba impregnada en el saco de su traje azul oscuro. Como una pequeña pasé mis brazos a su alrededor y lo abracé con todas mis fuerzas.
—Jayden: Gracias, hermosa.
—Vane: Perdón por la mentira —empecé—. Sé que estuvo mal, y que no debí hacer eso, prometo que no te mentiré así otra vez.
—Jayden: ¿Así? ¿Habrán más mentiras?
—Vane: Bueno, de seguro habrá una que otra sorpresa por ahí, no puedo prometerte no mentir, será deshonesto.
Él volvió a reír, dejando caer su mentón en mi en mi cabeza y ajustando sus brazos a mi alrededor. Me sentía tan bien que por un momento olvidé que había personas a nuestro alrededor, una en especial.
—Jayden: ¿En serio fue Juanca?
—Vane: ¿No era que lo sabías?
—Jayden: Me lo confesó hace un segundo, pero me dijo que no fue el único.
—Vane: Pero sí el que más participó. Es su culpa. Tu mamá y yo no tuvimos casi nada que ver.
—Jayden: Así que mi mamá fue la otra culpable —analizó. En ese momento noté que solté la lengua y tragué grueso.
Por salud mental y concentración me alejé de él no queriendo. Me gustaba abrazarlo, me hacía sentir cálida y cómoda.
—Vane: Pero fue un poquito, un poquito nada más. Ella dijo que debía ser importante. Y yo que debía ser contundente, y Juanca fue quien sugirió la idea. Debiste verlo, fue como si estuviese teniendo una lluvia de ideas en la cabeza. Primero sugirió que tratase sobre mí, después que debía sentirme mal. Y dijo, y cito sus palabras: ¡No! ¡No! No debe solo sentirse mal, debe estar muriéndose. La mataremos. —Sin poderlo evitar me reí. Ese Juanca estaba más loco que Jayden, quien también rió—. Y después dijo: No, no, tampoco tanto. ¿Qué tal si se enferma? Ya saben, delirar y todo eso... ¡Ya sé! Y alzó la mano como un científico. —Jayden volvió a reír—. Después dijo con los ojos de loco: ¿Y si la desmayamos? ¡Sí, sí! ¿Y cómo es que se llama la señora, la que me corrió de la cocina el otro día? Ah sí, sí, Esmeralda. Podemos decirle a ella que mienta. —Para ese punto Jayden se sostenía el estómago. Pero era verdad, él mejor que nadie conocía a su mejor amigo y sabía las cosas que diría o no—. Y yo renegué, sabía que Esmeralda no lo haría, pero terminé por conversarla.
—Jayden: Así que tú la convenciste —acusó.
—Vane: ¿No escuchaste lo otro? La culpa es de Juanca, no nuestra.
Él volvió a reír, sin embargo esta vez negó con la cabeza como si yo no tuviese remedio. La idea de acusar a su mejor amigo no me agradaba, pero él tenía la culpa y me estaba sintiendo mal gracias a él. Además, ellos se pelean todo el tiempo, ¿Qué es una pelea más?
—Vane: ¿Y sabes? —seguí.
—Jayden: ¿Y hay más? —cuestionó burlesco. Me alegraba que todo esto le hiciera gracia, era una forma de pensar que quizás lo que hice no estuvo tan mal, ¿no?
—Vane: Sí, claro. Debo ser lo más sincera que pueda contigo.
—Jayden: Acusando a Juanca.
—Vane: Solo relato los hechos tal y como sucedieron.
—Jayden: ¿Y cómo convenciste a Esmeralda para que mintiera, dime?
—Vane: Como te decía. —Carraspeé haciéndolo reír—. Estuvo haciendo muchas bromas al respecto, te las diría pero casi no las recuerdo. Aunque algo sí recuerdo, lo mencionó muchas veces.
—Jayden: ¿Qué?
—Vane: Rosa. —Mi ceño se frunció cuando lo dije—. Dijo algo de que jamás dejarías de lado al rosa. ¿Qué quiso decir? ¿tú sabes?
Y tan rápido como vino su sorpresa se fue. Sus hombros se tensaron y dio un paso hacia atrás como si me estuviese evitando. Mi ceño se frunció mucho más.
—Jayden: Mejor le pregunto directamente a Esmeralda cómo la convenciste.
—Vane: Jayden... —y no llegué a decirle nada porque en segundos había desaparecido de mi vista, y lo hizo toda la tarde.
Cuando trataba de acercarme a él buscaba una excusa y se alejaba. Cuando traté de acercarme a Juan Carlos él lo tomó de los hombros y dijo que tenían algo que hacer, a los lejos los vi discutir, y al acercarme una vez más a Juanca este empezó a darme excusas.
—Oh, mira, un pajarito —y se iba.
Pero insistí y obtuve lo mismo.
—Tengo que ir al baño.
—Creo que me están llamando.
—No he saludo a esa persona, debería hacerlo ahora.
—¿Ya bailaste con Jayden? Lo buscaré.
—Mi mamá me mandó un mensaje, debo contestar.
Una y otra vez se escapaba de mí junto al otro y más que desanimarme alimentaban más mi curiosidad. Ahora quería saber qué era el rosa, era un color por la forma en la que lo decía, pero no entendía por qué y que se fueran cada que me acercaba me dio a entender que era importante.
Sin embargo, después de un rato lo dejé estar, tenía muchas cosas de las que preocuparme, como el hecho de tener a tantas personas en mi casa, a mi hermano, quien no le profesaba el más puro de los amores a Jayden, y a la víbora... Digo, Verónica, a Verónica.
Mi idea no fue invitarla, pero desde hace unos días vi que Jayden salía más, llegaba tarde, como al principio, y supuse que arreglaron sus problemas. La idea me ardió tanto en el pecho que por un segundo pensé en la idea de no hacer ninguna fiesta. Pero debía comportarme como una adulta, yo acepté que ellos estuviesen juntos, también soy consciente de que nada de esto es real, y que si estoy a favor de su relación tarde o temprano las cosas volverán a la normalidad y esta cosita en el estómago que siento cada que lo veo desaparecerá.
Aunque eso no quiere decir que sea fácil verlos juntos.
Mis celos... de mejor amiga, despertaron de su sueño, y lo que restó de la tarde me la pasé alrededor de Jayden, apenas dejaba que hablaran, lo tomaba del brazo, me interponía en sus conversaciones o enviaba a alguien a que lo hiciera con alguna excusa. Sabía que no estaba siendo madura, pero verlos juntos podía conmigo, y más cuando Jayden dejó de huir de mí al ver mi bandera blanca sobre el otro tema.
La tarde, por decirlo de alguna forma, fue agradable. A eso de la una de la mañana los que quedaban se fueron y nosotros, un tanto achispados por cómo se pusieron las cosas cuando los mayores se fueron a las ocho, subimos a la habitación dejando un gran desastre abajo.
Nuestra sala fue testigo de mucho descontrol.
Dejando a Jayden tambaleante sentado en la cama fui al armario por el regalo que no le di esta tarde. Fue algo que se me ocurrió a última hora, aprovechando que mañana era sábado. Salí con el regalo envuelto en papel gris con un lazo azul encima, en las manos.
—Jayden: Creo que estoy ebrio —dijo, sosteniéndose la cabeza con las manos.
Así como estaba me dio mucha gracias y me reí.
—Vane: ¿Seguro?
—Jayden: Quizás solo un poco. —Se quitó las manos de la cabeza para mirarme, y su ceño se frunció cuando vio el paquete entre mis manos—. ¿Qué es eso?
—Vane: Tu regalo.
—Jayden: ¿No me lo habías dado ya?
Negué con diversión.
—Vane: ¿Acaso me viste dándote uno?
Él hizo una mueca.
—Jayden: Ahora mismo no sé ni dónde estoy parado. Pensé que me lo habías dado. Es entendible que no lo recordara.
Sin poderlo evitar me reí. Digamos que Jayden tuvo una innovadora forma de abrir los regalos. Lo sentamos detrás de la mesa con dos botellas de alcohol y lo pusimos a abrir los regalos. Debía darse un trago por cada regalo que le gustara, y cómo era de esperarse, por no dejar mal a nadie, se dio un trago por los veintisiete regalos sobre la mesa. Me sorprendía que siguiera lucido.
¿Y adivinen de quién fue la idea?
Sí, de Juanca. Y vaya que disfrutó ver a Jayden emborrachándose en una mesa y cómo a la mitad dudaba cada vez que se iba a dar un trago. Para ese punto sus mejillas estaban encendidas y sus ojos desorbitados, como ahora.
—Vane: Claro que es entendible. Pero toma, ábrelo.
—Jayden: No era necesario, ya hiciste mucho.
Rodé los ojos y me senté a su lado, me sentía acalorada y liberal, pero no como cuando estaba borracha, lo cual agradecía infinitamente.
—Vane: ¿Quieres abrirlo? Ya lo compré, en la tienda no hay devoluciones.
—Jayden: No tienes que enojarte. —Se rió mientras tomaba el paquete y en su regazo lo abría. Sacó la prenda de vestir con el ceño fruncido—. ¿Y esto?
Lo miré de forma significativa.
—Vane: ¿Qué te parece la idea de extender tu cumpleaños a un día de playa?
( * )
Mi cabeza hizo corto circuito a eso de las diez de la mañana. Me sentía pésima, aunque no tan mal como Jayden. Nos dimos un baño, separados, fuimos por una aspirina para el dolor de cabeza y desayunamos con café. El dolor fue desapareciendo lentamente.
Después nos preparamos para salir.
—Jayden: ¿Seremos solo nosotros? —preguntó mientras me pasaba su celular para que lo introdujera en mi bolso playero. Llevaba unas bermudas hasta la rodilla sin bolsillos y una playera sin mangas blanca, su piel naturalmente bronceada se veía hermosa así, y qué decir de sus brazos.
—Vane: Sí, pensé que después de tanta acción te gustaría un día tranquilo. ¿Estuvo mal? —pregunté más por curiosidad que por otra cosa.
—Jayden: No, no, me gusta la idea.
—Vane: Bien. Entonces pásame el protector solar y cierra la boca.
Él se rió.
—Jayden: Estás muy mandona hoy.
—Vane: Por tu culpa amanecí con la cabeza en Júpiter, es lo menos que mereces.
—Jayden: Yo no te obligué a beber —dijo mientras me extendía el protector para que lo introdujera en el bolso sobre la cama.
Ya estábamos listos, yo llevaba un vestido playero hasta los pies, un bikini dentro del bolso y unas toallas, también otras cosas que podríamos necesitar. Ya casi terminábamos, más porque cierta persona se notaba impaciente, como para no variar.
—Vane: No, claro que no, solo me pasaste unas copas.
—Jayden: Los buenos esposos comparten la prosperidad. —Sin poderlo evitar me reí.
—Vane: ¿El alcohol es prosperidad?
—Jayden: Había en abundancia —y otra vez me reí—. No te obligué, solo te pasé las copas, que tú las hayas tomado es otra cosa.
Y sí que lo hice y él sabía por qué. Después de que nuestros padres se fueron las cosas se tornaron un tanto incómodas para mí, Jayden y Verónica. Mi momento de mujer celosa pasó y apenas fui consciente de lo incómoda que ella se sentía ahí, de lo incómodo que se sentía Jayden, se veía divido. No quería acercarse demás a ninguna y no sabía qué hacer sin incomodarnos más. Y yo me sentía como un estorbo, quien interfiere en una relación por más que esto fuese una obligación.
Y él me dio una copa, una tras otra hasta que dejó de importarme, con ella hizo lo mismo, y para el final de la noche hasta la saludé y nos tomamos una foto que estaba en su celular. Él bebió más que nosotras, en su momento me dijo que era porque no se sentía bien consigo mismo, y desapareció durante un rato.
La situación se complicaba, y quería evitarlo a toda costa, por eso no dije nada al respecto.
—Vane: Por supuesto, ¿Pero esperas que me lo pongas en frente y yo no lo tome? Eres un ser humano despreciable, permíteme decírtelo.
Riendo salimos de casa. Llegamos a la playa a eso de las doce del mediodía, y ya que estábamos, almorzamos viendo a los padres gritándole a sus hijos que no se acercaran mucho al agua, o persiguiéndolos mientras estos salían corriendo y reían.
En consecuencia nosotros nos atragantamos más de una vez con el salmón.
El día estaba fresco, digno de Abril, la arena estaba caliente pero no demasiado, y el agua en comparación con otros días estaba tranquila. En el cielo apenas habían nubes y el sol resplandecía, por lo que Jayden y yo tuvimos que sentarnos bajo unas tumbonas con sombrilla.
Después de reposar y disfrutar un poco más de las cosas que se veían en la playa, como una niña a la que una ola se le llevó el castillo de arena que estaba haciendo y su padre, viéndola llorar, empezó a insultar al mar, y ella rió haciendo lo mismo, me puse de pie y fui a uno de los baños a cambiarme.
Traía un bikini de tos piezas, algo simple, negro. Dejaba bastante al descubierto, pero mi físico no era algo que me preocupara mucho. Vi a tantas niñas en mi adolescencia preocuparse tanto por su físico, y hoy en día también, que dejaron de importarme las marcas que tenía a los costados, tantas complicaciones por cosas tan naturales. Mientras más hablaban de ellas o más prioridad le daban más molestarían, yo apenas sé las veía y me sentía cómoda la mayor parte del tiempo. También sentía que la sangre latina tenía un poco que ver, pues somos medio desinhibidos siempre.
Con mi toalla al hombro y siendo mira de algunos volví a la tumbona, pero no me encontré con la imagen que dejé, y no sé si me agradó o me hizo enojar.
Al ver como una chica se mordió el labio a su lado mientras pasaba apreté los puños. En definitiva me hizo enojar.
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